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Para todos los nietos e hijos que no conocen la historia de sus padres, de sus abuelos.
Con José, el abuelo de Mario, los lunes son menos lunes.
por Yanire 6 comentarios
¿Qué cenaste anoche? Yo
tendría que pensarlo, mi memoria es efímera, o lenta. José, el abuelo
de Mario, se acuerda de todo. Tiene 96 años y una memoria envidiable. El
relato de su vida esta plagado de infinidad de detalles, minuciosos
recuerdos y recurrentes respuestas a una época que los demás, y sólo
algunos, recordamos por libros.
No sé si el lector recordará (chascarrillo, guiño, guiño) que en anteriores post aludo a la felicidad que irradian todas las personas que entrevisto cuando me cuentan sus historias. Irradian emoción y nostalgia. Me gusta ir a verles a inicio de semana, un lunes si es posible, porque me rio tanto con ellos que hacen que mi semana, ya desde el principio, mejore. Este es el caso de José, el abuelo de Mario, me hubiera gustado que todos vosotros pudierais conocerle. Después de sentarme con él, los lunes son menos lunes.
Si antes he hablado de las pocas libertades amorosas que se podían permitir las mujeres durante la época de la postguerra, hoy os contaré cómo José conoció a Carmen, que antes conoció a otras, aunque muy de pasada. Porque los hombres si tenían permitido probar hasta acertar, hasta encontrar a la adecuada. (Recordemos el comentario de mi abuela “si salías con un chico, te quedabas con él”) Entendamos esto siempre desde el margen del respeto de la época. No del actual.
Unos años (pocos), más en el tiempo, la sociedad empezaba a rehacer su vida más o menos como podía. Unos mejor, otros peor. Sobrevivir al fin y al cabo era necesario. En todos los capítulos de la historia, la diversión ha sido el método de escape para olvidar, por unos minutos al menos, la realidad exterior. ¿Y cómo se divertían nuestros protagonistas en los años cuarenta?.
No sé si el lector recordará (chascarrillo, guiño, guiño) que en anteriores post aludo a la felicidad que irradian todas las personas que entrevisto cuando me cuentan sus historias. Irradian emoción y nostalgia. Me gusta ir a verles a inicio de semana, un lunes si es posible, porque me rio tanto con ellos que hacen que mi semana, ya desde el principio, mejore. Este es el caso de José, el abuelo de Mario, me hubiera gustado que todos vosotros pudierais conocerle. Después de sentarme con él, los lunes son menos lunes.
Si antes he hablado de las pocas libertades amorosas que se podían permitir las mujeres durante la época de la postguerra, hoy os contaré cómo José conoció a Carmen, que antes conoció a otras, aunque muy de pasada. Porque los hombres si tenían permitido probar hasta acertar, hasta encontrar a la adecuada. (Recordemos el comentario de mi abuela “si salías con un chico, te quedabas con él”) Entendamos esto siempre desde el margen del respeto de la época. No del actual.
Años 30.
José no nació en Madrid, pero aquí pasó su juventud. A los diez años se vino a vivir a la capital junto con su familia, justo antes del inicio de la guerra. Jose nació en 1921, por lo que el estallido de la guerra le pilló a la temprana edad de quince años.“Tenía un primo, que estuvimos juntos en la guerra en Madrid, evacuados, porque tuvimos que dejar las casa porque el frente estaba en Usera, estaba muy cerca y nos evacuaron”.Como por muy mal que marchen las cosas, uno del amor no se escapa y con quince años menos, Jose y su primo conocieron en ese momento a unas señoritas. Si, allí donde estuvieran resguardados, quizá para aliviar las duras circunstancias, quizá porque las penas con una distracción son menos penas, quizá por los quince.
“Allí conocimos a unas chicas, pero eso ya pertenece a la guerra. Salíamos mi primo y yo por las tardes, un conjunto de chicos salíamos y había una chica que nos gustaba, se llamaba Amelia y mira por donde a los dos nos gustaba Amelia. Hablábamos mucho con ella. Además, ella estaba trabajando cerca del Congresos de los Diputados, hacía ropa para el ejército y todas las tardes íbamos cuando salíamos por la tarde a por ella. Íbamos los tres. Y un día me dice mi primo: – ¿A ti te gusta Amelia?, pues a mi también. – Pues esto hay que solucionarlo, esto no puede ser así, hay que preguntarle a Amelia que se decida por uno de los dos. – Se lo dijimos a la chica. – No, no, yo quiero a los dos igual. – No, no, eso no puede ser, tu te tienes que decidir por uno. – De tanto la obligamos, ¡que al final se decidió por mi primo! y fueron novios. Pues como él era un año mayor que yo, llamaron su quinta en el ejército y se tuvo que marchar. Me dijo mi primo: – todos los días vete a buscar a Amelia, para que no se venga sola a casa. – Había que cruzar la plaza de Neptuno y yo iba todas las tardes a buscarla. Pero yo como amigo, como la novia de mi primo, tenía mucha confianza conmigo”.
“Hubo una chica después, una amiga de ella, se llamaba Sabina. Me la presentó Amelia pero la conocí cuatro días porque yo luego me fui a trabajar fuera de Madrid, a un ferrocarril que hicieron nuevo para abastecer Madrid. Allí estuve hasta que terminó la guerra. Un tío me llevo allí para sacarme del hambre y de los bombardeos. Y me acuerdo que una vez que vino él me dijo: – Pepe olvídate de Sabina que ya se ha ido con otro chico.”
Años 40.
Nos adentramos ya en los años cuarenta. Incluyo un video del No-Do, para que podamos entender de una forma mucho más exacta la situación de España y de José.“La vida era muy difícil, muy difícil fue 1940, el año del hambre. Lo pasamos muy mal”.Me gustaría, antes de seguir con la historia de José, hacer una pequeña reflexión con vosotros. En el vídeo se muestra de forma exagerada y exacerbada las grandes riquezas, hazañas y gestas de nuestro país. ¿Alguien ha visto en ese vídeo a la población que pasa hambre y enfermedades? Independientemente del bando y del color, salvando a unos pocos, la mayoría tuvo unos años 40 complicados y difíciles. El vídeo en sí es para salir corriendo. 1
Unos años (pocos), más en el tiempo, la sociedad empezaba a rehacer su vida más o menos como podía. Unos mejor, otros peor. Sobrevivir al fin y al cabo era necesario. En todos los capítulos de la historia, la diversión ha sido el método de escape para olvidar, por unos minutos al menos, la realidad exterior. ¿Y cómo se divertían nuestros protagonistas en los años cuarenta?.
“Al baile no hemos ido nunca, nunca íbamos al baile. Lo que si había eran guateques. Se reunían unos cuantos, pero en una casa. No íbamos a bailes, porque esos bailes los considerábamos más… no los considerábamos buenos. Eran bailes.. se iban los domingos, los sábados era un día de trabajo, había más golferío. Íbamos al cine, salir, pasear. Tampoco había mucho dinero. Ir al cine si, a Legazpi fui varias veces, pero había poco dinero. Eran tiempos muy malos, muy malos pero malos malísimos, el año del hambre. Pero así hemos pasado la vida”José, el abuelo de Mario, conocería a una última chica antes que a su mujer, pero como no fue una relación exitosa no necesitamos saber muchos más detalles. Jose y Carmen estuvieron saliendo 6 años, tres de novios y otros tres durante su estancia en el ejército, a distancia y por carta. Como la gran mayoría, a ellos los presentaron. En esta caso, la hermana de Carmen aprovechó la casualidad para presentarle a José. Él tenía 18 años, pero era ella algo más joven. Carmen nació el 14 de febrero de 1925.
“La gente de entonces hacían las relaciones amorosas pero porque se conocían o eran vecinos, o en el colegio, o eran del barrio, que se conocían casi todos en el barrio. (…) Te ibas enamorando, Lo mismo que nos enamorábamos del cine, de las actrices. A mi me gustaba la de la película Regresaron tres: Claudette Goldberg. También trabajé yo en una película. pero estando ya trabajando en Renfe. Hacían muchas películas en las estaciones y entonces necesitaban gente de allí mismo, de los empleados. El trabajo nuestro era cuando llegaba el tren a la estación, paraba, recogíamos nosotros las maletas de los viajeros, por las ventanillas nos las daban. El director era Antonio Román. Repetimos esa escena al menos 5 veces y luego eligen la que mejor esta. Nos pagaron muy bien como extras, no se si eran 80 pesetas. Pero yo no vi la película porque ya fue en los años que yo me fui al servicio militar, y nunca la he visto. Se titulaba Una boda en los infiernos”.Durante esos tres años de relación, José escribía a Carmen una carta de amor a la semana, cada una de ellas llevaba dibujada en su portada un barco. Él estaba en Algeciras. “Ahí tienes una carta de tu novio”- Le decía a Carmen su madre.
“Yo era muy romántico y lo sigo siendo con los años que tengo. Mi mujer no era romántica. Yo las cartas que le escribía a mi mujer eran de amor, de cariño y las cartas que me escribía ella eran normalitas, normales – que como estás.- Ella de romanticismo nada. Los hombres somos más románticos. Me gustaban las películas de amor, más que los de los cabalistas, las de americanos que llamábamos.”Se casaron 6 meses antes de lo previsto por la triste circunstancia del fallecimiento de la madre de Carmen por una pulmonía. La madrina, la Marquesa para la que trabajaba Carmen y el padrino, su hijo. Se casaron el 7 de junio de 1947, a las 10 de la mañana, en la Iglesia de San José.
“Recién casados, en el mes de julio un día amanecí, dormí con la ventana abierta, con una tortícolis… y era domingo, íbamos a ir en casa de unas hermanas a comer y yo estaba con fiebre, me encontraba mal. – Eso vas ahí a la casa del socorro. – Antes no había urgencias ni nada de eso, la casa de socorro que es lo que había. Y me dice el medico:
Al día siguiente cada vez peor ya no podia tragar y ya llamamos al medico de cabecera, que estaba de suplencia. Ya me ve y me dice: – pues eso me da que es un absceso faríngeo.- Yo no podía tragar y es que se me estaba formando un bulto y me mandó un tratamiento. Ya estaba la penicilina en marcha, aquí en Madrid, los principios. Me puso un tratamiento de sulfamida, pero nada. Mi madre, como estaba tan mal, le dijo: – ¿y por qué no le manda usted la penicilina? – No, vamos a esperar unos días a ver si con la sulfamida… –
- ¿Qué le pasa a usted?
- Pues mire que he amanecido, que me duele el cuello, tengo fiebre.
- ¡Y para eso viene usted a la casa de socorro!
- Pues yo no quería venir pero es que mi cuñada y mi mujer se han empeñado.
- Nada, eso con una aspirina vale.
Una tarde yo ya estaba malísimo, casi no comía, mucho dolor, me estaba ahogando. Bueno pues me manda la penicilina y a los dos días, mejoré. El médico dijo que creía que me moriría asfixiado, ahogado. En dos días se me quitó todo. – Estaba convencido de que ibas a morir, te ibas a morir. – Se llevó una alegría el médico… Mi suegra se hubiera salvado también.”
“Nunca olvidaré el nombre de quien inventó la penicilina. Fleming me salvó la vida. Salvó muchas vidas”.
También escuchamos estas historias de nuestros abuelos a quienes les pilló la guerra en plena juventud, iniciando el formar una familia.
Tiempos duros, muy duros pero que recuerdan con ternura pir lo que aprendieron y vivieron.
Enhorabuena por reflejarlo con delicadeza.
Agradecerte Yanire por contarlo tan bien, el cariño, interés y respeto con que tratas a los personajes y decirte que esta narración también ha sido un motivo de ilusión y alegría para mi padre y para aquellos que somos cercanos.
Gracias.