jueves, 23 de febrero de 2017

Estudio bíblico de Efesios 6:16-24

Estudio bíblico de Efesios 6:16-24








Estudio bíblico de Efesios 6:16-24

Efesios 6:16-24

Recordemos que esta carta estaba dividida en dos
secciones principales. La primera sección, de carácter doctrinal, y que
abarca los capítulos 1 al 3, se titula "El llamado celestial de la
iglesia". A estos tres primeros capítulos les habíamos asignado los
siguientes títulos: al capítulo primero, "La iglesia es un cuerpo"; al
capítulo segundo, "La iglesia es un templo"; y al capítulo tercero, "La
iglesia es un misterio". La segunda sección, de carácter práctico,
abarca los capítulos 4 al 6, la hemos titulado "La conducta terrenal de
la iglesia". A estos tres capítulos les habíamos asignado los siguientes
títulos: al capítulo cuarto, "La iglesia es un nuevo hombre"; al
capítulo quinto, "La iglesia será una esposa"; y al capítulo sexto, "La
iglesia es un soldado".

Por lo tanto nos encontramos hoy en este último
capítulo. En los versículos 1 al 9 hablamos de "las relaciones del
soldado"; en los versículos 10 al 12, consideramos al "enemigo del
soldado"; en los versículos 13 al 18 estamos examinando "la protección
del soldado": y al final, en los versículos 23 y 24 escucharemos "la
bendición del soldado".

Para situarnos directamente en el contexto de este
pasaje que nos habla sobre la protección del soldado leeremos, ahora sin
comentario, los versículos 13 al 16, con los que finalizamos nuestro
programa anterior:

"Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con el cinturón de la
verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados los pies con el
celo por anunciar el evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de
la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno."

Comencemos nuestra lectura de hoy leyendo los versículos 16 al 18 de Efesios 6:

"Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis
apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Orad en
todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello
con toda perseverancia y súplica por todos los santos"

La armadura del creyente es espiritual porque
nuestra lucha es contra un enemigo espiritual. Se nos dice que
resistamos, que nos mantengamos firmes con esa armadura, y esa armadura
es Cristo, el Cristo viviente. En el Antiguo Testamento, cuando
estudiamos el Libro de Job vimos que Satanás mismo describió como Dios
protege a los Suyos. Vemos que en Job 1:10, dijo: "¿No le has rodeado de
tu protección, a él y a su casa y a todo lo que tiene?" Dios nos ha
provisto protección en la armadura que ha puesto a nuestra disposición.

El versículo 16 comienza diciendo: Sobre todo, tomad
el escudo de la fe. El escudo cubría toda la armadura. El escudo aquí
mencionado era grande, del tamaño de una puerta. Era el escudo de la
infantería pesada. Un soldado situado detrás de él quedaba totalmente
protegido. En ese sentido, podemos decir que Cristo es la puerta de la
salvación y la puerta que protege al creyente del enemigo exterior. Ésta
es una figura del pasaje Bíblico en Juan 10. Cristo es tanto la
salvación como la seguridad.

La fe nos permite entrar por la puerta. Dice Juan
10:9, "Yo soy la puerta; el que por mi entre será salvo; entrará y
saldrá, y hallará pastos". Ésta es la salvación. ¿Y la seguridad? La fe
nos coloca seguros en Sus manos: Juan 10:27 y 28 dice: "27Mis ovejas
oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; 28yo les doy vida eterna y no
perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano". La fe nos permite
apropiarnos de Jesucristo. La fe nos permite resistir firmes detrás del
escudo que apagará todas las flechas encendidas del maligno.

Ahora, ¿qué diremos de los dardos de fuego del
maligno? El enemigo los está arrojando rápidamente y con furia. El Dr.
J. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, contó que, a causa
de un profesor que tuvo en la universidad le surgieron algunas dudas y
entonces lo que hizo fue orar a Dios y decirle: "Señor, si no puedo
creer en tu Palabra, no quiero dedicar mi vida al ministerio cristiano".
Entonces el Señor permitió que conociera a una persona muy brillante,
tanto en su conocimiento de la Biblia como intelectualmente, y él le
aclaró todas las dudas y preguntas que tenía. Dice McGee que entonces
comenzó a aprender que cuando una de esas flechas encendidas se dirigía
hacia él y no encontraba la respuesta, tenía que protegerse con el
escudo de la fe. Y eso es lo que hizo a partir de aquel momento. Ese
escudo de la fe echaba por tierra esas flechas encendidas del maligno.

Contaba también el Dr. McGee, que al recordar la
historia de la creación de acuerdo con el Génesis, le preocupaban las
preguntas que surgían en su mente. Finalmente reconoció que el problema
no estaba en su comprensión mental sino en su falta de conocimiento. Así
que aplicó nuevamente el escudo de la fe.

Después de estas experiencias, McGee viajó en una
ocasión a Israel y cuando se encontraba observando algunas excavaciones
arqueológicas, una persona le preguntó: "supongamos que algún día
encontraran algo que pareciera desautorizar algún relato de la Biblia,
¿qué posición adoptaría usted? Y él respondió: "me aferraría al escudo
de la fe, lo cual abatiría todas las dudas, porque por la experiencia he
aprendido que cuando un dardo de fuego es echado por tierra, encontraré
la respuesta adecuada más adelante".

Las flechas ardientes no sólo se dirigen hacia
nosotros rápidamente, sino que continuarán siendo lanzadas. Y la única
defensa contra los daños que puedan causar, es el escudo de la fe.
Recordemos el gran tamaño del escudo. Los soldados de la infantería
pesada, fuertemente armados, podían moverse con aquellos grandes
escudos, colocarlos delante de ellos, y quedar protegidos hombro contra
hombro, mientras el enemigo les disparaba todas las flechas de las que
disponían. Cuando el enemigo agotaba sus recursos, ellos podían
avanzar, seguros de la victoria. Ésta es, pues, la forma de hacer frente
a esa verdadera nube de flechas ardientes y destructivas lanzadas por
el maligno.

Luego se nos en el versículo 17, que debemos tomar
el yelmo o casco de la salvación. ¿Se ha puesto a pensar alguna vez,
estimado oyente, que el yelmo protege la cabeza? Y Dios busca alcanzar y
proteger la mente del ser humano. Reconocemos que Él apela al corazón
del hombre, pero también apela a su mente. En el libro de Isaías,
capítulo 1, versículo 18, dice: "Venid luego, dice el Señor, y
razonemos: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve
serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana". Creemos que esta afirmación debería hacernos
reflexionar. En el Libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 24,
versículo 25 dice: "Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del
dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: Ahora
vete, y cuando tenga oportunidad te llamaré". En esa ocasión, Pablo
razonó con Félix, el gobernador romano; apeló a la mente de aquel
hombre, así como también a su corazón. Y el apóstol Pablo dijo en
Romanos 10:17: "Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra
de Dios".

Cierto teólogo dijo hace muchos años que la fe es un
salto en la oscuridad. Esto no es cierto. Dios no le pide a usted,
estimado oyente, que de un salto en la oscuridad. En realidad, Dios
dice que si es un salto en la oscuridad, entonces, no lo haga, porque
Dios quiere que usted salte hacia la luz. El tiene un fundamento sólido
para usted. Y ésa es una hermosa y comprobada realidad.

Pensando en el yelmo o casco de la salvación
podemos decir que Cristo es la salvación del pecador y Él es quien
recibe todo el honor y la gloria en todo. El penacho de la parte
superior del yelmo es Cristo. Él ha sido nuestra salvación. Por eso
el evangelista Mateo, relató en 1:21 de su libro, el mensaje del ángel a
José, acerca del nacimiento de Cristo: "y le pondrás por nombre JESÚS,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados". O sea que, incluso
antes de Su nacimiento en Belén, Cristo fue señalado como el Salvador.

El apóstol Pablo mencionó nuevamente el yelmo en
relación con la salvación en otra de sus epístolas, la primera que
escribió a los Tesalonicenses, 5:8, diciéndoles: "Pero nosotros, que
somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la
fe y del amor, y con la esperanza de salvación como casco."

¿Se ha dado cuenta, estimado oyente, que todas las
partes que hasta ahora se han mencionado de la armadura son para la
defensa del soldado? Todas son para la parte delantera del individuo. No
hay aquí protección para su espalda; no se proporciona nada para
batirse en retirada. Puede usted creerme: un cristiano que se bate en
retirada, queda expuesto al enemigo, que de esa manera puede alcanzarle
con sus armas y herirle.

Ahora en este pasaje tenemos dos armas ofensivas. La
primera es la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. En la
epístola a los Hebreos, capítulo 4, versículo 12, leemos: "La Palabra de
Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos;
penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula
de los huesos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón". Cristo es la Palabra viva de Dios. Él utilizó la Palabra de
Dios para enfrentarse a Satanás en la hora de Su tentación. Y de Su boca
sale la aguda espada de dos filos en la batalla de Armagedón; con esa
espada Él obtiene la victoria, como podemos ver en Apocalipsis 1:16 y
19:21. ¿Y cuál es esa espada? Es la palabra de Dios. Necesitamos que esa
poderosa espada salga de nuestras bocas en la actualidad. La Palabra de
Dios es una poderosa arma ofensiva. Usted y yo podemos utilizarla.

Luego, la segunda arma ofensiva mencionada es la
oración. Dice aquí; Orad en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu. Orando en el Espíritu Santo. Ahora, orando en el Espíritu
Santo, no es presentar una lista de pedidos a Dios. Significa que usted
y yo reconocemos a nuestro enemigo, y que nos apropiamos de los
recursos espirituales de Dios. Nos aferramos a Dios para todo aquello
que es espiritual, para que podamos ser llenos de toda la plenitud de
Dios. Pablo distinguió aquí entre oración y súplica. La oración es
general, y la súplica es específica. Toda oración debe ser hecha en el
Espíritu, es decir, guiada y controlada en el Espíritu, para que sea una
oración eficaz.

Ahora, vamos a ver el ejemplo de Pablo, producto de
su propia experiencia. Vamos a leer los versículos 19 y 20, que
comienzan a hablarnos de:

Ejemplo del soldado - Pablo fue un buen soldado de Jesucristo

"Y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada
palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el
cual soy embajador en cadenas, y con denuedo hable de él como debo
hablar."

Aquí el apóstol comenzó diciendo Y por mí. Pablo
pidió oraciones para sí mismo. Al llegar a la conclusión de esta carta,
se introdujo en un área personal. Era un preso en Roma y sufría de un
mal que calificó como un aguijón en su cuerpo. Sin embargo no pidió que
oraran para que estos obstáculos físicos fueran removidos, sino para que
él pudiera continuar proclamando valientemente el misterio del
evangelio.

¿Y cuál era este misterio del evangelio? Es que el
evangelio era un misterio que no había sido revelado específicamente en
el Antiguo Testamento, tal como estaba siendo revelado en el Nuevo
Testamento. El Nuevo Testamento revela que Cristo murió por los pecados,
que fue sepultado y que resucitó al tercer día. Y éste era el mensaje
que Pablo estaba proclamando, y que nosotros debemos presentar hoy.

Pablo comenzó el versículo 20 presentándose como un
embajador en cadenas. El apóstol acababa de escribir sobre la guerra
espiritual, y ahora vemos que él estaba experimentando el ataque del
enemigo en el mismo momento en que estaba escribiendo.

Pablo, además, pidió que oraran para que pudiera
hablar con denuedo, es decir, valerosamente. Y nosotros necesitamos la
misma oración. Necesitamos valor para proclamar la Palabra de Dios.

Luego, Pablo dijo en los versículos 21 y 22 de este capítulo 6, de su epístola a los Efesios:

"Para que también vosotros sepáis mis asuntos y lo
que hago, todo os lo hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro
en el Señor, el cual envié a vosotros para esto mismo, para que sepáis
lo tocante a nosotros y para que consuele vuestros corazones."

Tíquico no sólo llevó la carta a los cristianos de
Éfeso, sino que también presentó un informe personal de las condiciones y
las perspectivas del apóstol Pablo. Era el pastor de la iglesia de
Éfeso y fue un ejemplo de los muchos y fieles siervos de Dios de la
iglesia primitiva.

El deseo que expresó el apóstol fue que consuele
vuestros corazones. Tíquico calmaría todos los temores que los Efesios
pudieran tener sobre la condición en que Pablo se encontraba. El amor
fraternal experimentado en las primeras iglesias cristianas fue el
elemento subyacente de todas las cartas del apóstol Pablo. Pablo sentía
una verdadera preocupación por sus hermanos en la fe.

Leamos ahora los versículos 23 y 24, que de este capítulo 6, último capítulo de esta carta a los Efesios, donde se presenta

La bendición del soldado

"Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios Padre
y del Señor Jesucristo. La gracia sea con todos los que aman a nuestro
Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén."

Pablo reflejó lo que un buen soldado de Cristo
debería ser y qué recompensa le esperaba en Segunda de Timoteo 4:6-8,
donde escribió lo siguiente: "6Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. El
tiempo de mi partida está cercano. 7He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe. 8Por lo demás, me está reservada
la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel
día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida".

Finalizó esta carta con una bendición doble. En ella
están incluidas la mayoría de las grandes palabras del Evangelio: paz,
amor, fe, gracia. La esperanza está aquí ausente porque el creyente,
desde un punto de vista espiritual, se encuentra en las regiones
celestiales, donde su esperanza se ha consumado, se ha hecho realidad.

Paz era la forma de saludo en el mundo judío. Un
pecador debe conocer la gracia de Dios antes que pueda experimentar la
paz de Dios. Ésta es la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento.

El amor en el versículo 23, se refiere al amor por los otros cristianos. Este amor es un fruto del Espíritu Santo.

En el versículo 24, el amor es el del cristiano por
el Señor Jesucristo, y este amor, que aquí se califica como inalterable,
estaría mejor calificado (y traducido) como "incorruptible".

La fe significa fe en Cristo, que produce un amor
activo. Y estas grandes palabras y conceptos del evangelio, como son la
paz, el amor y la fe, fluyen de Dios el Padre y del Señor Jesucristo.

Y el término gracia, es la palabra clave de esta
epístola. Inició la carta en 1:2, y es el tema de esta epístola
(destacado en 2:7-8). Y ahora esta palabra concluye la carta del apóstol
Pablo a los Efesios. Es una palabra apropiada porque es la gracia de
Dios la que nos salvó y nos sostiene hoy.

Y así, estimado oyente, concluimos este viaje que
hemos realizado por la carta del apóstol Pablo a los Efesios. Esperamos
que el estudio que hemos hecho, haya sido de inspiración y bendición
para usted, como lo ha sido también para nosotros. Dios mediante, en
nuestro próximo programa, volveremos al Antiguo Testamento para iniciar
nuestra marcha por el Libro de Proverbios. Es un estudio muy
emocionante, un estudio que estamos seguros, va a ser de gran utilidad
práctica para usted. Le invitamos pues, a acompañarnos. Mientras tanto,
le sugerimos que usted comience a leer el Libro de Proverbios. Pero
quisiéramos despedirnos hoy expresando el deseo del apóstol Pablo, en su
última frase de esta carta, deseo que es también nuestro deseo para
usted, estimado oyente: "La gracia sea con todos los que aman a nuestro
Señor Jesucristo con amor inalterable."

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