23 de septiembre de 2016 / Santiago de Chile / Contralobos, Blog Cristiano.
Sólo Dios es infinita, independiente e inmutablemente santo. Con
frecuencia, en la Biblia, Dios es llamado “El Santo”; y lo es porque en
él se halla la suma de todas las excelencias morales. Es pureza absoluta, sin la más leve sombra de pecado “Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1ª Juan 1:5).
La santidad es la esencia de la naturaleza divina: el gran Dios es
“magnífico en santidad” (Éxodo 15:11). Por eso leemos: “muy limpio eres
de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1:13) y por
eso cantamos el himno pentecostal “Sólo en Dios” que en su coro dice:
“Y yo sé, que no eres Dios
Que se complace en la maldad,
Pues lo malo junto a Ti no habitará,
Ni tus ojos mirarán la iniquidad
Así eres Tú, así eres Tú.”
De la misma manera que el poder de Dios es lo opuesto a la debilidad
natural del ser humano, y su sabiduría contrasta completamente con
nuestra mente limitada, su santidad es la antítesis de todo defecto o
imperfección moral.
En la antigüedad, Dios instituyó algunos “que cantasen a Jehová y alabasen en la hermosura de su santidad” (2ª Crónicas 20:21). La santidad es la hermosura de Dios.
A esta perfección divina se le da un énfasis especial. Se llama santo
a Dios más veces que todopoderoso, y se presenta esta parte de su
dignidad más que ninguna otra. Nunca se nos habla de Su poderoso nombre,
o su sabio nombre, sino de su gran nombre, y, sobre todo, su Santo Nombre.
Este es su mayor título de honor; en ésta cualidad resalta toda la
majestad y respetabilidad de su nombre. Esta perfección, como ninguna
otra, es celebrada ante el trono del cielo por los serafines que claman:
“Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:3).
Al hombre lo hizo recto “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” Ecl. 7:29,
a imagen y semejanza del creador fuimos creados, por lo tanto como dice
el texto eramos rectos, nacimos rectos, en inocencia, sin pecado, pero a
medida que vamos creciendo vamos pecando y eligiendo la reversión y el
pecado, por dice la palabra que de los niños es el reino de los cielos
(Mateo 19:14). Los ángeles que cayeron fueron creados santos, ya que,
según leemos, “dejaron su habitación” (Judas 1:6). De Satanás está escrito: “perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad” (Eze. 28:15).
Vemos en esto que Dios no puede crear la maldad ni el pecado, mucho
menos predeterminar arbitrariamente o por decreto a un hombre, ya que
esto lo convertiría en autor del pecado, pero sabemos que no es así,
porque Él es Santo y en su soberanía permitió a los ángeles y también al
hombre la libertad de elegir entre el bien y el mal, esto lo vemos a
través de toda La Biblia, Dios no crea a algunos hombres malos y a otros
buenos, sino que cada uno elige su destino, creyendo o rechazando a
Cristo.
Por ello leemos: “la ley a la verdad es santa y el mandamiento santo y justo, y bueno” (Romanos 7:12). Sí, “el
precepto de Jehová es puro que alumbra a los ojos. El temor de Jehová
es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad,
todos justos” (Salmos 19:8,9).
La santidad divina jamás apareció más atractiva y hermosa que cuando
la faz del salvador estaba más desfigurada por los gemidos de la muerte.
El mismo lo declara en el Salmo 22. Cuando Dios se esconde de Cristo y lo abandona (Marcos 15:24) permitiendo su muerte y haciéndole exclamar “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?”, pero Cristo adora esa perfección divina diciendo: “pero tu eres santo” / Salmo 22:3.
Dios odia todo pecado porque El es santo. El ama todo lo que es
conforme a sus leyes y aborrece todo lo que es contrario a las mismas.
El pecado no puede escapar a su castigo porque Dios lo aborrece. Dios ha
perdonado a menudo a los pecadores, pero jamás perdona el pecado; el
pecador sólo puede ser perdonado a causa de que otro lleve su castigo,
porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).
A causa de un pecado Dios desterró a nuestros primeros padres del
Edén. Por un pecado toda la descendencia de Cam cayó bajo una maldición
que todavía perdura. Moisés fue excluido de Canaán a causa de un pecado.
Y por un pecado el criado de Eliseo fue castigado con lepra y Ananías y
Safira fueron separados de la tierra de los vivientes.
Los incrédulos piensan en un dios cortado según el patrón de sus
propios corazones malos. De ahí su persistencia en una carrera de
locura. La santidad atribuida en las Escrituras a la naturaleza y
carácter divinos es tal, que demuestra claramente el origen sobrenatural
de estas.
La idea humana del pecado está prácticamente limitada a lo que el
mundo llama “crimen”. Lo que no llega a tal gravedad, el hombre lo llama
“defectos”, “equivocaciones”, “faltas”, “enfermedad”, etc, e incluso
cuando se reconoce la existencia del pecado, se buscan excusas y
atenuantes, así es el hombre sin Cristo.
El “dios” que la inmensa mayoría de los cristianos aman, es como un
anciano demasiado indulgente (tolerante, liberal, buena gente, benigno),
quien, aunque no comparte sus “imprudencias”, las disimula
benignamente. Pero la Palabra de Dios dice: “Dios está airado todos los días contra el impío” (Salmos 7:11).
Pero los hombres se niegan a creer en este Dios, y rechinan los
dientes cuando se les habla francamente de como El odia el pecado. No,
el hombre pecaminoso no puede imaginar un Dios santo, como tampoco cree
que existe un lago de fuego, en el cuál irán todos los qeu rechazaron a
Cristo.
Porque Dios es santo, es completamente imposible que acepte a las
criaturas sobre la base de sus propias obras. ¿Pueden las tinieblas
habitar con la luz? ¿Puede El Santo deleitarse con los “trapos de
inmundicia” (Isaías 64:6)?. Lo mejor que el hombre pecador puede
presentar está contaminado. Un árbol corrompido no puede producir buen
fruto, si Dios considerara justo y santo aquello que no lo es, se
negaría a sí mismo y mancharía sus perfecciones; y no hay nada justo ni
santo si tiene la menor mancha contraria a la naturaleza de Dios. Pero
bendito sea su nombre, porque lo que su santidad exigió, lo proveyó su
gracia en Cristo Jesús y cada pobre pecador que busque en Cristo es
“acepto en el amado” (Efesios 1:6) porque la palabra que todo el que
viene a Cristo, él no le echa fuera (Juan 6:37).
Es una buena pregunta, porque según la corriente calvinista, Dios
odia al pecador, pero esto resultaría contradictorio y atentaría con la
evidencia bíblica que dice que Dios amó al mundo” (Juan 3:16).
Veamos que nos dice sobre esto el artículo “¿Odia Dios a los pecadores?“, escrito por el hno. Kyle Butt:
La mayoría de religiosos está de acuerdo que Dios odia el pecado. Una
y otra vez, la Biblia enfatiza el hecho que Dios aborrece la iniquidad.
Dios dijo al profeta Jeremías que hablara a los israelitas acerca de su
pecado, diciendo: “No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco”
(44:4). El escritor de Proverbios listó siete pecados que el Señor
aborrece (6:16-19). El profeta Zacarías declaró que Dios odia el
juramento falso y los malos pensamientos en contra del prójimo (8:17).
Jesús mismo dijo que odiaba las obras de los nicolaítas (Apocalipsis
2:6). La Biblia enfatiza que el Señor odia el pecado.
Algunos han sugerido que el odio de Dios va mucho más lejos. Ellos creen que Dios odia al pecador
así como al pecado que comete. Se ha sugerido que Dios ama a los que le
obedecen y odia a todos los que le desobedecen. Los que enseñan esta
idea utilizan varios versículos bíblicos para “probar” su caso. Por
ejemplo, el Salmo 5:5 dice que Dios odia a “a todos los que hacen
iniquidad”. Proverbios 6:18,19 dice que Dios odia al “testigo falso que
habla mentiras, y [al] que siembra discordia entre hermanos”. ¿Es cierto
que Dios odia a los pecadores así como a su pecado?
Cualquier persona que ha leído la Biblia entiende que uno de sus
temas más grandes es el amor. La Biblia dice que Dios es amor (1 Juan
4:8). También explica que Dios mostró Su amor hacia nosotros mientras estábamos todavía en nuestros pecados:
Un aspecto interesante de este pasaje es que enfatiza que los
pecadores perdidos no eran “justos” o “buenos” cuando Cristo demostró Su
amor por ellos.
En la narración del joven rico, Jesús explicó que a este joven le
faltaba algo para agradar a Dios. Pero aunque al joven rico le faltaba
algo y estaba perdido, la Biblia dice que Jesús “le amó” (Marcos 10:21).
Cuando Jesús hizo lamentación por la Jerusalén perdida, declaró:
Jesús dijo que Su amor por los habitantes perdidos de Jerusalén era
como el de una gallina para sus polluelos. Ese enunciado obviamente
denota amor por los pecadores en Jerusalén.
En uno de los versículos bíblicos más conocidos acerca del “amor”,
Jesús dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna” (Juan 3:16). Dios demostró Su amor para el mundo
perdido antes que los perdidos creyeran en Jesús. Juan
además explicó esto cuando escribió: “En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y
envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). Es
claro por estos versículos que Dios ama a los pecadores perdidos, y que
Él mostró ese amor al enviar a Jesús.
Entonces, ¿cómo podemos reconciliar los versículos que parecen
sugerir que Dios odia a los pecadores, pero que los ama a la misma vez?
Una de las soluciones más plausibles es que los escritores de la Biblia
usaron una figura de expresión llamada metonimia cuando escribieron que
Dios odia a los pecadores. “Metonimia” se define de la siguiente manera:
“Una figura en la cual se usa un nombre o sustantivo relacionado en vez
de otro” (Bullinger, 1898, p. 538). Bullinger además explica que la
metonimia puede ser una figura “de causa”, cuando se reemplaza la cosa
que se realiza con la persona que realiza tal cosa (p. 539). Por
ejemplo, en Lucas 16:29, el texto dice: “A Moisés y a los profetas
tienen; óiganlos”. En realidad, ellos no tenían a “Moisés y a los
profetas”, sino tenían sus escritos. El nombre Moisés es una metonimia
que representa a sus escritos, ya que él era la causa de los escritos.
En tiempos modernos sería como decir, “Odio a Shakespeare”. ¿Quisiera
decir esa persona que odia la personalidad de Shakespeare? No. Nosotros
entendemos que estaría diciendo que no le gusta los escritos de Shakespeare, sin tener en cuenta la personalidad del dramaturgo.
Si aplicamos la misma figura de expresión en los pasajes que declaran
que Dios “odia a los pecadores”, podemos ver que se reemplaza el pecado
con el pecador. Por ende, cuando Dios dice que Él odia al “testigo
falso que habla mentiras” (Proverbios 6:19), quiere decir que Él odia
las mentiras. Al usar la metonimia, se reemplaza la mentira (el efecto)
con el que miente (la causa). Es interesante notar cuán clara puede ser
esta característica en otros contextos. Por ejemplo, Proverbios 6:17
dice que Dios odia “la lengua mentirosa”. ¿Significa eso que Dios odia a
una lengua mentirosa hecha de músculos y tejidos? No. Significa que
Dios odia el pecado que la lengua puede realizar. En el mismo contexto,
aprendemos que Dios odia a “los pies presurosos para correr al mal”
(6:18). Otra vez, ¿significa eso que Dios odia a los pies físicos? No.
Simplemente significa que odia el pecado que esos pies pueden realizar.
Es interesante que pocos (o nadie) sugirieran que Dios odia a lenguas o
pies físicos, pero ellos insistirían que Dios odia realmente a los
pecadores así como al pecado que realizan.
Cuando estudiamos la Biblia, es muy importante tener en cuenta que
los escritores de la Biblia a menudo usaron figuras de expresión. Cuando
consideramos la idea que Dios odia el pecado, pero ama a los pecadores,
la figura de expresión conocida como metonimia clarifica la confusión.
Así como Dios no odia a los pies o a las lenguas físicas, Él no odia a
los pecadores. Estos sustantivos se usan para representar lo que
realizan—el pecado.
Fuente: http://espanol.apologeticspress.org/espanol/articulos/3199
Porque Dios es santo, debemos acercarnos a él con la máxima reverencia. “Dios
terrible en la grande congregación de los santos y formidable sobre
todos cuantos están alrededor suyo” (Salmos 89:7). “Ensalzad a Jehová
nuestro Dios, e inclinaos al estrado de sus pies: él es santo” (Salmos
99:5). Sí, “Al estrado”, en la postura más humilde, postrados ante él. Cuando Moisés se acercaba a la zarza ardiendo, Dios le dijo: “quita tus zapatos de tus pies” (Éxodo 3:5).
A él hay que servirle “con temor” (Salmos 2:11). Al pueblo de Israel dijo: “En mis allegados me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado” (Levítico 10:3). Cuando más temerosos nos sintamos ante su santidad inefable, más aceptables seremos al acercarnos a él.
Porque Dios es santo, deberíamos desear ser hechos conformes a él. Su mandamiento es: “Sed santos, porque yo soy santo” (1ª Pedro 1:16). No se nos manda ser omnipotentes u omniscientes como Dios, sino santos, y eso “en toda conversación” (1ª Pedro 1:15),
este es el mejor medio para agradarle. No glorificamos a Dios tanto con
nuestra admiración ni con expresiones elocuentes o servicio ostentoso,
como con nuestra aspiración a conversar con El con espíritu limpio, y a
vivir para El, viviendo como El.
Así pues, por cuanto solo Dios es la fuente y manantial de la
santidad, busquemos la santidad en él; que nuestra oración diaria sea
que “El Dios de paz os santifique en TODO; para que vuestro
espíritu y alma y CUERPO sea guardado entero sin reprensión para la
venida de nuestro Señor Jesucristo”
(1ª Tesalonicenses 5:23).
BIBLIOGRAFÍA:
Estudio Bíblico: “Conociendo a Dios”
Primera Parte: “Los atributos de Dios”
7ª Sesión: “LA SANTIDAD DE DIOS”
“¿Quién no te temerá, oh Señor, y engrandecerá tu nombre? Porque tú sólo eres SANTO”
Apocalipsis 15:4
Introducción:
Sólo Dios es infinita, independiente e inmutablemente santo. Con
frecuencia, en la Biblia, Dios es llamado “El Santo”; y lo es porque en
él se halla la suma de todas las excelencias morales. Es pureza absoluta, sin la más leve sombra de pecado “Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1ª Juan 1:5).
La santidad es la esencia de la naturaleza divina: el gran Dios es
“magnífico en santidad” (Éxodo 15:11). Por eso leemos: “muy limpio eres
de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Habacuc 1:13) y por
eso cantamos el himno pentecostal “Sólo en Dios” que en su coro dice:
“Y yo sé, que no eres Dios
Que se complace en la maldad,
Pues lo malo junto a Ti no habitará,
Ni tus ojos mirarán la iniquidad
Así eres Tú, así eres Tú.”
De la misma manera que el poder de Dios es lo opuesto a la debilidad
natural del ser humano, y su sabiduría contrasta completamente con
nuestra mente limitada, su santidad es la antítesis de todo defecto o
imperfección moral.
En la antigüedad, Dios instituyó algunos “que cantasen a Jehová y alabasen en la hermosura de su santidad” (2ª Crónicas 20:21). La santidad es la hermosura de Dios.
Su Santo Nombre
A esta perfección divina se le da un énfasis especial. Se llama santo
a Dios más veces que todopoderoso, y se presenta esta parte de su
dignidad más que ninguna otra. Nunca se nos habla de Su poderoso nombre,
o su sabio nombre, sino de su gran nombre, y, sobre todo, su Santo Nombre.
Este es su mayor título de honor; en ésta cualidad resalta toda la
majestad y respetabilidad de su nombre. Esta perfección, como ninguna
otra, es celebrada ante el trono del cielo por los serafines que claman:
“Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:3).
¿Cómo se manifiesta la Santidad de Dios?
- La santidad de Dios se manifiesta en sus obras: Nada que no
sea excelente puede proceder de El. La santidad es la regla de todas sus
acciones. En el principio Dios declaró que todo lo que había hecho
era “bueno en gran manera” (Gén. 1:31), lo cual no hubiera podido hacer si hubiera habido algo imperfecto o impuro.
Al hombre lo hizo recto “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” Ecl. 7:29,
a imagen y semejanza del creador fuimos creados, por lo tanto como dice
el texto eramos rectos, nacimos rectos, en inocencia, sin pecado, pero a
medida que vamos creciendo vamos pecando y eligiendo la reversión y el
pecado, por dice la palabra que de los niños es el reino de los cielos
(Mateo 19:14). Los ángeles que cayeron fueron creados santos, ya que,
según leemos, “dejaron su habitación” (Judas 1:6). De Satanás está escrito: “perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad” (Eze. 28:15).
Vemos en esto que Dios no puede crear la maldad ni el pecado, mucho
menos predeterminar arbitrariamente o por decreto a un hombre, ya que
esto lo convertiría en autor del pecado, pero sabemos que no es así,
porque Él es Santo y en su soberanía permitió a los ángeles y también al
hombre la libertad de elegir entre el bien y el mal, esto lo vemos a
través de toda La Biblia, Dios no crea a algunos hombres malos y a otros
buenos, sino que cada uno elige su destino, creyendo o rechazando a
Cristo.
- La santidad de Dios se manifiesta en su ley: Esa ley prohíbe
el pecado en todas sus variantes: en las formas más refinadas así como
en las más groseras, la intención de la mente como la de contaminación
del cuerpo, el deseo secreto como el acto abierto.
Por ello leemos: “la ley a la verdad es santa y el mandamiento santo y justo, y bueno” (Romanos 7:12). Sí, “el
precepto de Jehová es puro que alumbra a los ojos. El temor de Jehová
es limpio, que permanece para siempre; los juicios de Jehová son verdad,
todos justos” (Salmos 19:8,9).
- La santidad de Dios se manifiesta en la cruz: La expiación
ilimitada de Cristo pone de manifiesto de la manera más admirable, y a
la vez solemne la santidad infinita de Dios y su odio al pecado. Los
juicios que serán vertidos sobre el mundo impío y la sentencia
irrevocable dictada contra los demonios rebeldes nos demuestran cuanto
Dios odia el pecado, el cuál merece castigo, porque la paga del pecado
es la muerte, por eso mismo, Cristo recibió en sí mismo el pago
del pecado, la muerte y toda la ira del Padre cayó sobre Él por amor a
toda la humanidad.
La santidad divina jamás apareció más atractiva y hermosa que cuando
la faz del salvador estaba más desfigurada por los gemidos de la muerte.
El mismo lo declara en el Salmo 22. Cuando Dios se esconde de Cristo y lo abandona (Marcos 15:24) permitiendo su muerte y haciéndole exclamar “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?”, pero Cristo adora esa perfección divina diciendo: “pero tu eres santo” / Salmo 22:3.
Dios odia el pecado
Dios odia todo pecado porque El es santo. El ama todo lo que es
conforme a sus leyes y aborrece todo lo que es contrario a las mismas.
El pecado no puede escapar a su castigo porque Dios lo aborrece. Dios ha
perdonado a menudo a los pecadores, pero jamás perdona el pecado; el
pecador sólo puede ser perdonado a causa de que otro lleve su castigo,
porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).
A causa de un pecado Dios desterró a nuestros primeros padres del
Edén. Por un pecado toda la descendencia de Cam cayó bajo una maldición
que todavía perdura. Moisés fue excluido de Canaán a causa de un pecado.
Y por un pecado el criado de Eliseo fue castigado con lepra y Ananías y
Safira fueron separados de la tierra de los vivientes.
Los incrédulos piensan en un dios cortado según el patrón de sus
propios corazones malos. De ahí su persistencia en una carrera de
locura. La santidad atribuida en las Escrituras a la naturaleza y
carácter divinos es tal, que demuestra claramente el origen sobrenatural
de estas.
La idea humana del pecado está prácticamente limitada a lo que el
mundo llama “crimen”. Lo que no llega a tal gravedad, el hombre lo llama
“defectos”, “equivocaciones”, “faltas”, “enfermedad”, etc, e incluso
cuando se reconoce la existencia del pecado, se buscan excusas y
atenuantes, así es el hombre sin Cristo.
El “dios” que la inmensa mayoría de los cristianos aman, es como un
anciano demasiado indulgente (tolerante, liberal, buena gente, benigno),
quien, aunque no comparte sus “imprudencias”, las disimula
benignamente. Pero la Palabra de Dios dice: “Dios está airado todos los días contra el impío” (Salmos 7:11).
Pero los hombres se niegan a creer en este Dios, y rechinan los
dientes cuando se les habla francamente de como El odia el pecado. No,
el hombre pecaminoso no puede imaginar un Dios santo, como tampoco cree
que existe un lago de fuego, en el cuál irán todos los qeu rechazaron a
Cristo.
Porque Dios es santo, es completamente imposible que acepte a las
criaturas sobre la base de sus propias obras. ¿Pueden las tinieblas
habitar con la luz? ¿Puede El Santo deleitarse con los “trapos de
inmundicia” (Isaías 64:6)?. Lo mejor que el hombre pecador puede
presentar está contaminado. Un árbol corrompido no puede producir buen
fruto, si Dios considerara justo y santo aquello que no lo es, se
negaría a sí mismo y mancharía sus perfecciones; y no hay nada justo ni
santo si tiene la menor mancha contraria a la naturaleza de Dios. Pero
bendito sea su nombre, porque lo que su santidad exigió, lo proveyó su
gracia en Cristo Jesús y cada pobre pecador que busque en Cristo es
“acepto en el amado” (Efesios 1:6) porque la palabra que todo el que
viene a Cristo, él no le echa fuera (Juan 6:37).
¿Odia Dios a los pecadores?
Es una buena pregunta, porque según la corriente calvinista, Dios
odia al pecador, pero esto resultaría contradictorio y atentaría con la
evidencia bíblica que dice que Dios amó al mundo” (Juan 3:16).
Veamos que nos dice sobre esto el artículo “¿Odia Dios a los pecadores?“, escrito por el hno. Kyle Butt:
La mayoría de religiosos está de acuerdo que Dios odia el pecado. Una
y otra vez, la Biblia enfatiza el hecho que Dios aborrece la iniquidad.
Dios dijo al profeta Jeremías que hablara a los israelitas acerca de su
pecado, diciendo: “No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco”
(44:4). El escritor de Proverbios listó siete pecados que el Señor
aborrece (6:16-19). El profeta Zacarías declaró que Dios odia el
juramento falso y los malos pensamientos en contra del prójimo (8:17).
Jesús mismo dijo que odiaba las obras de los nicolaítas (Apocalipsis
2:6). La Biblia enfatiza que el Señor odia el pecado.
Algunos han sugerido que el odio de Dios va mucho más lejos. Ellos creen que Dios odia al pecador
así como al pecado que comete. Se ha sugerido que Dios ama a los que le
obedecen y odia a todos los que le desobedecen. Los que enseñan esta
idea utilizan varios versículos bíblicos para “probar” su caso. Por
ejemplo, el Salmo 5:5 dice que Dios odia a “a todos los que hacen
iniquidad”. Proverbios 6:18,19 dice que Dios odia al “testigo falso que
habla mentiras, y [al] que siembra discordia entre hermanos”. ¿Es cierto
que Dios odia a los pecadores así como a su pecado?
Cualquier persona que ha leído la Biblia entiende que uno de sus
temas más grandes es el amor. La Biblia dice que Dios es amor (1 Juan
4:8). También explica que Dios mostró Su amor hacia nosotros mientras estábamos todavía en nuestros pecados:
“Porque Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá
alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el
bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6-8).
Un aspecto interesante de este pasaje es que enfatiza que los
pecadores perdidos no eran “justos” o “buenos” cuando Cristo demostró Su
amor por ellos.
En la narración del joven rico, Jesús explicó que a este joven le
faltaba algo para agradar a Dios. Pero aunque al joven rico le faltaba
algo y estaba perdido, la Biblia dice que Jesús “le amó” (Marcos 10:21).
Cuando Jesús hizo lamentación por la Jerusalén perdida, declaró:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise
juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las
alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).
Jesús dijo que Su amor por los habitantes perdidos de Jerusalén era
como el de una gallina para sus polluelos. Ese enunciado obviamente
denota amor por los pecadores en Jerusalén.
En uno de los versículos bíblicos más conocidos acerca del “amor”,
Jesús dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna” (Juan 3:16). Dios demostró Su amor para el mundo
perdido antes que los perdidos creyeran en Jesús. Juan
además explicó esto cuando escribió: “En esto consiste el amor: no en
que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y
envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). Es
claro por estos versículos que Dios ama a los pecadores perdidos, y que
Él mostró ese amor al enviar a Jesús.
Entonces, ¿cómo podemos reconciliar los versículos que parecen
sugerir que Dios odia a los pecadores, pero que los ama a la misma vez?
Una de las soluciones más plausibles es que los escritores de la Biblia
usaron una figura de expresión llamada metonimia cuando escribieron que
Dios odia a los pecadores. “Metonimia” se define de la siguiente manera:
“Una figura en la cual se usa un nombre o sustantivo relacionado en vez
de otro” (Bullinger, 1898, p. 538). Bullinger además explica que la
metonimia puede ser una figura “de causa”, cuando se reemplaza la cosa
que se realiza con la persona que realiza tal cosa (p. 539). Por
ejemplo, en Lucas 16:29, el texto dice: “A Moisés y a los profetas
tienen; óiganlos”. En realidad, ellos no tenían a “Moisés y a los
profetas”, sino tenían sus escritos. El nombre Moisés es una metonimia
que representa a sus escritos, ya que él era la causa de los escritos.
En tiempos modernos sería como decir, “Odio a Shakespeare”. ¿Quisiera
decir esa persona que odia la personalidad de Shakespeare? No. Nosotros
entendemos que estaría diciendo que no le gusta los escritos de Shakespeare, sin tener en cuenta la personalidad del dramaturgo.
Si aplicamos la misma figura de expresión en los pasajes que declaran
que Dios “odia a los pecadores”, podemos ver que se reemplaza el pecado
con el pecador. Por ende, cuando Dios dice que Él odia al “testigo
falso que habla mentiras” (Proverbios 6:19), quiere decir que Él odia
las mentiras. Al usar la metonimia, se reemplaza la mentira (el efecto)
con el que miente (la causa). Es interesante notar cuán clara puede ser
esta característica en otros contextos. Por ejemplo, Proverbios 6:17
dice que Dios odia “la lengua mentirosa”. ¿Significa eso que Dios odia a
una lengua mentirosa hecha de músculos y tejidos? No. Significa que
Dios odia el pecado que la lengua puede realizar. En el mismo contexto,
aprendemos que Dios odia a “los pies presurosos para correr al mal”
(6:18). Otra vez, ¿significa eso que Dios odia a los pies físicos? No.
Simplemente significa que odia el pecado que esos pies pueden realizar.
Es interesante que pocos (o nadie) sugirieran que Dios odia a lenguas o
pies físicos, pero ellos insistirían que Dios odia realmente a los
pecadores así como al pecado que realizan.
Cuando estudiamos la Biblia, es muy importante tener en cuenta que
los escritores de la Biblia a menudo usaron figuras de expresión. Cuando
consideramos la idea que Dios odia el pecado, pero ama a los pecadores,
la figura de expresión conocida como metonimia clarifica la confusión.
Así como Dios no odia a los pies o a las lenguas físicas, Él no odia a
los pecadores. Estos sustantivos se usan para representar lo que
realizan—el pecado.
REFERENCIAS
Bullinger, E.W. (1898), Figures of Speech Used in the Bible (Grand Rapids, MI: Baker), reimpresión de 1968.Fuente: http://espanol.apologeticspress.org/espanol/articulos/3199
Conclusión:
Porque Dios es santo, debemos acercarnos a él con la máxima reverencia. “Dios
terrible en la grande congregación de los santos y formidable sobre
todos cuantos están alrededor suyo” (Salmos 89:7). “Ensalzad a Jehová
nuestro Dios, e inclinaos al estrado de sus pies: él es santo” (Salmos
99:5). Sí, “Al estrado”, en la postura más humilde, postrados ante él. Cuando Moisés se acercaba a la zarza ardiendo, Dios le dijo: “quita tus zapatos de tus pies” (Éxodo 3:5).
A él hay que servirle “con temor” (Salmos 2:11). Al pueblo de Israel dijo: “En mis allegados me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado” (Levítico 10:3). Cuando más temerosos nos sintamos ante su santidad inefable, más aceptables seremos al acercarnos a él.
Porque Dios es santo, deberíamos desear ser hechos conformes a él. Su mandamiento es: “Sed santos, porque yo soy santo” (1ª Pedro 1:16). No se nos manda ser omnipotentes u omniscientes como Dios, sino santos, y eso “en toda conversación” (1ª Pedro 1:15),
este es el mejor medio para agradarle. No glorificamos a Dios tanto con
nuestra admiración ni con expresiones elocuentes o servicio ostentoso,
como con nuestra aspiración a conversar con El con espíritu limpio, y a
vivir para El, viviendo como El.
Así pues, por cuanto solo Dios es la fuente y manantial de la
santidad, busquemos la santidad en él; que nuestra oración diaria sea
que “El Dios de paz os santifique en TODO; para que vuestro
espíritu y alma y CUERPO sea guardado entero sin reprensión para la
venida de nuestro Señor Jesucristo”
(1ª Tesalonicenses 5:23).
Estudio Bíblico escrito y dictado por: César Angelo.
Para este estudio se han tomado algunas notas e ideas generales del hno. A. W. Pink.
Si quieres aprender más, te invito a leer los otros Atributos de Dios:
Estudio Bíblico: “Conociendo a Dios”
Primera Parte: “Los atributos de Dios”
8ª Sesión: “EL PODER DE DIOS”
BIBLIOGRAFÍA:
La Biblia RV1960 – La Biblia TLA
Libro “Los Atributos de Dios” de Arthur Walkington Pink
Apologetics Press: http://espanol.apologeticspress.org/espanol/articulos/3199
Atte. César Angelo.
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