miércoles, 7 de junio de 2017

ABRAHÁN

ABRAHÁN



ABRAHÁN

DicTB

 
SUMARIO
I.
Los patriarcas y el período patriarcal:

1.
Las historias patriarcales;

2. Las diversas tradiciones escritas: 

    a)
La tradición J, 

    b)
Las tradiciones E y P,

    c) Trasfondo antiguo;

3. Datación de las tradiciones orales;

4. Su origen. 
II.
Abrahán en el A T:

1. El ciclo
genesíaco de Abrahán: 

    a)
La tradición J, 

    b)
La tradición E

    c)
La tradición P

    d) Fundamento histórico, 

    e)
El Dios de Abrahán;

2. Abrahán en los otros libros del AT. 
III.
Abrahán en el NT:

1.
En la literatura no paulina;

2. Relectura paulina: 

    a)
Carta a los Gálatas, 

    b)
Carta a los Romanos.

La
historia de los orígenes de Israel está dominada por la figura de Abrahán,
considerado como el padre del pueblo elegido (Is 51,2). También los cristianos
lo consideran su padre en la fe (Rom 4,11). Los musulmanes llaman a Abrahán el-Khalil,
el amigo de Dios. 
I.
LOS PATRIARCAS Y EL PERÍODO PATRIARCAL. Entre la historia primitiva (Gén 1-11)
y el éxodo de Egipto (Ex 1-15) se leen en Génesis unos cuarenta capítulos
(11,10-50,26) relativos a los antepasados del pueblo de Israel, llamados
patriarcas: Abrahán (11,10-25,30), Isaac, Jacob (25,11-36,43) y José (3750).
Su historia tiene una importancia capital para el pueblo de Dios, ya que explica
los presupuestos que condicionan la /alianza establecida por Dios con el pueblo
de Israel asentado en la tierra de Canaán. En los relatos de los patriarcas
destacan los temas principales de la religión de Israel: el culto a un único
/Dios, la /revelación, la /elección, la promesa, el don de la /tierra.
1.
LAS HISTORIAS PATRIARCALES. Los capítulos relativos a los patriarcas
propiamente dichos (Abrahán, Isaac y Jacob) describen los viajes y las
emigraciones de los padres,
 sus
ocupaciones, sus vicisitudes familiares, sus matrimonios y sus fallecimientos,
así como sus relaciones con los vecinos. Se trata de la historia clánica de un
grupo sólidamente ligado por vínculos de sangre. Las narraciones son breves y
episódicas, en conexión con los diversos lugares cultuales de Palestina.
Abundan las genealogías, las etimologías populares de nombres de lugares y de
personas, los relatos dobles. El conjunto da la impresión de ser un engarce de
anécdotas autónomas. Son frecuentes las intervenciones de Dios, que se
manifiesta para hacer promesas. El hilo conductor que une los episodios es la
promesa de un hijo o de una numerosa descendencia y el ofrecimiento de la posesión
de la tierra de Canaán. Se pone de relieve la actitud religiosa de los
patriarcas. La historia de José [/Génesis III] presenta una estructura
unitaria y continua, y la acción de Dios se revela a través del juego normal
de las causas naturales.
2.
LAS DIVERSAS TRADICIONES ESCRITAS. El conjunto narrativo sobre los patriarcas,
en su forma actual, se fijó por escrito después del destierro de Babilonia.
Teniendo a su disposición varias fuentes escritas (J, E, P) [/Pentateuco II-V],
el redactor final hizo una selección de episodios, destacando la tradición
yahvista, insertando las anécdotas en la cronología sacerdotal y yuxtaponiendo
los diversos relatos sin preocuparse de su armonización.
a)
La tradición J. En el siglo x el autor yahvista fue el primero que
recogió las tradiciones existentes en estado oral y les dio una interpretación
religiosa. Deseando legitimar la institución monárquica en un momento en que
el paso a esta nueva forma de gobierno suponía serios problemas religiosos, el
autor reunió materiales preexistentes de distinto origen y finalidad,
procedentes del norte y del sur del país, insertándolos en un cuadro unitario
y aplicándolos a todo el pueblo de Israel gracias a la unidad realizada por la
monarquía; en efecto, la dinastía davídica era considerada como la realización
de las promesas hechas por Dios a los patriarcas y al mismo tiempo como la
institución que había de procurar la salvación de las naciones.
b)
Las tradiciones E y P. En el siglo VIII a.C. el autor elohísta,
perteneciente al reino del norte, recogió y fijó por escrito las tradiciones
patriarcales, especialmente las relativas a la Palestina central, con la
finalidad de legitimar la alianza del Sinaí, amenazada por el sincretismo
cananeo. El autor presenta a sus contemporá
neos
la figura de los patriarcas como modelos de fidelidad al Dios de la alianza.
Durante el destierro de Babilonia los sacerdotes y los teólogos de Jerusalén
interpretaron a su modo las antiguas tradiciones patriarcales con la intención
de infundir ánimo en los desterrados, sumergidos en la apatía y en la
desesperación. Las promesas de la descendencia numerosa y de la posesión de la
tierra habrían de realizarse una vez más, ya que la palabra de Dios se cumple
infaliblemente.

c)
Trasfondo antiguo.
En tiempos de su
fijación por escrito y en el momento de su redacción final las tradiciones
patriarcales se vieron sometidas a un evidente proceso de actualización. Los
pueblos vecinos y adversarios de los patriarcas fueron identificados con las
tribus y los pueblos sometidos por el rey David: arameos, moabitas, amonitas,
edomitas, filisteos. Las tradiciones de Abrahán, que se habían conservado
hasta entonces dentro del grupo tribal de la Palestina meridional, se integraron
en el patrimonio narrativo de todo el pueblo de Israel. De esta forma Abrahán
se convirtió en el ancestro de la genealogía de los patriarcas. No hay que
excluir, sin embargo que la emigración de Abrahán de Mesopotamla, con etapas
en Siquén y en Betel, represente una reivindicación de las tradiciones
relativas a Jacob-Israel en favor del antepasado.
Sin
embargo, la actualización de las tradiciones, realizada en tiempos de David y
en los siglos sucesivos, no afectó a la solidez sustancial de las tradiciones
preexistentes. Dentro de la tradición escrita se advierte una convergencia
fundamental sobre la trama y la naturaleza de los relatos patriarcales. El
contexto religioso y social en que se desarrollan los acontecimientos
patriarcales es muy distinto del contexto del Israel histórico.
Los
clanes patriarcales son grupos nómadas que no poseen tierras. El poder del
padre es absoluto; la religión del Dios de la promesa y del Dios de los padres
es muy distinta del yahvismo mosaico y de la religión popular cananea. Los
santuarios frecuentados por los patriarcas no comprenden los lugares de culto
que surgieron después de la ocupación de Palestina (Guilgal/Gálgata, Silo,
Mispá, Jerusalén), y se identifican con los santuarios reprobados en el
Deuteronomio. Los patriarcas son considerados por el pueblo de Israel, no como
héroes populares y proféticos o como jefes carismáticos, sino como padres y
antepasados del pueblo de Dios (cf Os 12 y el conocimiento de los diversos
episodios patriarcales del ciclo de Jacob). Como descendientes de los
patriarcas, los hebreos se sienten comprometidos en las vicisitudes y en las
promesas que forman el objeto de los relatos de Génesis.
3.
DATACIÓN DE LAS TRADICIONES ORALES. La formación de las tradiciones orales
relativas a los patriarcas se sitúa en el segundo milenio a.C., antes del
asentamiento de los hebreos en Canaán (s. xiii). Es verdad que ningún texto
extrabíblico y ningún testimonio arqueológico confirman explícita o
implícitamente la existencia histórica de cada uno de los patriarcas. No se
encuentran fuera de la Biblia alusiones a personas, grupos o tribus
pertenecientes a la época patriarcal. Ni aparecen en Génesis nombres, fechas o
acontecimientos que permitan datar con precisión la época histórica de los
antepasados de Israel. Ni siquiera nos sirve de ayuda el capítulo 14 de
Génesis, que presenta diversas dificultades literarias e históricas. Sin
embargo, se puede afirmar que los nombres propios contenidos en Génesis, la
geografía supuesta, las costumbres practicadas,
la
historia posterior de las tribus inducen a situar a los patriarcas entre los
siglos xix y xiv del segundo milenio a.C. Algunos autores se inclinan por el
siglo xix (R. de Vaux), otros en favor del siglo xiv (C.H. Gordon). Los nombres
de los patriarcas se encuentran en los textos mesopotámicos de la primera mitad
del segundo milenio (Mari, Chagar Bazar) y en los textos egipcios de
execración. Se trata de nombres semíticos, que no pertenecen al tipo ordinario
de la onomástica acádica y recuerdan a los nombres israelitas de persona más
antiguos. Hay que admitir que se ha conservado históricamente el recuerdo de
los que llevaron esos nombres. Las costumbres patriarcales y los usos jurídicos
que se suponen en los relatos de Génesis -por ejemplo, el estatuto del
concubinato y de la adopción- guardan relación con los textos descubiertos en
Mari y en Nuzu (s. xv) y con las leyes hititas (s. xv). Pero estos textos
recogen concepciones jurídicas difundidas por todo el antiguo Oriente, desde
comienzos del segundo milenio hasta la época neobabilónica; por eso no ofrecen
argumentos seguros para fechar con precisión los relatos de Génesis.
4.
SU ORIGEN. Las antiguas tradiciones orales se referían a los jefes de cada clan
seminómada, que vivían independientemente unos de otros. La cultura era la de
los pastores de pequeños rebaños, interesados por las trashumancias, que
ofrecían la posibilidad de utilizar pozos y terrenos húmedos. La religión era
la del Dios de los padres, basada en el culto a un Dios personal, que prometía
la fecundidad, la descendencia y la posesión de la tierra en el contexto de un
pacto al que tenía que permanecer fiel el clan. En un segundo tiempo estas
figuras de los jefes se confundieron con las tribus, que los consideraron como
antepasados; las tradiciones de los jefes se adornaron con los rasgos
característicos de cada grupo. A continuación, los antepasados y las tribus
que se sedentarizaron fueron localizados en varios centros: en Mesopotamia, en
torno a Jarán, patria de la parentela de los tres patriarcas; en Galaad, más
allá del Jordán; en la Palestina central (slquén Betel); en la Palestina
meridional (Mambré, Hébrón), y en el Negueb (Berseba).Las tradiciones se
enriquecieron con rasgos culturales sacados de los pueblos vecinos, asumiendo
formas literarias, jurídicas y religiosas de cuño amorreo, hurrita y cananeo.
El Dios de los padres fue identificado con El-Elyón, El-Roy, El-Olam, y se
adoptaron las formas cultuales de los diversos santuarios cananeos. Se
desarrollaron las etimologías populares, las etiologías locales y las leyendas
cultuales. Con el transcurso de los años surgieron ciclos literarios en los que
se estructuraron orgánicamente las antiguas tradiciones tribales. Las
relaciones existentes entre los clanes particulares y los diversos grupos más
amplios se expresan mediante el procedimiento de la genealogía. De este modo se
llega desde Abrahán hasta los héroes epónimos de las tribus de Israel.
Los
relatos patriarcales no son biografías, sino una colección de materiales
variados, que surgieron de forma autónoma y se reunieron luego en ciclos y en
tradiciones durante un largo período de transmisión oral. En torno a los jefes
clánicos, de cuya historicidad sustancial no es razonable dudar, se
desarrollaron sagas y leyendas, cuyo valor tiene que sopesarse en cada caso. Por
eso es imposible reconstruir detalladamente la figura de los patriarcas. Estos
personajes podían ser incluso contemporáneos, como lo atestigua su origen, los
itinerarios, los lugares visitados y los motivos de las narraciones, muchas
veces análogos y a veces paralelos.
II.
ABRAHÁN EN EL AT. Abrahán es el primero de los patriarcas, y su historia se
nos narra en catorce capítulos de Génesis.
I.
EL CICLO GENESÍACO DE ABRAHÁN. Los capítulos 11, 10-25,10 de Génesis
presentan un cuadro relativamente orgánico de la figura de Abrahán. Son el
resultado de la fusión y yuxtaposición de las tradiciones J, E y P, que se
derivan a su vez de una larga tradición oral. En el transcurso de este proceso
secular, la figura de Abrahánse enriqueció con narraciones de diverso origen y
orientación. En los capítulos del Génesis se encuentran tradiciones
etnológicas (16,12; 19,36-38), listas de tribus (25,1-4), etimologías
populares (16,11.14 17,5; 21,6.31), sagas relativas a la fundación de cultos
locales (12,7-8; 14,18-20), relatos de teofanías (15,1-11; 16,13; 18). Pueden
distinguirse dos ciclos de narraciones: el ciclo de Abrahán propiamente dicho y
el de Lot. El núcleo primitivo de la historia de Lot es una tradición popular
relativa a un cataclismo que sacudió el sur y el sudeste del mar Muerto (c.
19). Al menos para algunos detalles, como los episodios de la mujer de Lot y el
origen de los moabitas y amonitas (19,26.30-35), se trata de un relato
etiológico de origen trasjordánico, integrado en la historia de Abrahán. Lot
es sobrino del patriarca (12,5), que compartió con él el país y lo salvó de
la catástrofe (19,29). La historia alude al parentesco de origen entre los
israelitas y sus primos de Trasjordania.
a)
La tradición J. Esta tradición es la que se impone en la narración del
Génesis sobre Abrahán. Se abre con un solemne preámbulo de gran
relieve
teológico (Gen 12,1-3). Invitado a dejar el país de sus padres, Abrahán
recibe la promesa de una descendencia. Después de atravesar Siquén y Ay, el
patriarca pasa a Egipto (c. 12) y, una vez de vuelta a Cancán, se separa del
sobrino Lot (c. 13). El nacimiento de Ismael no soluciona el problema del hijo
prometido. En Mambré, donde establece su residencia, Abrahán recibe una nueva
promesa de descendencia. Convertido en el amigo de Dios, intercede en favor de
Sodoma (c. 18) y salva a Lot cuando es destruida Sodoma, mientras que las hijas
de Lot, mediante un incesto, dan origen a las tribus moabita y amonita (c. 19).
Nace el hijo prometido, Isaac (21,17), que, junto con Ismael, se establece en
Berseba (16,14; 24,62). Los últimos episodios yahvistas del ciclo de Abrahán
son: el pacto establecido con Abimelec en Berseba (21,32-34), el sacrificio de
Isaac en el monte Morra (22,16) y el envío del criado a Jarán para preparar el
matrimonio de Isaac (c. 24).
El
punto de vista teológico que predomina en la presentación yahvista de la
figura de Abrahán es la dialéctica entre promesa y cumplimiento y el tema de
la bendición. Llamado por Dios en un mundo pagano, Abrahán es el depositario
débil y amenazado de las promesas divinas sobre la prole y la tierra. Dios vela
por él, y progresivamente va haciendo que los hechos rubriquen sus palabras.
Abrahán anciano y Sara estéril se convierten en los padres de Isaac, y el
patriarca va tomando poco a poco posesión de la tierra de Cancán. Cuando el
tema de la descendencia se relacionó con la constitución del pueblo de Israel
y el de la posesión de la tierra con el tema del éxodo, se amplió la promesa
hecha a Abrahán y se la relacionó con el crecimiento global de su estirpe
(16,116; 21; 15,1-6), mientras que la toma
de
posesión de todo el territorio de Canaán se desplazó en el tiempo (15,7-21).
La
bendición se comprendió como una fuerza interna que irrumpe en la estirpe de
Abrahán, desemboca en la constitución del pueblo de Israel y se extiende a
todas las naciones que tienen alguna relación con el pueblo de Dios (12,2-3;
26,3). Abrahán intercede por los que están sometidos a la
ira
divina (18,17-18), se alía con los que eran sus enemigos (26,29) e interviene
favorablemente en el sector de la prosperidad material (c. 20).
Para
la tradición J, Abrahán es un modelo de vida religiosa y moral. A pesar de las
dificultades, se somete a Dios con una fe a toda prueba. Es totalmente obediente
a las indicaciones del cielo, invoca el nombre de Dios y erige memoriales para
recordar las apariciones divinas y las promesas acogidas con heroica confianza.
b)
La tradición E. Está representada en el ciclo de Abrahán de forma
fragmentaria. Gén 15, que trata de las promesas y de la alianza, y el capítulo
24, que narra el matrimonio de Isaac, están compuestos de fragmentos enlazados
con la tradición J. En Gén 15,6 es donde se lee la célebre frase:
"Creyó al Señor, y el Señor le consideró como un hombre justo".
Gén 15 termina con el recuerdo de la estancia de los descendientes del
patriarca en Egipto y de su instalación en Cancán, después de haber llegado a
su culminación la iniquidad de los amorreos. Los hechos principales de la vida
de Abrahán están localizados en Berseba: el rapto de Sara por el rey Abimelec
(c. 20), el pacto establecido con dicho rey (21,22s), la expulsión de Agar y de
su hijo Ismael (21,6.8-21) y el sacrificio de Isaac (c. 22). La figura de
Abrahán es idealizada. En el episodio de Abimelec se ve exonerado de la
mentira, al haber
entregado su mujer al rey
no por fragilidad humana, sino por obediencia a Dios; es un profeta y un modelo
de confianza en Dios (15,6). Gracias al temor de Dios supera la terrible prueba
del sacrificio de su hijo, reconociendo la misteriosa y exigente autoridad de
Dios y fiándose por completo de su voluntad. Abrahán es el prototipo del
hombre justo, que tiene una fe inquebrantable en la palabra de Dios.

c)
La tradición
P. Son propias de esta
tradición algunas noticias topográficas y biográficas, como el detalle de que
Abrahán salió de Ur hacia Canaán, y no sólo de Jarán (11,31), y de que
tenía setenta y cinco años cuando dejó Jarán (12,4). Gén 17 describe la
alianza que Dios estableció con Abrán, el cambio de este nombre por Abrahán y
la imposición de la circuncisión. Hay noticias particulares relativas a la
separación de Lot al nacimiento de Ismael y de Isaac. En Gen 23 se narra la
compra de la cueva de Macpela en Hebsón para el sepulcro dé su esposa y el
suyo propio.
Los
círculos sacerdotales del tiempo del destierro subrayan el compromiso que Dios
asumió con Abrahán y sus descendientes (berit = alianza) y la
observancia de la ley por parte del patriarca, qué se sometió a la
circuncisión como signo de la pertenencia al pueblo de Dios. De forma legal,
Abrahán se convierte en propietario de un pequeño trozo de aquella tierra que
Dios le había prometido a él y a sus remotos descendientes. Los datos
cronológicos de la tradición P no son fiables. Sara habría tenido setenta y
cinco años cuando fue deseada por Abimelec (c. 20); Agar habría cargado sobre
sus espaldas a su hijo Ismael de diecisiete años (21,14).
d)
Fundamento histórico. El nombre de Abraham parece ser una
forma
abreviada de Abiram, que significa "mi padre es excelso".'Es un nombre
teofórico, ya que "mi padre" designaría al Dios protector. La forma Abrahán,
de la que Gén 17,5 ofrece una explicación popular (padre de la multitud),
es simplemente una variante dialectal del nombre Abrán, y está atestiguada en
los textos egipcios de execración (siglo xviii a.C.) bajo la forma de
Aburah(a)ma. La patria del clan de Abraham parece que ha de buscarse alrededor
de Jarán, una región llamada "Arán de los dos ríos" (Aram Naharaim:
24,10) o llanura de Arán (Padán Arán: 25 20) identificada con el valle de
Balih situado entre el Tigris y el Éufrates. En esta región están localizados
varios nombres de los antepasados del patriarca, como Téraj (I1 26), Najor
(11,22s), Sarug (11,21 s). Como seminómadas, Abrahán y su clan transmigraron a
la tierra de Canaán, plantando sus tiendas al sur de Palestina, en Mambré.
Aquí el patriarca erigió un altar (13,18 J), recibió la visita divina (c. 18)
y adquirió una cueva (c. 23 P).
e)
El Dios de Abrahán. El clan de Abrahán pertenecía al grupo de semitas
noroccidentales, que a comienzos del segundo milenio tuvieron un papel político
importante en el cercano Oriente (cf Hammurabi en Babilonia), y que suelen
llamarse amorreos o protoarameos para distinguirlos de los arameos del primer
milenio a.C. Abrán adoraba a un Dios personal, que acompañaba al clan durante
las emigraciones y había hecho algunas promesas relativas a la descendencia y a
la posesión de la tierra. Era un Dios siempre y solamente protector, que no
castigaba nunca al favorito. En Canaán este Dios entró en relaciones con el
Dios 'El, el ser supremo del panteón cananeo, conocido bajo los diversos
títulos de
'El-`Elyón, 'El-`ólam, El-Sadday.
Abrahán se adhirió a este Dios con
lealtad y confianza.
2.
ABRAHÁN EN LOS OTROS LIBROS DEL AT. Como clara demostración de la realización
de las promesas divinas, Abrahán es considerado también como el progenitor de
los israelitas, llamados "raza de Abrahán" (Is 41,8; Jer 33,26). El
patriarca vivió como monoteísta en medio de una sociedad pagana (Jos 24,3),
fue escogido (Neh 9,7), redimido (Is 29,28) y bendecido por Dios (Miq 7,20).
Después del destierro se subraya su perfecta observancia de la ley. Según Si
44,19ss, fue Abrahán el que estableció una alianza con Dios, y las promesas
que recibió son un premio por su fidelidad de hombre obediente y circunciso. En
1 Mac 2,52, la fe que justificó a Abrahán se presenta no como confianza en la
promesa divina, sino como fidelidad práctica a la orden de sacrificar a su hilo
Isaac. En el /judaísmo intertestamentario la fe de Abrahán es considerada como
una acción meritoria según la lógica de la retribución (Libro de los
Jubileos
24,11; 12,19; Flavio Josefo, Antiquitates judaicae 1, 10,3).
III.
ABRAHÁN EN EL NT.

1. EN LA LITERATURA NO PAULINA. El patriarca no sólo se presenta como
antepasado del pueblo de Israel (Mt 3,9; Jn 8,53.56; He 7,2; 13,26), sino
también como progenitor del sacerdocio levítico (Heb 7,5) y del mesías (Mt
1,1). El "seno de Abrahán" es una imagen de la felicidad ultraterrena
(Lc 16,22-23), y el cielo es el lugar donde se celebra el banquete de Abrahán,
Isaac y Jacob (Mt 8,11; Lc 13,28). En Sant 2,21-23, Abrahán es considerado como
el tipo del hombre que es justificado gracias a las buenas obras que ha
realizado.
2.
RELECTURA PAULINA. En Gálatas y en Romanos Pablo utiliza el
ejemplo
de Abrahán para probar, en contraste con el judaísmo intertestamentario, que
el patriarca obtuvo la justificación no por medio de las obras, es decir, de
las observancias mosaicas consideradas como prestaciones autosuficientes y que
exigían una recompensa, sino por medio de la fe, que implica una absoluta
confianza en la palabra y en la obra de Dios.
a)
Carta a los Gálatas. Utilizando con pericia consumada el método
rabínico como clave de interpretación del AT, Pablo demuestra en Gál 3,6-18
que la justificación de Abrahán se realizó por la fe, como se lee en Gén
15,6. Por eso hijos de Abrahán son solamente aquellos que imitan la fe del
padre. Además, Abrahán fue proclamado fuente de bendición para todos los
pueblos, como atestigua Gén 12,3; 18,18.
Siendo
el patriarca el creyente por excelencia, se participa de su bendición
únicamente a través de la fe. Las promesas hechas a Abrahán se extendieron
también a su descendencia (semilla); pues bien, el término
"descendencia" está en singular y se refiere a una sola persona, que
es Cristo (Gál 3,16). Por eso solamente creyendo en Cristo se entra en
posesión de los bienes anunciados y se hereda la promesa. Dado que esta promesa
es gratuita y compromete sólo a Dios, hay que excluir que los herederos de los
bienes prometidos sean los que observan la ley.
En
Gál 4,21-31, el apóstol ofrece una explicación alegórica del texto del
Génesis sobre Sara y Agar y sus hijos Isaac e Ismael, el uno fruto de la
promesa y el otro de la naturaleza. Los que observan la ley reflejan la
condición de Ismael, hijo de la esclava, mientras que los que creen en Cristo
apelan a la mujer libre y al hijo de la gracia [/Jerusalén IV, 4].
b)
Carta a los Romanos. En el midras exegético contenido en Rom
4,1-25 el apóstol interpreta la historia de Abrahán a la luz de Cristo y al
servicio de su profunda teología de la historia de la salvación. Abrahán no
tiene por qué jactarse ante Dios, ya que se ha hecho justo por fe y por pura
gracia. En efecto, fue justificado antes de estar circuncidado; por eso su
relación con Dios no depende de las obras. Como beneficiario de la promesa
divina basada en la fe, Abrahán tiene por herederos a los creyentes. La fe de
Abrahán, profesada en una situación desesperada, es una prefiguración de la
fe de los creyentes en Cristo, resucitado de entre los muertos.
En
la figura articulada de Abrahán, el apóstol Pablo encuentra los motivos
fundamentales de su teología de la justificación, que se realiza
independientemente de las obras de la ley y de la circuncisión, mediante la fe
sola, de forma gratuita, que excluye toda discriminación entre judíos y
paganos. En la relación con Dios no hay nada que se deba, no hay ninguna razón
para exaltar la propia suficiencia y el propio mérito; todo parte de la gracia
divina, a la que uno se adhiere por medio de la fe. Abrahán es el modelo
histórico y el preanuncio profético de esta economía de la fe y de la gracia.
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