lunes, 5 de junio de 2017

Adiós al Marruecos español: El fin del Protectorado

Adiós al Marruecos español: El fin del Protectorado







Adiós al Marruecos español: El fin del Protectorado

Adiós al Marruecos español: El fin del Protectorado



Tropas españolas en la Guerra de Ifni. Foto - La Pandereta Nacional
Tropas españolas en la Guerra de Ifni. Foto - La Pandereta Nacional


Casi no nos hemos dado cuenta, o
hemos olvidado ya todo aquello, pero para muchos de nosotros hubo otra
época. Una época en la que creíamos que España era grande, aun cuando
pronto demostró no serlo. Muchos sacrificios y mucha sangre derramada,
casi diría estérilmente. Pero el fin del llamado Protectorado no vino
solo, y al poco trajo consigo una pequeña guerra, casi totalmente
olvidada, y la pérdida de más territorios. Luego también vino el
abandono del Sahara, y probablemente la historia no ha terminado aún.
Asi empezó todo…



*

El Protectorado español de Marruecos fue
la figura jurídica aplicada a una serie de territorios del Marruecos de
hoy, en los que España, según los acuerdos franco-españoles firmados el
27 de noviembre de 1912, ejerció un régimen de protectorado.
El protectorado consistía en dos
territorios del actual Marruecos, geográficamente disjuntos: la zona del
norte de Marruecos, que incluye las regiones del Rif y Yebala, y la de
Tarfaya, lindando con el denominado Sáhara español, al suroeste y al
norte con el río Draa como frontera. Ocho meses antes de los acuerdos,
Francia había creado su propio protectorado sobre la mayor parte de
Marruecos. Sin embargo, la creación de una administración colonial sobre
los territorios del protectorado en el Rif no se produciría hasta 1927,
una vez que la zona hubo sido pacificada. El protectorado duraría hasta
1956, salvo en lo que se conocía como el protectorado meridional o
región norte, de las tres en que se dividió el Sáhara español.
Cuando la situación en el Marruecos
francés se fue deteriorando, ya a partir del fin de la Segunda Guerra
Mundial, los franceses consintieron finalmente en  permitir el regreso
del sultan de Marruecos, Mohamed V, en 1955. Un año después, el 2 de
marzo de 1956, Mohamed V consiguió el reconocimiento de la independencia
de su país por parte de Francia. El 7 de abril de 1956, España, a pesar
de las protestas formuladas por el Ejército (entre otros por el propio
general García Valiño,hasta entonces Alto Comisario de España en
Marruecos), hizo lo propio, reconociendo la independencia marroquí.
Finalizaban de esta forma, los protectorados ejercidos por Francia y
España respectivamente, sobre Marruecos.
La zona sur (Cabo Juby o Tarfaya) no
pasó a soberanía marroquí hasta 1958, en tanto que Ifni, que se había
convertido en provincia española ese mismo año, hizo lo propio once años
más tarde, en 1969, siguiendo las resoluciones de las Naciones Unidas,
si bien tuvo lugar, en 1958,  una breve y fugaz guerra en la zona, de la
cual solo quedan hoy vagos recuerdos, y que es hasta negada o ignorada
por el Estado, en ese fútil intento por olvidar todo lo que recuerde
otras épocas, y especialmente si tienen que ver con el régimen anterior.
Abdelja­lak Torres. Foto - Zamane.ma
Abdelja­lak Torres. Foto – Zamane.ma

La política española había jugado hasta
enton­ces el papel anticolonialista, negándose a reconocer al líder
independentista Ben Arafa, pero dando asilo en el Marruecos español a
dirigentes del Istiqlal y llamando a for­mar parte del gobierno al
nacionalista Abdelja­lak Torres, con la insólita esperanza de sustituir
la influencia francesa en su zona de protectora­do. Cuando finalmente
llegó la independencia en marzo de 1956, España no tuvo más reme­dio que
seguir idéntica política a primeros de abril, porque sus títulos de
nación protectora no procedían de un acuerdo con Marruecos, sino que se
derivaban del tratado con Francia citado, de noviembre de 1912.
La visita de Mohamed V a Madrid, en
abril de 1956, para lograr la renuncia española fue muy tensa, y aunque
los proyectos españoles se habían visto desbordados por la política de
Francia, el Gobierno siguió manteniendo sus intenciones de protagonismo
en Marruecos, a pesar de lo cual en 1956, España decía adiós a
Marruecos, poniendo fin a una relación tradicional, y a una presencia
histórica, con mucha sangre española derramada en aquellas tierras y
mucho esfuerzo, que no serían nunca reconocidos.
Con la declaración de independencia de 7
de abril de 1956, resultado del acuerdo entre Marruecos y España, se
inició un nuevo período en la historia de las relaciones bilaterales
entre ambos países. Dicho texto especificaba que el Gobierno español y
el Rey Mohamed V, considerando que el régimen establecido en Marruecos
no correspondía a la realidad del momento, declaraban que el Convenio
firmado en Madrid el 27 de noviembre de 1912 no podía regir en lo
sucesivo las relaciones hispano- marroquíes y, en consecuencia, el
Gobierno español reconocía la indepen­dencia de Marruecos, renovando su
voluntad de respetar la unidad territorial del imperio que garantizaban
los tratados internacionales, y se comprometía a prestar a Marruecos la
ayuda y la asistencia que, de común acuerdo, se estimaran necesarias.
El Gobierno del General Franco reconoce la independencia y su plena soberanía al Reino de Marruecos del sultán Mohamed V
El Gobierno del General Franco reconoce la independencia y su plena soberanía al Reino de Marruecos del sultán Mohamed V

En el seno de mi familia la situación
fue ampliamente debatida, y Marruecos ocupó siempre un lugar importante
en mi infancia y en mi vida, en general, dados los lazos que mi familia
materna había mantenido siempre allí, y que iban desde aspectos
puramente sentimentales hasta relaciones económicas y profesionales.
Algunos de mis familiares continuaron viviendo en Marruecos durante un
cierto tiempo, a pesar de que la vida no fue especialmente fácil en el
nuevo país. Recuerdo haber ido alguna vez de vacaciones, ya a mediados
de los años 1960, y siempre resultó muy agradable. No obstante, al
final, mis familiares acabarían trasladándose a la península, aunque hoy
mi prima mayor Mary sigue en el cementerio español de Tánger, en donde
falleció a una temprana edad.
¿Tuvo aspectos positivos para Marruecos
la labor española durante el protectorado? Sin duda, aunque hay que
añadir que, quizás, fueron escasos y modestos. Posiblemente los más
importantes e incuestionables se refieran a la actuación en el campo
sanitario. También se podría citar la incipiente, y aún más limitada,
vertebración del territorio gracias a la construcción de vías férreas
(con un total que apenas llegó a los 200 kilómetros), carreteras,
pistas, puertos (Larache y Alhucemas) y aeropuertos (como Sania Ramel,
en Tetuán). Sin embargo, y a pesar del pobre panorama presentado, las
modificaciones introducidas por España en el protectorado fueron
importantes. El Marruecos rural, con su tradicional organización tribal,
con la explotación de tipo comunal, y con sus zocos, que continuaba
presente en 1956, en el momento de la independencia, fue estando cada
vez más integrado en una economía de mercado. 
En todo caso, es indudable que bajo el
dominio español se formó el proletariado de la zona norte, que tuvo un
papel importante en la lucha por la independencia. Igualmente hay que
señalar el enrolamiento de algunos miles de marroquíes tanto en el
Ejército español (Regulares) como en las fuerzas del Majzen marroquí
(Mehallas, Mejaznías), lo que integró  más fácilmente a los citados
individuos, y sus familias, en una economía monetaria de corte europeo. 
El Desastre de Annual
El Desastre de Annual. Fuente: El País.

Los cambios económicos introducidos, en
especial el retroceso de la economía de subsistencia en beneficio de la
economía de mercado, junto con el avance del fenómeno urbano,
repercutieron en la renovación de la resistencia marroquí contra el
dominio español. Se pasó de una lucha abierta con base rural –típica de
principios del siglo XX-, a una lucha política de carácter urbano. La
resistencia estuvo dirigida y articulada por una generación de
intelectuales y políticos marroquíes, que supieron aglutinar en torno a
sus ideales, las aspiraciones de los diversos sectores de la sociedad:
la burguesía con su doble componente reformista e innovadora, el
proletariado emergente, las capas campesinas y, finalmente, los
integrantes del gobierno jalifiano (representantes del Majzen). La
fuerza liberada por la unión nacional, fue la que terminó por desalojar
de Marruecos, como potencia colonial, a España.
Para concluir, hay que valorar el
protectorado desde el doble punto de vista del país colonizador y del
colonizado. En el caso de España, la escalada militar, con la
consiguiente sangría presupuestaria acumulada año tras año, y el
tremendo coste en vidas humanas, no pudo evitar desastres de la magnitud
de Annual y Monte Arruit. El deterioro de la situación política que
generó tales hechos, favoreció el surgimiento de militares
“africanistas”, y su levantamiento posterior contra el gobierno de la
República en 1936. Sin embargo, la influencia de la aventura colonial en
Marruecos en los destinos de la España contemporánea, hasta 1975, no
puede ser negada ni ignorada, dada su evidencia. 
El modesto alcance de la tarea de
modernización llevada a cabo por España en el protectorado, hipotecó el
futuro de la zona norte de Marruecos en el momento de la independencia.
En efecto, la empobrecida zona norte quedó irremediablemente supeditada a
los intereses y necesidades del resto del país, más desarrollado
gracias a la mayor potencia y recursos de Francia, lo que fue una suerte
para el conjunto. Ello explica porque el idioma y la cultura española
no han perdurado apenas, mientras que Marruecos de alguna forma, se
considera país francófono e integrado en la órbita política, y hasta
cultural y social, francesa. Superar el desequilibrio regional derivado
de la ocupacion española y francesa, sigue siendo uno de los problemas
que tiene planteados todavía Marruecos en la actualidad, pero las
relaciones hispano-marroquíes siguen estando teñidas de conflictividad,
dados los muchos frentes que siguen abiertos y que nunca se han cerrado
con legitimidad, y reconocimiento internacional, por mucho que en ello
se empeñen algunos visionarios.
Protectorado español de Marruecos. Foto - El País
Protectorado español de Marruecos. Foto – El País

 

 

Sidi Ifni: una consecuencia menor del fin del Protectorado de Marruecos y una pequeña guerra ya olvidada

Si la guerra de 1898, entre España y los Estados Unidos, fue calificada por algunos autores norteamericanos como “a little splendid war”, la llamada Guerra de Ifni también resultó algo parecido para la España de Franco, en 1957, aunque no tan espléndida.
Aún recuerdo como me enteré de la
noticia. Fue en algún momento de enero de 1958, y aunque ya había
llegado algún rumor o comentario a mi conocimiento, escuchando la radio,
o a raíz de alguna conversación entre mis padres, en esta ocasión fue
de un modo ya más directo, ya que recibí la visita de mi tío Antonio,
hermano menor de mi padre, que venía a despedirse. Yo estaba enfermo,
con anginas, tenía escamente ocho años de edad, y ví a mi tío preferido
–era mi padrino-, que, de uniforme, venía a darme un beso y decirme que
se iba a la guerra contra los moros. Le veía como a un héroe, y eso de
ir a luchar contra los moros me parecía fascinante.
Mi tío Antonio era entonces teniente de
Infantería, recién salido de la Academia, y estaba destinado en el
Regimiento de Infantería Argel 27, de guarnición en la ciudad
extremeña de Cáceres. Este regimiento, uno de los de mayor tradición del
Ejército, se constituyó, con otras unidades y regimientos, en fuerza
expedicionaria que fue enviada a toda prisa a Sidi Ifni –lo que entonces
se llamaba África Occidental Española (AOE)-, para contrarrestar la
rebelión y agresión sufrida en el territorio, territorio considerado
soberano español en aquellos días, a manos de “bandas incontroladas e
irregulares”, según se dijo oficialmente.
Legionarios caidos en Edchera el 13 de enero de 1958. Foto - El rincón de Sidi-Ifni
Legionarios caidos en Edchera el 13 de enero de 1958. Foto – El rincón de Sidi-Ifni

En realidad la guerra de Ifni enfrentó a
fuerzas españolas con marroquíes en la pretensión por parte de estas
últimas de controlar el territorio de Ifni y Tarfaya, por entonces bajo
administración española, como parte de sus posesiones en África
Occidental, entre octubre de 1957 y abril de 1958, y culminó con el
abortado asedio de la ciudad, entonces española, de Sidi Ifni.
Esta guerra tuvo lugar en el contexto
del proceso de descolonización de África durante la segunda mitad del
siglo XX. La guerra fue dirigida fundamentalmente por elementos del
llamado Ejército de Liberación Nacional marroquí, -la antigua fuerza de
liberación que luchó por la independencia contra los franceses,
liderados por el dirigente del Istiglal, Ben Hammu, que una vez obtenida
la independencia, mientras que, aproximadamente la mitad de los
miembros del ejército de liberación se constituían en el Ejército Real
Marroquí –dentro de las Fuerzas Armadas Reales (FAR)-, el resto se
dirigió al Sur, para conquistar las todavía posesiones españolas, sin
duda con la aprobación tácita del ya Rey de Marruecos, Mohamed V, y
hasta con cierta implicación personal del príncipe heredero Hassan.
Los grupos armados marroquíes –a los que
sorprendentemente se les permitió inicialmente cruzar el territorio de
Ifni, por parte de las autoridades españolas que creyeron que sus
motivos eran otros-, llegaron a operar  por  todo el territorio del
Sahara, incluido el ocupado aún por Francia al Este –en Argelia-,  y al
Sur, en la actual Mauritania. Naturalmente cuando su enemigo –el
Ejército francés-, demostró ser un hueso demasiado duro de roer, se
volvieron contra el enemigo más débil: España.
El territorio de Ifni había sido cedido
por el sultán de Marruecos, Mohamed IV, a España –entonces bajo el
gobierno del General O’Donnell y durante el reinado de Isabel II-, por
el Tratado de Uad-Ras, firmado en Tetuán, el 26 de abril de 1860, que
puso fin a la Guerra de África, y fue la consecuencia de las sucesivas
derrotas sufridas por Marruecos, en su enfrentamiento con las tropas
españolas –dirigidas sobre todo por el General Prim-, en particular tras
la batalla de Uad-Ras. En virtud de este tratado, se acordó la cesión a
perpetuidad a España de un territorio alrededor del fortín de Santa
Cruz de Mar Pequeña, que se había establecido en la costa atlántica, en
tiempos de los Reyes Católicos. Con ello se recuperaría la explotación
de la pesca en la zona y este territorio es el que pasaría a llamarse
más tarde, Ifni, con capital en Sidi Ifni.
Paracaidista retirando a un compañero herido en la zona de Ifni. Foto - Reyournal
Paracaidista retirando a un compañero herido en la zona de Ifni. Foto – Reyournal

Durante las siguientes décadas, aun con
la reticencia de Francia, pero con el reconocimiento internacional
obtenido en la Conferencia de Berlín, en 1884, se fueron estableciendo
más poblaciones en la costa situada al sur de Ifni: Cabo Juby (Tarfaya),
Saguia El-Hamra, Villa Cisneros y La Güera (Río de Oro), territorios
prácticamente deshabitados, que formaron posteriormente el Sahara
Occidental español.  En 1946, todos los enclaves de la zona fueron
integrados en la denominada África Occidental Española (AOE). Tras
obtener en 1956, la independencia, Marruecos empezó a expresar su
interés por descolonizar las posesiones españolas, fundadas en los
proclamados vínculos históricos y geográficos de dichos territorios con
Marruecos. El sultán marroquí, Mohamed V – a pesar de una aparente
excelente relación con España y hasta personal con Franco-, alentó, sin
duda, los esfuerzos para reclamar las posesiones españolas, e incluso
parece que apoyó y financió a los rebeldes anti-españoles, que
reclamaban Ifni.
Las hostilidades se iniciaron
abiertamente el 23 de octubre de 1957, cuando dos pueblos en los
alrededores de Sidi Ifni, -Goulimine y Bou Izarguen-, fueron ocupados
por más de 1.000 rebeldes o insurgentes marroquíes. El cerco de Ifni
había comenzado, y las líneas de comunicaciones con los puestos
avanzados en la frontera fueron cortadas, al tiempo que otras fuerzas
irregulares asaltaban las guarniciones del territorio, así como el
aeródromo y el arsenal de Sidi Ifni.
Aunque la incursión principal contra
Sidi Ifni fue rechazada, los puestos avanzados cercados fueron
abandonados, o perdidos, ante el ataque enemigo, en tanto que tres
destacamentos que se harían famosos: Tiliuin, Telata y Tagragra,
quedaron rodeados y permanecieron bajo estrecho asedio. El 6 de
diciembre, tras destruir las fortificaciones, Tiliuín fue abandonado
definitivamente y los supervivientes evacuados.
En Tiliuin, 60 soldados defendieron el
puesto, así como a su población civil, ante el ataque de cientos de
marroquíes. El 25 de noviembre, un intento de rescate fue autorizado por
las autoridades españolas desde Madrid. Ante el aparente veto de los
Estados Unidos[1]
–algo nunca comprobado realmente-, para que España utilizara aviones o
armas norteamericanas, se tuvo que recurrir a utilizar los bombarderos
alemanes Heinkel He-111, y algunos cazas Messerschmitt 109, todavía en
servicio, basados en las Islas Canarias, para atacar las posiciones de
los insurgentes, mientras que desde aviones de transporte, tambien
alemanes, Junkers Ju -52, saltaban sobre el puesto avanzado, por primera
vez en combate, 75 paracaidistas al mando del capitán Sánchez Duque.
Estas fuerzas también quedaron cercadas en el poblado, y no fue hasta el
3 de diciembre, cuando la Sexta Bandera de La Legión rompió el cerco, y
liberó finalmente a los sitiados. Todo el personal, civil y militar,
fue entonces evacuado por vía terrestre a Sidi Ifni.
Telata era solo un puesto de policía, en
absoluto preparado para un ataque. Aun así sus defensores estuvieron
muy por encima de lo que tuvieron que sufrir, con gran mérito a pesar de
los constantes ataques, llegando los insurgentes marroquíes hasta los
mismos muros del fuerte, sin poder conquistarlo. Al mando del puesto de
policía se encontraba en aquellas fechas el Teniente Cuevas Puente, que
llegaría a coronel, y distante a poco más de un kilómetro estaba también
un destacamento de Tiradores de Ifni, bajo el mando del Capitán
Llorente Sanz, con algo más de un centenar de soldados.
Mapa de Ifni en 1957 y, después del conflicto, en 1958. Imagen - Pablovazram
Mapa de Ifni en 1957 y, después del conflicto, en 1958. Imagen – Pablovazram

A las 06.30 de la madrugada, del mismo
día 23 de noviembre de 1957, bandas del Ejército de Liberación, atacaron
el puesto de Telata, con intenso fuego de fusil, e incluso
ametralladoras, y morteros. Tras repeler el primer ataque, con algunos
muertos, y heridos, el puesto de Telata quedó asediado y sus defensores
debieron hacer frente a continuas incursiones, equipados con un
armamento obsoleto y escaso.  
La expedición de auxilio al puesto
avanzado de Telata fue claramente menos exitosa que la de Tiliuín. Tras
abandonar Sidi Ifni el 24 de noviembre, a bordo de viejos camiones, una
sola Sección de paracaidistas, al mando del Teniente Ortiz de Zárate,
avanzó por la pista que unía Sidi Ifni y Telata, resultando cercados
igualmente. Aunque se les pudo enviar víveres desde los aviones, las
bajas continuaron aumentando. Entre los muertos estaba el propio
Teniente Ortiz de Zárate, que recibiría consideración de héroe desde
entonces –tras conocerse su afirmación antes de entrar en combate de que
entraría en Telata o en el cielo”-, y cuyo nombre se daría
posteriormente a una Bandera Paracaidista, concretamente a la III
Bandera, hoy parte de la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra.
No sería hasta el 2 de diciembre, cuando
una columna de infantería que había salido de Sidi Ifni, compuesta por
la 21ª compañía del IV Tabor de Tiradores de Ifni, al mando del capitán
Rafael López Andión –padre de quien sería posteriormente uno de mis
compañeros de promoción en la Academia General Militar, “Faluco”-, logró
romper el cerco sobre los paracaidistas, y entró a continuación en
Telata. El puesto fue destruido, como Tiliuín, para no dejar refugio
posterior a los insurgentes marroquíes. Los supervivientes de Telata y
de la sección de paracaidistas, estuvieron de vuelta en Sidi Ifni, el 5
de diciembre. Habían sufrido cinco muertos y catorce heridos. La prensa
en España divulgó la noticia, que produjo no poca conmoción. Ortiz de
Zárate era el primer oficial español caído en combate desde el fin de la
Guerra Civil, y la Segunda Guerra Mundial, aunque ya antes de las
hostilidades abiertas había habido otras bajas, al parecer.
Mohamed Ben Youssef se convirtió en Sultán en 1927, siendo proclamado Rey Mohamed V. Foto - Redmarruecos
Mohamed Ben Youssef se convirtió en Sultán en 1927, siendo proclamado Rey Mohamed V. Foto – Redmarruecos

Todavía caerían en combate dos jovenes
tenientes paracaidistas más, Antonio Polanco –éste hermano de quíén más
adelante sería mi profesor, y posterior Teniente General D. Luis Polanco
Mejorada-, y Enrique Carrasco Lanzós, también hermano de un amigo
personal de mi padre –Félix Carrasco Lanzós-, y posterior coronel de mi
regimiento, Uad-Ras 55, ya en 1982. Asimismo, tambien cayeron
algunos oficiales de complemento, notablemente el alférez Francisco
Rojas Navarrete, de las Milicias Universitarias (IPS), que fue
condecorado a título póstumo, con la Medalla Militar Individual.
Los primeros ataques de los insurgentes
marroquíes habían tenido más o menos éxito. En el espacio de dos
semanas, las bandas rebeldes habían conseguido controlar la mayor parte
de Ifni, aislando y cercando a las unidades españolas dentro de la
capital, Sidi Ifni. Además, otros ataques simultáneos habían sido
lanzados por todo el resto del Sahara español, capturando guarniciones y
emboscando convoyes y patrullas.
Sin embargo, los marroquíes subestimaron
la fortaleza de las defensas españolas de la ciudad, y la voluntad del
gobierno español. Abastecida por mar, mediante buques de la Armada y
protegida por una línea de posiciones defensivas, Sidi Ifni resultó
inexpugnable para las bandas armadas, que carecían de apoyo artillero, o
de otros medios pesados.  El cerco duró hasta junio de 1958, y
transcurrió sin grandes incidentes, y relativamente sin mayor
derramamiento de sangre adicional.
En enero de 1958, Marruecos redobló su
dedicación en la campaña contra España, reorganizando todas las unidades
militares infiltradas en territorio español, y por ello se envió, como
refuerzo, una Bandera de la Legión al Sahara para apoyar a las tropas ya
allí estacionadas. El 12 de enero, una banda del Ejército de Liberación
marroquí atacó a la guarnición española en El Aaiún. Derrotada, y
forzada a retirarse, esta banda se volvió contra dos compañías de la
Legión que estaban llevando a cabo una misión de persecución y
reconocimiento en la zona de Edchera –al E. de El Aaiún-, aniquilándolas
prácticamente.  En esta acción alcanzaría la gloria el caballero
legionario Juan Maderal Oleaga, que fue condecorado a título póstumo,
con la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecoración al valor en
acción de guerra, al igual que el jefe de su sección, el Brigada
Francisco Fadrique. Era la primera vez tras la Guerra Civil, que se
concedían tales recompensas, y la última.
Ficha de enganche de Maderal Oleaga. Foto - SOS-UELBOEL.org
Ficha de enganche de Maderal Oleaga. Foto – SOS-UELBOEL.org

En febrero de 1958, ante el cariz que la
situación iba tomando, y que afectaba también ya a las posesiones
francesas en Mauritania y Argelia, Francia y España llegaron a un
acuerdo y decidieron actuar conjuntamente, como habían hecho en otras
ocasiones anteriores.  Así, a la manera de la campaña de Alhucemas en
1921, tropas franco-españolas lanzaron una importante ofensiva, que
desmanteló con éxito al llamado Ejército de Liberación marroquí.
El poder aéreo, masivamente superior de
Francia y España, aunque obsoleto, resultaría decisivo, y los primeros
reductos en caer fueron las fortalezas montañosas marroquíes entre
Tarfaya y Saguia el Hamra. Bombardeado desde el aire y bajo fuego de la
artillería de fuerzas españolas venidas de El Aaiún y Villa Bens, y de
las francesas de Fort Trinquet, el Ejército de Liberación marroquí
abandonó sus reductos montañosos, y gran cantidad de material.
Fuerzas españolas, avanzando desde El Aaiún y Villa Cisneros (“Operación Teide“), junto a tropas francesas que operaban desde Fort Gouraud (“Operación Écouvillon“),
atacaron contundentemente a los marroquíes el 21 de febrero de 1958,
destruyendo las concentraciones de las últimas fuerzas del Ejército de
Liberación marroquí.
La situación llevó a que el 1 de abril
de 1958, se firmaran los Acuerdos de Angra de Cintra –una bahía al S. de
Villa Cisneros-, entre Marruecos y España. Por este acuerdo se
entregaba a Marruecos, Cabo Juby, entre el río Draa y el paralelo 27º40′
–territorio que nunca había sido de Marruecos-, excluyéndose Sidi Ifni y
el resto del Sahara español.
España mantuvo la posesión de Ifni hasta
1969, consecuente a la resolución 2072 de las Naciones Unidas, de 1965,
en la que se instaba a la descolonización de Ifni y el Sahara
Occidental. Sin embargo, España seguiría en el Sahara Occidental hasta
que –ya tras la muerte de Franco en 1975-, de acuerdo con Marruecos, se
firmaron los Acuerdos de Madrid, donde España, como potencia
administradora del territorio, lo transfería a una administración
temporal tripartita, sin que la paralela declaración de independencia
hecha por los nacionalistas saharauís –el llamado Frente Polisario-, se
tradujera en la creación de una nueva nación. Antes bien, fue el inicio
de un conflicto que dura hasta hoy, y sigue sin resolverse.
Desembarco del K-2 con el Regimiento de Húsares de Pavía. Sidi Ifni. Foto - Portal Fuenterebollo
Desembarco del K-2 con el Regimiento de Húsares de Pavía. Sidi Ifni. Foto – Portal Fuenterebollo

Había sido una “pequeña, espléndida guerra”[2],
ciertamente no buscada por España, y aunque pareció que había sido una
victoria -y así se transmitió por los medios de comunicación-, la
realidad es que había sido un “pequeño desastre”, un desastre en el que
aquel glorioso ejército victorioso carecía de casi todo: los aviones
eran antiguallas de los años 30  y 40 -los Junkers, que Alemania había
enviado a comienzo de la guerra civil, que, a falta de bombas, lanzaban
 bidones de gasolina provistos de un sistema de explosión artesanal
ideado por un teniente;  los soldados solo disponían de viejos fusiles
Máuser Mod. 1943, de repetición, mientras que los nuevos fusiles de
asalto CETME, automáticos, aún  no se habían fabricado en cantidades
suficientes; las granadas de mano, Breda o P.O., eran casi una broma, y
los legionarios calzaban alpargatas para combatir en un terreno
abominable de arena y piedras; cargaban todavía con una manta y su
ración alimenticia se reducía muchas veces a un chusco de pan y una lata
de sardinas en aceite; para socorrer a los asediados se les lanzaba el
agua dentro de neumáticos de camión, a falta de envases mejores, que
reventaban al llegar al suelo; y para las comunicaciones, se usaban
radios  con una dinámo de carga a pedales… Una pobre defensa llevada a
cabo con “vieja chatarra cuidadosamente remendada“, como ha escrito el General, e historiador, Rafael Casas de la Vega.
Franco –que evitaba llegar a una
confrontación abierta con Marruecos-, disculpaba al sultán Mohamed V -a
quien llamaba su “hermano”-, que había logrado, de forma pacífica, la
independencia de Marruecos un año antes, y hablaba, como siempre, de las
amenazas y conspiraciones del comunismo internacional, al que culpaba
de la situación. Pero las bandas atacantes, perfectamente organizadas -y
mejor pertrechadas que las tropas españolas-, en formaciones de
guerrilla, eran gente enmascarada del nuevo Ejército Real marroquí­, y
muchos de sus oficiales habían estudiado en la Academia General Militar,
de Zaragoza.
Las carencias operativas puestas de
manifiesto por las Fuerzas Armadas españolas habían sido tremendas. La
capacidad logística demostrada era poco menos que nula, y la
maniobrabilidad política del régimen de Franco, casi virtual. Las
consecuencias no fueron peores porque la capacidad del enemigo
potencial, y sus posibilidades inmediatas eran aún menores –Marruecos
estaba creándose como nación-, y porque la ayuda e implicación de
Francia –guiada por sus propios intereses, por supuesto-, resultó
decisiva. No se aprendió mucho, sin embargo, y menos de 20 años más
tarde el conflicto volvería a surgir en la llamada África Occidental
Española.
Naturalmente, yo, en aquellos días, no
era consciente de esta realidad.  Recuerdo a mi padre, y a compañeros
suyos, comentando en conversaciones privadas la situación, haber oído
cosas preocupantes, pero no alcanzaba a comprenderlas. Para mí, con mi
corto entendimiento, el Ejército español había obtenido una gloriosa
victoria de la que mi tío Antonio había sido parte.



Notas

[1]
Los hechos indican hoy que, en realidad, nunca hubo tal veto, sino que
las Fuerzas Armadas españolas aun no estaban bien instruidas en el
manejo del material moderno americano, como los aviones de reacción ni
otros medios –recibidos a partir de 1954-, y tecnológicamente muy
superiores a lo que se estaba habituado. De hecho, algún material
americano sí se utilizó, como fueron aviones DC-3 y T-6, y helicópteros
Sikorsky, y carros M-24 y autoametralladoras M-8, y equipos de
transmisiones, en el Sahara, en 1958, lo que demuestra que no hubo veto.
[2] A España le costó 152 muer­tos, 58 desaparecidos y 518 heridos graves, “Ifni, la última guerra colonial española”, de Jose Ramón Diego Aguirre.



Acerca de Antonio J. Candil Muñoz



35 Articles


Coronel en la Reserva. Diplomado de Estado Mayor y Diplomado de la
Escuela de Guerra del Ejército italiano. Diplomado en Alta Dirección de
Empresas por parte del IESE (Universidad de Navarra). Ha sido
representante de España en la UEO, y ha estado destinado en Gran
Bretaña, Bélgica, Italia y Estados Unidos. Autor del libro "La Aviación
Militar en el Siglo XXI".



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