sábado, 25 de marzo de 2017

Conocereis de Verdad | Entender - 1º Biblia, Targum evangelios criteriología crítica textual violencia

Conocereis de Verdad | Entender - 1º Biblia, Targum evangelios criteriología crítica textual violencia






Saturday 25 March 2017 | Actualizada : 2017-03-03


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Sin
una buena inteligencia de la Escritura no existirá la plenitud de la
oración cristiana, que comienza con la experiencia de escuchar la
palabra de Dios; ni existirá la fuerte predicación cristiana que nace de
la experiencia de oír la palabra de Dios y que dispone a los fieles
para escuchar lo que el predicador mismo ha escuchado antes; ni existirá
tampoco una teología cristiana que difunda la gran verdad de la palabra
de Dios, en vez de las incertidumbres del pensamiento humano

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La
Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no
afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la
Liturgia: por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades
peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si
puede, conserva integro lo que en las costumbres de los pueblos
encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y
errores, y aun a veces lo acepta en
la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con el verdadero y auténtico espíritu litúrgico.

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El
corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la
expresión semítica o bíblica: donde yo "me adentro"). Es nuestro centro
escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo
el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la
decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el
lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y
la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.

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"Biblia y moral".
A los ojos de todos se presenta una situación paradójica:  el hombre de
hoy, defraudado por numerosas respuestas insatisfactorias a los
interrogantes fundamentales de la vida, parece abrirse a la voz que
proviene de la Trascendencia y se expresa en el mensaje bíblico. Pero,
al mismo tiempo, se muestra cada vez más refractario a la exigencia de
comportamientos en armonía con los valores que la Iglesia presenta desde
siempre como fundados en el Evangelio. Se producen entonces intentos
muy variados de separar la revelación bíblica de las propuestas de vida
más comprometedoras.
La
escucha atenta de la palabra de Dios tiene para esta situación
respuestas que se expresan plenamente en la enseñanza de Cristo.

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Entendiendo la Biblia


Una útil guía para conocer más a fondo el modo de obtener provecho de la lectura bíblica.

1.      La Biblia, Libro abierto

Nuestra
época es testigo de un interés extraordinario por conocer la Palabra de
Dios. Se multiplican las ediciones de la Biblia, se escriben
comentarios, se celebran sesiones de estudios, cada vez se quiere
conocer mejor los libros sagrados...

Este
interés llama más la atención porque sigue a una época en la que la
Biblia parecía un libro prohibido. En realidad, nunca ha sido un libro
prohibido. Nadie puede prohibir a Dios que hable, ni que conozcamos lo
que Dios ha dicho.

Pero durante tiempo nos hemos mantenido muy alejados de la Biblia.

Como
en tantas otras cosas, hemos sido víctimas de las circunstancias. La
Reforma luterana usó y abusó de la Biblia. Sometida al libre examen de
cada uno, sirvió para justificar doctrinas que nunca en ella se habían
escrito. Esto fue ocasión para que el Magisterio de la Iglesia exigiese
una serie de condiciones para la lectura de la Biblia, que pudiesen
inmunizar de errores al lector. La consecuencia fue que la Biblia apenas
se leía. Así se evitaban falsificaciones, mutilaciones y torcidas
interpretaciones. Pero el pueblo cristiano se veía privado del contacto
directo con la Palabra de Dios.

Hoy la Biblia ha pasado a un primer plano.

Vamos
a intentar una aproximación a la Biblia, llevados de la mano de la
Constitución sobre la Divina Revelación, del Concilio Vaticano II.

2.      Dios habla a los hombres

Dios
quiso, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el
misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el
Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de
la naturaleza divina. En esta Revelación, Dios invisible, movido de
amor, habla a los hombres como amigos trata con ellos para invitarlos y
recibirlos en su compañía.

La
Revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas; las
obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su
vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio. La verdad
profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha
revelación resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda
revelación.

Div. Rev., 2.

-Dios
intenta en la revelación, ante todo, la manifestación del misterio de
salvación realizado en Cristo. Ninguna realidad de este mundo es objeto
de una enseñanza divina, dada por modo de revelación, si no es desde el
punto de vista de su relación con la revelación de este misterio de
salvación en Cristo. Éstas son las enseñanzas que deben buscarse en la
Escritura Sagrada. En ella no hay ninguna verdad divinamente garantizada
más que en los puntos que a ésta se refieren; fuera de sí, no aporta
enseñanza alguna positiva que exija de nuestra parte una adhesión de fe.

-Dios nos habla como amigos. Con profunda intimidad y con
progresiva lentitud. El Antiguo Testamento fue una lenta preparación
hasta que llegó la plenitud total en Cristo. Incluso la revelación, ya
acabada, ha de ser todavía explicitada en la Iglesia e interpretada en
su tradición bajo la acción del Espíritu Santo, que lleva a los hombres a
la entera verdad (Jn 16,13). El contenido positivo de cada texto debe,
por lo tanto, ser apreciado en una perspectiva dinámica. La verdad de
cada texto debe entenderse teniendo en cuenta el conjunto de la
revelación y su carácter progresivo.

-La
Biblia, pues, debe entenderse en su totalidad, pues sólo así tiene
verdadero sentido. No podemos quedarnos en unas creencias de unos
tiempos anteriores a Cristo, ciertamente manifestadas en la Biblia, pero
tendentes a una manifestación ulterior más plena. Como tampoco es
lícito citar simplemente una frase aislada de contexto para demostrar
una cuestión que nos interesa.

-Dios
se revela no sólo con palabras, sino también con obras, en una plena e
intrínseca dependencia de unas y otras. Lo más característico de nuestra
revelación cristiana es que Dios ha entrado en nuestra historia.

3.      Respuesta a la revelación: la Fe

Cuando
Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe. Por la fe el
hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje
total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que
Dios revela. Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de
Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio del Espíritu
Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del
espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad. Para que
el hombre pueda comprender cada vez más profundamente la revelación, el
Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones.

Div. Rev., 5.

-La
respuesta a la Revelación es la fe, que se define como " entrega entera
y libre a Dios". El diálogo iniciado se convierte en verdadero
encuentro entre personas. Esto es lo más característico de la fe
cristiana, cuyo fundamento esencial no se encuentra en la aceptación de
unas verdades, sino en la aceptación personal que lleva como
consecuencia la admisión de unas verdades. No es, por tanto, la fe
cristiana "creer que existe algo", sino abrirse profundamente a una
relación personal con Dios que se nos comunica. No ofrecemos a Dios en
el acto de fe una adhesión intelectual, sino una total aceptación
personal; es el hombre entero que se ofrece a Dios.
-Con ese
espíritu de fe debemos acercarnos a la lectura de la Biblia. En nada se
parece a la actitud meramente apologética, que busca y rebusca en la
Biblia unas frases con las que demostrar unas verdades, o para
arrojarlas en la cara a los que consideramos "enemigos".

4.      Escritura, Tradición y Magisterio.

La
Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas;
manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el
mismo fin. La sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita
por inspiración del Espíritu santo. La Tradición recibe la Palabra de
Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la
transmite íntegra a sus sucesores; para que ellos, iluminados por el
Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente
en su predicación. Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la
Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así ambas se han de recibir y
respetar con el mismo espíritu de devoción.

La
Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la Palabra
de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo
cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina
apostólica y en la unión, en la Eucaristía y la oración, y así se
realiza una maravillosa concordia de Pastores y fieles en conservar,
practicar y profesar la fe recibida.

El
oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o
escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el
cual lo ejercita en nombre de Jesucristo.

Pero
el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su
servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino
y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo
custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este depósito de la fe
saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído.

Así,
pues, la Tradición, la Escritura el Magisterio de la Iglesia, según el
plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede
subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo
la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la
salvación de las almas.

Div. Rev., 9 y 10.

La
Revelación de Dios tiene un destino universal en el espacio y en el
tiempo, en estrecha vinculación con la universalidad y continuidad de la
comunidad creyente, que es "sacramento de salvación" para la humanidad
entera.
El mensaje de salvación, preparado y prefigurado en Israel
como antiguo Pueblo de Dios, se hizo eficazmente presente en el misterio
de Cristo, y pasa a través de los Apóstoles al nuevo Pueblo elegido en
Cristo.

La
Revelación sigue el mismo proceso histórico que la historia de
salvación. Lograda su plenitud con la venida de Cristo y consumado el
misterio de Cristo con su glorificación y con la misión del Espíritu de
la verdad, esta revelación se continúa en el seno de la comunidad
creyente por la predicación y la fe en primer lugar, y después por su
consignación escrita en la Escritura, como libro de la comunidad
eclesial y en unión indisoluble con la Tradición oral.

El
binomio Revelación-comunidad creyente radica en la constitución y
existencia misma de ambas realidades. El nacimiento del Pueblo de Dios,
tanto en la Antigua como en la Nueva Alianza, manifiesta una serie
ininterrumpida de vínculos de dependencia con el constituirse mismo de
la revelación y con su desarrollo progresivo a lo largo de la historia
de la salvación.

El
Pueblo de Dios recibe su existencia en la revelación, y la revelación
supone necesariamente el Pueblo de Dios, que la recibe y transmite
vitalmente en su peregrinar histórico. La Iglesia no puede existir sin
la revelación, y la revelación no puede transmitirse sino en la Iglesia.
La Iglesia es la presencia visible y actuación eficaz de la revelación
en el mundo, preparada por Dios en la antigua alianza, llevada a su
plenitud en Cristo con su Espíritu, y destinada a continuarse hasta su
plena consumación en la visión gloriosa.

La
revelación, pues, ha sido entregada a la Iglesia para que, en el seno
de esta comunidad de salvación, el mensaje cristiano llegue a todos sus
destinatarios en este tiempo medio, desde la entronización de Cristo
Resucitado a la derecha del Padre, hasta su segunda venida gloriosa al
fin de los tiempos como juez glorioso de la humanidad entera.

Una
característica del comunicarse de Dios a los hombres, universalmente
válida en la historia de salvación, es que la revelación, tanto en su
fase de preparación y promesa como en su fase de plenitud, no se dirige
primariamente a un individuo aislado, sino a la comunidad de la que
forma parte.

 

La
revelación, en la fase de entrada en la historia y en la fase de su
transmisión continua en el tiempo y en el espacio, implica una comunidad
de creyentes que recibe y transmite la Palabra de Dios revelada, y esta
comunidad creyente implica por su misma naturaleza la revelación.

Si
entendemos bien esta mutua vinculación de la revelación y de la
comunidad creyente, nos daremos cuenta de que no se puede concebir a la
Iglesia como una congregación de hombres ya existente y constituida en
sí a la que posteriormente se confía la revelación. La Iglesia, por el
contrario, se constituye en la misma revelación.

La
revelación y la voluntad salvadora de Dios tienen como meta la
salvación de los hombres. Toda la revelación debe transmitirse íntegra a
todos los hombres de todas las edades, comenzando por la edad
apostólica, porque a todas abraza la voluntad salvadora de Dios.

El
paso del Evangelio de Cristo a los apóstoles está garantizado por el
mismo Cristo. La obra reveladora de Cristo no se consuma sino con la
misión del Espíritu de la verdad. Aquellos días de convivencia del
Cristo Resucitado con sus apóstoles y demás discípulos fueron muy
fecundos para completar la revelación de los misterios del Reino
comenzada en los días de su vida mortal. El mandato dado por Cristo a
los apóstoles de predicar este Evangelio significa transmitir toda esta
plenitud de la revelación.

Los
apóstoles realizan su misión primero por la predicación oral. Ellos
hicieron eficazmente presente esta salvación de Cristo testimoniándola
con su palabra, con su actividad sacramental y con el ejemplo de su vida
integralmente cristiana.

Más
tarde, los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por
escrito el mensaje de la salvación, inspirados por el Espíritu Santo.
Para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la
Iglesia, los apóstoles dejaron como sucesores suyos a los obispos,
entregándoles su propio cargo del magisterio.

Pablo
recomienda a todos los cristianos de Tesalónica que "oren para que la
Palabra de Dios corra" (2 Tes 3,1). La palabra predicada en la Iglesia
no es sólo la palabra de los apóstoles, de modo que todos los demás sean
meros oyentes, sino la palabra de toda la comunidad de creyentes, en la
que los ministros sagrados y el pueblo cristiano contribuyen mutuamente
a hacerla eficazmente presente al mundo y a conservarla en el tiempo.
Algo parecido decía también Pablo a los cristianos de Corinto (1 Cor 14,
26): "Cuando os reunís, cada uno aporta su carisma: quien salmo, quien
doctrina, quien revelación, quien lengua, quien interpretación. Sea todo
para aprovechar a otros".

Dada
la dificultad de precisar los límites a los que puede extenderse la
tradición, y dada la indeterminación en que queda esa posibilidad de
desbordar el sentido histórico de la sagrada Escritura, es preciso un
factor de estabilidad que garantice la unidad de la fe. Es el Magisterio
de la Iglesia a quien compete interpretar auténticamente la palabra de
Dios escrita o transmitida oralmente.

La Iglesia recibió de Dios el encargo y el deber de conservar e interpretar la Palabra de Dios.

Los
exegetas y teólogos ayudan con sus estudios a la Iglesia para que
madure su conocimiento de la Palabra de Dios. Al Magisterio de la
Iglesia corresponde, por voluntad de Dios, el conservar e interpretar
auténticamente esa Palabra de Dios.

De
ninguna manera puede esto suponer que el Magisterio de la Iglesia esté
por encima de la Palabra de Dios: más bien está a su servicio, para
descubrirla, interpretarla y darla a conocer.

Las
definiciones solemnes de los concilios y de los Papas son absolutamente
infalibles. Cuando exponen auténticamente el significado de un pasaje
concreto de la Escritura, queda definido que ése y no otro es su
auténtico sentido. Poquísimos son los textos que han recibido esta
interpretación auténtica.

La
transmisión de lo que los Apóstoles enseñaron y predicaron es el origen
de la Tradición eclesial. Esa tradición apostólica va creciendo en la
Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo, al mismo tiempo que la comunión
de fe la vive, la testimonia, la celebra y la transmite. Crece la
comprensión de las palabras e instituciones transmitidas cuando los
fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón, cuando
comprenden internamente los misterios que viven, cuando los proclaman
los Obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad. La
Tradición es así algo vivo, dinámico, en donde se enraíza el Magisterio
eclesial.
  
5.      La Biblia, Palabra de Dios.

La
revelación que la sagrada escritura contiene y ofrece ha sido puesta
por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa madre
Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros
del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y
canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo,
tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia.
En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres
elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo,
obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por
escrito todo y sólo lo que Dios quería.

Div. Rev., 11.

La
expresión "Dios es autor de la Escritura" se entendió en algún tiempo
con el sentido concreto de "autor literario", y en función de evitar
todo error. Así León XIII entendía la inspiración, como:

-iluminación del entendimiento para evitar el error de los juicios;

-influjo en la voluntad para moverla eficazmente;

-asistencia sobre las facultades ejecutivas, para que no se deslizara error alguno en la redacción.

La
Constitución de Divina Revelación del Concilio Vaticano II tiene una
perspectiva diferente. Sitúa la inspiración de la Biblia en el contexto
de la Revelación:

-la Revelación plena llegó a los Apóstoles de boca de Cristo;

-Cristo
confió a esos mismos Apóstoles la misión de transmitir y conservar esa
Revelación (la recibida en el AT como preparación y la actual
cristiana);

-esa
transmisión se hace por una doble vía: por la predicación oral y por la
consignación escrita, realizada por inspiración del mismo Espíritu
Santo enviado por Cristo;

-la inspiración, en concreto, es la asistencia especial de Dios para la puesta por escrito de esa Revelación.

Dios
es "autor de la Escritura" porque suya es la Revelación que contiene, y
suya la asistencia especial para que esa Revelación fuera puesta por
escrito. No es necesario entenderlo en el sentido estricto de "autor
literario".

Los
autores humanos no actúan como meros instrumentos inertes en manos de
Dios. De hecho, el concilio quiso evitar la palabra "instrumento" que
aparecía en el documento inicial. Por el contrario, dice que esos
hombres actúan con todas sus facultades y talentos, de modo que son
"verdaderos autores", puestos al servicio de Dios.

6.      La verdad de la Biblia.

Como
todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el
Espíritu Santo, se sigue que los Libros sagrados enseñan sólidamente,
fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros
para salvación nuestra.

Div. Rev., 11.

La
verdad de la Escritura es un hecho admitido por todos los cristianos de
todos los tiempos. Hasta el siglo XVI no se presentan problemas serios.
Cuando -por una parte- se sigue interpretando la Biblia "al pie de la
letra", y -por otra parte- avanzan las ciencias, surgen los conflictos.
El "caso Galileo" fue posible por no distinguir suficientemente entre la
verdad de la Biblia y la verdad de la interpretación.

No
es camino adecuado querer restringir el campo de la inspiración, como
si fuesen solamente inspiradas las cuestiones importantes, las cosas "de
fe y costumbres". Toda la Biblia está inspirada por Dios. Necesitamos
un criterio teológico para interpretarla correctamente.

Ése
ha sido el mérito fundamental del concilio Vaticano II cuando nos
presenta ese criterio: "La verdad que Dios hizo consignar en esos libros
para nuestra salvación".

No
se habla ya de modo negativo: "ausencia de error", sino positivamente
de la "verdad". Una formulación nueva, que responde a lo que ya había
dicho San Agustín: "Dios no quiere hacer astrónomos o matemáticos, sino
cristianos".

7.      La Biblia, palabra humana.

Dios
habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo
tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso
comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían
decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras.

Para
descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras
cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y enuncia de
modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o
poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que
el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por
medio de los géneros literarios propios de su época. Para comprender
exactamente lo que Dios propone en sus escritos, hay que tener muy en
cuenta el modo de pensar, de expresarse, de narrar que se usaba en
tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces más se
usaban en una conversación ordinaria.

Div. Rev., 12.

La
primera labor del intérprete es descubrir en las palabras escritas el
sentido literal que el autor sagrado quiere expresar. Para esto, no
basta conocer el significado material de las palabras utilizadas.
Conocer el sentido literal no quiere decir que haya que leerlo al pie de
la letra. Es necesario conocer los géneros literarios, las distintas
maneras de expresarse, propias de la época, y el estilo empleado en este
libro.
El sentido literal a veces será metafórico, hiperbólico, irónico...

Por poner algunos ejemplos, es muy distinto el modo de afirmar y el grado de enseñanza en la historia, la novela, el teatro.

En
la historia se trata de afirmar directamente lo ocurrido. Tendrá mayor
valor cuanto mayor sea el número de documentos que se citen para apoyar
lo que se afirma.
En la novela de fondo histórico, el autor expone un hecho histórico, pero con libertad para vestirlo con su imaginación.

En
una obra de teatro -lo mismo que en una novela- el autor no se hace
responsable de lo que dice cada uno de los personajes, sino sólo de la
enseñanza global. Por ejemplo, Cervantes no afirma directamente cuanto
dicen Don Quijote o Sancho Panza. Para hablar de los "libros de
caballería" trata de interpretar lo que los "quijotes" o los
"sanchopanzas" dirían en cada circunstancia determinada.

En
la Biblia tienen cabida todos los modos de hablar, con la única
excepción de la mentira. En cuestiones relacionadas con la ciencia, se
puede hablar según las apariencias de los sentidos, por ejemplo cuando
decimos que "el sol sale y se pone". La historia es válida cuando nos
narra cosas realmente sucedidas, aunque no sea una historia documentada
al modo científico.

Lo importante será averiguar, no lo que dice al pie de la letra, sino lo que los autores quieren decir con eso.

5. Resumen.

Resumiendo lo dicho, y tratando de reducirlo a esquema, podríamos decir que en la Biblia es verdad:

a) lo que dice la Biblia;
b) en el sentido en que lo dice;
c) en orden a nuestra salvación.
a) Lo que dice la Biblia:

Este
enunciado parece una perogrullada. Naturalmente que, si hablamos de la
Biblia, será verdad lo que dice la Biblia. La realidad es que muchos
problemas que se plantean a la Biblia se refieren o tienen su punto de
partida en cosas que no están en la Biblia. Adiciones que se han podido
hacer a lo largo de los tiempos, o interpretaciones tergiversadas. El
primer paso, normalmente reservado a los especialistas, será un estudio
crítico sobre el texto, su traducción y su interpretación.

b) El sentido en que lo dice:

No
basta, para conocer la verdad de la Biblia, saber lo que en ella se
dice materialmente. Unas mismas palabras materiales pueden tener
significados muy diversos, según el uso del lenguaje.

El
Hijo de Dios se hizo hombre, un hombre concreto. Encarnándose en un
cuerpo humano determinado. Con las características propias de una raza:
la judía. Acomodándose a las formas de vivir propias de su época. Pudo
haber elegido cualquier otra raza y cualquier otro tiempo; pero si
decide encarnarse ha de hacerlo de un modo concreto, puesto que no
existe el hombre universal, sino hombres determinados.

De la misma manera, la Palabra de Dios se encarna en la palabra humana.

En
la palabra concreta, con el vocabulario, la sintaxis y los giros
propios de la lengua y de la época en que fue escrita, con las
diferencias propias de los distintos autores que la transcribieron. Lo
mismo se emplea el estilo poético de Isaías que el lenguaje sobrio del
evangelista Marcos. Es necesario conocer la manera de pensar y de hablar
de aquellos hombres para poder interpretar correctamente la Palabra de
Dios.

En
el lenguaje común de los hombres no siempre se afirma de la misma
manera. Es más, hay veces que una afirmación se expresa con una
pregunta, una duda, una exageración o hipérbole. Por ejemplo, una madre
puede pedir silencio a su hijo diciendo:

-ya te he dicho que te calles;
-¿no te he dicho que te calles?
-no sé cómo hay que decirte que te calles;
-te he dicho mil veces que te calles...
La
afirmación directa, la pregunta, la duda, la hipérbole son distintas
maneras de significar lo mismo. Estas mismas maneras de afirmar se
encuentran en la Biblia:
-Os aseguro que cielos y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mt 24, 35).
-¿Quién de vosotros podrá acusarme de pecado? (Jn 8,46).
-No recuerdo si bauticé a alguno más... (1 Cor 1,14-16).
-Es
un país de gigantes: a su lado parecemos saltamontes. Sus ciudades
tienen unas murallas que llegan hasta el cielo (Num 13, 33).
c) En orden a nuestra salvación
Ésta
es la finalidad propia de los libros sagrados. Se trata de libros
religiosos. Todo lo demás pierde interés. Ése es el aspecto propio, el
prisma bajo el que se consideran todas las verdades expuestas en la
Biblia.

Agradecemos este aporte a Jesús Martí Ballester.

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Cuando
se tiene la gracia de experimentar una fuerte experiencia de Dios, es
algo análogo a lo que vivieron los discípulos durante la
Transfiguración: durante un momento se experimenta con antelación algo
que constituirá la felicidad del Paraíso. Se trata, en general, de
breves experiencias que, en ocasiones, Dios concede, especialmente en
previsión de duras pruebas. Sin embargo, nadie vive en el Tabor mientras
está en esta tierra. La existencia humana es un camino de fe y avanza
más en la penumbra que en plena luz, con momentos de oscuridad. Mientras
estamos aquí, nuestra relación con Dios se desarrolla más con la
escucha que con la visión; e incluso la contemplación tiene lugar, por
así decir, a ojos cerrados, gracias a la luz interior encendida en
nosotros por la Palabra de Dios.
La misma Virgen, a pesar de ser la
criatura más cercana a Dios, caminó como en una peregrinación de la fe,
custodiando y meditando constantemente en su corazón la Palabra que Dios
le dirigía, ya sea a través de las Sagradas Escrituras ya sea a través
de acontecimientos de la vida de su Hijo. Éste es, por tanto, el don y
el compromiso para cada uno de nosotros en el tiempo cuaresmal: escuchar
a Cristo, como María. Escucharle en la Palabra, custodiada en la
Sagrada Escritura. Escucharle en los acontecimientos mismos de nuestra
vida, tratando de leer en ellos los mensajes de la Providencia.
Escucharle, por último, en los hermanos, especialmente en los pequeños y
en los pobres, por quienes el mismo Jesús pide nuestro amor concreto.
Escuchar a Cristo y obedecer su voz: éste es el único camino que lleva a
la plenitud de la alegría y del amor. S.S. Benedicto PP XVI.
(12-III-2006)



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La violencia en la Biblia se pone nuevamente de moda entre ateos
Dios como un monstruo y el Antiguo Testamento como oscurantismo

ROMA, domingo, 27 de febrero de 2011 (ZENIT.org).-
La última acusación de la nueva oleada de ateos consiste en afirmar que
la religión promueve la violencia y la injusticia, tesis supuestamente
documentada por pasajes del Antiguo Testamento que contrastan bastante
con los valores modernos.
Paul
Copan responde a estas acusaciones en un libro de reciente publicación,
"Is God a Moral Monster? Making Sense of the Old Testament God (¿Es
Dios un Monstruo Moral? Encontrar Sentido al Dios del Antiguo
Testamento) (Baker Books).
El
título del libro está sacado de un ataque del ateo Richard Dawkins, que
llamaba a Dios "monstruo moral". Dawkins acusaba a Dios de ser celoso,
mezquino, injusto y vengativo, observaba Copan, citando algunas de sus
declaraciones.
Su
colega ateo Christopher Hitchens sostiene que el Antiguo Testamento
proporciona justificación al tráfico de seres humanos, a la esclavitud y
a las masacres. Daniel Dennet, por su parte, presenta a Dios como
insaciable de alabanzas, al decir que creó a los seres humanos a su
imagen revela su vanidad.
Copan
responde precisando que al crear a los seres humanos Dios está
expresando su amabilidad y nos permite relacionarnos con él, pensar
racionalmente y ser creativos. "Esto es un privilegio, no una
esclavitud", exclamaba.
Lejos
de ser una manifestación de egoísmo, el deseo de Dios de nuestra
adoración refleja su voluntad de que no nos alejemos de la realidad
última, explicaba Copan. Nuestra adoración es una expresión de saber
cuál es nuestro verdadero lugar.
Nuestra
adoración fluye naturalmente de nuestro disfrute de Dios. Adorar a Dios
viene de nuestro gozo por la presencia de Dios y por la toma de
conciencia de lo que es lo más valioso en nuestras vidas.
Copan
también apuntaba que podemos ver la humildad de Dios en la encarnación
de Cristo, que asumió nuestra naturaleza humana, y que, además, murió en
la cruz por nosotros.
Pasajes "raros"
Varios
capítulos del libro examinan lo que los ateos denominan carácter
"extraño" de la Biblia al tratar leyes sobre la alimentación, la
esclavitud, el trato a las mujeres y otros temas.
Copan
citaba Mateo 19, 8, en donde Jesús explica que Moisés permitió el
divorcio por la dureza de los corazones de la gente. Una sociedad
patriarcal, la esclavitud, la primogenitura y otras costumbres eran la
norma de la época.
La
ley mosaica se pensó como algo que sería temporal y si las leyes eran
extrañas o crueles, aún así, eran una mejora en las costumbres y
estructuras sociales del Oriente Medio de aquella época.
Por
ejemplo, el Antiguo Testamento limitaba los castigos que podían
imponerse a los esclavos, al contrario de la situación de los países
circundantes, en los que los esclavos estaban completamente a merced de
sus amos. Además, en Israel debían acogerse los esclavos extranjeros
fugitivos.
Códigos
como el de Hammurabi tenían mucho menos respeto por la vida humana que
el código mosaico. Además, muchas de las leyes eran restringidas por
otras leyes. El Antiguo Testamento prescribía la pena de muerte por 16
crímenes, por ejemplo, pero en 15 de ellos, un juez podía imponer una
pena menor. Por tanto, en general la ley mosaica es menos estricta que
los códigos orientales cercanos, concluía Copan.
Otra
diferencia entre los códigos, identificada por Copan, era la del valor
de la vida no nacida. Algunos pasajes del Antiguo Testamento afirman el
valor intrínseco del niño no nacido.
Violencia
Copan
observa que algunos ateos afirman que la religión, por su propia
naturaleza, es violenta, por lo que sostienen que se necesitan más
valores de la Ilustración y menos de la religión. En realidad
necesitamos más religión, replicaba, no menos.
Nuestra
fe bíblica apoya de verdad la tolerancia y, a pesar de nuestros
desacuerdos, afirmamos que todos los seres humanos están hechos a imagen
de Dios. Por eso San Pablo proclama que Cristo ha roto las divisiones
de raza, clase y género (Gálatas 3, 28; Efesios 2, 11-22) y que estamos
llamados a vencer el mal con el bien (Romanos 12, 21).
Debemos
tener en mente, sin embargo, que no todas las religiones son iguales,
añadía Copan. Los cristianos eran perseguidos por los politeístas, que
adoraban a los emperadores romanos, por su rechazo a adorar otros
dioses.
Al
tratar la violencia cometida por naciones cristianas, Copan sostiene
que es simplista reducir la causa de la misma a un factor puramente
religioso. Es necesario tener en cuenta las influencias políticas y
sociales, junto a los abusos políticos de la religión. Aunque la guerra
se pueda emprender en nombre de la religión, puede también ser una forma
de justificar conflictos que tienen otras causas.
Es
verdad que en el Antiguo Testamento encontramos prácticas que no llegan
al ideal presentando en los dos primeros capítulos del Génesis, que
afirma el principio de igualdad y dignidad humanas, admitía Copan. No
tenemos que defender estas prácticas, y podemos presentar el Nuevo
Testamento, donde se hallan testimonios contrarios a las mismas.
Dios
no impuso a Israel leyes para las que no estaba preparado. En su lugar,
les hizo avanzar de modo gradual a lo largo del camino de la mejora
moral, continuaba Copan. Así, por ejemplo, cuando leemos las masacres de
los enemigos de Israel, no tenemos que justificar tales actuaciones.
Estos actos tuvieron lugar en circunstancias culturales de menos
refinamiento moral. Además, nos muestran que Dios puede llevar a cabo su
meta redentora a pesar de tales limitaciones.
Antiguo y Nuevo Testamento
La
Iglesia católica ha afrontado lo que se consideran pasajes "oscuros" de
la Biblia en "Verbum Domini", la exhortación apostólica postsinodal
sobre la "Palabra de Dios en la Vida y en la Misión de la Iglesia", del
30 de septiembre del año pasado (números 41-42).
El
Nuevo Testamento reconoce al Antiguo Testamento como palabra de Dios,
explicaba Benedicto XVI, por lo que lo cita con frecuencia y lo utiliza
como prueba de sus afirmaciones.
Las
raíces del cristianismo se encuentran en el Antiguo Testamento y
debemos nutrirnos de ellas, afirmaba la exhortación. Además, la
enseñanza cristiana siempre se ha resistido a los intentos de poner el
Antiguo Testamento en oposición al Nuevo, continuaba el Papa.
Sin
embargo, es en la vida y enseñanzas de Cristo en las que las escrituras
del pueblo judío han encontrado su cumplimiento. La exhortación
observaba que este concepto de cumplimiento se compone de tres
dimensiones.
El primero es el aspecto de continuidad; también hay una discontinuidad y, finalmente, está el aspecto de trascendencia.
"El
misterio pascual de Cristo es plenamente conforme -de un modo que no
era previsible - con las profecías y el carácter prefigurativo de las
Escrituras; no obstante, presenta evidentes aspectos de discontinuidad
respecto a las instituciones del Antiguo Testamento", señalaba el Papa.
"El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y el Antiguo es manifiesto en el Nuevo", afirmaba, citando a san Agustín.
Revelación de Dios y cultura
Al
llegar a los pasajes del Antiguo Testamento que muestran su dificultad
debido a que presentan violencia o inmoralidad, la exhortación explicaba
que es necesario recordar que la revelación tiene sus raíces en la
historia.
"El
plan de Dios se manifiesta progresivamente en ella y se realiza
lentamente por etapas sucesivas, no obstante la resistencia de los
hombres", observaba la exhortación.
Dios
se revela así dentro de un particular nivel cultural y moral y hay una
descripción de hechos y costumbres de aquella época. Esta es la razón
por la que en el mundo de hoy pueden causar rechazo por los hechos
"oscuros" descritos.
Aún
así, la exhortación precisaba que los profetas del Antiguo Testamento
se enfrentaban constantemente a todo tipo de injusticias y esta era la
forma en que Dios preparaba a su pueblo para recibir el Evangelio.
"Por
eso, exhorto a los estudiosos y a los pastores, a que ayuden a todos
los fieles a acercarse también a estas páginas mediante una lectura que
les haga descubrir su significado a la luz del misterio de Cristo",
concluía el Papa. Algo a tener e cuenta cuando tenga lugar el próximo
ataque superficial de un ateo.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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Recomendamos vivamente: Título: ¿Sabes leer la Biblia? Una guía de lectura para descifrar el libro sagrado - Autor: Francisco Varo - Editorial: Planeta Testimonio
MMVI.III



¿Qué esconde la Biblia?

Hemos recibido una carta de Dios. Gregorio
Magno explicaba, en el siglo VI, al médico Teodoro lo que es
verdaderamente la Biblia: una carta de Dios dirigida a su criatura. El
afán de transparencia se muestra como característica de autenticidad en
nuestro tiempo. Sin embargo, hay quienes se empeñan en buscar
sistemáticamente intenciones ocultas, mensajes cifrados, planos y
estrategias secretas en los textos que han marcado la vida de las
culturas, de las personas. La Biblia ni es, ni está siendo ajena a esa
corriente perturbadora de su naturaleza y de su finalidad: la revelación
de Dios para la vida del hombre. La Biblia es, al mismo tiempo, un
texto sencillo y complejo. Quizá como la vida; quizá porque está
destinada a la vida; quizá porque es vida y presencia de Dios en cada
momento de nuestra Historia. La Biblia es algo más que un bestseller o
un libro de moda. Es curioso pensar que quienes pretenden deslegitimar
al cristianismo en la Historia, creando las historias de ficción más
insospechadas, tienen que recurrir, para ofrecer el más mínimo efecto de
credibilidad, a la referencia última y primera, a la base, a los
cimientos, para torcerlos hasta hacerlos irreconocibles. Siempre ha sido
así: ocurrió con los primeros gnósticos y ocurrirá con los últimos
agnósticos o neo-gnósticos. Pensemos en que está de moda María
Magdalena. ¿Quién, en los últimos meses, no ha tenido que explicar en
comidas o cenas a unos comensales entregados a no sé qué códigos
vencidos la realidad de esta discípula del Señor? Para no tragarnos
sapos y culebras, lo mejor es saber. El profesor Francisco Varo,
reputado especialista en Sagrada Escritura –no hay más que leer su libro
sobre Jesús de Nazaret, recientemente publicado en la BAC, o la reseña
que le hace el también especialista Vicente Balaguer en alguna de las
más destacadas revistas científicas de esta materia–, se remanga y entra
de lleno en la divulgación con un notable esfuerzo deslegitimador de
las más destacadas adherencias y fantasías que se han colgado de la
Biblia, del Antiguo y del Nuevo Testamento, tanto fuera como dentro de
la Iglesia. Este libro es una especie de apologética bíblica
contemporánea, con una notable capacidad de divulgación de los
contenidos esenciales del sentido de la Escritura. La historia de una
pandilla de jóvenes universitarios, sus conversaciones, su lenguaje,
ofrecen al autor una oportunidad para explicar las ideas que conforman
el sentido de la existencia cristiana.
Tiene el libro dos partes
diferenciadas: la primera, que da pie a desmontar los tópicos al uso
sobre lo que no es la Biblia; y la segunda, más propositiva y
pedagógica, que construye el edificio de acceso al texto sagrado, con
una propuesta de encuentro con la realidad de Quien tiene algo que
decirnos, porque nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismos. Es el
libro, en la primera parte, una notable síntesis de las más variadas
controversias que sobre el hecho religioso, sobre el cristianismo, sobre
la Iglesia, están presentes en nuestra sociedad y en el pensamiento
dominante. Bien merece que destaquemos cómo desmonta la historia
truculenta del osario de Jesús, o cómo ofrece argumentos de razón para
colocar en su sitio las ficciones sobre la Resurrección. No es menos
cierto que el lector tiene que tener un poco de paciencia y esperar a la
página 61, aproximadamente, para engancharse definitivamente al libro; y
tampoco lo es que hay cuestiones como el evolucionismo y el
creacionismo que se echan de menos. Pero éste es un libro del que
seguro, no pocas personas, sacarán ideas claras y mucho provecho.
José Francisco Serrano - 2006-03-17

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abandonó la barca en el mar de Galilea, Pedro, para seguir a Cristo en la barca de su Iglesia: una, santa, católica y apostólica




San Beda el Venerable (hacia 673-735), monje, doctor de la Iglesia
Homilías sobre los Evangelios I, 22: CCL 122, 156-160; PL 94, 102-105

La fe de la Cananea - “¡Oh mujer, grande es tu fe! Que
sea como deseas” (Mt 15,28). Sí, la Cananea posee una fe muy grande. No
conociendo ni los profetas antiguos, ni los recientes milagros del
Señor, ni sus mandatos ni sus promesas, y más aun, siendo rechazada por
él, persevera en su petición y no cesa de llamar cerca de aquél cuyo
renombre le había dado a entender que era el Salvador. Por eso su
petición es escuchada de manera notoria...
     Cuando uno de
nosotros tiene la conciencia mancillada por el egoísmo, el orgullo, la
vanagloria, el desdén, la cólera, la envidia o cualquier otro vicio;
tiene, igual que esta mujer de Canaán  “una hija cruelmente atormentada
por un demonio”. Que corra a suplicar al Señor que le cure... Que lo
haga con humilde sumisión; que no se juzgue digno de compartir la suerte
de las ovejas de Israel, es decir, de las almas puras, y se considere
indigno de las recompensas del cielo. Y, sin embargo, que la
desesperanza no le conduzca a dejar su insistente plegaria, sino que su
corazón tenga una confianza inquebrantable en la bondad inmensa del
Señor. Porque el que ha podido hacer del buen ladrón un confesor (Lc
24,39s), del perseguidor un apóstol (Hech 9) y de simples piedras hijos
de Adán (Mt 3,9), es capaz de transformar un perrito en oveja de Israel.

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CRITERIOLOGÍA -
Indica una metodologia teológico exegética que supone la asunción de un
conjunto de criterios aptos para verificar la historicidad de los
textos evangélicos.
Los
evangelios llegaron a nosotros a través de una larga evolución que
siguió las siguientes etapas: la predicación misma de Jesús, la
tradición oral, la composición escrita de alguna logia, la búsqueda
personal del evangelista y la redacción del texto que poseemos. A lo
largo de la historia ha habido varias fases que tendían a demostrar la
historicidad de los relatos evangélicos; entre otras, obtuvo un gran
éxito la crítica que tendía a relacionar al evangelista con un apóstol, a
fin de poner de relieve la historicidad del texto en virtud de la
autoridad de su autor.
A
partir de los años 50, la investigación exegética ha desarrollado una
crítica interna al material evangélico que permite establecer la
intención real de fidelidad a la transmisión de las palabras y de los
gestos de Jesús por parte de los evangelistas. Así pues, con la
criteriología la exégesis recupera una nueva pieza de su trabajo que le
permite verificar la coherencia entre la realidad y lo que nos narran de
ella los evangelios. Por tanto, la crítica literaria, que permite
llegar hasta las fases más antiguas y las capas básicas de la Tradición,
se integra en este punto con la crítica histórica, que es la única
capacitada para verificar la coherencia y la verdad histórica de los
hechos, Los criterios, que se distinguen de las pruebas o de los
indicios, son reglas objetivas que, una vez aplicadas, permiten formular
un juicio de autenticidad o no sobre la historicidad de los trozos
analizados. Se pueden clasificar al menos quince criterios que, según
les indica la ocasión, van utilizando numerosos autores (Kasemann, Mc
Arthur, Perrin, Lentzen-Deiss, Jeremias, de la Potterie,
Schillebeeckx...).

Sin
embargo, no existe todavía un consenso general sobre todos estos
criterios; sólo hay cuatro que han obtenido el reconocimiento universal.
Son los siguientes :

1
Criterio de testimonio múltiple. Un dato evangélico puede considerarse
auténtico si está fuertemente atestiguado en todas o en la mayor parte
de sus fuentes (evangelio, a, cartas. Hechos) y en géneros literarios
diferentes. Con el testimonio múltiple, usado normalmente en la
aplicación de la historia profana, se alcanza la convergencia de las
diversas fuentes, independientes entre sí, sobre algunos aspectos
esenciales de la personalidad de Jesús; pensemos, por ejemplo, en la
simpatía y la misericordia que mostraba con los pobres y los pecadores.
 
2.
Criterio de discontinuidad.- Se afirma que un dato evangélico es
auténtico cuando no puede reducirse ni a la cultura o las concepciones
del judaísmo de los tiempos de Jesús, ni a la praxis o predicación de la
Iglesia primitiva. Este criterio es fundamental y permite alcanzar la
originalidad misma de la expresión de Jesús, así como los rasgos
salientes de su personalidad y del modo como concebía su misión.
La
aplicación de este criterio lleva a verificar la historicidad de las
expresiones: Abba, Hijo del hombre, Amén (yo os digo), el bautismo,
algunos milagros, la concepción mesiánica...
 
3.
Criterio de conformidad.- Afirma que un dato evangélico es auténtico si
no sólo está estrechamente vinculado al ambiente lingüístico,
religioso, geográfico judío, sino sobre todo si resulta coherente con el
centro del mensaje de Jesús que se refiere al Reino de Dios. Con la
aplicación del criterio de conformidad encuentran una autenticidad
histórica, por ejemplo, las parábolas, la oración del Padre nuestro...
Es un criterio que puede aplicarse como una integración del anterior. si
con el anterior se destaca la originalidad de Jesús, con éste se le
muestra como «hijo de su tiempo», es decir, plenamente inserto con su
humanidad y con su lenguaje en la trama cultural de su época.
 
4.
Explicación necesaria.- Se le llama también criterio de razón
suficiente. Dice que un texto es auténtico si, frente a un conjunto de
datos que exigen una explicación coherente, se ofrece una explicación
que es capaz de conjugar coherente y armónicamente los diversos
elementos que, de otra manera, seguirían siendo enigmáticos. La
aplicación de este criterio conduce a reconocer la historicidad de los
rasgos esenciales de la predicación de Jesús; algunos milagros sólo
encuentran su luz en esta línea, así como algunas expresiones típicas de
Jesús, como por ejemplo, Hijo del hombre.
Junto
a estos criterios, llamados comúnmente fundamentales, se pueden
mencionar otros criterios que, de todos modos, revisten sólo un papel
añadido y complementario: pensemos, por ejemplo, en el criterio del
estilo de Jesús: o bien, en el de inteligibilidad interna de un relato o
en el de interpretación diversa y acuerdo de fondo. Los autores
utilizan de varias formas todos estos criterios, pero su sola aplicación
no puede tomarse como un dato de autenticidad.
Los
criterios tienen también un valor propio; es necesario hacer un uso
correcto de ellos y no sólo un abuso, como si todo dependiera de su
aplicación. Así pues, la criteriología tiene un papel esencial, pero
sólo dentro de una metodología más amplia que permita verificar la
aportación de diversos elementos y de críticas que se desplazan de las
textuales para acudir a las literarias y a las históricas.
R. Fisichella
Bibl.: E. Kasemann, Das Problem des historischen Jesu, en ZThK 51 (1954) 125-153; X.
Léon-Dufour. Los evangelios y la historia de Jesús, Cristiandad, Madrid 1970; J Jeremias, Abba. El mensaje central del Nuevo
Testamento,
Sígueme, Salamanca 1981: E, Schillebeeckx, Jesús. la historia de un
viviente, Cristiandad, Madrid 1981; R. Latourelle. A Jesús el Cristo por
los evangelios, Sígueme, Salamanca 1982; J Caba, De los evangelios al
Jesús histórico, BAC, Madrid 1971 . ESPAÑA

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Toda
la predicación de Jesús, hecha de signos, milagros y palabras, pasaban
por la vida real, esa que tiene circunstancia, morada y edad. Unas veces
serán los lirios y las flores como nos relata el texto evangélico, o
los pájaros y sus nidos, otras el juego de los niños en la plaza del
pueblo, o la pobre viuda con su pobre e infinita limosna, o el corazón
bueno que se escondía detrás de pecadores públicos como Zaqueo o la
Magdalena. Sí, Jesús era un observador atento de las cosas que ocurrían,
y a través de todas ellas Él leía lo que en esas páginas de la vida
escribían las manos del Padre Dios.



- TARGUM Término
arameo que equivale a «traducción» y se aplica a las diversas versiones
arameas de la Biblia. Cuando el hebreo dejó de ser la lengua hablada en
Palestina, sustituida por el arameo, fue necesario que tras la
proclamación de la Palabra de Dios en las sinagogas se hiciera su
traducción para el pueblo. Esto se hacía mediante una paráfrasis que
incluía junto con el texto un esbozo de interpretación.
De
aquí la importancia de los Targumim (plural de targum) para recuperar
el sentido que se daba a cada uno de los pasajes de la Biblia en tiempos
de Jesús. En efecto, aunque el arameo se había convertido en la lengua
de los judíos desde el regreso del destierro (siglo VI a,C.), los textos
de los targumim que han llegado hasta nosotros son del siglo 11 d.C. y
posteriores, con inclusión de un material más antiguo.
Existen
Targum de casi todos los libros bíblicos, pero el más importante es el
del Pentateuco. Se conocen tres recensiones: el Targum de Onkelos, el
Targum del Pseudo-Jonatán o de Jerushalmi (Jerusalén) y el Targum
Neofiti, descubierto en Roma en 1956, llamado así por haberse
descubierto en una colección llamada de los « neófitos » .
E. Vallauri
Bibl.:
A. Díez Macho, El Targum. Introducción a las traducciones aramaicas de
la Biblia, CSIC, Madrid 1979: Íd" Ms. Neophizi, 1, Barcelona-Madrid
1968-1979; P Grelot, Los tárgumes. Textos escogidos, Verbo Divino,
Estella 1987; J. Ribera. El targum de Isaías, Inst, San JerónimoNerbo
Divino, Estella 1988; Íd" El targum de Jeremías, Inst, San JerónimoNerbo
Divino, Estella 1991,

+++



Crítica textual
- Quizás no haya ninguna disciplina de la ciencia bíblica tan sujeta a
continuos cambios como la crítica textual, que de hecho representa su
nivel fundamental, sin el cual no es posible hablar de hermenéutica, de
exégesis de los textos, de historia e incluso de teología bíblica.
Además, puesto que no ha llegado hasta nosotros ningún texto original de
los libros contenidos en la sagrada Escritura y - , por otro lado,
debido al número considerable de testimonios para cada uno de los
textos, quizás la crítica textual bíblica sea uno de los análisis
textuales más complejos relativos a la literatura clásica. En efecto,
esta disciplina se propone valorar el grado de consideración del texto
bíblico, tal como ocurre con cualquier otro texto literario que, a su
vez, se convierte en la comunicación concreta de un mensaje. Por tanto,
para introducir el tema, podemos afirmar que la crítica textual no
constituye una disciplina de segundo orden, ni siquiera una disciplina
previa, sino el punto mismo de partida de cualquier estudio bíblico.


Así
pues, puesto que la crítica textual se propone establecer el texto
bíblico más seguro o consistente, procede entre dos polos principales :
el polo «ideal» y el «real». La finalidad ideal o teórica de la crítica
textual consiste en recuperar el texto bíblico original; pero, de hecho,
el texto ha llegado hasta nosotros con numerosas variantes en el
proceso de transcripción. Por eso, el proyecto real consiste en
reconstruir, mediante la confrontación de los testigos, el texto más
cercano a un hipotético original.
Cuando
los autores se proponen trazar una historia de la critica textual
bíblica, empiezan generalmente con Erasmo de Rotterdam (1469-1536). No
hay que desconocer, sin embargo, la importancia de las aportaciones
anteriores que hicieron posible la canonización de esta disciplina. Así,
por ejemplo, la 6jaci6n de la consonantización del texto hebreo, por
obra de los rabinos del siglo 11 d.C., signi6có una notable aportación
para la crítica textual del Antiguo Testamento. El paralelo de esta
aportación es la vocalización del mismo texto hebreo por obra de los
masoretas (siglo IX d.C.). Además, la crítica textual recibió una
notable ayuda, en la época patrística, con la versi6n «hexaplar» de
Orígenes (s. 111 d.C.) y con la recensión de la Vetus Latina hecha por
san Jerónimo, que signi6c6 de hecho el nacimiento de su Vulgata. Sin
embargo, sólo la moderna crítica textual ha determinado un
perfeccionamiento progresivo de la metodología, tanto en lo que se
refiere al Antiguo Testamento, que nos ha llegado en la doble recensión
del texto masorético y de los Setenta, como al Nuevo Testamento griego.
Así pues, L. Cappellus (s. XVII) es considerado como el verdadero
iniciador de la moderna crítica textual del Antiguo Testamento, mientras
que para el Nuevo Testamento la paternidad crítica suele atribuirse a
R. Simon (1638-1i12). Merecen mención especial las aportaciones
sucesivas de K. Lachman (1793-1851), C. von Tischendorf (1815-18i4), B.
F. Westcott (1852-1901), F J A. Hort (1828-1892), H. von Soden
(18521914) y F. Delitzsch (1850-1922). En el s. xx hay que señalar sobre
todo las dos ediciones críticas del texto masorético: la de R. Kittel -
P. Kahle y la de K. Elliger - W. Rudolph. Para los Setenta la edici6n
monográfica de Gotinga es sin duda la más completa; sin embargo, también
la edici6n sintética, para uso didáctico, dirigida por A. Rahlfs, está
bien lograda. Finalmente, para el Nuevo Testamento, quizás actualmente
la edición de E. Nestle y B. Aland resulta la más completa tanto
respecto a la de A. Merk como a la edición que surgió de la colaboración
de K. Aland, M. Black, C. M. Martini, B. M. Metzger y B. M. Wikgren.
Ouizás no sea un error considerar al mismo s. xx como el período de oro
de esta disciplina, sobre todo debido a los descubrimientos procedentes
de la comunidad de Oumrán, del Wadi Murabba´at y de la fortaleza de
Massada.
Desde
el punto de vista metodológico, la crítica textual bíblica se divide en
dos ámbitos fundamentales: la crítica textual externa, conocida también
como «baja», y la crítica textual interna o «alta». Dé hecho, la
primera fase de la crítica textual está representada por la
confrontación de los testimonios que nos han llegado, a fin de
establecer el texto bíblico más probable o «autorizado». Para ello, el
análisis de los diversos códices ocupa el espacio principal de la
crítica textual externa:
durante
esa fase los testimonios se agrupan en familias que a su vez se
disponen según auténticos «árboles genealógicos» El segundo ámbito de la
crítica textual se refiere a la crítica textual interna, es decir, a la
valoración de las lecciones variantes dentro del propio contexto
literario. Más aún, se puede a6rmar que la simple crítica textual
externa no resulta suficiente para la determinación del texto más
probable;
se
necesita la veri6cación de la crítica textual interna. Para ello, en la
historia de esta disciplina, se han codi6cado. a partir de J. J
Griesbach (s. XVIII), Clertas reglas que permiten utilizar con fruto los
resultados que se derivan del cotejo de testimonios:
-
lectio brevior praeferenta es.t. Debe preferirse generalmente la
lección variante que, en el cotejo de los testimonios, se presenta como
la más breve;
-
lectio difficilior praeferenta est : cuanto más difícil es una lección
variante, tanto más probable resulta, va que está más cerca del
original, dados los probables intentos de simplificaci6n para hacer un
texto más claro;
-
lectio principalis praeferenta est: la lecci6n que, en una o varias
familias de c6dices, motive a las demás, debe considerarse la más
fiable, va que es más fácil explicar las otras lecciones a partir de
ésta que al revés;
-
lectio dissimilis praeferenta est: esta regla se refiere a dos o más
pasajes que tratan el mismo suceso; la lección que no concuerda con un
pasaje paralelo debe preferirse a la que corresponde mejor, dada la
tendencia de los copistas a armonizar más de la cuenta.
Estas
reglas de crítica textual no siempre han de utilizarse de forma
mecánica. Esto significa que, aunque la crítica textual se considera
como la disciplina bíblica más objetiva o aséptica, sigue valiendo
también para ella el horizonte literario y teológico en el que se coloca
también ella.
A. Pitta
Bibl.:
AA. VV , La Biblia en su entorno Verbo Divino, Estella 21992, 433-537.
H. Cazelles - P. Grelot. Las reglas de crítica racional, en A. Robert -
A, Feuillet (eds.), Introducción a la Biblia, 1, Herder Barcelona ESPAÑA
1967, 91-178.
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CRÓNICAS 1 y 2
 
En
la Biblia hebrea JZ2 Crónicas formaban un solo libro titulado sepher
libre hayyamim (Libro de los hechos cotidianos, anales). Los Setenta
llevan como título Paraleipómena, en el sentido de «las cosas omitidas»
(en 1 -2 Sm y 1-2 Re), y dividen la obra en Paraleipómenon a, b, una
división que luego adoptó Lutero y otras traducciones, y que ya en 1448
había entrado también en el texto hebreo. San Jerónimo, en el Prologus
Galeatus, de6ne la obra como chronicon totius divinae historiae (crónica
de toda la historia divina), seguido en este punto por la Iglesia
latina.
La
obra forma parte del llamado «grupo cronístico», que además de 162
Crónicas comprende también Esdras y Nehemías. Narra de nuevo la historia
del pueblo elegido partiendo de Adán hasta la restauración posterior al
destierro. La exposici6n de 1 Z2 Crónicas corre paralela a Gn - 112 Re,
con la omisión de casi todos los datos relativos al reino del Norte.
Para David y Salomón y otros reyes del reino del Sur, por el contrario,
el Cronista suprime muchos aspectos negativos. El autor cita numerosas
fuentes que los estudiosos reducen a dos o a una sola. El material
propio está constituido por casi el 50% de la obra.
La
tradici6n eclesiástica considera que las Crónicas es un duplicado casi
inútil de los libros históricos precedentes. Tanto los Padres como los
escritores eclesiásticos dedican escasa atención a esta obra (el primer
comentario completo se remonta a Rábano Mauro, s. IX); lo mismo pasa con
la liturgia. Al contrario, en la actualidad, lZ2 Crónicas es una obra
muy apreciada como testimonio precioso de la exégesis bíblica realizada
va dentro de la propia Biblia y entendida como relectura y reapropiación
del pasado en función del presente. La historia del Cronista es el
ejemplo veterotestamentario más notable de redacción como
interpretación, así como de elaboración narrativa de un texto que se
considera como autoritativo (haggadá), y esto según una tendencia ya
clara en la fuente principal del cronista, la obra histórica
deuteronomista ( Deuteromista). La reacción principal de los libros
suele hacerse remontar al 350-300 a.C. (Rudolph, 400; Galling, Kittel y
otros, 300) y su forma de6nitiva tiene que colocarse probablemente en
torno al 200 a.C. En tiempos y . a bastante posteriores al destierro,
1srael, compuesto casi exclusivamente por la tribu de Judá y por los
restos de Benjamín, vive su fe en torno a la Jerusalén reconstruida y el
templo. El único punto de convergencia es la estirpe y la fe; es
inevitable una tendencia centrípeta y esotérica; para poder vivir, el
pueblo necesita anclarse en su patrimonio nacional. Así va tomando
cuerpo la redacción de las tradiciones históricas. Después del
Pentateuco (que recoge a J E, P y .. D) y de la obra histórica
deuteronomista´(que reúne a Jos, Jue, 112 Sm, 112 Re), lZ2 Crónicas y
Esdras-Nehemías son la última gran colección de tradiciones históricas
del judaísmo. También el Cronista revive el pasado a partir de Adán,
reescribe la «historia sagrada» teniendo ante los ojos el ideal de un
pueblo santo, que vive en una comunidad regulada por la ley divina y
está apegado a unas normas cultuales, con la primacía absoluta de la
religión, del culto y del rito, soñando casi con ser una comunidad
monástica.
Esta
nueva redacción de la historia se inspira en criterios interpretativos y
en mecanismos de simplificación asombrosos, con un uso a veces
caprichoso de los datos históricos, de los documentos de archivo y de
las genealogías para legitimar situaciones e instituciones actuales. A
diferencia de la corriente sacerdotal, el modelo de comunidad del
cronista no es el pueblo del desierto, con Moisés, sino la comunidad de
David, verdadera utopía realizada del Israel arquetípico y forma
ejemplar de las futuras configuraciones de la comunidad elegida. De aquÍ
la idealización de los tiempos davídico-salomónicos en clave
litúrgico-ritualista: Israel constrefiido en torno al templo, al culto y
al sacerdocio de Sadoc. La sociedad refleja a su vez la asamblea
litÚrgica; dominan en él las clases sacerdotales, especialmente los
levitas. Se hace remontar a David la institución de estas clases, viendo
en el gran rey al fundador de las instituciones salvíficas de la
comunidad veterotestamentaria, promotor del Israel jerárquico con sus
clases, alineado en torno al templo, como una pirámide que tiene su
vértice en el mismo David como lugarteniente de Yahveh, del que van
bajando por orden de categoría el ejército real, el ejército para la
guerra y el ejército para el culto, con unos rasgos muy claros que
anticipan a la comunidad esénica (cf Regla de la comunidad, Regla de la
guerra). El Cronista muestra una gran simpatía e interés por los
levitas. La lengua de 172 Crónicas sigue siendo el hebreo, que hacía ya
tiempo había sido sustituido entre el pueblo por el arameo, como lengua
franca. La obra actual tiene un esquema de base lineal. Tras un prólogo
genealógico amplísimo ( 1 Cr 1 -9) viene una primera parte sobre David,
como fundador del templo y de las instituciones litúrgicas de Jerusalén (
1 Cr lO29). Se dedica también una gran atención al reino de Salomón,
realizador del proyecto davídico (2 Cr 1 -9); finalmente se habla de los
sucesores de David sobre el trono de Salomón, excluyendo
sistemáticamente al reino del Norte (2 Cr 10-36).
Y Gatti
Bibl.:
L, Alonso Schokel, Crónicas, Esdras, Nehemías, Cristiandad, Madrid
1976; J J Castelot, Los libros de las Crónicas, Mensajero/Sal Terrae,
Bilbao/Santander 1969: G Ravasi, Crórticas (libros de las}, en NDTB,
3i2-3i8.

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“Muchos
escuchan más a gusto a los que dan testimonio, que a los que enseñan, y
si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio.” [
Pablo VI]

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«Aquí
está la mayor paradoja del hombre. La felicidad no se alcanza en el
afán de hacer lo que uno quiere, sino al contrario, olvidándose de ello,
para darse a los demás. Tomás de Aquino reconduce las virtudes
cardinales al amor del fin último y éste al amor de Dios, y lo hace de
modo sorprendente y también paradójico. El hombre, dice el santo de
Aquino, por su misma naturaleza, está ordenado a amar a Dios más que a
sí mismo. De manera que cuando se ama a sí mismo sobre todas las cosas,
sucede que fracasa en la realización de su ser, no se ama adecuadamente a
sí mismo.»

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al
caer la tarde la Iglesia se recoge en oración para alabar a Dios y
meditar las Sagradas Escrituras, bajo el Magisterio petrino, indicado
por Cristo.

“La
Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del
Espíritu Santo; es decir, crece la comprensión de las palabras e
instituciones transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian
repasándolas en su corazón (cf. Lc 2,19-51), y cuando comprenden
internamente los misterios que viven, cuando las proclaman los obispos,
sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad. La Iglesia camina
a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se
cumplan en ella plenamente las palabras de Dios” (Dei Verbum 8).
Estas palabras preparan la afirmación del número siguiente. “...Por eso
la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo
revelado. Y así se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de
devoción” (ibid. 9). Concilio Vaticano II

+++

"El
cristianismo no teme a la cultura sino a la media cultura. Teme la
superficialidad, los eslóganes, las críticas de oídas; pero quien puede
hacer la ´crítica de la cultura´ puede volverlo a descubrir o seguir
siendo fiel" JEAN GUITTON –filósofo fr. 1998.

+++

Parecen,
éstas, palabras «inocentes» - «María es mucho más bienaventurada porque
ha creído en Cristo que por haberlo engendrado físicamente»- y, sin
embargo, llevan dentro un carga inmensa de fe, de razón, de vida y de
siglos, que bien podría causar un encendimiento de amor en un corazón
abierto. Juan Pablo II, Vat. 2003-12-08

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“No podemos callar lo que hemos visto y oído” (He 4, 20)

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‘Donde no hay Dios, despunta el infierno, y el infierno persiste sencillamente a través de la ausencia de Dios’. Cardenal  Ratzinger.

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“Nunca se puede matar a una persona para que otra pueda vivir mejor”.
Crear vida para después matarla es una “aberración”

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El Señor no es indiferente, como un emperador impasible y aislado, a las vicisitudes humanas”. 
“Es
más, su mirada es fuente de acción, porque interviene y derriba los
imperios arrogantes y opresivos, abate a los orgullosos que le desafían,
juzga a los que perpetran el mal”.
Dios
se hace presente en la historia, poniéndose de la parte de los justos y
de las víctimas. S. S. JUAN PABLO II – Magno - 2003-12-10

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La
gran pasión de nuestro tiempo es la utilidad. Todo vale si es útil. He
ahí la máxima moral dominante. La utilidad ha situado su trono en medio
de la cultura europea y la ha empapado de afán codicioso. 2003.

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toda la Creación, como indica el Génesis, es Obra buena de Dios

¡Gloria al Jesucristo, base y fundamento de su Iglesia!
¡Buenaventura eres Tú, Oh María, Madre del Salvador!

“Desde
ahora me llamarán dichosa todas las generaciones” Biblia. Evangelio
según San Lucas Cap.1º vs. 48. La Iglesia, hace XXI siglos fundada por
Tu Hijo, te alaba, ¡Oh Madre plena de dicha y felicidad!

 
Gracias por venir a visitarnos
GRACIAS, JUAN PABLO II MAGNO + 2005.IV.02

LA IGLESIA DE CRISTO TE DICE: “NO TENEMOS MIEDO”

Tomas de Celano (1190ca. + 1260) - Biografía de San Francisco y Santa Clara, §25-28 
Dejarlo todo para seguirle  -      
Pasados 40 años, Clara, según la comparación empleada por san Pablo
(1Co 9,24) ha corrido la carrera en el estadio de la suma pobreza.
Clara, cercana ya a la meta de su vocación celestial y de la recompensa
prometida al vencedor... la divina providencia se apresura en llevar a
cabo aquello que le tenía destinado: Cristo se dispone a introducir en
su palacio real a la «pobre» por excelencia al final de su peregrinaje.
En cuanto a ella, deseaba con todas sus fuerzas...... contemplar,
reinando en su gloria, al Cristo que había imitado en la tierra en su
pobreza.
    
Todas sus hijas estaban reunidas alrededor de la  cama de la madre.....
Clara dirigiéndose a sí misma, dice a su alma:<< Ve segura,
porque llevas buena escolta para el viaje. Ve, porque aquel que te creó,
también te santificó; y, guardándote siempre, como una madre a su hijo,
te ha amado con amor tierno. Tú, Señor -prosigue-, seas bendito porque
me creaste>> Preguntándole una de las hermanas que a quién
hablaba, Clara respondió: «Hablo a mi alma bendita». No estaba ya lejano
su glorioso tránsito, pues, dirigiéndose luego a una de sus hijas, le
dice: « ¿Ves tú, ¡oh hija!, al Rey de la gloria a quien estoy
viendo?»...
    
Bendito sea este éxodo del valle de la miseria que para ella fue la
entrada en la vida bienaventurada. Ahora, a cambio de sus austerísimos
ayunos, se alegra en la mesa de los ciudadanos del cielo; y desde ahora,
a cambio de la vileza de las cenizas, es bienaventurada en el reino
celeste, condecorada con la estola de la eterna gloria. +
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'JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO,
FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y SEPULTADO'

Evangelio según San Lucas, Cap.3, vers.1º: El año decimoquinto
del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la
Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de
Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene…



Crucifixión de San Pedro: fue crucificado al revés cabeza abajo
- Pergamino con San Pedro en cruz invertida, de Maguncia- Alemania;
entre el 900 y el 1000ca. - Museo Diocesano de la Catedral Maguncia
(Mainz) Alemania - Pedro en su cruz, invertida. ¿Qué significa todo
esto? Es lo que Jesús había predicho a este Apóstol suyo: "Cuando seas
viejo, otro te llevará a donde tú no quieras"; y el Señor había añadido:
"Sígueme" (Jn 21, 18-19). Precisamente ahora se realiza el culmen del
seguimiento: el discípulo no es más que el Maestro, y ahora experimenta
toda la amargura de la cruz, de las consecuencias del pecado que separa
de Dios, toda la absurdidad de la violencia y de la mentira. No se puede
huir del radicalismo del interrogante planteado por la cruz: la cruz de
Cristo, Cabeza de la Iglesia, y la cruz de Pedro, su Vicario en la
tierra. Dos actos de un único drama: el drama del misterio pascual: cruz
y resurrección, muerte y vida, pecado y gracia.


La maternidad divina de María – Catecismo de la Iglesia

495 Llamada en los Evangelios 'la Madre de Jesús'(Jn 2, 1; 19, 25; cf.
Mt 13, 55, etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como
'la madre de mi Señor' desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1,
43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del
Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne,
no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la
Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente
Madre de Dios [Theotokos] (cf. Concilio de Éfeso, año 649: DS, 251).

La virginidad de María

496 Desde las primeras formulaciones de la fe (cf. DS 10-64), la Iglesia
ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María
únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto
corporal de este suceso: Jesús fue concebido absque semine ex Spiritu
Sancto (Concilio de Letrán, año 649; DS, 503), esto es, sin semilla de
varón, por obra del Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción
virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha
venido en una humanidad como la nuestra:

Así, san Ignacio de Antioquía (comienzos del siglo II): «Estáis
firmemente convencidos acerca de que nuestro Señor es verdaderamente de
la raza de David según la carne (cf. Rm 1, 3), Hijo de Dios según la
voluntad y el poder de Dios (cf. Jn 1, 13), nacido verdaderamente de una
virgen [...] Fue verdaderamente clavado por nosotros en su carne bajo
Poncio Pilato [...] padeció verdaderamente, como también resucitó
verdaderamente» (Epistula ad Smyrnaeos, 1-2).


El acontecimiento histórico y transcendente – Catecismo de la Iglesia

639 El misterio de la resurrección de Cristo es un
acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas
como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya san Pablo, hacia el año 56,
puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar,
lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según
las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según
las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1 Co 15, 3-4). El apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18).

El sepulcro vacío
640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc
24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer
elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba
directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría
explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13; Mt 28, 11-15). A
pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo
esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para
el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer
lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3. 22- 23), después de Pedro (cf. Lc 24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn
20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra
humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como
había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11, 44).




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