Hay cosas de la Iglesia que causan una sonrisa cuando se las lee por
primera vez. Esta puede ser una de ellas. Por lo menos… a mí me provocó
más de una sonrisa. Más allá de esto, es interesante recordar que hay una legislación en la Arquidiócesis de Paraná que prohíbe lo que dice el título: usar luz eléctrica sobre el altar. Así lo legisla el Primer Sínodo Paranaense. Y fue confirmado por el segundo. No se si fue modificado alguna vez.


altar


Ubicarnos históricamente

Creo que es importante tratar de ubicarnos en la época de redacción
del texto para comprenderlo. Porque para nosotros el uso de la
electricidad no es el mismo que hace 100 años.


En este verano estuve tres días sin luz, a causa de una fuerte
tormenta que azotó a la ciudad de Paraná. Entonces me di cuenta que
nuestra vida diaria gira alrededor de este adminículo de manera
impresionante. Todo lo que se hace en una casa… se hace gracias a la
energía eléctrica. Hoy es parte imprescindible de nuestras vidas.


Pero no fue siempre así. Si bien uno puede rastrear el uso de lo eléctrico (documentado) desde el siglo XVII,
es recién avanzado el siglo XIX que comienza a llegar a la vida de los
ciudadanos comunes y corrientes. Todavía no de todos, pero cada vez se
va extendiendo más y más. Es desde mediados del siglo XX que se expande.
En otras palabras, si hablamos con nuestros ancianos nos contarán
historias de noches a la luz de la vela, las horas que tenían
electricidad durante la jornada… y cosas así.


Este es el contexto del tema que vamos a tratar. El de un invento que
va avanzando progresivamente: la lamparilla eléctrica. Pero que, a
pesar de que avanza, no es el común denominador del mundo… solamente es
algo del “primer mundo” y de los que allí pueden acceder a su uso.


La pregunta litúrgica

Ubicados en el contexto, se interrogan los católicos si se puede usar este nuevo invento en el corazón mismo de su culto central: la Santa Misa.
Hay dos cuestiones. Una, la práctica: iluminar el templo para realizar
allí el culto. La segunda: suponiendo que se pueda hacer… ¿todo el
templo o hay partes que hay que evitar usar la lamparilla eléctrica?


Tengamos en cuenta que la pregunta tiene que ver con lo que es la
liturgia. Esta no es el encuentro de algunas personas como mera
concentración social. La liturgia es para alabar a Dios.
El culto al Dios Vivo es lo que hace que las personas se reúnan en el
Templo. Por eso la mirada tiene que estar puesta no en la comodidad
humana sino en las cosas que ayuden a elevar los corazones al Señor.
Todo el resto… es comentario.


El Primer Sínodo Paranaense

Este tema es tratado expresamente en el aula sinodal. Su legislación
entra en el Título II que trata “Del culto divino”. Le dedica todo un
capítulo. Veamos que dice (las letras inclinadas es para decir cuál es
el texto del Sínodo, las negrillas son mías y es para resaltarles el
contenido que me parece importante).


Capítulo VII
De la luz eléctrica en los templos
189.- De acuerdo con las disposiciones de la Sagrada Congregación de Ritos se prohíbe el uso de la luz eléctrica para el culto, pudiendo solo usarse ad expellendas tenebras et Ecclesias splendidius iluminandas (S. C. S. S. R. R. 4 de Junio de 1895).
190.- No pueden colocarse luces eléctricas sobre la Mesa del altar ni sobre las gradas del mismo (S. C. S. S. R. R. 16 de Mayo de 1902).
191.- Prohíbese asimismo la colocación de lamparillas eléctricas dentro o sobre el Sagrario y dentro o alrededor del trono (S. S. S. S. R. R. 28 de Julio de 1911).
192.- Fuera del altar y siempre que no se trate de luces prescritas ad cultum se permite el uso de la luz eléctrica. (S. C. S. S. R. R. 24 de Junio de 1914).
193.- Nunca se permitirá la
colocación de la luz eléctrica en forma que ofrezca un aspecto teatral
(S. C. S. S. R. R. 4 de Junio de 1895); las luces de colores quedan
prohibidas en absoluto. (S. C. S. S. R. R. 24 de Junio de 1914).
194.- Permítense las luces eléctricas ante las imágenes de los Santos que estén fuera del altar, y de sus gradas.
195.- Permítense asimismo las arañas con luces eléctricas pendientes de las cornisas o bóvedas del templo como también los candelabros con dichas luces a los lados del Altar.
196.- No se harán instalaciones
eléctricas en los altares sin previa aprobación del Ordinario, al
solicitar la cual se presentará un diseño del proyecto.
El segundo Sínodo repite prácticamente lo mismo. Con dos salvedades.
La primera es que cita mal la fecha del N° 192: en vez de 1914 pone
1924.


Lo segundo es que omite completamente el número 194. No sabemos si es
por un error de tipeo o porque se hizo un retroceso legislativo para
pasar de algo permitido a algo prohibido. Particularmente me inclino a
que se olvidaron del párrafo, porque si se hubiese querido prohibir… se
lo hubiera dicho para no causar confusiones.


Del contenido de la legislación podemos ver que se prohíbe el uso de la electricidad para el culto en sí pero se permite cuando se trata de ambientar un lugar. ¿Qué significa esto?


Lo prohibido es el reemplazar por lamparillas eléctricas el uso de
las velas sobre el altar o en el sagrario (que son los dos lugares que
hoy se iluminan de manera especial).


Sobre el altar, porque estas velas tienen un sentido litúrgico y no
decorativo o práctico. De hecho lo que se dice al respecto es una
costumbre que sigue hoy practicándose. Tenemos luces eléctricas en el
techo o al costado del mismo. Más no sobre la mesa. ¿Por qué? Lo explico
en el siguiente título de manera detallada.


Es interesante destacar que el número 194 (omitido por el Segundo
Sínodo Parananense) permite luces eléctricas ante las imágenes de los
Santos con una condición: que estén fuera del altar y de sus gradas. Lo
cual nos vuelve a presentar el mismo criterio: lo que se hace en este
aspecto no tiene que ver con una cuestión práctica sino con algo relacionado con el “simbolismo” mismo del culto.


Lo que ha cambiado en nuestros días es lo prohibido en el número 191:
la colocación de lamparillas eléctricas dentro o sobre el Sagrario. El
Ordenamiento General del Misal Romano establece que se debe colocar una
luz en base a cera o aceite. Pero parece que entreguerras la Santa Sede
permitió que se usara, de manera excepcional, la lamparilla eléctrica… y
la excepción continuó hasta nuestros días de manera práctica.


vela


El sentido de la llama natural

Demos un paso más. El de lo práctico a lo místico… porque de eso se
trata la liturgia… la legislación sobre la liturgia. Y para eso los
invito a hacernos esta pregunta: ¿qué sentido tiene el fuego? ¿expresa
lo que somos frente a la Divinidad?


Hay un libro muy interesante de Romano Guardini. Se llama “Los signos
Sagrados”. Es muy sencillo de leer y corto. Vale la pena. Si les
interesa está en línea en este sitio web.


Les quiero compartir lo que dice sobre la llama ya que nos ayuda a
vivir desde lo pequeño y concreto la intimidad con el Señor. Este es el
texto.


Es una tarde de otoño, ya bien entrada la noche, en el campo. Por
todas partes reina el frío y la oscuridad. Ante esos espacios muertos
el alma se siente abandonada, instintivamente busca a su alrededor algo
que le sirva de apoyo en su soledad; pero nada… Los árboles sin hojas,
las colinas frías, la llanura vacía; por todas partes la muerte. En este
desierto ella es el único viviente. Pero he aquí que a la vuelta del
camino brilla una luz… es como una respuesta a su llamado, es un ser
viviente.



A veces al atardecer uno está sentado en su cuarto sombrío. Las
paredes son grises, sin vida; los muebles están mudos. Resuena entonces
un paso amigo; una mano remueve hábilmente el hogar que chisporrotea e
inmediatamente se eleva una llama, por la pequeña puerta penetra hacia
el interior de la pieza una claridad sombreada y se desparrama por todas
partes un calor suave. ¡Cómo se ha transformado todo! Pues todas las
cosas se han animado, algo así como un rostro apagado que súbitamente
volviese a la vida.



Sí, el fuego tiene parentesco con los seres vivientes. Es uno de
los símbolos más puros de nuestra alma. Cálido, brillante, siempre en
movimiento, en un esfuerzo tenaz por elevarse, es la imagen de todo lo
que en nosotros tiene vida.



Cuando vemos a la llama tender sin descanso hacia lo alto, como
una vibrante lengua de fuego, sensible al menor golpe de aire, sin que
por ello pueda el viento destronarla de su altura, cuando la
contemplamos radiante de luz y difundiendo en torno suyo oleadas de
calor, ¿no sentimos acaso la profunda afinidad que existe entre ella y
este ser que nos anima, que también arde sin cesar, que también es luz y
se lanza hacia arriba, a pesar de que, tantas veces se siente doblegado
por las fuerzas inferiores que por todas partes la cercan?



Y cuando vemos cómo la llama penetra, anima y transfigura todos
los objetos que la rodean; como al encenderla, se transforma
inmediatamente en el punto céntrico vital de todo, cómo proyecta sobre
las cosas sus juegos prodigiosos de luces y sombras, ¿no es toda esa
belleza una imagen de la Luz misteriosa que arde en nosotros, y que ha
sido encendida en este mundo para penetrarlo todo con su claridad y
devolver a todas las cosas el sentido de su origen primero y de su
último fin, para recordar a todos los seres su Patria?



Sí. Así es. Esa llama arde como imagen de lo “interior”: de todo
lo que es anhelo, de lo que ilumina, de la fuerza. Es la imagen del
espíritu. ¿No es verdad que cuando de improviso se nos presenta la
llama, frente a ese misterio de su resplandor y a esas como
palpitaciones con que se estremece, tenemos la sensación de que nos
habla un ser viviente? Cuando sentimos necesidad de expresar nuestra
propia vida, de hacer hablar nuestra vida, encendemos espontáneamente
una llama.



Todo ello nos hace comprender la necesidad de que ella arda sin
cesar, allí en el sitio que no deberíamos abandonar jamás: en el altar.
Allí deberíamos estar de pie, adorando, atentos, concentrando todo lo
que hay en nosotros de viviente, de luminoso y de fuerte en el
pensamiento de la misteriosa y santa vecindad.



Dios volcándose en nosotros, nosotros vueltos hacia El. Este es
el ideal. Lo reconocemos cuando, como imagen y expresión de nuestra
vida, encendemos allí la llama.



La llama en la lámpara del Santísimo -¿has pensado en ello alguna
vez?- eso eres tú mismo. Representa tu alma. Mejor dicho, debe
representarla. Por sí misma, esta luz material, nada le dice a Dios. A
ti toca darle un lenguaje y hacer de ella la expresión de tu vida
entregada por completo a Dios. Allí, en el lugar de la santa y
misteriosa vecindad divina, debe alzarse tu tabernáculo, donde tu alma
arda, donde sea toda vida, toda llama, toda luz -para El. Debe hallarse
allí tan en su propia casa que realmente esa lámpara silenciosa sea la
fiel expresión de sus sentimientos íntimos.



Ideal difícil de realizar sin duda. Pero bien vale un esfuerzo. Y
cuando te hayas acercado a Él, y gustado de su intimidad, puedes
tranquilamente -pasados esos momentos de luminoso sosiego- conversar
otra vez con los hombres. La llama permanecerá allí -en lugar tuyo- en
el lugar santo de la intimidad divina y entonces podrás decirle a Dios:
“No te abandonaré jamás.”






Este es el sentido de las normas litúrgicas: hacernos vivir un
encuentro con el Señor. Si nos quedamos en los formalismos… ¡no
entendimos nada!!! Desde esto se puede comprender porque no a la luz
eléctrica sobre el altar pero si está permitida en el resto del Templo.


Y vos… ¿qué opinás de todo esto?


Padre Fabián CastroTeológicascostumbres,Espiritualidad,liturgia,sacramento
Hay
cosas de la Iglesia que causan una sonrisa cuando se las lee por
primera vez. Esta puede ser una de ellas. Por lo menos… a mí me provocó
más de una sonrisa. Más allá de esto, es interesante recordar que hay
una legislación en la Arquidiócesis de Paraná...