sábado, 25 de marzo de 2017

Un Corazón para Dios: MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ

Un Corazón para Dios: MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ










































martes, 5 de junio de 2012






MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ


1. Ya Pablo ha sido elegido por Jesús resucitado,
-¡qué adquisición!-, y viaja con Bernabé a la patria de
éste, Chipre. Desde allí, llegan a Antioquía de Pisidia, en
Anatolia, lo que hoy es Turquía asiática. Pablo y Bernabé
van el sábado a la sinagoga. Después de la lectura,
los jefes les invitaron a hablar. Tomó Pablo la palabra,
e hizo una rápida síntesis de la historia de la
salvación. Los judíos les invitan a que vuelvan a hablar
el próximo sábado: "Permaneced fieles, les despiden, a la gracia
de Dios". Lleno impresionante el siguiente sábado: "Casi toda la
ciudad se congregó para oír la palabra de Dios" Hechos
13,14. Los Apóstoles rebosan de alegría. Los judíos se recomen
de envidia. Contradicen su predicación y les insultan. Así acontecía
el rechazo general de los judíos al Evangelio. Pablo decide:
"A vosotros había que anunciar antes que a nadie la
palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y no
os juzgáis dignos de la vida eterna, nos vamos a
los gentiles".


2. El rechazo del evangelio en la
sinagoga, se extiende a la ciudad, incitado por los judíos
que sublevaron a las mujeres distinguidas y devotas, y promovieron
un motín contra Pablo y Bernabé. "Ya comienza a alborotarse
el demonio, algo le trae", decía Teresa de Jesús. Pero
esta oposición es providencial. Dios escribe con renglones torcidos, que
no son torcidos. De hecho la palabra del evangelio comienza
a abrirse paso entre los paganos. Es su destino. La
universalidad. "Dios quiere que todos los hombres se salven" (1
Tim 2,4). No escucharon porque no eran ovejas de Jesús.


3. Lo mismo había ocurrido con Jesús. Los judíos
que no aceptaban su palabra, murmuraban, como el antiguo pueblo
de Israel. Murmurar es no querer creer. Con la murmuración,
con el rechazo a la palabra, se impide el movimiento
de atracción del Padre hacia Jesús, su revelador. Mientras Jesús
atrae exteriormente con sus palabras y signos, el Padre atrae
actuando en el interior por la gracia de su Espíritu.
Las tres lecturas de hoy nos hablan del gran don
de la Pascua: la vida eterna, vida que ya poseemos
ahora y que esperamos conseguir plenamente en el cielo. Decía
Santa Teresita: “No sé qué poseeré más en el cielo.
Todo lo tengo ya aquí”. Le falta la plenitud en
la visión y en el gozo del amor. Por eso
al morir dice: “Yo no muero. Entro en la Vida”.
Proclamemos que la vocación del cristiano es la vida eterna,
vocación que no sólo no excluye, sino que implica con
mayor ahínco y tenacidad nuestra lucha en la tierra para
construir un mundo mejor donde reine la justicia, la paz,
el amor, como frutos de santidad.

4. Los convertidos
de Antioquía de Pisidia aceptaron llenos de alegría la palabra
de Dios que los llamaba a “la vida eterna”, conquistada
y prometida por el buen Pastor: “Yo doy a mis
ovejas la vida eterna”. El Apocalipsis nos dice poéticamente la
realidad de esta vida eterna, la bienaventuranza final. San Juan
nos presenta su visión de una muchedumbre inmensa, marcados en
la frente con “el sello del Dios vivo” significando que
están bajo su protección. El número de los marcados es
de 144.000, o sea, 12.000 por cada una de las
12 tribus del nuevo Israel. No es un número cerrado,
como pretenden algunas sectas, sino un número convencional de la
totalidad del pueblo de Dios, según el simbolismo de las
cifras, constante en el Apocalipsis.

5. Después, el águila
de Patmos nos traslada al cielo y nos muestra la
muchedumbre de señalados llegados ya a la meta después de
haber combatido victoriosamente en la tierra. Y describe su felicidad
con el único lenguaje posible e inteligible, el de las
imágenes alegóricas. Enumera los signos de la bienaventuranza de “los
que vienen de la gran tribulación”. Es el contraste entre
las penalidades de esta vida y la felicidad de la
otra. Los salvados visten “túnicas blancas”, símbolo de pureza, limpieza
y santidad. Esta preferencia por el color blanco se explica
por el carácter litúrgico del libro, pues la túnica blanca
o “alba” era de uso común en la liturgia hebrea
y cristiana. Llevan “palmas en sus manos”, emblema de triunfo,
de victoria y de alegría, típico en la fiesta judía
de las Tiendas o Tabernáculos. Están “ante el trono de
Dios”. La visión de Dios es el elemento esencial de
la bienaventuranza, el objetivo supremo de la esperanza cristiana. “Le
dan culto en su santuario”. En el santuario del templo
de Jerusalén únicamente podían entrar los sacerdotes. En el cielo,
todos los salvados están dentro del santuario porque son un
pueblo sacerdotal (Ap 5,10). “Y Dios acampará entre ellos y
desplegará su tienda sobre ellos”, como el jeque beduino que
acoge bajo la sombra de su tienda al peregrino que
cruza el ardiente desierto. ¡Seremos Huéspedes de Dios bajo su
tienda en comunión de vida y de amor, espirando al
Espíritu Santo, en las mismas acciones de la Vida Trinitaria!
Allí estará inmortalmente reunida la familia de los hijos de
Dios en la casa del Padre celebrando permanentemente las bodas
de amor de su Hijo con su esposa la Iglesia:
“¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!” (Ap
19,9). El amor es festivo. Allí ya no existirán aquellos
sufrimientos que atormentaron al pueblo de Dios en su travesía
por el desierto, pues, “ya no pasarán hambre ni sed,
ni les hará daño el sol ni el bochorno”. Es
un amor sin divorcio, sin malos tratos, sin temor a
perderlo. «Yo no te fallaré nunca. Aunque una madre se
olvidara del hijo de sus entrañas, yo te llevo en
mis palmas». (ls. 49, 15). Jesucristo, el Buen Pastor:
“El Cordero que está delante del trono los apacentará”. Cordero
convertido en Pastor.

Con esta misma imagen expresa Jesús en
el evangelio su solicitud amorosa por los suyos: “Como pastor
pastorea su rebaño: recoge en sus brazos los corderitos, los
lleva en su regazo, cuida las madres” (Is 40,11). Busca
la oveja perdida y la carga sobre sus hombros y
se compadece del pueblo, pequeño rebaño, a quien ve como
ovejas sin pastor. “Yo soy el buen Pastor. Yo conozco
mis ovejas y les doy la vida eterna”. En Europa
apacientan los toros y las vacas para comer su carne.
En Israel pastorean las ovejas para aprovechar su leche y
su lana, y por eso permanecen mucho tiempo con el
pastor, que les toma cariño, conoce su carácter y hasta
las llama por el nombre que el mismo pastor les
ha impuesto. El Buen Pastor sabe quién somos cada uno,
nuestro carácter y temperamento, nuestra vida y nuestros trabajos, defectos
y también nuestras cualidades positivas. Nos tiene en cuenta. Previene,
envía a nuestros ángeles con conocimiento de nuestra situación habitual
y de cada ocasión. Y el buen Pastor los conduce
hacia “fuentes de agua viva”. Y “Dios enjugará las lágrimas
de sus ojos que las tribulaciones les hicieron derramar”.

6.
Somos un pueblo peregrino en marcha hacia la meta final,
donde la fe se convertirá en visión, la esperanza en
posesión, el dolor en gozo, el destierro en patria. Pero
bajo la tienda de Dios “no pasarán hambre ni sed”
los que en este mundo hayan apagado el hambre y
la sed de sus hermanos; y “Dios enjugará las lágrimas”
de los que en este mundo hayan enjugado las lágrimas
de sus hermanos con la práctica de las obras de
misericordia: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del
Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y
me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba
desnudo, y me vestisteis; estaba enfermo, y me visitasteis... En
verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis... E
irán los justos a la vida eterna”.

7. Nos narra
San Juan que los judíos estaban inquietos por el origen
de Jesús y se lo manifiestan: - "Si eres el
Cristo, dínoslo claramente de una vez". - "Os lo he
dicho con toda claridad y no me habéis creído". Tenéis
ante vuestros ojos mis credenciales, mis obras. Pero no me
creéis porque no sois de las ovejas de mi rebaño,
pues "Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y
ellas me siguen" Juan 10, 27. Los que escuchan su
voz están abiertos al proyecto de Dios y lo miran
con simplicidad, sin condicionarlo ni prejuzgarlo. Para comprender a alguien
es necesario sintonizar con él, poseer una mínima afinidad con
él, simpatizar con su persona y escucharle atentamente para poder
comprender lo que nos dice o intenta transmitirnos. Poco a
poco, contando con el factor tiempo, el que así escucha,
acaba no sólo por entenderle, sino por identificarse con él.


8. Ocurre en Palestina donde hay muchos y distintos rebaños.
Cuando llega el pastor por la mañana al redil, donde
la noche anterior diferentes pastores han encerrado sus propios rebaños,
comienza a llamar a las ovejas, y cada una reconoce
la voz de su pastor. ¿Es fácil reconocer la voz
del pastor? Para las ovejas sí lo es. El timbre
de una voz queda grabado en el oído de las
ovejas a fuerza de tanto oírlo y de sentir una
querencia por él. Nosotros tenemos a nuestro alcance la posibilidad
de oír cuantas veces queramos la voz del Pastor.

9.
"Las ovejas oyen y conocen su voz". Escuchan la palabra
de Dios, que levanta el alma caída, desinfla la hinchada,
corta lo superfluo, suple lo defectuoso y sana las almas.
Porque es espada de dos filos (Hb 4,2), que corta
lo que estorba y lo que impide el crecimiento. No
nos cansemos de oír su palabra. Cuando leemos la Escritura
es la voz de Jesús la que nos habla, es
su misma palabra la que escuchamos. Por eso quien desconoce
la Escritura desconoce a Cristo (ambos Testamentos) dice San Jerónimo.
Pero hay que conocerla genuinamente, e integralmente, no leerla ni
funtamentalísticamente, ni selectivamente y a retazos, discriminando y eliminando los
más exigentes, teniendo en cuenta el género literario y la
cultura en que se escribió. Para captar el mensaje de
la Escritura, es necesario oír su explanación o exégesis. Y,
sobre todo, orar la Escritura: "El Espíritu os enseñará toda
la verdad" (Jn 16,13). Un paso más será conocer a
los Santos Padres, que gozaron de un carisma especial para
su interpretación: "Dios les dio una sabia perspicuidad para penetrar
en el valor de la palabra revelada" (Card. Herrera). Y
conocer a los místicos, a los nuestros sobre todo: San
Juan de la Cruz y Santa Teresa. Y escuchar el
Magisterio de la Iglesia. En el Sínodo del Concilio, afirmaron
los Padres sinodales: "La Iglesia se prepara para el año
2000 celebrando los Santos Misterios de Cristo bajo la Palabra
de Dios para la salvación del mundo".

10. Las
hagiografías de los grandes cristianos que vivieron con heroísmo la
Palabra, son un espléndido manjar y sustancioso, que no podemos
despreciar: La Iglesia ha puesto en el candelero a Santa
Teresita del Niño Jesús, Nueva Doctora de La Iglesia, luz
para la modernidad. Y a otros muchos, innumerables.

11. Pero
hay que oír su voz también en los acontecimientos y
en las vicisitudes por las que estamos pasando, o por
las que hemos de vivir. También le hemos de escuchar
en lo que nos dice un hermano o la comunidad,
o en el consejo que cualquiera pueda darnos. No nos
creamos portadores seguros y únicos de la verdad, que nos
estrellaremos y sembraremos de sal el campo de la Iglesia,
queriendo acaparar, y apagaremos el Espíritu.

12. "Yo las conozco".
El nos conoce a fondo, tal como somos y sin
las caretas que nos ponemos para vivir en sociedad. "Y
ellas me siguen". No se trata pues de tener un
conocimiento conceptual y teórico de Jesús, sino de seguirle vitalmente,
caminando con él, rastreando sus huellas: "El que quiera venir
en pos de mí, tome su cruz cada día, y
que me siga" (Mt 10,38). Los oyentes de Jesús, todos
oían, pero no todos escuchaban, ni menos, no todos practicaban.
Por eso dijo: "No todo el que dice: "Señor, Señor,
entrará en el Reino de los cielos; sino el que
cumple la voluntad de mi Padre" (Mt 7,21).

13.
"Y yo le doy la vida eterna". Quiere que vivamos
para siempre con él. Cuando dos se aman sienten horror
de tener que separarse algún día. Cuentan los días y
los minutos. Alejandro Casona en “Corona de amor y muerte»
dice en el acto 3.° «Diez años. Pero ¿sabes, lo
que son diez años felices de mujer? No, pobre Pedro,
ni lo sospechas siquiera. Son tres mil días de angustia
entre todos los miedos posibles: el de perder la juventud
y la belleza, el de no en¬contrarte una mañana al
despertar, el de sólo pen¬sar que dejaras de quererme. Y,
a veces, el más terrible y estúpido de todos: el
miedo de que algún día, sin saber cómo, pudiera dejar
de quererte yo». (Madrid 1967). A Jesús nadie podrá arrebatarle
de la mano al que él conoce y ama y
le da la vida. Imaginad una mano grande. Imaginad que
cada uno de nuestros nombres están tatuados en esa mano:
"En mis manos te llevo tatuada" (Is 49,16). Cuando alguien
quiere quitarle nuestro corazón de su mano El nos aprieta
más fuerte y no nos suelta. Y da como la
razón de esa unión con él: "que mi Padre me
las ha dado". Es la respuesta de un niño, cuando
queremos quitarle algo de su mano, aunque sea jugando: Me
lo ha dado mi padre. Y como yo y el
Padre somos uno, tampoco nadie podrá arrebatarlas de la mano
de mi Padre. Fieras salvajes, lobos y hienas, causaban espanto
a los pastores. Esa era la hora de conocer al
pastor genuino y auténtico. Al que apacentaba por el salario
y al que lo hacía por amor. Aquél huía ante
las fieras, éste las defendía con la honda, el báculo,
a brazo partido. Jesús, el Buen Pastor no deja a
sus ovejas en las garras del león. Muere en la
cruz por salvar sus ovejas, nosotros. Jesús nos comunica su
unión íntima e inefable con el Padre, llena a rebosar
de cariño y de ternura. Y con ese amor, la
mano de los dos nos tienen aprisionados con afecto inenarrable,
que hemos de agradecer y pedir que crezca para nuestra
fidelidad y gloria de los dos. 



14. Como "ovejas de
su rebaño" Salmo 99, esperamos, pasada la gran tribulación, lavados
y blanqueados nuestros mantos en la Sangre del Cordero, ser
conducidos hacia fuentes de aguas vivas. "Allí Dios enjugará las
lágrimas de nuestros ojos" Apocalipsis 7, 9. A esa fuente
de aguas vivas venimos hoy a beber en la Eucaristía,
"donde hace el universo nuevo", acompañados por la celestial Madre
del Buen Pastor.




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