domingo, 12 de marzo de 2017

Didactica: LA NAVIDAD, es Cristiana o Pagana (II)

Didactica: LA NAVIDAD, es Cristiana o Pagana (II)












































martes, 14 de diciembre de 2010






LA NAVIDAD, es Cristiana o Pagana (II)


LA NAVIDAD
ES FIESTA CRISTIANA O PAGANA
(Parte II)
Por Wally Santos



En el artículo anterior abordamos sobre los aspectos históricos que originaron la Navidad. De
cómo en Babilonia, Satanás planificó esparcir por todo el mundo
antiguo, una celebración que engañaría a la raza humana por medio de
sutiles instrumentos que, 4 mil años después, aún continúan vigentes y
manteniendo en el error a muchos. El
error de creer que la navidad es una fiesta cristiana, cuando realmente
la navidad no tiene ninguna relación con nuestra fe en nuestro Señor
Jesucristo.

No me considero una persona “legalista” ni mucho menos una persona “cegada” por cierta cultura contraria a las creencias navideñas. Jesús
nos ha hecho libres del pecado y de las “tradiciones” del mundo. Pero
si alguno considera que tiene la “libertad” de celebrar la Navidad, pues
bien ore a Dios y pregúntele al Señor si Él está de acuerdo con sus
conceptos. Jesús dijo que el Espíritu Santo nos guiaría a toda la verdad (Juan 16:13). Bienaventurado aquel que tiene la güianza del Espíritu de Dios, porque el tal es hijo de Dios (Rom. 8:14).

La Biblia nos dice en Isa 5:13 (Ver. RV60)Por
tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y
su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.
Esto nos enseña que mucho pueblo de Dios practica cosas, y no sabe el porqué se hacen, mucho menos el origen de tales prácticas. Como cristianos y nacidos de nuevo que somos, es nuestra responsabilidad investigar el porqué de las cosas que creemos.

Un ejemplo de cómo los hijos de Dios deben investigar, lo encontramos en Dan 9:2 (Versión Jerusalén): el año primero de su reinado, yo, Daniel, ME PUSE A INVESTIGAR EN LAS ESCRITURAS
sobre el número de años que, según la palabra de Yahveh dirigida al
profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de Jerusalén, a saber
setenta años.
 

Es
decir que, el gran profeta Daniel, nunca hubiera recibido la revelación
del número de años que estarían cautivos en Babilonia, si no hubiera INVESTIGADO profundamente en las Escrituras.

Otro gran ejemplo que nos muestra esa actitud investigativa, la encontramos en Lucas 1:1-4 (Ver. LBA) donde encontramos: Por
cuanto muchos han tratado de compilar una historia de las cosas que
entre nosotros son muy ciertas, tal como nos las han transmitido los
que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la
palabra, también a mí me ha parecido conveniente, después de haberlo INVESTIGADO TODO CON DILIGENCIA desde el principio, escribírtelas ordenadamente, excelentísimo Teófilo, PARA QUE SEPAS LA VERDAD PRECISA acerca de las cosas que te han sido enseñadas
.

Este fabuloso pasaje bíblico nos indica que Lucas, seguramente, había escuchado muchas historias acerca de Jesús (pues él no fue testigo ocular de las cosas que el Señor hizo, Lucas escribió este evangelio entre el 64 y 70 DC). No cabe duda que, al escuchar estas historias, a Lucas le desconcertaba el desorden cronológico en que le contaban los hechos de Jesús, y él se dispuso a investigarlo. Me llama la atención que Lucas le dirige su escrito a su amigo Teófilo (que significa Amigo de Dios). Es decir que los “Amigos de Dios” son los que investigan, los que profundizan sobre un tema en particular de los “Asuntos de Dios”, para no ser confundidos. A los “Teófilos” de hoy, Dios les revela la Verdad Precisa de su Palabra.

Me
pareció prudente explicar estas cosas pues, mucha gente e incluso
pueblo cristiano, ven con superficialidad algunos temas, como el de la
Navidad. Muchas veces tildamos a los pecadores de “idólatras
porque ellos adoran sus imágenes hechas de manos, y nosotros mismos a
veces también somos “idólatras” en algunos aspectos o fiestas que
celebramos, cuando no sabemos el origen de tales fiestas.

Bien lo decía el Apóstol Pablo en Rom 2:21-22 (Ver. Torres Amat) y
no obstante, tú que instruyes al otro, no te instruyes a ti mismo; tú
que predicas que no es lícito hurtar, hurtas; tú que dices que no se ha
de cometer adulterio, lo cometes; tú que abominas los ídolos, eres
sacrílego adorador suyo...
”.

En esta segunda parte de “Navidad, fiesta Cristiana o Pagana”, quiero resaltar nuevamente, algunos aspectos que Ralph Woodrow y Alexander Hislop hacen referente a este tema.


EL CULTO A LA MADRE e HIJO



Uno de los
ejemplos más sobresalientes de cómo el paganismo babilónico ha
continuado hasta nuestros días, puede verse en la forma en que la
Iglesia Romana inventó el culto a María, para reem­plazar el antiguo
culto a la diosa-madre de Babilonia (Semiramis). Como dijimos en
el artículo anterior, después de la muerte de Nimrod, su adúltera esposa
dio a luz a un hijo del que afirmó había sido concebido
sobrenaturalmente. Proclamó que éste era un dios-hijo; que era Nimrod
mismo su líder, que había renacido y que tanto ella como su hijo eran
divinos. Esta historia era ampliamente conocida en la antigua Babilonia y se desa­rrolló en un culto bien estable­cido, el CULTO A LA MADRE Y EL HIJO. Numerosos monumentos de Babilonia muestran la dio­sa madre Semiramis con su hijo Tammuz en sus brazos.

Ahora, cuando
el pueblo de Babilonia fue disperso en las varias áreas de la Tierra,
llevaron consigo el culto a la divina madre y al dios-hijo. Esto explica
por qué todas las naciones en tiempos pasados adoraban a la divina
madre y a su hijo de una u otra forma, ¡aún siglos antes de que el
verdadero Sal­vador, nuestro Señor Jesucristo naciera en este mundo! En
los diversos países donde se extendió este culto, la madre y el hijo
eran llamados de diferentes nombres debido a la división de los
lenguajes en Babel, pero la historia básica seguía siendo la misma.








Entre los chinos, se llamaba a la diosa madre «Shingmoo» o «Santa Madre», y se representa con un niño en los brazos y rayos de gloria alrededor de su cabeza. Los germanos veneraban a la virgen «Hertha» con un niño en los brazos. Los escandina­vos la llaman «Disa» y también la representan con el niño en los brazos. Los etruscos la llamaban «Nu­tria»; en India la llaman «Indrani», que también era re­presentada con un niño en los brazos, y también, entre los druidas, adoraban a la «Virgo Paritura» como a la «Madre de Dios».

La madre babilónica era conocida como «Afro­dita» o «Ceres», por los griegos; Nana, por los su­merios, y como «Venus» o «Fortuna» por sus devo­tos en los viejos días de Roma; su hijo era conocido como «Júpiter». Devaki y su hijo Krishna han sido adorados también en la India.
Por algún tiempo, Isi, la «gran diosa» y su hijo Iswara (Induíso), han si­do venerados en la In­dia, donde se han eri­gido grandes templos para su culto. En Asia la madre era conocida como «Cibeles», y su hijo como «Deoius». «Pero no tomando en cuenta su nombre o lugar (dice un escri­tor), era la esposa de Baal, la reina-vir­gen del cielo quien dio fruto sin haber concebido.»



Cuando los
hijos de Israel cayeron en apostasía, ellos también se descarriaron con
este culto de la diosa-madre. Como podemos leer en Jueces 2:13,
Y dejaron a Jehová y adora­ron a Baal y a Astaroth”. As­taroth era el nombre bajo el cual la diosa Semiramis (o diosa madre)
era conocida por los hijos de Israel. Da vergüenza el pensar que aun
aque­llos que conocían al Dios ver­dadero, se alejaban de El y adoraban a
la madre pagana. Pero eso es exactamente lo que hicieron.
Uno de los títu­los bajo el cual era la diosa conocida por los israelitas, era el de «Reina del Cielo», como leemos en Jeremías 44:17-19.
El profeta Jeremías los reprendió por venerarla, ¡pero ellos se
rebelaron a pesar de su advertencia, y fue así como trajeron sobre sí
mismos una plena destrucción por la mano de Dios!

En Éfeso, la gran madre era conocida como «Dia­na»;
¡el templo dedicado a ella en esa ciudad era una de las Siete
Maravillas del Viejo Mundo! Y no solamente en Éfeso, sino también a
través de Asia y del mundo entero era venerada la divina madre (Heb. 19:27).

En Egipto, la madre babilóni­ca era conocida como «Isis»,
y su hijo como Horus. Nada es más común, en los monumentos reli­giosos
de Egipto, que el infante Horus sentado en el regazo de su madre.

El culto a la
madre y al hijo era conocido también en Inglaterra en tiempos pasados,
pues en 1747 se encontró un monumento religioso en Oxford, de origen
pa­gano el cual exhibe a una mujer alimentando a un infante.
«Así vemos, dice un historiador, que la virgen y el hijo eran
vene­rados en tiempos anteriores des­de China hasta Bretaña... y aún en
México la madre y el hijo eran venerados.
»

Este culto
falso se esparció desde Babilonia a varias naciones, con diferentes
nombres y formas; finalmente, se estableció en Roma y a través del
Im­perio romano. Dice un notable escritor de esta épo­ca: «El culto a la
grandiosa madre.. era muy popular en el Imperio romano. Existen
inscripciones que prueban que los dos (madre e hijo) recibían honores
divinos, no solamente en Italia (especialmente en Roma) sino también en las provincias, particularmente en Africa, España, Portugal, Fran­cia, Alemania y Bulgaria».

Fue durante
este período de culto prominente a la madre divina, que el Salvador,
nuestro Señor Je­sucristo, fundó la verdadera Iglesia del Nuevo
Tes­tamento; ¡y qué gloriosa era la Iglesia en esos días!

Pero la que una vez fue conocida como la «Igle­sia»,
abandonó su fe original en el tercer y cuarto siglos y cayó en la gran
apostasía que los apóstoles habían anunciado. Cuando vino esta
«apostasía» se mezcló mucho paganismo en medio de la cristian­dad. Se
aceptaban en la Iglesia a paganos no convertidos y en numerosos casos se
les permitía conti­nuar muchos de sus ritos y costumbres paganos sin
restricción alguna; en ocasiones se hacían algunos cambios con el fin de
que estas creencias paganas parecieran similares a una doctrina
cristiana.



Uno de los
mejores ejemplos de esta clase de paganismo lo podemos tener en la forma
en que la iglesia profesante permitía a los paganos el conti­nuar el
culto a la diosa madre ¡solamente con una poca diferencia y con otro
nombre! Había muchos paganos que se sentían atraídos al cristianismo,
pero era tan fuerte en sus mentes la adoración a la diosa madre, que no
la querían abandonar. 

Entonces los
líderes de la Iglesia buscaron una similitud en la cristiandad con el
culto de los idólatras paganos pa­ra poder atraerlos en gran número y
así añadirlos a ella. ¿Pero a quién podrían usar para reemplazar a la
diosa madre del paganismo? Pues claro que a María, la madre de Jesús;
era la persona más lógica que podían escoger. ¿Por qué, entonces, no
permitir que los paganos continuaran sus oraciones y devociones a su
diosa, llamándola con el nombre de María, en lugar de los nombres
anteriores con los cua­les ellos la conocían? Esto le daba al culto
idólatra de los paganos la «apariencia» de cristianismo y de esta forma, ambos bandos podían estar satisfechos e incorporarse así a la Iglesia romana.

Y es esto
exactamente lo que sucedió. Poco a poco, el culto y doctrinas que habían
sido asociados con la madre pagana, vinieron a ser aplicados a María.
Así, el culto pagano de la «madre» continuó dispersándose dentro de la
Iglesia profesante.

Es obvio que
este culto a María no era sólo la veneración que se merece la más
bendita entre las mujeres, la madre humana del divino Salvador, sino
que, al contrario, no era más que una continuación del viejo culto
pagano a la diosa-madre babilónica. Porque a pesar de que Maria, la
madre de Jesús, era una buena mu­jer, dedicada y temerosa de Dios, y fue
escogida especialmente para engendrar el cuerpo de nuestro Salvador, no
fue nunca considerada como una per­sona divina o
como diosa por la verdadera Iglesia primitiva. Ninguno de los
apóstoles, ni Jesús mismo, dieron alguna vez a entender que se debería
venerar a María.

Como lo indica la «Enciclopedia Británica», durante los primeros siglos de la Iglesia no fue pues­to ningún énfasis en María. No
fue sino hasta la época de Constantino, la primera parte del siglo IV,
cuando alguien empezó a ver a María como a una diosa. Pero aun durante
ese período, tal idolatría era denunciada por la Iglesia, lo cual es
evidente en las palabras de Epifanio, quien denunció a ciertas mujeres
de Tiro, Arabia y otros sitios por rendir culto a María como a una diosa
verdadera y hacerle ofrendas en su capilla. Pero unos años más tarde,
el culto a María no solamente era permitido por lo que es actualmente
conocida como la Iglesia Católi­ca, sino que vino a ser una de sus
doctrinas principales y lo continúa siendo hasta hoy.

Como Roma había
sido por mucho tiempo el cen­tro del culto a la diosa del paganismo, no
debemos extrañarnos de que éste fuera uno de los primeros sitios donde
el culto a María se estableció dentro de la «iglesia». Este es un hecho
que revela abiertamen­te que el culto a María fue el resultado directo
de influencia pagana.





Otra ciudad en
don­de el culto idólatra-­pagano a la madre era popular fue Éfeso, y ahí
también se hicie­ron intentos por mez­clarlo con la cristian­dad. En
Éfeso, desde tiempos primitivos, la diosa-madre era lla­mada
«Diana» (Hch. 19). En dicha ciudad los paganos la veneraban como la diosa de la virginidad y la mater­nidad. Se
decía que ella representaba los poderes generadores de la naturaleza,
por lo cual se la representa­ba con muchos senos. Una torre de Babel
adornaba su cabeza.

Cuando se
tienen creencias durante si­glos, por lo general no es fácil
abandonarlas. De modo que cuando llegó la apostasía, líderes de la
iglesia de Éfeso razonaron que si permitían a los paganos continuar su
adoración a la diosa-madre, los podrían atraer a la «igle­sia». Así,
entonces, en Éfeso se incorporó el culto a la diosa pagana y se mezcló
con el cristianismo. Se sustituyó el nombre de Diana por el de María y
los paganos continuaron orando a la diosa-madre. Conservaron sus ídolos
con la imagen de ella y la iglesia profesante permitió que los adorasen
junto con Cristo. Pero no es mezclando de esta forma el cristianismo con
el paganismo el camino de Dios pa­ra ganar convertidos.





Cuando Pablo
llegó a Éfeso todavía no se había infiltrado el paganismo. La gente era
verdaderamen­te convertida y en esos días al convertirse al
cris­tianismo destruían las imágenes de la diosa-madre (
Hch. 19:24-27).
¡Cuán trágico fue que esta iglesia aceptara y aún adoptara la idolatría
abominable de la diosa-madre disfrazándola bajo el hábito de la
cristiandad.
Finalmente,
cuando el culto a María se hizo una doctrina oficial de la Iglesia
Católica, en el año 431 D.C., fue precisamente en el Concilio de Éfeso,
la ciudad de la diosa pagana Diana. Es obvia la influencia pagana que
indujo al Concilio a tomar esta decisión.
La potestad de las tinieblas que gobernaba Éfeso, fue la que motivó a los religiosos a declarar a María como la diosa-madre.

A Satanás no le importa el nombre que le den a la reina del cielo (vírgen María, Diana, Isis, Devaki, As­taroth, Semiramis, Ceres, Afrodita, Shingmoo, Hertha, Disa, Nu­tria, Indrani, etc.), a Satanás le interesa que la adoren para apartarlos del único Camino al Dios Padre que es Jesucristo.



Otro sitio del
culto idólatra a la diosa-madre fue Alejandría (Egipto). Aquí era
conocida bajo el nom­bre de Isis. Cuando el cristianismo se propagó
has­ta Alejandría, se hicieron convenios similares a los que se habían
adoptado en Roma y Éfeso. El culto idólatra-pagano a la madre fue
cuidadosamente in­yectado a la «cristiandad» por los «teólogos»
de la igle­sia en dicha ciudad. Ahora, el simple hecho de que haya sido
en ciudades como Alejandría, Éfeso y Roma donde la idolatría pagana se
mezcló primeramente con la cristiandad, muestra de manera defi­nitiva la
continuación directa del antiguo paganismo.

Esto prueba más
aún que el culto a María no es más que el antiguo culto popular a la
diosa-madre pagana y se puede confirmar notando los títulos que se le
confirieron a María así como la forma ritual de sus cultos.





Por ejemplo, María es frecuentemente llamada «la Madonna».
¡Este título no tiene absolutamente nada que ver con María, la madre de
Jesús! En cam­bio, esta expresión es la traducción de uno de los
títulos por los cuales la diosa babilónica era conoci­da, y Nimrod vino a
ser conocido como Baal. El título de su esposa, la divinidad femenina,
sería el equivalente a
Baalti. En castellano esta palabra equi­vale a «mi Señora»; en latín, Mea Domina, y en ita­liano, en una forma bien conocida, es Madonna.

Entre los fenicios, la madre-diosa era conocida como «Nuestra Señora de los Mares», y aún este título se aplica a María a pesar de que no hay absolutamente ninguna conexión entre María y el mar en los evangelios.

Las Escrituras claramente indican que sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (l Tim. 2:5). A pesar de esto, el catolicismo romano enseña que María también es «mediadora»,
y es por esto que las oraciones a ella forman una parte muy importante
en el culto católico. ¿Pero cómo fue que María vino a ser conocida como «mediadora»? Nuevamente tenemos la influencia del pa­ganismo, pues la madre-diosa de Babilonia tenía nombres como «Mylitta», que significa «la mediadora».
Y así esto también pasó a la iglesia apóstata, ¡la cual hasta hoy habla
de María como la mediadora!, Título que sólo se le confiere a
Jesucristo. Él es el único mediador entre Dios y los Hombres, ¡NO HAY
OTRO CAMINO!

Otra título que proviene del paganismo y fue aplicado a María es el de «Reina del Cielo». En ningún lugar del Nuevo Testamento se dice que María la madre de Jesús sea o tuviera que ser nombrada reina del cielo;
pero este título lo poseía la diosa-madre pagana que era adorada siglos
antes de que María siquiera hubiera nacido. Sí, hacía mucho tiempo, en
los días de Jeremías, que el pueblo ado­raba a la «reina del cielo» y practicaba ritos que eran sagrados para ella. Como podemos leer en Jeremías 7:18-20, «Los hijos recogen la leña y los padres en­cienden el fuego y las mujeres amasan la masa para hacer tortas a la "reina del cielo"».
Y en este con­texto, es interesante notar que actualmente las mu­jeres
de Paphos (Chipre), hacen ofrendas a la virgen María, como reina del
cielo, en las ruinas del anti­guo templo de Astarté.

Como hemos
visto, el nombre de la diosa-madre en Egipto era Isis y su hijo Horus
(Osiris). Pues bien, uno de los títulos por los cuales Isis era conocida
también, era el de «Madre de Dios». Más tarde este título fue aplicado a María por los «teólogos» de Alejandría. Nuevamente
este era un intento obvio para hacer aparentar a la cristiandad
semejante al viejo paganismo con la adoración a su diosa. Bien sabemos
que María era la madre de Jesús, pero solamente en el sentido de su
naturaleza humana. El título católico y el significado original de éste
tras­cendieron y pusieron a la sencilla y humilde madre del Señor en una
posición exaltada ajena al Nuevo Testamento. Y en la misma forma se
sigue instru­yendo a los católicos actualmente.

El culto a Isis
no fue limitado a Egipto. Se intro­dujo en Roma en el año 80 A.C.
cuando Sulla fundó un colegio isiaco allí, Y para mostrar hasta qué
punto estaba mezclado el paganismo con la «cristiandad» romana,
necesitamos solamente men­cionar el hecho de que Isis era adorada en un
tem­plo «que estaba situado en las colinas vaticanas, donde hoy está
localizada la Basílica de san Pedro, el centro de la Iglesia que adora a
la «madre de Dios» en aquella forma».

Aquí
encontramos que los títulos «reina del cie­lo», «nuestra señora de los
mares», «mediadora», «madonna», «madre de Dios» y otros más (que an­tes
se atribuían a la diosa-madre pagana) fueron poco a poco aplicados a
María. Tales títulos indican
claramente que el supuesto culto a María de hoy es en realidad una
continuación del culto a la diosa pagana. Pero existen todavía más
pruebas que se pueden observar en la forma en que se representa a María
en el «arte» de la Iglesia apóstata.

Tan bien fijada
en la mente pagana estaba la ima­gen de la diosa-madre con el niño en
los brazos, que cuando los días de la apostasía llegaron, «la
antigua estampa de Isis y de Horus fue finalmente acepta­da, no
solamente entre la opinión popular, sino por sanción episcopal, como el
retrato de la virgen y su hijo». Se adjuntaron
representaciones de Isis y su hijo en un marco de flores. Esta práctica
también fue aplicada a María, quien casi siempre es mostra­da en la
misma forma, como bien lo saben los estu­diantes del arte medieval.






La diosa egipcia Isis era frecuentemente representada como parada en la «Luna creciente» con «doce estrellas» alrededor de su cabeza. Incluso
esto fue adoptado para María, pues en casi todas las iglesias católicas
romanas del continente europeo, se pueden ver cuadros de María en la
misma forma, con las doce estrellas alrededor de su cabeza y la Luna
creciente bajo sus pies!

Para satisfacer
las mentes supersticiosas de los gentiles, líderes de la Iglesia
apóstata trataron de hacer a María similar a la diosa del paganismo y
exaltarla a una superficie divina, para competir con la madre-pagana. Y
de igual manera se hicieron es­tatuas de María (a pesar de que las
Sagradas Es­crituras prohíben tal práctica). En algunos casos, las mismas estatuas
que habían sido veneradas co­mo Isis (con su hijo), fueron simplemente
cambia­das de nombre y se dieron a conocer como María y su hijo Cristo,
de modo que continuara el antiguo culto. «Cuando el cristianismo triunfó
(dice un autor), estas pinturas y figuras se convirtieron en la Madonna y
su hijo, sin interrupción alguna: Nin­gún arqueólogo podría actualmente
asegurar si alguno de esos objetos representa a la una o a la otra.»

Todo esto
demuestra a qué grado se han reba­jado los líderes apóstatas para tratar
de unir el paganismo con el cristianismo. La mayoría de esas figuras
con distintos nombres han sido adornadas con joyas en la misma forma en
que lo están las imágenes de las vírgenes hindú y egipcia.

María, la madre
de Jesús, no era rica; al contrario, era sencilla. Entonces, ¿de dónde
vinieron las joyas y coronas que se ven en las supuestas estatuas de
ella? Obviamente, tales representaciones no son cris­tianas; son de
origen anterior al cristianismo, vienen desde la antigua Babilonia.

Y así, por compromisos unos muy evidentes y otros más disimulados, el culto a la antigua madre de los paganos (la potestad Reina del Cielo o su representante en la Tierra, Semiramis)
fue continuado dentro de la «Iglesia de la apostasía con el nombre de
María, a quien se sustituyó en lugar de la otra. ¡Y este cambio ha
venido engañando al mundo entero!

Finalmente en este artículo, cabría hacerse una pregunta: ¿Cuál es la intensión del culto a la «reina del cielo», Semiramis o la vírgen María
actual? Que la adoren a ella y a su hijo dios-sol Tammuz. Otra
pregunta: ¿Qué relación tiene con la NAVIDAD? Respuesta: Todo está
relacionado. Según los
arqueólogos e historiadores antiguos, el 25 de Diciembre, los paganos de
Babel celebraban el nacimiento de su niño-dios Tammuz, y de eso
conversaremos en la tercera parte de este tema Navidad, fiesta cristiana o pagana”.

Espero que esta amplia información te sea útil para discernir si las prácticas que tú haces o celebras, son de Dios o no.

Que nuestro Señor Jesucristo te continúe bendiciendo, hasta la próxima.

(Recuerda, cualquier comentario hazlo llegar a nuestro correo: wallysp77@gmail.com)













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