domingo, 19 de marzo de 2017

Ejército aqueménida - Wikipedia, la enciclopedia libre

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El ejército aqueménida de los reyes persas, desde Ciro II el Grande a Darío III, durante casi sus dos siglos y medio de existencia (560-330 a. C.), estuvo integrado por contingentes de estados vasallos y de mercenarios, principalmente, griegos. Contó con diversas unidades, armas e indumentaria. Darío I, mandó expediciones militares contras tracios y escitas e invadió Grecia (Primera Guerra Médica) en la primera década del siglo V a. C. Su hijo Jerjes I siguió sus pasos unos diez años después, cruzando el estrecho del Helesponto con unos numerosísimos ejército y flota, dando lugar a la Segunda Guerra Médica. Los reyes posteriores alternaron, entre apoyar militar o financieramente a Atenas o a Esparta, enfrentadas entre sí, y sus respectivas ligas (Confederación de Delos y Liga del Peloponeso, según sus intereses, durante la Guerra del Peloponeso), en el siglo V a. C. En el siglo IV a. C., la preponderancia militar de las principales polis griegas como Tebas, (cf. hegemonía tebana) y el aumento del poderío militar del Reino de Macedonia con su rey Filipo II, y su hijo Alejandro Magno, marcaron el declive como potencia militar del Imperio aqueménida, en primer lugar, y su aniquilación y asimilación en el ejército macedonio, a medida que Alejandro conquistaba dicho Imperio, ulteriormente.


El núcleo del ejército, compuesto por huestes persas y medas, permitía mantener el orden en el vasto Imperio. Con el devenir del tiempo, la infantería y la caballería se convirtieron en las milicias más importantes, en tanto que se redujo el número de tropas que luchaban en carros de guerra, debido a su escasa maniobrabilidad.


De los sátrapas dependía una guarnición
integrada por tropas locales, que dado el caso, se unían al ejército
del soberano. El sátrapa en cuyo territorio se encontraban las
guarniciones pagaba a la soldadesca, y en general en especie, salvo a los mercenarios griegos, presentes en cantidades considerables en las filas del ejército. Para las campañas militares importantes, los reyes hacían levas entre sus pueblos subyugados, desde tierras tan lejanas como la India o Egipto,nota 1 siendo los persas y mercenarios de Asia Central y de Irán los más fiables.1


Rodeaba al monarca una guardia real, constituida por las tropas de caballería y 10.000 arqueros, que los historiadores llamaron los Inmortales.



Índice

Origen

Como en otros ámbitos, también en la esfera militar hubo grandes
influencias transculturales en el imperio aqueménida. Ejemplo de ello
son: el uso de insignias divinas colocadas en los carros como estandartes del ejército;nota 2 la adopción de equipamiento, piezas de armadura y trajes elamitas, así como la adopción del tiro con arco de este pueblo en la infantería aqueménida; el empleo de los escudos en forma de ocho, llamados dypilon;nota 3 la adopción del «peto» egipcio de lino,2 utilizado también por los asirios;3 la utilización de la armadura y de cascos de tipo kurgán, cascos conocidos en Elam;
y lo que es más significativo, aspectos de la instrucción y los
rituales militares transmitidos a través de las fuentes asirias y
también por Heródoto.


Dado el largo dominio militar de Asiria en Oriente Próximo, se ha sugerido a veces que el ejército neoasirio ejerciera una influencia en la formación del de los medos y de los persas, si bien había pocas pruebas directas de ello.4 Un fragmento de un relieve de piedra del Palacio Norte de Asurbanipal en Nínive,
que representa arqueros elamitas y de otras procedencias, junto con
guardias lanceros asirios en marcha hacia un grupo de sacerdotes, se ha
identificado como una posible representación de arqueros auxiliares
persas. La escena tiene visos de ser un desfile ceremonial en Arbela tras el regreso del ejército asirio de su victoria ante los elamitas en el río Ulai en el 653 a. C. La superficie del relieve muy erosionada, ocultaba a la vista un detalle fundamental: los lanceros aparecen en marcha con las armas invertidas. Este desfile militar se exhibe en el Museo Británico (ANE 124923 y ANE 135204)


Organización

Las fuentes escritas persas aportan información sobre las listas de
avituallamiento y algunos términos técnicos, pero no sobre la forma de
luchar del ejército. Resulta difícil valorar su competencia a través de
las fuentes escritas griegas, más amplias, debido a la parcialidad que
comportan.


Regimientos y unidades


Formación del ejército persa. Primera fila: soldado de infantería con un
gran escudo y una lanza, a continuación los arqueros. Los últimos son
los comandantes y supervisores. Esta formación era buena para la
defensa, pero pobre para el ataque.
Los sistemas militares asirio y aqueménida también tenían mucho en
común en lo relativo a la utilización de grandes formaciones de guardias
profesionales que encabezaban unidades de reclutas, que cumplían con
sus obligaciones con el Estado en persona o en especies.


En ambos casos, se empleaba una organización decimal, con secciones de 10 hombres, compañías de 100 y formaciones más voluminosas de 1000.


El término general para definir un ejército regular era spada. Dicho ejército estaba formado por un arma de infantería (en persa antiguo, pasti), una de caballería (asabari, jinetes) y, en algunas ocasiones también de camellos (usubari, jinetes de camellos) y carros. Todos ellos iban acompañados de un gran número de seguidores de campaña.


Los regimientos, compuestos de mil hombres, podían formar divisiones de diez mil. Hazabaram es el término persa para regimiento, palabra compuesta por hazara (mil) y el sufijo -bam que la convertía en sustantivo numeral. Un hazarapatish o «comandante de mil» mandaba cada regimiento, que se dividía en diez satabam de cien hombres. Cada satabam estaba bajo el mando de un satapatish comandante de unidad de cien y, a su vez, se dividía en diez databam de diez hombres, al mando del dathapatish, el comandante de la decena.


Diez hazabaram formaban una baivarabam, un regimiento de diez mil, bajo el mando del baivarapatish, el comandante de diez mil. Este último término es meramente especulativo, pues solo sobrevive en lengua avesta, emparentada con el persa.


Al comandante en jefe de la spada se le llamaba probablemente spadapatish, si bien al general con plena autoridad civil se le llamaba karana (en griego karanos)


Estos rangos militares aparecen, con su equivalente en griego, en la Ciropedia de Jenofonte.


Característico era que tanto los comandantes como los dignatarios
participaran en la lucha, y muchos murieron en combate, como Ciro II en Escitia y Mardonio en Platea. Once de los hijos de Darío I tomaron parte en la Primera Guerra Médica, y tres de ellos murieron en acción.


Infantería

La infantería de todos los ejércitos aqueménidas estaba formada por
persas de nacimiento. A diferencia de lo que ocurría en las tropas
griegas los mejores soldados ocupaban el centro de la formación.5 Estos guerreros se protegían con grandes escudos de cuero y mimbre. Las diversas armas ofensivas con las que luchaban eran lanzas, hachas, espadas, arcos y flechas. Su armadura ligera consistía en una coraza acolchada de lino y en un casco.


Inmortales


Inmortales persas, en una ceremonia en Irán del 2500 aniversario de la fundación del Imperio aqueménida por Ciro II el Grande.
El regimiento más importante era el de los Inmortales, así llamados
porque las bajas se reponían inmediatamente para mantener inalterados
sus 10.000 hombres.6


Los Inmortales contenían un regimiento de élite, los Lanceros del Rey, integrado exclusivamente por aristócratas, verdaderas tropas de élite integradas por persas, medos y elamitas. En los bajorrelieves de Persépolis aparecen representados con sus arcos.7 Probablemente sean Inmortales los guerreros que figuran en los ladrillos esmaltados de Susa, así como en numerosos sellos.8


Se encargaban de la guardia de la tienda real mientras el rey se desplazaba o estaba en una expedición.9


Se ha apuntado que el nombre «inmortales» (Ἀθάνατοι/athanoi en griego antiguo) se debe a una confusión griega de las palabras del persa antiguo anûšiya («miembros del séquito» o «criados») y anauša («inmortales»). Esta explicación encajaría con la terminología de los textos asirios y neobabilónicos en los que los guardias reales también eran conocidos como «miembros del séquito» (qurbute). No obstante, la similitud de las palabras en persa antiguo podría haber sugerido el nombre de anausha
para los guardias como sobrenombre persa. La referencia de Heródoto a
los persas «que el rey acostumbraba a llamar los “Inmortales”»10 resulta significativa, pues los reyes asirios también podían referirse a sus tropas de élite con epítetos aplicados comúnmente a los héroes divinos, como por ejemplo en el uso del término huradu.


Heródoto (VII.40-41) ofrece una descripción del ejército de Jerjes I cuando partió de Sardes para iniciar la invasión de Grecia. La vanguardia
la componían mil jinetes persas de élite, a continuación figuraban mil
lanceros, también de élite, con las puntas de sus lanzas apuntando al
suelo, en señal de respeto a Jerjes, a quien precedían. El rey marchaba
sobre un carro tirado por caballos neseos.nota 4
En este punto el relato es un tanto confuso. Tras el rey marchaban mil
lanceros —los persas más valientes y de mayor alcurnia— que llevaban sus
picas
con las puntas hacia arriba; a continuación figuraba otro escuadrón de
caballería, integrado por mil persas de élite, y tras la caballería,
diez mil soldados de infantería, seleccionados entre el resto de los
persas, que aunque el historiador de Halicarnaso
no lo dice expresamente, posiblemente se trate de los Inmortales (cf.
VII.83). Mil de ellos llevaban adornadas la extremidades inferiores de
sus lanzas, con granadas de oro como contrapeso; estos 1000 rodeaban a
los otros 9000, que llevaban granadas de plata. En este punto, Heródoto
parece que describa una mezcla de «arquero protegido con escudo», con
9000 arqueros defendidos por un millar de lanceros con escudos. El texto
griego establece una distinción para diferenciar a los Inmortales de la
guardia estrictamente personal del soberano, integrada por 2000
lanceros y 2000 jinetes, cuya única misión era velar por la seguridad
del monarca. Heródoto, termina su descripción añadiendo que también
llevaban contrapesos con formas de granadas de oro los lanceros cuyas
lanzas apuntaban al suelo, y manzanas del mismo metal quienes seguían
más de cerca a Jerjes. Estos últimos recibían el nombre de mēlophóroi
(melóforos), por los frutos que adornaban la parte inferior de sus
lanzas. Después de los Inmortales marchaba un contingente de 10.000
jinetes persas, seguidos del resto de las tropas.


Quinto Curcio Rufo
hace una descripción comparable a la de Claudio Eliano sobre los
melóforos, consignada en la siguiente sección: «hacían gala de un lujo y
una opulencia inauditos que les volvía más imponentes, entre los
collares de oro, entre la ropas ornadas con oro, y entre las túnicas con
mangas, adornadas con gemas».11


Melóforos


Lancero, palacio de Darío I en Susa, tal vez un melóforo.
Los melóforos (del griego antiguo οἱ μηλοφόροι/hoi mêlophoroi,
literalmente «los portadores de manzanas»), eran una compañía de 1000
lanceros que constituían la guardia personal del Gran Rey.


Heráclides de Cime los describe en sus Persika:


son lanceros (doryphoroi) todos de nacimiento persa; tienen
manzanas de oro sobre la punta de sus lanzas. Son 1000, escogidos en
razón de su alta alcurnia (aristindēn) entre los 10.000 persas que llevan el nombre de Inmortales.


Mientras Alejandro recibía a sus allegados para cenar en su tienda,
«se encontraban allí 500 persas vestidos con ropas de color púrpura y
amarillo, llamados melóforos».12 Sensible a su aspecto impresionante, el rey macedonio los conservó y los utilizó a su servicio después de que pusiera fin al reinado de los Aqueménidas. Es probable que los lanceros y arqueros representados en los ladrillos esmaltados de la Apadana (sala de audiencia) del palacio de Darío I en Susa sean melóforos.


Estaban permanentemente junto al rey. En Gaugamela combatieron al lado de Darío III.13 Desfilaban justo antes del carro real en el cortejo de este monarca, situados después de los Parientes y de los Inmortales.


Tenían reservado un cuartel dentro de palacio.14 En suma, según la explicación de Hesiquio, eran los persas encargados de velar del rey y de servirle (therapeia)


Es probable que el quiliarca (jefe de mil) tuviera el mando de mil «guardias de corps»
que constituían una élite en el seno de los Inmortales. Debido a las
estrechas relaciones que los melóforos mantenían con el rey, la función
de quiliarca no podía ser desempeñada más que por un personaje de total
confianza; de ahí, sin duda, la posición de prestigio que le reconocían
varios autores antiguos.


Sparabara


Reconstrucción de un sparabara.
En el Oriente Próximo en el primer milenio a. C., la formación militar por excelencia era la compuesta por un arquero que disparaba parapetado tras un enorme escudo —el equivalente del pavés medieval—,
que era sujetado por un camarada. En los primeros tiempos del Imperio,
la mayoría de las fuerzas de infantería recibían el nombre de sparabara o «portadores de paveses», así llamados por los grandes escudos rectangulares o spara (en griego antiguo, gerrha) que portaban.


La subunidad táctica de la infantería estaba compuesta por los dathabam de diez, que acudían al campo de batalla en filas. Según refiere Nicholas Sekunda «el dathapatish se situaba frente al primer soldado de la primera fila y llevaba un spara. Detrás de él se colocaba el resto de la formación del dathabam, nueve soldados armados con un arco y un falquión».15 Blandía una espada de 1,8 m y debía proteger al resto del dathabam cuando el enemigo alcanzara la línea. A veces, todo el dathabam iba armado con arcos y el spara se colocaba como un muro en el frente para que toda la unidad pudiera disparar flechas.


Takabara

A estas tropas mercenarias, procedentes de tribus del Imperio aqueménida, se les solía encomendar tareas de guarnición o patrulla. Preferían luchar con sus armas nativas, por lo que usualmente no llevaban el mismo equipamiento que los sparabara. Luchaban con lanzas y taka, similar a la pelta de los peltastas de los ejércitos griegos, con cuyo nombre aparecen en la fuentes griegas, concretamente como peltophoroi (portadores de pelta). A diferencia de estos soldados helénicos de infantería ligera que utilizaban armas arrojadizas como las jabalinas, los takabara cuyos escudos y lanzas eran de mayor tamaño, solían luchar en el frente de la línea de batalla y participaban en combates cuerpo a cuerpo.


Arqueros con escudos


Arqueros y lanceros.
En torno al 460 a. C., en la cerámica griega comienzan a aparecer arqueros equipados con diferentes escudos (spara). Eran de madera o de cuero, reforzados sus bordes con metal. Tenían forma de luna creciente: para facilitar una buena visión al arquero había un segmento recortado en la parte superior. Era similar a la pelta griega, pero de mayor tamaño. Parece ser que en persa antiguo estos escudos se llamaban taka.


Mercenarios

Hoceros

Heródoto menciona que los licios iban provistos de hoces.16 Esta arma era una especie de sable largo y corvo, como una cimitarra, cuya forma recordaba a la de una hoz.nota 5 También figuraba entre el armamento de los carios y otros pueblos de Anatolia meridional.17 Se utilizaba a menudo contra la caballería. Heródoto narra tras su relato de la rebelión jónica, la expedición persa para someter Chipre, al mando del persa Artibio, al frente de un numeroso ejército. Informado de ello, el salaminio Onésilo solicitó ayuda a las polis jonias, que se la denegaron. Al llegar los persas a la llanura de Salamina, Onésilo se situó expresamente frente a Artibio, que montaba un caballo adiestrado para corvetear contra un hoplita. Onésilo encontró en su palafrenero
cario un servidor astuto, pues cuando Artibio se abalanzaba sobre
Onésilo, éste hirió al persa mientras le embestía, y tal como había
planeado con su asistente en el preciso instante en que el caballo engrifaba las patas contra el escudo de Onésilo, el cario le asestó un mandoble con su hoz y le cercenó las patas traseras.18


Caballería


Detalle del Sarcófago de Alejandro (Museo arqueológico de Estambul, 370 T), Necrópolis Real de Sidón, en el que aparece un jinete persa sin escudo vestido a la usanza de los medos y tocado con la tiara persa.
La necesidad de un cuerpo de caballería fue la enseñanza que obtuvo Ciro II el Grande cuando conquistó Lidia en el año 547 a. C.1 Repartió las tierras conquistadas entre los nobles, quienes criaron caballos e integraron dicho cuerpo. Por ejemplo, entregó 7 ciudades en el norte de Anatolia a un tal Pitarco, nombre griego.19 Quince mil nobles persas recibieron el título honorario de Huwaka
(pariente) de parte de Ciro, quien les exigía se dirigieran a cualquier
parte a caballo, de modo que era una vergüenza para ellos ser vistos
caminando. La caballería de élite, «un millar de fuertes», procedían de
la Huwaka.20


Los medos también eran jinetes del ejército, y a partir del reinado de Darío I, los sacas de Asia Central
fueron reclutados como caballería mercenaria. Probablemente la primera
caballería persa fue creada a partir de excelente caballería de sus
vecinos medos.


Los jinetes iban equipados casi como los infantes,21 aunque además llevaban dos jabalinas de madera de cornejo (en griego palta, plural, palton),
de una longitud de entre 1,5 y 1,8 m, con puntas de bronce o de hierro.
Tenían la posibilidad de lanzar una de estas jabalinas, mientras que la
otra la empleaban para cargar, o también la arrojaban.


Algunos jinetes iban tocados con casco de metal, en lugar de la tradicional tiara,nota 6 generalmente de bronce y de forma redondeada. Aunque no todos, se protegían con petos de lino reforzado, fabricados con dos capas de lino acolchadas con lana de algodón.
También había corazas de escamas metálicas, pero eran más habituales
las de lino, dado que aunque no resultaba tan eficaz como protección era
más ligero y cómodo.


En un documento babilónico datado en el segundo año de reinado de Darío II (422 a. C.) figura escrito en acadio el equipamiento de un jinete: «un caballo con su mozo, su arnés y su caparazón de hierro, y un casco, un coselete de cuero, un escudo, 120 flechas, una maza de hierro, dos jabalinas con punta de hierro y su cuota de dinero»22


Parece que en la caballería jamás se generalizó el escudo durante el periodo aqueménida. Los escudos ligeros de mimbre y caña se utilizaron por vez primera en torno al 450 a. C., y se piensa que fueron los mercenarios escitas, que hacían uso de un modelo de spara más pequeño y alargado, los que lo introdujeron. Esto se ha inferido de las escenas en que aparecen jinetes persas en la cerámica ática de figuras rojas.


Cabalgaban sin sillas rígidas, como mucho sobre mantas acolchadas. No utilizaban estribos ni herraban a sus monturas.



Reconstrucción en color del llamado Jinete Persa de la Acrópolis de Atenas. El original (ca. 490 a. C.), en mármol, está en el Museo de la Acrópolis de Atenas.
Realizaban escaramuzas
lanzando jabalinas o flechas, se retiraban y disparaban al enemigo
cuando se éste se batía en retirada. En la lucha cuerpo a cuerpo, no
trataban de desmontar a su adversario, sino que atacaban sus flancos vulnerables y su retaguardia. La caballera no solía cargar sobre formaciones de infantería sin romper.


El sátrapa y el rey se ocupaban de las unidades mercenarias de
caballería. Las del rey constituían guarniciones permanentes
estratégicamente localizadas. Las comunidades locales se encargaban de
su manutención. Parte de los tributos se dedicaban a la compra, cría y
cuidado de las monturas. La guarnición real estacionada en Cilicia era una de la más importantes, por su misión de prevención ante fuerzas invasoras o rebeldes que osaran penetrar por las Puertas Cilicias.nota 7 23 Los mercenarios sagartios utilizaban puñales y lazos, estos últimos confeccionados con tiras de cuero trenzadas.nota 8 24 Aunque no eran los únicos que manejaban lazos, también lo usaban otras tribus iranias de Asia Central e Irán oriental. Los jinetes de Asia Central llevaban el cabello corto y no lucían bigote ni barba.23


Según Heródoto, las fuerzas de caballería de la expedición a Grecia de Jerjes I, estaban compuestas por contingentes persas, cuyos jinetes cubrían sus cabezas con tiaras, aunque algunos usaban cascos metálicos.25 Los sagartios aportaron 8000 jinetes: utilizaban lazos de cuero trenzado que arrojaban a sus adversarios,nota 9 y mediante un nudo corredizo, los arrastraban hacia sí.26 Los jinetes medos, los cisios, bactrios, sacas, líbicos,
árabes e indios llevaban la misma indumentaria y armamento que sus
fuerzas de infantería. Estos últimos, además, montaban caballos
ensillados y conducían carros, de los que tiraban caballos y onagros de la India (hemionus onager indicus). Los árabes montaban dromedarios.27


Los pueblos citados eran los únicos que proporcionaban caballería, cuyo número ascendía a 80.000 unidades,28
sin contar los dromedarios y los carros. Este número de efectivos se
considera verosímil, debido a que Heródoto más adelante indica que los
jefes de caballería eran tres, lo que supondría que cada cuerpo de
ejército, de los tres que participaron en la expedición militar contra Grecia,29 tenía asignado un contingente de 20.000 jinetes cada uno; es decir, en total, seis miríadas: persas, medos, cisios y bactrios pudieron haber integrado cuatro; los 8000 sagartios otra, y la última compuesta por caspios, pacties y paricanios.
A destacar que todas las tropas de caballería procedían de satrapías
orientales, y que los carros y dromedarios, de indios, líbicos y árabes,
no desempeñaron un papel decisivo en las operaciones militares que
narra el historiador de Halicarnaso.30


La flota


Trirremes varados en la playa de Maratón.
Hasta la conquista de Chipre y Egipto los persas no se vieron en la necesidad de construir y mantener una marina de guerra. Sin embargo, el dominio de todas las riberas del mediterráneo oriental y su conflicto permanente con los griegos les forzó a ello.


El ejército invasor de Egipto del rey aqueménida Cambises II solo podía marchar
por el desierto costero si poseía una armada que lo aprovisionara y
mantuviera. Ordenó construir una flota propia, que permitió a los persas
conquistar el país del Nilo y, posteriormente, atacar Europa.31


Las fuentes mencionan flotas constituidas por 600 y 300 barcos respectivamente, generalmente por 300 unidades.32 Para la expedición a Grecia de Jerjes I, la flota estaba compuesta de la siguiente manera: 300 barcos aportados por fenicios y sirios, 200 por los egipcios, 130 los chipriotas, 100 los cilicios, 30 los panfilios, 50 los licios, 30 los dorios de Asia, 70 los carios, 100 los jonios, 47 los griegos de las islas del mar Egeo, 60 los eolios y 100 los helespontios.
Tarn sugiere que la flota de Jerjes se componía de 600 unidades
procedentes de cinco zonas de reclutamiento, cada una de las cuales
suministraba dos escuadras de 60 naves. También sugiere que este sistema sexagesimal procedía de los fenicios.33 Ctesias refiere que en la época de Ariaramnes, sátrapa de Capadocia, se envió contra las escitas 30 naves. Heródoto menciona una subunidad de 10 naves, las más veleras de la fuerza naval de Jerjes, que zarparon de la polis de Terma, divisaron 3 trirremes, persiguieron a una, la capturaron y degollaron a un tripulante.34
Según Sekunda, la cifra de 30 barcos se prestaba bien a las operaciones
navales, pues un escuadrón de 30 barcos podía dividirse
convenientemente en 3 unidades de 10 barcos cada una, que constituirían
dos alas y un centro en la batalla.


Cada una de las naves tenía 30 marineros y tropa de su lugar de origen, pero también iban en cada una de ellas, persas, medos y sacas.35
Según Carlos Schrader «la presencia de estos soldados a bordo tendría
por objeto impedir defecciones, ya que la armada persa estaba formada en
su totalidad por pueblos occidentales, muy alejados del centro del
imperio, algunos de los cuales, como chipriotas, egipcios o griegos,
podían resultar de dudosa lealtad».36 Según Nicholas Segunda, los marineros etíopes, supuestamente se reclutaban de entre los nubios que trabajaban —y quizá también saqueaban— en los barcos mercantes que surcaban el Nilo.37


El mando último de los barcos recaía en un oficial persa. Como ocurría en el caso del ejército de tierra, los efectivos navales tenían sus propios jefes, subordinados a los almirantes persas de la flota,35 que eran los siguientes: Ariabignes, hijo de Darío; Prexaspes, hijo de Aspatines; Megabazo, hijo de Megábatas, y Aquémenes, hijo de Darío.38 Al frente de los navíos egipcios figuraba Aquémenes que era hermano de Jerjes por parte de padre y de madre, al frente de las fuerzas navales jonias y carias se hallaba Ariabignes, hijo de Darío y de la hija de Gobrias. Al mando del resto de los efectivos navales se hallaban los otros dos almirantes.39 El historiador de Halicarnaso no indica de qué almirante depedendían los fenicios y qué otras unidades estaban incorporadas a ellos.40


Heródoto cifra el total de pentecónteros, triacónteros, cércuros y embarcaciones ligeras para el transporte de caballos en tres mil.39


De los pueblos citados por Heródoto, quienes aportaban las naves más
veleras eran los fenicios, en concreto las mejores eran las de Sidón.35 La táctica y pericia naval era la de los marineros fenicios, sobre todo los sidonios.


Las satrapías
o ciudades marítimas estaban encargadas de proporcionar los barcos y de
mantenerlos, aunque la política encaminada a la centralización del
Imperio, hizo necesario que se construyeran astilleros reales, entre los que se conocen los de Menfis.


Impedimenta

Indumentaria


Estandarte de Ciro II el Gande.

Apadana de Persépolis, relieve del siglo V a. C. con soldados persas y medos, estos últimos llevan sombreros redondos.
En el Museo del Louvre se exhiben unos frisos de ladrillos esmaltados policromados, con figuras de dos regimientos presumiblemente de Inmortales. Proceden del palacio de Darío I en Susa, la antigua capital elamita.nota 10 Aparecen con sus uniformes, casi idénticos a los de los frisos provenientes del palacio aqueménida de Babilonia. No parece que en ambos frisos se hayan representado unidades de élite de los Inmortales, puesto que no van cubiertos con sombreros acanalados, sino con diademas de tela amarilla. Se puede conjeturar, hasta cierto punto, basándose en Estrabón, que no fueran nobles, sino plebeyos persas que llevaban como tocado en la cabeza una «tela de algodón».41
Ambos regimientos van equipados con lanza y arco. La distinción estriba
en las túnicas de diferentes colores. Sobre las dos túnicas, unas
insignias cosidas, podrían ser las representaciones de los
correspondientes estandartes militares, y cabe la posibilidad de que a modo de placa fueran en la extremidad de las pértigas. En una de las insignias figura el rayo solar de ocho puntas, de origen asirio y consagrado al dios supremo Ahura Mazda. Reviste también importancia religiosa la segunda insignia que muestra un altar triple de fuego.


Originariamente toda la vestimenta de los persas fue de cuero según informa Heródoto,42 símbolo no sólo de barbarie para el historiador de Halicarnaso, sino también de aquella vida austera y sencilla que los persas dejaron atrás el día en que se lanzaron a la conquista de Media y de Lidia.


El traje persa era cosido y ajustado al cuerpo, estampado de franjas zigzagueantes, antítesis del vestido ligero griego,43 haciendo uso del pantalón y del suéter. Su atuendo era así semejante al de los escitas —que curiosamente fue atenuada su presencia en la cerámica a partir del 490 a. C.—, aunque con la diferencia de que casi siempre se completaba con una especie de calzón o de quitón corto.43 Como novedad frente a los usos griegos se encuentran los grandes escudos rectangulares (γέρρον), la kopis, el carcaj y el estandarte.44


La copa conservada en Oxford del Pintor de Brygos contiene representaciones de las tropas persas, que bien se trata de la plasmación de la observación personal del pintor o de bocetos
hechos a partir de las ropas y equipamiento de los cadáveres. No es
posible establecer la nacionalidad de las figuras de la copa, dado que
persas, sacas, y hombres de otras nacionalidades pelearon en Maratón.45


Los personajes visten túnicas con mangas y pantalones confeccionados con cuero o fieltro, con aplicaciones de cintas de diversos colores. En las mangas, por lo general, hay una cinta cosida en la parte inferior y superior de la costura.
La decoración del resto de la manga son cintas cosidas en sentido
horizontal, en líneas rectas u onduladas, o a rayas en sentido vertical.
En algunos casos cada manga está decorada de distinta manera y en otros
son iguales. Están rematadas con un pequeño dobladillo en los puños.45


En los pantalones, la parte anterior y posterior de cada pernera
está recorrida por una cinta de color oscuro, se supone que siguiendo
la costura. A veces es la parte exterior de la pernera donde está
cosida, como en los pantalones militares del siglo XIX.
La zona del pantalón que delimitan estas costuras verticales en
ocasiones no se decora o si se hace es con cintas cosidas en sentido
horizontal, en líneas rectas u onduladas.45


No es habitual en el arte griego la capucha persa de cinco puntas que cubre la cabeza de un sparabara. Indicaría que el artista se basó en fuentes de la Batalla de Maratón.45


La coraza tampoco es habitual. En ella figuran unos puntos pequeños situados en el centro de rombos, que tal vez representen remaches
usados para fijar placas de bronce puestas entre dos capas de cuero,
una en el interior y otra en el exterior de la pieza. Las líneas
diagonales casi seguro que representan las costuras. Sería el
equivalente a la brigantina medieval o renacentista. La parte inferior acaba en una falda de pteruges. Esta prenda parece estar confeccionada de cuero duro, cortada en flecos para no entorpecer el movimiento de los muslos. El pantalón tiene aplicaciones cosidas de un material más oscuro en forma de rombos u hojas de contorno irregular.45


Las botas están atadas con una tira ancha de cuero que rodea los tobillos.
Estas tiras terminarían en unas correas a modo de cordones que se
atarían por debajo del pantalón, más arriba del tobillo. Este calzado
tendría el propio color natural del curtido, sin teñir, aunque existen casos de representaciones de botas de color rojo, amarillo o azul.45


Otro guerrero persa de esta copa tiene la parte de su coraza
correspondiente al pecho cubierta por una capa de cuero decorada con
rombos. A ambos costados de la coraza hay cosidas unas escamas de bronce
en una base dura y sin forrar. Las hombreras
también están hechas de escamas con los extremos redondeados, y las
puntas están atadas con una cinta de cuero. La falda está elaborada con
placas rectangulares metálicas terminadas en curva. Dichas placas están
cubiertas con cuero y fueron pintadas mitad negras y mitad blancas
siguiendo una diagonal. Debajo de la falda, el soldado viste una prenda
que no parece una túnica sino más bien un mandil confeccionado con un material maleable, decorado con una única línea oscura trazada en paralelo al borde. Esta prenda protegería la ingle envolviéndola.45


Armamento


Un hoplita griego ataca con su espada a un infante persa. En la
vestimenta de este último pueden apreciarse las franjas zigzagueantes
que lleva en la casaca ceñida, con motas, ajustada con una hebilla y
cubierta por una coraza. Lleva también un gorro con orejeras colgantes y
va armado con arco y makhaira. Kílix del siglo V a. C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Por lo que respecta a los combates ente hoplitas y persas, estos
últimos fueron representados la mayoría de las veces como arqueros, soldado que se convirtió en sinónimo de guerrero persa; aunque su arco
no respondía siempre al mismo esquema formal, sino que en unos casos
era recto, en otros doble o tendido hacia atrás como el de los escitas.46 Fue frecuente en la iconografía el uso de armas cortantes como hachas (la sagaris/σάγαρις,
de un solo filo, o la πέλεκυς, de doble filo) y espadas, dándose el
caso ajeno a la tradición hoplítica de mostrarse el soldado persa como
arquero y espadachín a la vez.47 Hay que notar también que la espada del persa no es la característica xifos (ξίφος) —si bien se utiliza también el término—, sino que se trata de una espada curva y cortante: la makhaira (μάχαιρα). Sirva como corroboración la denominación de los persas por Esquilo como «la gente armada con espada» (τὸ μαχαιροφόρον ἕθνος).48 En el mundo griego la makhaira era el instrumento del corte sacrificial,43 espada que Jenofonte tiempo después denominó con el término kopis (κοπίς).


Un persa que aparece en la copa de Oxford del Pintor de Brygos, cae bajo la carga de un hoplita. En el escudo del griego se aprecia la parte inferior de la cabeza de un toro. Debajo del escudo del hoplita se halla el spara
(escudo) del iranio. Su coraza es idéntica al modelo de las corazas
griegas compuestas. Su antebrazo derecho blande una espada tipo kopis de
la que sólo se distingue el pomo.45


Del hoplita tomó el persa a veces la coraza, pero nunca las grebas ni el escudo redondo, sino una pelta o un escudo rectangular. Este soldado de a pie Llevaba una akinakes, daga larga y recta, de doble filo, de la que hablan Jenofonte y Heródoto,49 una lanza corta con astil de madera y contrapeso esférico con cabeza de metal, un carcaj con flechas de caña con punta de bronce o de hierro y un arco compuesto. Las flechas iban a alojadas en lo que los griegos llamaban gorytos,
una mezcla de carcaj y funda para arco, inventado por los escitas. Se
colocaba a la altura de la cintura. Disponía de dos compartimentos
separados: en uno se colocaban las flechas, atadas con una correa de
cuero, y el arco en el otro. Según Heródoto el gorytos que
empleaban los escitas estaba cubierto de piel humana, arrancada de los
miembros amputados de sus enemigos, lo que le confería su color blanco.50


Las puntas de las flechas solían tener tres filos, algunos de 3 o 4
cm de longitud, y estaban huecas. Se colocaban en una vara de madera que
a su vez se ensartaba en la vara principal, hecha de caña, ligera y
hueca. Con sus puntas pequeñas, estas flechas relativamente ligeras eran
más eficaces contra objetivos sin armar que para penetrar en un escudo o
en una armadura. Esquilo dice que el arco era un símbolo tan importante
para los persas como la dory, la lanza de punta de bronce para los griegos.51



Brazo de un arquero de corta talla, de piel blanca. Susa.
El arco compuesto, de alrededor de 1,2 m de longitud, era el arma por
excelencia. Consistía en un alma de madera, cuya parte exterior estaba
revestida con tendones laminados, y la exterior o posterior con asta. Merced a la elasticidad
de los tendones, al tensar la cuerda, el asta y el vientre se
comprimían y los tendones se estiraban. Explotando sus propiedades
mecánicas, ambos materiales reaccionaban para propulsar la cuerda. Este
tipo de arco era muy difícil de tensar y necesitaba el concurso de ambas
piernas y brazos. La técnica de disparo, tanto de los escitas como de
los persas consistía en estirar la cuerda hasta la barbilla o pecho del
arquero con las puntas de tres dedos, sosteniendo la flecha entre los
dedos índice y medio. El pulgar y el meñique no intervenían. Los
arqueros disparaban flechas incendiarias masiva y frecuentemente al
enemigo, lo que les permitía colgarse el carcaj en el costado, a la
altura de la cintura.


La sagaris, también de origen escita, era un hacha con mango largo y
estilizado, y una hoja pesada y cortante. La más usual era una ligera,
que podían utilizar tanto los infantes como los jinetes. Blandida de
forma eficaz con una sola mano, podía penetrar en casco un metálico o en
una coraza.


El soldado de infantería se protegía con un escudo ligero de mimbre.
Normalmente, se fabricaba con cañas trenzadas a través de una lámina
húmeda de cuero. Cuando ésta se endurecía, las virtudes combinadas de
ambos materiales le conferían la capacidad de detener las flechas
enemigas. El escudo pequeño, en forma de luna creciente con las puntas
dirigidas hacia arriba, podía plantarse en el suelo, lo que permitía al
arquero descargar sus flechas desde la espalda con relativa protección.
Algunos soldados llevaban escudos ovales con segmentos circulares en
(persa antiguo, taka) similares al aspis hoplita.


Algunos persas llevaban casco, pero sólo los contingentes mesopotámicos o egipcios se protegían con armaduras.


Iconografía

En la cerámica ática y en la Batalla de Maratón, por un lado figuran amazonas y persas, iconografías bárbaras, representaciones de un alteridad en el imaginario griego, latente en la cerámica de figuras negras, abrumadoramente en la de figuras rojas, ocasionalmente manifiesta en blanco; por el otro gigantomaquias, centauromaquias, amazonomaquias, la propia Guerra de Troya,52 y Teseo, héroe civilizador ateniense, que recogió el relevo de Heracles en perfecta y armoniosa sincronía con las celebraciones del triunfo sobre la hibris (ὗβρις) y la ἄτη persa, en las batallas de Maratón, Salamina, Platea, Eurimedonte.53


Junto a los vasos cerámicos, y los frescos que representaban en el Pórtico Pecile (Stoa Pecile) la batalla de Maratón y de Énoe,54 de autoría incierta, de Micón o de Paneno,55 con la lucha de Teseo contra las amazonas, un mimetismo del conflicto entre griegos y bárbaros, y la pintura de los maratonómacos, beocios de Platea y atenienses que combatían contra unos persas que, cómo no, huían; y los trirremes fenicios vencidos por los griegos que chocaban los unos contra los otros de nuevo en desordenada maniobra de repliegue y huida;56 o la lucha de griegos frente a los seguramente persas del friso del templo de Atenea Niké.57


Otros testimonios son un fragmento de pintura de la Casa de Dioniso, en Delos (siglo II-I a. C.),58 que muestra a un persa herido; la iconografía del mosaico de la Casa del Fauno, cuyo modelo podría haber sido un campo de batalla entre Darío III y Alejandro Magno pintado por Filoxeno de Eretria para Casandro de Macedonia;59 nota 11 los combates del llamado sarcófago de Alejandro; la crátera apulia del Pintor de Darío, en Nápoles, o una miniatura de un manuscrito bizantino del siglo XI de los Cinegética del Pseudo-Opiano en el que se aprecia, como en dos vasos de factura apulia, a un Darío fugitivo perseguido por Alejandro.60


Iconografías bárbaras que reflejan las más de las veces al enemigo, al eterno enemigo de frontera, subyugado, vencido, medroso, casi siempre fugitivo. Una imagen arquetípica de la larga duración y muy reveladora sobre las maneras de representarse la alteridad persa en el imaginario griego.


En la primera mitad del siglo V a. C., la iconografía cerámica ática se enriqueció con la aparición de soldados persas, poniéndose al servicio del triunfo de Atenas sobre la barbarie, del griego sobre el bárbaro asiático.61
La construcción de la alteridad persa en la iconografía cerámica ática
tuvo además otros modelos sobre el mismo suelo heleno: por un lado,
aprovechó por asimilación elementos de otras alteridades, como la escita, la frigia o la tracia, ya presentes en la cerámica de figuras negras;62 por otro lado configuró la visión desde el año 490 a. C. de guerreros persas frente a frente en el campo de batalla, así como la utilización de los botines de guerra ofrecidos como exvotos en los santuarios.63
Tampoco cabe desdeñar la información que podían haber obtenido los
atenienses a través de sus hermanos del este, absorbidos por las satrapías occidentales del Imperio aqueménida, o también por supuesto, de los griegos que habían servido en la corte del Gran Rey.64


Esos soldados persas huyendo en estampìda fueron también pintados en la Stoa Pecile de Atenas,65 y unos persas esculpidos en mármol frigio sostenían un trípode de bronce en el templo de Zeus Olímpico de la misma ciudad.66 Otras veces los persas habrían sido representados bajo la figura genérica de un oriental,67 que bien podría reflejar la mezcolanza étnica que formaba los contingentes militares aqueménidas.


Historia

La guerra en Occidente

Tras la sumisión definitiva de Jonia —la revuelta jónica— a la que puso fin la Batalla naval de Lade en 494 a. C., la toma de Miletonota 12 las conquistas de las islas del Egeo más importantes, como Samos, como consecuencia de la defección de los samios en Lade, la reducción por la flota fenicia de Quíos, Lesbos y Ténedos, y la recuperación del control del Helesponto,
la fuerza naval abandonó Jonia y se apoderó de todas las poblaciones
griegas de este estrecho, situadas a mano izquierda navegando desde el
mar Egeo. Las de la orilla derecha ya habían sido tomadas en una campaña
terrestre que dirigió Daurisas en 497/496 a. C.68



Península de Acté con el Monte Athos en su extremo.
En la primavera de 492 a. C., Mardonio, yerno de Darío, desde Cilicia
cruzó el Helesponto a bordo de sus navíos, reunió un cuantioso número
de barcos y un nutrido ejército de tierra y emprendió la marcha con el
objetivo de conquistar Eretria y Atenas por la ayuda que habían prestado a los rebeldes jonios,69 pero en realidad un pretexto para conquistar el mayor número de ciudades griegas:70 la flota sometió las isla de Tasos,70 se logró la dominación militar de Macedonia desde el río Estrimón hasta Tesalia.70 Acto seguido, desde Tasos arrumbó sus naves hacia el continente europeo,70 y bordeó las costas egeas de Tracia hasta Acanto, de donde zarpó para intentar doblar la península de Acté, en la que está el Monte Athos.70 Un huracán procedente del norte diezmó la flota, arrojando gran parte de las naves contra el Atos.70 Hubo 20.000 bajas y la pérdida de unos 300 barcos.70 Entretanto, Mardonio y el ejército de tierra acampados en Macedonia sufrieron un ataque nocturno por parte de los tracios
brigos, que causaron muchas muertes e hirieron a Mardonio, quien luego
los sojuzgó y ordenó después el regreso a Asia. Según H. Castritius la
campaña persa, exceptuando el desastre naval, cumplió su misión si su
propósito era consolidar su hegemonía en Tracia occidental y Macedonia.71


El capítulo 239 del Libro VII de la Historia de Heródoto contiene
afirmaciones controvertidas según la crítica, y consideradas como una interpolación, por el estilo y la asincronicidad (relata hechos de cuando Jerjes aún no había partido de Susa (484 a. C.) que denota en el paso del Libro VII al VIII.72 Asevera el historiador que los lacedemonios fueron los primeros que supieron que el rey aqueménida iba a atacar Grecia: «Demarato [rey espartano], hijo de Aristón,
había buscado asilo entre los medos, y en mi opinión (la lógica por
otra parte, abona mi suposición), no sentía simpatías hacia los suyos...
Demarato, quiso informar a los lacedemonios... se le ocurrió la
siguiente idea: cogió una tablilla de doble hoja, le raspó la cera y,
escribió en la superficie de madera de la tabilla los planes del
monarca; recubrió la tablilla con cera derretida, tapando el mensaje; al
estar en blanco no levantaría sospechas ante los cuerpos de guardia
apostados en el camino.nota 13 »


Batalla de Maratón

La expedición griega

La guerra que amenazó a los griegos continentales desde la expedición
abortada de 492 a. C., en la que la tempestad y los tracios impidieron a
Mardonio dejar atrás Macedonia,
no dio conquistas a los dos Estados ni a los dos pueblos; enfrentó a
unas comunidades rurales desorganizadas con el gran reino conquistador,
dueño virtual de la tierra.73


En la década de 490 a 480 a. C. la integración de Grecia en el
Imperio aqueménida podía parecer inscrita en la lógica del destino:
tanto la voluntad del rey conquistador como la superioridad numérica y
técnica de los persas parecía que debía engullir Grecia como habían engullido Jonia.73
Es exactamente lo que Heródoto hace decir a Jerjes y a Mardonio en la
víspera de la expedición de 480 a. C. Hay quien opina que la asamblea
convocada por Jerjes para deliberar sobre la campaña no es histórica.74
aunque pudiera tener una base histórica, que llegara a los oídos del
historiador de sus informadores persas. Según C. Hignett, Mardonio
encabezaba la opinión partidaria de la guerra y Artabano la contraria.75
Para el Gran Rey, según el excurso herodoteo, se trataba tanto de
«castigar a los atenienses por todos los contratiempos que habían
causado a los persas, y concretamente a mi padre... él no ha podido
vengarse y por eso, yo en su nombre y en el de los demás persas no
cejaré hasta que haya tomado e incendiado Atenas».76


Paz de Calias

Reveses y reformas del siglo IV a. C.

Coraceros
Reformas de Ifícrates
Reformas de Datames
Revueltas sátrapas
Los epilektoi griegos
La caída del Imperio

Véase también

Notas


  • Véase Dinastía XXIX de Egipto y Dinastía XXXI de Egipto

    1. Las guarniciones persas de la ruta real que unía Susa con Sardes. Cf. Heródoto, VI.52

    Referencias


    1. Heródoto, VII.8-9

    Bibliografía

    Enlaces externos

    Menú de navegación


  • Los textos persas los describen de diversas formas, aunque parece que se trataba de un disco alado. Cf. Heródoto, Historia VII.40. Jenofonte menciona un águila de oro como enseña real en la punta de la lanza de un jinete persa. Cf. Jenofonte, Anábasis I.10.12


  • Jantzen incluye la ilustración de un tachón de bronce de este tipo de escudo, hallado en Samos, igual que los representados en Persépolis. Cf. Jantzen, U., Ägyptische und orientalische Bronzen aus den Heraion von Samos. Samos VIII. Bonn, 1972


  • Caballos famosos por sus resistencia y velocidad, criados en la llanura Nesea, en Media, entre Behistún y Ecbatana. Cf. Inscripción de Behistún 13, Flavio Arriano, Anábasis de Alejandro Magno 13.1, Diodoro Sículo, Biblioteca histórica XVII.110


  • Véase guadaña de guerra


  • Del persa تاره tara traducido en latín como tiara


  • El paso de montaña que conduce desde Asia Menor hasta el interior de Siria



  • La táctica que emplean es acercarse a la altura de sus adversarios, arrojar los lazos, que en su extremo poseen un nudo corredizo,
    y a todo lo que aciertan, sea un caballo o un hombre, lo arrastran
    hacia ellos, de manera que sus presas perecen atrapadas en las cuerdas.






    Heródoto VII.85


  • Pausanias menciona que también los sármatas eran diestros con dichos lazos.Cf. Pausanias, Descripción de Grecia I.21 (en inglés)


  • Entre otras publicaciones sobre los mismos, cf. Ghrisman, Roman, The Arts of Ancient Iran, from its Origins to the Time of Alexander the Great, 1964, pp. 141-190


  • Para la datación del modelo del mosaico, para algunos inmediatamente después de la Batalla de Issos, para otros alrededor de 317-316 a. C., puede consultarse A. Cohen, The Alexander Mosaic. Stories of Victory and Defeat, Nueva York, 1997, p. 85


  • La conquista de esta ciudad, relatada por Heródoto (VI.18-21), inspiró la obra del tragediógrafo ateniense Frínico titulada La Toma de Mileto. Cf. Heródoto, VI.21.2


  • de Souza, Philip, p. 23


  • Heródoto lo describe en II.182 y III.47.2


  • Heródoto IX.63


  • Dandamaev, M. «Assyrian traditions during Achaemenid Times» en Parpola, S y Whiting, R. M. (ed.):Assyria 1995: Proceeding of the 10th Anniversary Symposium of the Neo-Assyrian Text Corpus Project, 1995, Helsinki, pp. 41-48


  • Jenofonte, Anábasis I.8.21-23; Flavio Arriano, Anábasis de Alejandro Magno II.8.11


  • Heródoto, Historia VII.83.1


  • Olmstead, Arthur T., History of the Persian Empire, University Of Chicago Press, pp. 238-239 y lámina XXXI. ISBN 978-0-226-62777-9


  • Pierre Briant, p. 273


  • Jenofonte, Ciropedia VII.5.66-68


  • Heródoto VII.211.1


  • Quinto Curcio Rufo, Historia de Alejandro Magno III.3.13


  • Claudio Eliano, Varia Historia IX.3


  • Flavio Arriano, op. cit. III.13.1


  • Ateneo, op. cit. XII.514b


  • Sekunda, Nicholas,p. 22


  • Heródoto VII.92


  • Heródoto VII.93


  • Heródoto V.112


  • FGrH 472 F6


  • Heródoto, op. cit. VIII.113.2


  • Heródoto, op. cit. VII.8.6.1


  • Archivo Murasu BE 10, 61


  • Sekunda, p. 26


  • Heródoto, VII.85


  • Heródoto, op. cit. VII.84


  • Heródoto, op. cit. VII.85


  • Heródoto, op. cit. VII.86


  • Heródoto, op. cit. VII.87


  • Cf. Heródoto, op. cit. VII.121.2-3


  • Reginald Walter Macan, Herodotus, The Seventh, Eighth, & Ninth Books with Introduction and Commentary (en inglés). Véase también del mismo autor Herodotus: the fourth, fifth, and sixth books (1895)


  • Wallinga, H. T., The Ionian Revolt, Mnemosyne, ser.4:37:3/4 (1984) pp.45 y sigs.


  • Cf. Diodoro Sículo, Biblioteca histórica XI.77.1, XV.22.2


  • W. W. Tarn, “The Fleet of Xerxes [I, 486-465 B.C.”] en The Journal of Hellenic Studies, 28, 1908, pp. 202-203


  • Heródoto, VII.179-180


  • Heródoto, VII.96


  • Schrader, Carlos (1985). Heródoto. Historia. Libro VIII. Madrid: Editorial Gredos. pp. p. 138, nota 478. ISBN 84-249-0994-1.


  • N. Sekunda, p. 21


  • Heródoto VII.97


  • Heródoto, VIII.97


  • H. Hauben, The Chief Commanders of the Persian Fleet in 480 B.C., Ancient society, ISSN 0066-1619, Nº. 4, 1973, p. 23 y sigs.


  • Estrabón, Geografía XV.3.19


  • Heródoto I.71.2


  • F. Lisarrague, op. cit. p. 31


  • A. Bovon, op. cit. pp. 595-596


  • Anthony A. Barrett & Michael Vickers, “The Oxford Brygos cup reconsidered”, en Journal of Hellenic Studies, ISSN 0075-4269, Nº 98, 1978, pp. 17-24


  • F. Lisarrague, L’autre guerrier. Archers, peltastes, cavaliers dans l’imagerie attique, París-Roma, 1990, p. 30. ISBN 978-2-7283-0184-3; Ch. Zutterman, The bow in the Ancient Near East, a re-evaluation of archery from the late 2nd. Millennium to the End of the Achaemenid period, IA 38, 2003, pp, 119-165.


  • F. Lisarrague, op. cit. p. 4


  • Esquilo, Los persas 56


  • Jenofonte, Anábasis I.2.27, I.8.29; Heródoto op. cit. III.118.2, III.128.4, VII.61.1, IX.107.2


  • Heródoto, op. cit. IV.643.3


  • Esquilo, Los persas 147–148


  • H. Schoppa, Die Darstellung der Perser in der griechische Kunt bis zum Beginn des Hellenismus, p. 7; W. Raeck, Zum Barbarenbild in der Kunst Athens im 6, und 5 Jahrhundert v. Chr., Bonn, 1981, pp. 1- 9 y 214-231; E. Hall, Asia unmanned: Images of Victory in classical Athens,
    pp. 114 y sigs.; D. Castriota, “Justice, Kingship, and Imperialism:
    Rhetoric and Reality in Ffth–Century B. C. Representations Following the
    Persian Wars”, en B. Cohen (ed.), Not the Classical ideal, Athens and the Construction of the Other in Greek Art, pp. 443=479


  • M. Vickers, “Les vases peints: image ou mirage”, en F. Lissarrague & F. Thelamon (ed.), Image et céramique grecque. Actes du Colloque de Rouen, Rouen, 1983, p. 29 y sigs.; E. D. Francis, Image and Idea in Fifth–Century Greece. Art and Literatur after the Persian Wars, Londres, 1990; Ch. Sourvinou-Inwood, “Myths in Images: Theseus and Medea as a Case Study”, en L. Edmunds (ed.), Approaches to Greek Myth, Baltimore y Londres, 1990, pp. 413,414, 430 y 434; M. Robertson, The Art of Vase-painting in Classical Athens, Cambridge, 1992, p. 125


  • Pausanias, Descripción de Grecia I.15.1


  • H. Schoppa, Die Darstellung und iranier—Namen in den Schriften Xenophons, Viena, 2002, p. 28; T. Hölscher, Griechische Historienbilder des 5. und 4. Jahrhunderts v. Chr., Würzburg, 1973, pp. 56–68 y 78–84; E. D. Francis & M. Vickers, The Oneoe Painting in the Stoa Poikile and Herodtus’ Account of Marathon, ABSA 80, 1985, pp. 99–113; A. Cohen, The Alexander Mosaic. Stories of Victory and Defeat, Nueva York, 1997, p. 25 y sigs.


  • Pausanias, op. cit. I.15.3, Plinio el Viejo, Historia Natural XXXV.57


  • E. B. Harrison, The South Frieze of the Nike Temple and the Marathon Painting in the Painted Stoa, AJA, 1972, pp. 353–378


  • texto de nota 70 p. 297


  • Plinio el Viejo, op. cit. XXXV.110


  • K. Weitzmann, Greek Mhytology in Byzantine Art, Princeton, 1984, pp. 102 y sigs. y 109


  • A. Bovon, La représentation des guerriers perses et la notion de barbare dans la 1re moitié du Ve siècle, BCH 87, 2963/2, pp. 579-602


  • W. Raeck, op. cit. p. 102 y sigs.


  • Pausanias, op. cit. I.27.1


  • P. Scmitt-Pantel & F. Thelamon, op. cit. p. 16; A. Bovon, op. cit. pp. 587, 597 y 591; M. Miller, Athens and Persia, pp. 7 y 9


  • Pausanias, op. cit.I.15.3


  • Pausanias, op. cit.I.18.8


  • W. Raeck, op. cit. 102 y sigs.


  • Heródoto, VI.31 y VI.33


  • Heródoto, VI.43.2-4


  • Heródoto, VI.44


  • H.
    Castritius, «Die Okkupation Thrakiens durch die Perser und der Sturz
    des athen. Tyrannen Hippias», Chiron, II, 1972, pp. 1 y sigs.


  • Cf. W. W. How, J. Wells, A commentary on Herodotus, II, p. 234


  • Picard, Olivier (1980). «Les grecs devant la menace perse». París: Société d'édition d'enseignement supérieur (en francés). pp. 97-111. ISBN.


  • N. Wecklein, Über die Tradition der Persekriege, Múnich, 1876, p. 11


  • C. Hignett, Xerxes' invasion of Greece, Oxford, 1963, pp. 90-91


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