domingo, 12 de marzo de 2017

Heroes en Uniforme - Uniforme Militar Venezolano

Heroes en Uniforme - Uniforme Militar Venezolano












































miércoles, 23 de mayo de 2012









    USO DEL FUSIL REMINGTON EN EL EJÉRCITO DE VENEZUELA
 Revisando material bibliográfico sobre la historia del uniforme militar
venezolano, me tope con un interesante material relativo al fusil denominado
”Remington”, en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina que se
presentó ante el Congreso de Venezuela el 20 de febrero de 1892 por el General
Alejandro Ibarra.
    Se
trata del folleto titulado “Cartera del Soldado” redactado con el fin de servir
de manual de instrucción en el uso y conocimiento del citado fusil, que desde
los primeros años de la década de 1870 y por iniciativa del General Guzmán
Blanco, comenzó a ser arma regular del ejército venezolano (aunque persistirán
por algunos años más en uso los fusiles de pistón), hasta ser paulatinamente
sustituido a partir de 1893 por el modelo Mauser 71/83, éste último introducido
durante el gobierno del General Joaquín Crespo. El citado manual, es obra de un
oficial del ejército de nuestro país,  el
Capitán José Antonio Espinoza, poseyendo el mérito adicional de haber sido
pensado y adaptado a nuestro idioma y costumbres, se aprobó como texto de uso general
en nuestra fuerza armada luego de haber analizado y reconocido sus ventajas.
   
Hasta la adopción en nuestro ejército de la “Cartera del Soldado”, se
utilizaban como manuales de instrucción para el uso del fusil Remington, obras
traducidas del inglés, y manuales de táctica para dicha arma publicados en
España, como las obras del Marques del Duero (publicada en Madrid en 1864) y el
Berdan. En Venezuela, se usaron varios modelos del fusil Remington 1871, entre
ellos los calibres 50, 58 y el 43 con bayoneta sable.
   
“CARTERA DEL
SOLDADO
Por el
Capitán José
Antonio Espinoza,
Mandada a Publicar
y Adoptar como Texto General del Ejército Por el
GENERAL JULIO F.
SARRIA
Ministro de Guerra
y Marina, Según Resolución Ejecutiva de 31 de Octubre de 1891
_________
ES PROPIEDAD 
DEL AUTOR
_________
    Aunque mucho se ha escrito en verdad acerca de
la teoría y descripción del “Remington” nos tropezamos sin embargo con el grave
inconveniente de que los grandes tratados sobre la materia, de suyo muy
extensos, son inadecuados a la natural inteligencia del soldado: y que los que
la han compendiado han omitido muchos detalles que son indispensables conocer.
    Por
tanto, procurar un método fácil y sencillo y al alcance de cualquier
inteligencia, es el único móvil que nos ha impulsado al escribir este pequeño
tratado; y muy lejos de ridículas pretensiones, que jamás han tenido cabida en
nuestro ánimo, lo que queremos es, no enseñar, sino exponer el resultado del
estudio que hemos hecho sobre la materia, por si nuestros superiores lo
encontraren aceptable y de alguna utilidad.
                                                                  
EL AUTOR. 
DESCRIPCIÓN DEL REMINGTON.
   
Considerémoslo dividido para su estudio en dos partes principales, a
saber: la parte metálica y la parte de madera.
    La
parte de madera es la que constituye la CAJA del fusil.
    La
parte metálica es el fusil propiamente dicho.
LA CAJA.
   
Esta se compone de dos piezas; LA CAÑA y LA CULATA.
   
Como fácilmente se comprende, la CAJA de este fusil es una parte
puramente complementaria y la forme que afecta no nos presenta en manera alguna
nada de particular.
    La
CAÑA, figura 3, tiene por objeto, a más de servir de asiento al cañón, precaver
la mano del tirador de la alta temperatura a la que sube éste después de
algunos disparos consecutivos. Se distingue en la caña, la canal que está
practicada en el sentido de su longitud y por el lado opuesto a aquel que
descansa el cañón. Esta canal sirve para colocar la baqueta y se llama
Baquetero.
LA CULATA.
   
Esta pieza, figura 4, tiene por objeto complementar la forma del fusil,
sirviendo a la vez de punto de principal apoyo. La parte la .b. se llama
Garganta y es por donde se toma con más frecuencia el fusil cuando se esta
maniobrando con él. Las partes (c.) y (d.) se llaman respectivamente punta y
talón de la culata.
PARTE METÁLICA.
   
Esta se compone de siete partes principales que son: El Cañón, el Cajón
del mecanismo,  el Mecanismo, el Guarda-monte,
la Bayoneta, la Baqueta y las Guarniciones.
CAÑÓN.
   
Este, figura 2, (a. b.) es de acero fundido. Su superficie exterior
presenta una forma tronco-cónica. El extremo superior (a.) se llama BOCA y el
otro extremo (b. c.) roscado a fin de que pueda atornillarse en la parte
superior del Cajón del mecanismo, recibe junto con aquel la denominación de
RECÁMARA. La parte interior, hueca y de forma cilíndrica, se llama ÁNIMA y está
surcada en el remington español por seis estrías en espiral, mientras que en el
americano sólo son cinco las estrías. Estas, en ambos fusiles, parten desde la
BOCA y van a terminar a un tercio antes de llegar a la RECÁMARA.
   
Tienen por objeto dichas estrías imprimir al proyectil en el momento del
disparo, además del movimiento de traslación debido al impulso de las materias
explosivas, otro de rotación sobre su propio eje; es decir: que las estrías
vienen a desempeñar el papel de una tuerca para con la bala que se desliza
rápidamente en el ÁNIMA del CAÑÓN, y es así que el proyectil continúa animado
de estos dos movimientos en toda su trayectoria, hasta atravesar el objeto a
donde fue dirigido. Debido a esta circunstancia es el fenómeno que se observa
en la práctica que, cuando un proyectil atraviesa las paredes de un cuerpo, el
diámetro de la boca por donde efectúa su salida es mucho mayor que el diámetro
de la boca por donde penetra.
    Con
el empleo de las rayas en las armas portátiles de fuego se ha logrado en todo
lo posible tender la trayectoria, esto es, hacer que la curva que traza el
proyectil en su camino, se acerque más y más a una la línea recta.
    Se
distingue también en el Cañón y adherido próximo a la BOCA un resalte [d.] el
cual recibe el nombre de MIRA. El extremo de la mira adherido al Cañón se llama
PEDESTAL y el otro extremo se llama CUSPIDE. Esta pieza es uno de los puntos
por donde se dirigen las líneas de mira. 
En el costado derecho del cañón [*] Entiéndase por costado derecho e
izquierdo del fusil, los que corresponden respectivamente al costado derecho e izquierdo
del tirador, cuando éste está en la posición de apunte.
    Y
también adherido junto a la base hay otro resalte, pero mucho más largo que la
mira; éste se llama DIRECTRIZ DE LA BAYONETA y sirve para sostener a esta en el
fusil. Próxima a la recamara y en la misma dirección que la mira, se encuentra
el ALZA [e.] figs. 2 y 13. Esta pieza esta atornillada en el Cañón y de ella
hablaremos separadamente. Por último, en la cara diametralmente opuesta a la en
que se encuentra la mira y el alza, hay una pieza también atornillada al cañón,
que se llama CHATON, fig. 2 (f.) y tiene por objeto incrustarse en una
escotadura practicada ad hoc en la caña, sirviendo así de uno de los puntos de
apoyo de ésta, con el cañón.
CAJÓN DEL MECANISMO.
    El
Cajón del mecanismo, figura 5, que también es de acero, es la pieza de adentro
de la cual funciona todo el mecanismo del remington. Sus caras, derecha e
izquierda, reciben respectivamente la denominación de PLATINAS derecha e
izquierda. La parte superior (a. b.) esto es, donde está atornillado el cañón
en su interior hueca; es ahí precisamente donde se aloja la cápsula y ya hemos
dicho que se llama recámara. El otro extremo (c. d.) que termina en forma de
cola se llama RABERA, y es uno de los puntos de apoyo de la culata. En el
extremo (g.) que está debajo del cañón, se desliza en su interior una pieza que
se conoce con el nombre de ESCUADRA, ésta tiene en su centro una tuerca en la
cual se atornilla la parte roscada que tiene la baqueta en uno de sus extremos,
impidiendo así la libre salida de ésta del baquetero. Hay por último en el
interior del cañón del mecanismo una barrita de acero que atraviesa las dos
platinas y está remachada en ellas. Esta pieza sirve para limitar el movimiento
del percutor cuando éste es impulsado hacia atrás. Los taladros [f. y f.]
practicados en ambas platinas tienen por objeto sostener los ejes o pasadores
[1 y 2] del percutor y del obturador; los [h. y h.] también practicados en
ambas platinas sirven para dar paso a los tornillos del GUARDA-MONTE  (3 y 4) y el (c.) es donde se fija el
tornillo [5] de la BRIDA.
MECANISMO.
    El
MECANISMO se compone de las piezas siguientes: Percutor, Obturador y sus
correspondientes ejes o pasadores, Extractor, Disparador, Palanca de doble
acción, o de retenida, Muelle real, Muelle del Disparador, y Muelle de la
Palanca de doble acción.
PERCUTOR.
   
Como lo indica su nombre para percutir, es decir, golpear. Se considera
dividida esta pieza fig. (6), en tres partes: CABEZA, CUERPO, y PIE. En la
CABEZA, se distingue la cresta [a] que es donde se apoya el dedo pulgar de la
mano derecha para moverlo hacia adelante o hacia atrás; y el martillo (b.) que
es el que pega directamente en la cabeza del punzón.
    En
el CUERPO se distingue un taladro (c.) que es por donde penetra el eje o
pasador.
    En
el PIE se notan dos dientes, uno que es para el seguro (d.), y otro que es para
disparar (f.). La parte posterior (g. h.) es cóncava para poderse amoldar en la
convexa del obturador, y en la parte anterior se encuentran dos rebajos; el
primero (m.) es el que tropieza con la barra-tope, que hemos indicado en el
cajón del mecanismo y el otro (n.), es donde actúa directamente el extremo
libre del muelle real.
OBTURADOR.
   
Claramente nos está diciendo su nombre el fin a que está destinado.
   
Esta es la pieza que cierra la recámara impidiendo la salida de la
cápsula de su alojamiento, y al mismo tiempo el escape de los gases en el
momento del disparo.
   
Considerémoslo dividido en dos partes: CABEZA y CUERPO. Fig.(7).
    En
la CABEZA se nota la cresta (a.) que es donde se apoyan los dedos pulgar e
índice de la mano derecha cuando se va a abrir o cerrar la recámara.
    En
el CUERPO se nota el taladro (b.), que es por donde penetra su eje o pasador.
La parte (e. d. f. g.), rebajada, es donde se aloja y juega el extractor. En el
centro del extremo inferior se nota también un pequeño rebajo (m.), que es
donde funciona el extremo del brazo mayor de la palanca de doble acción. En su
parte superior hay otro rebajo (n. n.), que es donde descansa el martillo del
percutor después del disparo. Por último, en el interior del OBTURADOR hay
practicadas dos aberturas; una cónica, donde se mueve el punzón [s. t.] y la
otra rectangular, donde se mueve la palanca reguladora del mismo. El extremo
[s.] del punzón es el que pega contra la cápsula cuando el otro (t.), recibe el
golpe del PERCUTOR. La palanca reguladora es la que le comunica el movimiento
de vaivén al punzón, y se logra también con el auxilio de ella, que la punta
posterior de éste, no sobresalga y choque contra la cápsula cuando el OBTURADOR
está cerrado y no caído el percutor. Esta pieza está sostenida en el obturador
por medio de un perno que la atraviesa en su centro.
EXTRACTOR
    Dos
son las clases de extractores más usados hasta hoy en el remington, uno que es
una plancha rectangular, de acero, que funciona en el costado izquierdo de la
recámara fig. 8, y el otro fig. 9, que es un disco de forma circular también de
acero y funciona en el costado izquierdo del obturador. Pasemos a describirlos
separadamente.
    El
primero, fig. 8, consta de vara; [a. b.] y de la uña [c.]; ésta es arrastrada y
con ella todo el extractor, por el movimiento del obturador, el cual tiene un
rebajo para engranar en aquella. El extractor tiene además una pestaña [i.],
que es la que tropieza con el cordón de la base de la cápsula y la desaloja; y
su movimiento esta limitado por el tornillo-tope [t.], el cual no le permite
moverse sino en la extensión del rebajo [d. f.].
    El
otro extractor, fig. 9, sirve como el anterior para extraer la cápsula quemada
o sin quemar que pueda contener la recámara; ésta como anteriormente hemos
indicado, funciona en el costado izquierdo del obturador y descansa sobre el
mismo eje de éste.
    Su
centro está naturalmente taladrado, para darle paso al eje en su parte superior
se nota una pestaña [a.], que es la que tropieza con el cordón de la base de la
cápsula; y en su parte inferior se distingue otra pestaña [b.],  que es el punto en que le comunica el obturador
su movimiento. Veamos como es que el obturador le transmite su movimiento,
efectuándose por consiguiente el desalojamiento de la cápsula.
   
Supongamos cerrada la recámara, es decir, el obturador completamente
ajustado a ella. En este estado la pestaña (a.) del extractor esta incrustada
en un rebajo que tiene para el efecto la recámara; y entre el punto [f.] del
rebajo del obturador y la pestaña (b.) del extractor, hay una pequeña
separación. Al empezar a abrirse la recámara, el punto [f.] del obturador
empieza a acercarse al punto (b.) del extractor y tropezando al fin con éste
arrastra consigo en su movimiento toda la pieza. Como la pestaña (a.) ha tenido
que moverse también en la misma dirección, y se encuentra colocada detrás del
cordón de la base de la cápsula, fácil es comprender que tiene que tropezar con
él, extrayendo por consiguiente aquella de su alojamiento.
   
Como la cápsula no queda totalmente extraída, se termina ésta operación
quitándola con los dedos pulgar e índice de la mano derecha.
GUARDA-MONTE
   
Antes de pasar a describir las piezas que nos faltan del mecanismo,
hablaremos del GUARDA-MONTE, por ser en él donde se apoyan todas aquellas.
    El
GUARDA-MONTE, fig. 10 [a. b. c. d. f.] sirve para cerrar la parte inferior del
cajón del mecanismo, y además, como hemos indicado, de apoyo a cinco de las
piezas del mecanismo. Se fija a las platinas por medio de los tornillos (3 y
4), fig. 5, “como dijimos en la descripción del cajón del mecanismo”. En su
centro hay practicada una abertura rectangular que sirve para fijar el DISPARADOR.
La parte (b. c. d.) recibe el nombre de Arco del guarda-monte, y sirve para
precaver al disparador de los choques que pudiera sufrir y la parte (d. f.) se
llama Rabera del guarda-monte, y es otro de los puntos en que se apoya la
culata. Por último los taladros (1 y 2) es por donde pasan los tornillos que lo
fijan a las platinas.
MUELLE-REAL
   
Esta pieza, fig. 10 [h. i.] es una lámina de acero templado, y se fija
al guarda-monte por su extremo [h.] por un tornillo, mientras que el otro
extremo [i.] es el que se apoya en el rebajo [n.] del percutor. La fuerza
elástica de esta pieza se utiliza como fuerza motriz y es la que determina la
fuerte caída del percutor.
MUELLE DEL DISPARADOR
   
Esta pieza, fig. 10, (j. k.), también es una lámina de acero templado,
ligeramente arqueada, cuya parte convexa ve hacia el guarda-monte. El extremo
[j.] se fija al guarda-monte por medio de un tornillo, y el otro extremo actúa
sobre el disparador haciendo que la uña de éste esté siempre dispuesta a
engranar en los dientes [d.] del seguro y [f.] del disparador, que tiene en su
pie el percutor.
DISPARADOR
    EL
DISPARADOR, fig. 10, [m. n.] no es otra cosa que una pequeña palanca que jira
cerca de su extremo superior alrededor de un perno (8) que le sirve de eje y le
sostiene en el interior de la abertura rectangular que hemos dicho está
practicada en el centro del guarda-monte. El brazo superior termina en una
uña  [n.] que es la que engrana en los
dientes [d.] del seguro y [f.] del disparador que tiene en su pie el percutor.
El brazo inferior [m.] llamado cola está completamente fuera del guarda-monte y
protegido por su arco, siendo éste el punto en que se apoya el dedo índice de
la mano derecha del tirador para hacer fuego.
PALACA DE RETENIDA O DE DOBLE ACCION
   
Esta palanca, fig. 10, [p. q.] está sostenida en el gurda-monte por
medio del perno [4]. Su brazo mayor [q.] es el que se apoya con el rebajo [m.]
del obturador y hace que éste se ajuste completamente contra la recámara. El
brazo menor [p.] funciona por debajo de la uña [n.] del disparador y
sirviéndole como de cuña, refuerza el intimo contacto de éste con los dientes
del percutor.
MUELLE DE LA PALANCA DE RETENIDA O DE DOBLE
ACCION
   
Este muelle, fig. 10, [t. u.] fijo por uno de sus extremos al
guarda-monte por medio de un tornillo, es una pequeña lámina de acero templado,
ligeramente arqueada. Su parte convexa es la que ve hacia el guarda-monte y su
fuerza elástica se utiliza en el brazo mayor de la palanca de doble acción,
obligando a éste a comprimir el obturador contra la recámara.
BAYONETA-SABLE
   
Esta bayoneta, fig. 11, se compone de las partes principales siguientes.
– Cuchilla [a. b.], Crucero [c. d.], Cubo [d. f.], Puño [m. n.] y Muelle [h.].
    La cuchilla tiene la misma forma que la de un
sable cualquiera. En el crucero se distingue el cubo, que es la parte que
ajusta en la boca del fusil y en el puño está colocado el muelle que es el que
tranca a la bayoneta en la directriz, que, como hemos indicado anteriormente,
se encuentra soldada en la parte superior del cañón.
    El
empleo de ésta clase de bayoneta ha sido rudamente combatido y proscrito por
completo en muchos cuerpos de infantería. Muchas han sido las razones que han
expuesto los que la han combatido, y entre otras citaremos las de dos
aventajados militares españoles. Dice el Comandante Don Carlos Banús, en su
excelente tratado sobre “Táctica Elemental”, al hablar de la bayoneta-sable lo
siguiente: “Las principales condiciones que una Bayoneta debe reunir son dos:
fuerza y ligereza. Esta segunda condición es tanto más indispensable cuanto
menor es el calibre del arma, porque entonces el cañón es más grueso y más
pesado. De aquí se deduce que la Bayoneta no puede tener gran longitud, pues
cuanto mayor sea, más se aparta del punto de apoyo del fusil el centro de
gravedad. Tampoco conviene que tenga mucha sección. Por estas razones creemos
que es inconveniente el uso de la Bayoneta-sable, cuyas dimensiones son
excesivas y contribuyen a hacer el arma pesada.”
    Y
el Teniente Coronel de Ingenieros, Don Manuel Cano y León, en su obra “Armas
Portátiles de Fuego”, agrega lo siguiente: “En algunas naciones se ha tratado
de sustituir la bayoneta por un Sable-bayoneta. Esta ha tenido muchos admiradores;
pero ha sido objeto también de censuras agrias, bastante justificadas en
general, pues por su considerable peso, puede decirse que ha hecho volver el
papel de la bayoneta a su primitiva época; en que no era posible valerse del
fusil como arma de fuego, sin que cambiase las condiciones del tiro en el arma
en que se use.”
   
Efectivamente se necesita no haber tomado nunca un Remington armado de
Bayoneta-sable y llevado a la posición de apunten para dejar de comprender no
solo que no puede haber puntería posible sino que por hercúlea que sea la
resistencia de un soldado, apenas podrá soportar cinco minutos en una serie de
disparos consecutivos sin que se sienta agobiado por el cansancio y la fatiga.
    El
empleo y uso de la bayoneta en las armas portátiles de fuego, data del año de
1.641. Para aquella época era tan imperfecta la bayoneta que se tenia, que al
usarla inutilizaba por completo el arma para el fuego, convirtiéndola
simplemente en arma blanca.
   
Luego, en el año de 1.681, el General Machay introdujo en el Ejército
inglés con éxito feliz la BAYONETA DE CODILLO, salvando con ella el grave
inconveniente que hasta entonces existía. Esta a su vez ha sufrido ventajosas
modificaciones, hasta llegar a la que actualmente se tiene como más perfecta, según
la respetable opinión de discretos y aguerridos militares.
    LA
BAYONETA DE CODILLO, modificada, se compone fig. 14, de cuatro partes, a saber:
Hoja [a. b.], Codillo [a. c.], Cubo [d. f.], y Anilla [m. n.]; la primera parte
es de acero y las otras tres de hierro. La sección de la hoja de ésta bayoneta,
es triangular o cuadrangular, distinguiéndose en su longitud tres o cuatro
canales que se conocen con el nombre de Goteras, y es tal su elasticidad, que
después de sometida a una flexión cualquiera recupera su forma primitiva.
   
CODILLO: ésta parte, por la forma que afecta, es la que separa la
dirección de la hoja, de la del cañón y permite por consiguiente poder hacer
fuego con el fusil, sin necesidad de desarmarlo de la bayoneta.
   
Cubo: ésta es la parte por donde se sujeta la bayoneta al cañón y está
provista de una ranura compuesta de tres partes, dos verticales y la intermedia
horizontal, siendo ésta última por donde pasa el punto de mira.
    LA
ANILLA: ésta se compone de dos arcos semi-circulares, unidos por un perno en
dos de sus extremos y por los otros dos extremos que terminan en unas pequeñas
orejas, lo están por un tornillo; así pues, la pieza afecta la forma de una
bisagra y al armar la bayoneta cuando el punto de mira ha pasado por encima de
la anilla, con solo darle a ésta un cuarto de giro quedará completamente
asegurada la bayoneta.
    La
fig. 15 nos representa gráficamente el modo como funcionan y están colocadas
todas las piezas del mecanismo.
LA BAQUETA
    Esta
pieza, fig. 12, se compone de tres partes: Cabeza (a. b.), Barilla (b. c.) y
Punta (c. d.).En la cabeza se distingue una ranura y varias roscas; en aquella
se introduce el trapo cuando va a limpiarse el arma con la BAQUETA y las roscas
sirven para sujetar también el trapo de limpiar y aumentar el rozamiento de los
dedos cuando se va a sacar del baquetero. En la punta se distingue una parte
roscada (c. d.) que sirve para engranar en la tuerca de la Escuadra e impedir
así la salida de la baqueta del baquetero. La baqueta no debe utilizarse para
la limpieza del ánima del cañón, sino en un caso puramente excepcional, pues
éste hábito traería por consecuencia la destrucción de las aristas de las
estrías, y por consiguiente a inutilización del arma. Así pues, para este fin
no se emplean sino las varas lavadoras, que por ser menos duras que el acero
ceden a los choques que sufren contra las aristas en el movimiento de vaivén.
Estas varas deben tener de longitud una tercera parte más que la del cañón y
estar provistas en una de sus puntas, de una rosca, a fin de sujetar bien el
trapo lavador.
LAS GUARNICIONES
    LAS
GUARNICIONES las componen las piezas siguientes: Las tres Abrazaderas, Las dos
Anillas, El Casquillo, La Cantonera, La Brida y El Tornillo de Rabera.
    Las
tres ABRAZADERAS, fig. 1, (1, 2, 3) tienen por objeto sujetar perfectamente La
CAÑA al cañón. También sirven de punto de referencia para el manejo del arma.
    Los
españoles llaman primera abrazadera la que está próxima a la recámara, segunda
la que le sigue, y tercera la que se encuentra junto a la boca del cañón.
    Los
americanos, las cuentan en sentido contrario, es decir, primero la que está
próxima a la boca y así sucesivamente. Nosotros las contamos del primer modo.
EL CASQUILLO
   
Esta pieza, fig. 3, (a. b.) es la que refuerza la caña en su extremo
superior, impidiendo así las deformaciones que con el uso pudiera sufrir
aquella.
LAS ANILLAS
   
Estas dos piezas, fig. 1, (1, 2,) sirven de punto de apoyo al
PORTA-FUSIL, y se encuentran colocadas como se ve claramente en la figura, una
en la culata y atornillada en ella por su base y la otra en la segunda
abrazadera. El porta-fusil es una correa que tiene por objeto colgarse el fusil
al hombro. El uso de éste aditamento es indispensable en el servicio de
campaña.
LA CANTONERA
    La
CANTONERA, fig. 4, (c. d.) tiene por objeto resguardar la parte inferior de la
culata contra los continuos choques que pueda ésta sufrir en el suelo o en los
armeros. La forma cóncava que presenta en su centro es para que pueda amoldarse
perfectamente al hombro del tirador. Ella se sujeta a la culata por medio de
dos tronillos.
LA BRIDA
   
Esta pieza, fig. 5, (m. n.) se aplica a la platina izquierda del cajón
del mecanismo, quedando sujeta a él por medio del tornillo (5,) y sirve para
impedir que se salgan de sus respectivos alojamientos los ejes del percutor y
del obturador.
TORNILLO DE RABERAS
     Este
tornillo, fig. 10, [z. z.] atraviesa por su extremo a la Rabera del cajón del
mecanismo y a la culata por la garganta, y va a atornillarse en la rabera del
guarda-monte, logrando por consiguiente el perfecto ajuste de las raberas con
la culata.
ESCUADRA
    
Esta pieza, fig. 16, sirve para fijar la baqueta como hemos indicado
anteriormente, y se desliza en la corredera que está practicada en el interior
del extremo [g.] del Cajón del mecanismo.
ALZA
   
Esta pieza es necesaria e indispensable en cualquier clase de armamento
que se use; pues solo con el auxilio de ella es que se puede lograr
precisión  y exactitud en los disparos,
sobre todo a grandes distancias. Un fusil, por prefecto que sea su mecanismo
nada útil será en la práctica, desprovisto de éste importante aparato.
   
Entre las diversas clases de alzas que se han usado hasta hoy como son
el alza Bávara, el alza Mauser, el alza Austriaca y otras muchas, las que han
tenido casi general aceptación son las alzas de corredera, por ser las que
satisfacen con más exactitud las tres condiciones indispensables que deben
poseer estos aparatos, a saber: sencillez, solidez y facilidad para su manejo.
    El
alza de corredera, que vamos a describir, es el tipo más importante de las de
ésta clase, y fue usado por primera vez en Inglaterra.
ALZA DE CORREDERA
   
Esta, fig. 13, se compone de tres partes que son: El Puente (a. b.), la
chapa (c. d.) y la corredera (m. n.).
    EL
PUENTE es la parte que descansa sobre el cañón y está unido a él por medio de
dos tornillos. Sus costados, en forma de gradas o escalones, reciben el nombre
de graderines. El graderín izquierdo lleva una numeración desde uno hasta cinco
y corresponde a las distancias desde ciento hasta quinientos metros.
    LA
CHAPA es una plancha rectangular de acero que gira en su extremo inferior
alrededor de un eje que se apoya en la parte posterior del puente. En su medio
y en el sentido de su longitud hay practicada una rendija. En su extremo
superior se nota una escotadura y un resalte, también próximo a su extremo que
se llama Talón (t.), el cual tiene también practicada en su extremo superior
una escotadura. Por último, la Chapa tiene en su costado izquierdo una
numeración de cinco hasta diez correspondientes a las distancias desde
quinientos hasta mil metros.
    La
CORREDERA, es una pequeña pieza que se desliza en toda la longitud de la chapa
y sirva para fijarla a voluntad en los números que tiene aquella grabados. La
corredera se sujeta a la chapa por medio de un muelle de acero, el cual sobresale
en su parte superior un poco más que la corredera. También se observa en la
parte superior del muelle una escotadura.
METODO PARA USAR EL ALZA
   
Supongamos que el objeto que se desea herir se encuentra a distancia de
cien metros del tirador. En este caso se descansará completamente la chapa
sobre el puente, de modo que la corredera caiga sobre el graderín número uno.
En esta disposición la visual se dirigirá por la escotadura del talón. Para una
distancia de doscientos metros se colocará la corredera en el graderín número
dos, y la visual se dirigirá por el mismo punto que anteriormente. Para una
distancia de trescientos metros, se colocará la corredera en el graderín número
tres, y la visual se dirigirá por el mismo punto. Para una distancia de cuatrocientos
metros se llevará la corredera al graderín número cuatro, y la visual se
dirigirá por el mismo punto. Para una distancia de quinientos metros se llevará
la corredera al último graderín, y la visual se dirigirá por el mismo punto.
   
También puede dirigirse la visual para la distancia de quinientos
metros, levantando completamente la chapa, bajando la corredera hasta que
tropiece con el puente y dirigiendo la visual no ya por la escotadura del
talón, sino por la que tiene en su cabeza el muelle de la corredera. Para la
distancia de seiscientos metros, se dejará la chapa en la posición anterior y
se suspenderá corredera hasta que la cabeza de su muelle enrase con el número
seis y la visual se dirigirá como en el caso anterior. Para la distancia de setecientos,
ochocientos y novecientos  metros, la
chapa permanecerá en la misma posición, la corredera se llevará con la misma
precaución ya indicada a los números siete, ocho y nueve, y la visual se
dirigirá como en los casos precedentes. Por último, para la distancia de mil
metros, la visual se dirigirá por la escotadura que tiene la chapa en su
extremo superior.
REGLAS PARA ARMAR Y DESARMAR EL REMINGTON.
Para Desarmarlo.
    Se
supone que para esta operación el arma está descargada. En este estado se colocará
sobre una mesa o cualquier otro objeto conveniente, y así se procederá a
desarmarlo en el orden siguiente:
    Se
sacará la baqueta, destornillándola de la escuadra.
    Se
quitarán las abrazaderas, separando primero la tercera, luego la segunda, y por
último la primera.
    Se
quitará la Caña.
    Se
quitará el Alza.
    Se
quitará el Chatón.
    Se
quitará la Brida.
    Se
llevará el Percutor a la posición de preparen, se quitará el eje del Obturador
y en seguida éste.
    Se
bajará el Percutor hasta que su cresta tropiece con la recámara, se quitará su
pasador y luego se sacará el Percutor.
    Se
quitará en tornillo de las raberas.
    Se
quitarán los dos tornillos que sujetan el Guarda-monte al cajón del mecanismo.
   
Separados estos dos tornillos, el mismo gurda-monte se separará un poco
de su alojamiento, debido a la fuerza elástica del Muelle real y así podemos ya
sin dificultad alguna separar la enlata.
    Se quitará
por completo el Guarda-monte.
    Se
sacará de su alojamiento la Escuadra.
    Las
piezas que están apoyadas en el Guarda-monte se separarán en el orden
siguiente:
    Se
quita el Muelle real.
    Se
quita el Muelle del disparador.
    Se
quita el Disparador.
    Se
quita la Palanca de doble acción; y
    Se
quita el Muelle de ésta.
Para Armarlo.
   
Para armarlo se procede en el orden siguiente:
    Se
colocarán todas las piezas que se apoyan en el Guarda-monte, en el orden que
sigue:
    Se
colocará el muelle de la Palanca sin atornillarlo completamente a fin de que
pueda entrar sin dificultad la palanca.
    Se
fijará la Palanca, y luego se acabará de atornillar su muelle.
    Se
fijará el Disparador.
    Se
fijará su muelle.
    Se
fijará el Muelle real.
    En
seguida se colocará la Escuadra.
    Se
colocará el Guarda-monte y se fijará con sus correspondientes tornillos,
cuidando de colocar primero el que está más próximo al cañón; y como el Muelle
real impide el encajonamiento de la parte próxima a él, se hace sobre ella un
pequeño esfuerzo con la mano izquierda y así lograremos llevarla sin dificultad
a su lugar.
    Se
introduce la Culata y se fija con el tronillo de las raberas.
    Se
colocará el Percutor completamente inclinado hacia adelante, hasta que su
cresta tropiece con la Recamará. En esta disposición se fijará con su
correspondiente pasador y se llevará luego a la posición de arma preparada.
   
Como el Extractor y el Obturador descansan en un mismo eje, se
introducirán juntos en el cajón del mecanismo, de modo que el Obturador cierre
completamente la Recámara; y como el brazo mayor de la palanca impide que este
se coloque del todo en su lugar, se ejercerá sobre el obturador una pequeña
presión con la mano izquierda, cuidando de no levantarla hasta no fijarlos con
su pasador.
    Se
fijará la Brida.
    Se
fijará el Chatón y el Alza.
    Se
fijará la Caña.
    Se
colocarán las abrazaderas, primero la primera y así de seguida, cuidando de
ajustarlas con sus correspondientes tornillos.
    Se
introducirá la Baqueta en su baquetero y se fijará en la Escuadra.
LIMPIEZA Y CONSERVACIÓN.
Limpieza.
    Ya
hemos hablado de las varas lavadoras, que son las que deben emplearse para el
aseo del ánima del cañón. Cuando esté poco sucia el ánima, bastará solamente
empapar en aceite purificado el trapo de lavar, introducirlo en el cañón y
hacerlo recorrer dos o tres veces el ánima, hasta que observando por uno de sus
extremos se vea que está completamente limpia. Si fuera mucha la suciedad del
cañón, entonces se introducirá la boca de este en un balde de agua caliente, y
por la recámara, la vara lavadora, de modo que el trapo entre un poco ajustado,
y se le hará recorrer varias veces el ánima, a manera de émbolo, hasta que el
agua salga limpia, cuidando de que ésta no caiga en el cajón del mecanismo.
Luego se sacará el ánima y se le dará una ligera capa de aceite purificado.
    Si
se nota oxidada el arma, entonces se untará la parte oxidada con una especie de
barro, que se prepara mezclando polvos de ladrillos tamizados, con aceite de
olivos purificado, y se frotará con un pedazo de madera revestido de badana.
    El
aceite se purifica vertiendo sobre él plomo derretido a razón de 235 gramos por
kilogramo de aceite. Esta operación se repite dos o tres veces, sacando por
ultimo el aceite de la vasija por decantación; para cuyo efecto se esperará que
el líquido esté en completo reposo; y como quien quita capas, se irá sacando
suavemente sin moverlo.
    La
grasa que debe emplearse para evitar la oxidación, es una pomada que se compone
de dos partes de manteca de cochino sin sal, dos de albayalde y una de
trementina. El ejército Alemán emplea una sustancia llamada “Virginia” cuya
composición es desconocida.
Conservación.
    El
arma no debe nunca descansar con violencia, pues esta costumbre hace que se
desunan los ajustes, trastornando así el perfecto acomodamiento que deben tener
todas las piezas. La baqueta no debe emplearse sino puramente para extraer
algún cartucho que no puede arrastrar el Extractor, pues ya hemos dicho que si
se emplea para lavar el ánima del cañón, terminarán por romperse las aristas de
las estrías. El Percutor debe estar siempre en el seguro, a fin de que no se
comprima inútilmente la cabeza del Punzón. Siempre que no se esté ejerciendo
algún acto del servicio y las armas se encuentren en sus armeros, los soldados
deberán tener la precaución de untarles, antes de colocarlas en sus puestos,
una capa de grasa a fin de evitar el óxido. Hay que tener escrupuloso cuidado
con el Alza y el punto de mira, pues cualquier golpe o rotura que puedan sufrir
estas piezas ocasionará graves inconvenientes en el tiro.
APÉNDICE.
Nociones sobre el Tiro.
   
Tres son los conocimientos indispensables que debe poseer el soldado
para que pueda hacer disparos justos y precisos: 1º saber apreciar las
distancias a ojo desnudo; 2º dirigir con precisión las punterías; y 3º hacer
fuego.
Apreciación de Distancias.
   
Para instruir al soldado en este conocimiento, se fijará en un campo una
base y sobre ella se colocarán, a distancias convenidas, varios objetos, aunque
sería preferible hombres, situados de cien en cien metros. De cuatrocientos
metros en adelante se fijarán grupos o facciones de tropas formados. El
instructor empezará por hacerles notar como va disminuyendo gradualmente, así
el tamaño como la claridad a que se distinguen los objetos, a proporción que la
distancia va siendo mayor; haciéndoles observar al mismo tiempo el aspecto que
presentan aquellos, a las diferentes distancias a que se encuentran colocados.
También les hará observar que a pesar de ser igual la distancia que separa los
objetos u hombres entre sí, los cien primeros metros, presentan mayor longitud
que los cien que le sigue inmediatamente y así.,..etc.,..etc.,..etc.
   
Cuando el instructor juzgue que el soldado ha gravado en su memoria el
tamaño aparente que corresponde a tal o cual distancia, le hará el ejercicio
siguiente: en otro paraje y a distancias conocidas solo del instructor, irá
situando objetos u hombres; en seguida hará que el soldado deduzca aquellas por
el aspecto que le presentan estos.
   
Estos ejercicios deben hacerse en distintas horas del día y en distintas
condiciones atmosféricas, pues hay que tener en cuenta que estas circunstancias
influyen en gran manera acerca del tamaño aparente a que se distinguen los
objetos a grandes distancias.
   
Algunos autores recomiendan que para la apreciación de distancias al ojo
desnudo, se tengan presentes las reglas generales siguientes:
    A
1.200 metros aparece la infantería como una lista oscura, con dientes en la
parte superior; se distingue bien de la caballería, haciéndose notar si ésta se
encuentra pie a tierra. En la infantería no se nota la línea de los pies, pero
puede aún distinguirse la formación en que se encuentra.
    A
1.000 metros las filas aparecen como una lista negra, cuya uniformidad
desaparece en la línea superior de las cabezas y en la inferior de los pies. No
pueden contarse las hileras.
    A
900 metros se distinguen las hileras.
    A
800 metros se ven bien los movimientos en conjunto de una tropa en orden
cerrado, pero muy difícilmente los movimientos individuales.
    A
700 metros se distingue, aunque vacilante, la línea de los pies y con buena luz
el contorno del cuerpo.
    A
650, se reconoce el contorno del soldado de infantería, y en el de caballería
el caballo y el jinete.
    A
600 se pueden contar las hileras y las filas y se ven con buena luz los
movimientos individuales de los hombres y de los caballos. No se distingue
claramente el fusil.
    A
500 se ve la posición del arma.
    A
450 se distinguen las cabezas de los hombres y la forma del képi, morrión o
gorra; y comienzan a aparecer los colores oscuros.
    A
400 se notan los movimientos de los brazos; pero aún cuando se ve la cabeza, no
se distingue la cara ni el punto de contacto de los pies con el suelo.
    A
300 se ven las manos como rayas que suelen desaparecer.
    A
250 se ve la cara, aunque no se distingue la fisonomía del individuo, y se nota
la separación de las piernas.
    A
200 se distinguen bien todas las partes del cuerpo, pero hay alguna confusión
en la fisonomía y detalles del uniforme.
    A
150 se ven todos los detalles inclusos los botones.
    De
80, a 110, el sitio de los ojos.
   
Como durante la noche será algo menos que imposible apreciar las
distancias por medio de la vista, hay que ocurrir al ruido.
    El
Comandante Gallardo, después de numerosas experiencias, establece como
generales las reglas siguientes:
    El
ruido de la corneta llega a 2.000 metros, el del tambor no se percibe
claramente más allá de 1.000 metros,; un escuadrón al trote o galope se oye a
750 metros y solo hasta 600 si va al paso; una compañía llevando el paso se oye
a 600 metros y a 400 sino lo lleva; los soldados aislados, o los caballos al
paso, a 200 metros.
Puntería.
    La
puntería no es otra cosa que la conveniente posición en la que se debe colocar
el fusil, a fin de que la bala hiera en un punto determinado.
   
Para proceder a esta instrucción, el soldado deberá saber perfectamente
el nombre de todas las piezas del Remington y sobre todo el manejo del Alza.
Supuesto este conocimiento, se procederá como sigue: sobre un caballete de una
altura conveniente se colocará un pequeño saco de arena, sobre el cual se
apoyará el remington en su centro de gravedad, y a una distancia de diez metros
por lo menos de la boca del fusil, se colocará el blanco; este puede ser la
figura de un hombre, representada en un lienzo o en una tabla. Ya las cosas en
este estado, el instructor pasará a marcar la primera línea de mira. [*]
[*] Llamánse primera, segunda,…etc.,..etc.,
líneas de mira, las visuales que partiendo del ojo del tirador pasan por el
alza en su primera, segunda, tercera, etc., etc.,…posición, es decir las
posiciones que hemos indicado para las distancias de 100, 200, 300 metros,
etc., etc.
   
Para el efecto cerrará completamente el ojo izquierdo, inclinará un poco
el képi hacia la derecha y colocado por detrás del fusil, dirigirá la visual
por la escotadura del talón de la chapa, de modo que no vea de la mira, sino la
cúspide y del punto designado en el blanco, la parte inferior. Fijo ya el fusil
es esta primera línea de mira, hará que todos los soldados, uno a uno, sin tocar
el fusil, vayan dirigiendo esta visual, explicándoles al mismo tiempo el modo
como ha procedido para obtenerla. De un modo análogo procederá para las demás
líneas de mira, esto es, las correspondientes a las demás posiciones del Alza,
cuidando de ir retirando el blanco a proporción que la altura de aquella vaya
siendo mayor. Estos ejercicios los hará repetir hasta que los soldados estén
habituados a observar las distintas líneas de mira. Luego procederá a hacer que
ellos mismos sean los que dirijan las punterías, y para el efecto quitará el
arma del caballete y hará que la coloquen en la posición que antes tenía.
Enseguida mandará, por ejemplo; “alza en el número seis para apuntar a la
cabeza del blanco,” o lo que es lo mismo “sexta línea de mira para apuntar a la
cabeza del blanco.” Cuando el soldado haya manifestado estar dirigida la
puntería, el Instructor observará si está exacta; y sino lo estuviere, hará las
correcciones y observaciones correspondientes.
   
Después que los soldados sepan dirigir bien las punterías ayudados del
caballete se realizarán ejercicios análogos con el arma en la posición de
apunten.
Hacer Fuego.
    Al
soldado ha de persuadírsele de que su arma debe permanecer inmóvil en el
momento de verificar el disparo y que al tirar del Disparador para que caiga el
Percutor, debe hacerlo con suavidad a fin de que no se descomponga ni su
posición, ni la de su arma. Para esta enseñanza, el Instructor hará llevar el
arma a la posición de apunten y colocar el dedo índice de la mano derecha en la
parte inferior del Disparador; y para efectuar el disparo, hará que lo ejecute
recogiendo y tirando lentamente del Disparador, conteniendo la respiración
hasta un momento después de haberse efectuado el disparo.
   
Durante estos ejercicios se colocará sobre el Obturador un pedazo de
cuero, a fin de amortiguar el golpe del martillo.
    Ya
el soldado en posesión de estos tres conocimientos que dejamos expuestos para
instrucción del tiro, está en capacidad de hacer disparos justos y precisos.
Pongamos un ejemplo para aclarar estos principios.
   
Supongamos que al divisar al enemigo el aspecto que presente sea el de
una lista negra, sin que podamos contar las hileras de las filas. Según las
reglas anteriores el enemigo se encuentra poco más o menos a la distancia de
1.000 metros, y ya no hay otra cosa que hacer, que marcar la décima línea de
mira y hacer fuego con las precauciones que hemos indicado.
FIN DE LA CARTERA DEL SOLDADO.”
 

Material tomado de
la Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina, tipografía de “El Correo
de Caracas”, presentada al Congreso Nacional el 20 de febrero de 1892, pp.
144-170. Investigación de José Peña, Caracas – Mayo 2012.

domingo, 29 de enero de 2012






IDENTIFICACIÓN DE LOS RESTOS Y POSIBLES CAUSAS DE LA MUERTE DE EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR:(DATOS HISTÓRICOS)


    Ultimos momentos de El Libertador - Autor: Antonio Herrera Toro, Museo Bolivariano, Caracas.
   
El presente ensayo, pretende difundir una buena parte de los datos
históricos referentes, a las diversas hipótesis que se han elaborado
respecto a la identidad de los restos mortales y posibles causas de la
muerte de El Libertador y Padre de la Patria General
Simón Bolívar. Deseamos combatir con ello, las interpretaciones
fantasiosas y novelescas, que tratando de revestirse de un barniz
histórico, provocan más confusión que luces sobre el asunto, y parecen
acercarse más a las interesadas campañas publicitarias de “lobys”
cinematográficos o editoriales para vender, muy al estilo del “Código Da
Vinci” y yerbas por el estilo.
Cronología del regreso de los restos del Padre de la Patria Simón Bolívar a Venezuela.
-   10 de Diciembre de 1830.
Simón
Bolívar señala en su testamento. “Es mi voluntad: que después de mi
fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi
país natal”.
-   17 de Diciembre de 1830.
Muere
Simón Bolívar en la quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta,
Colombia. La autopsia es realizada por el doctor Alejandro Prospero
Reverend.
-   20 de Diciembre de 1830.
El Libertador es enterrado en la Catedral de Santa Marta en el panteón propiedad de la familia Díaz Granados.
-   24 de Mayo de 1834.
Un
fuerte temblor daña el sepulcro donde se encontraban los restos del
Libertador. Ante el peligro de que fueran profanados, el juez político,
Manuel Ujueta, traslada los restos hasta su casa situada en la calle
Grande, conservándolos hasta que la bóveda fue restaurada. Los restos
son sepultados nuevamente el 29 de Mayo.
-   24 de Julio de 1839.
Los
restos del Libertador son trasladados hasta un lugar más destacado de
la catedral de Santa Marta – al pie del altar mayor – y es colocada una
lápida de mármol mandada a hacer por el capitán Joaquín Márquez, con la
inscripción: “Bolívar Libertador de Colombia y Perú y Fundador de
Bolivia.
Dedícale este pequeño Tributo un Oficial del Batallón Rifles 1º de la Guardia. – J.A. Márquez”.
-   29 de Abril de 1842.
El
gobierno de Venezuela decide finalmente solicitar al gobierno de
Colombia el traslado de los restos del Libertador y se publica el primer
Decreto Sobre Honores ala Memoria del Libertador Simón Bolívar.
-   12 de Mayo de 1842.
El
presidente José Antonio Páez emite el segundo decreto que reglamentaba
el acto del traslado de los restos del Libertador. Allí se crea la
comisión venezolana responsable para tal fin. Integrada por José María
Vargas, como presidente, José María Carreño, Mariano Ustáriz y Manuel
Cipriano Sánchez. Ángel Quintero como secretario del interior, se
encargará de los preparativos de la ceremonia, mientras Agustín Codazzi
de la adquisición de los objetos y alegorías que serian usadas para el
acto.
-   Primeros días de Noviembre de 1842.
Los integrantes de la comisión venezolana encargada del traslado zarpan de La Guaira y se dirigen a Colombia en el navío francés Circe, acompañados por las fragatas venezolanas Constitución y Caracas.
-   18 de Noviembre de 1842.
Rafael
Urdaneta y Agustín Codazzi habían partido para Europa con el encargo de
comprar los pertrechos para el cortejo fúnebre que se utilizarían para
la ceremonia, llevaban 5.000 pesos del erario público. El 18 de
Noviembre de 1842 llegan al puerto de La Guaira 32 bultos de mercancías adquiridas en Francia para la celebración.
-   20 de Noviembre de 1842.
Las comisiones de Colombia y Venezuela acuerdan realizar la exhumación este día. A las cuatro de la tarde, las campanas de la Iglesia
anunciaron que la ceremonia iba a comenzar. Estaban presentes, la
comisión colombiana presidida por el general Joaquín Posada Gutiérrez e
integrada por el obispo doctor Luis José Serrano y el señor Joaquín de
Mier; por la comisión venezolana fueron invitados el doctor Alejandro
Prospero Reverend y Manuel Ujueta. Ellos identificaron el cuerpo y la
comisión neogranadina pidió que le otorgasen el cofre con el corazón de
Bolívar, lo cual les fue concedido.
-   21 de Noviembre de 1842.
La
batería del puerto y los buques hicieron un tiro de cañón cada cierto
tiempo hasta que se ocultó el sol. Se celebró una misa y, a las cuatro
de la tarde, marineros venezolanos trasladaron los restos desde el
puerto hasta la nave Constitución.
Embarco de los restos del Libertador en Santa Marta 1842, Museo Bolivariano, Caracas.
-   22 de Noviembre de 1842.
Las
naves parten rumbo a Venezuela a las 10 de la mañana. En el puerto una
gran cantidad de personas despidieron las embarcaciones agitando sus
sombreros y pañuelos.
-   15 de Diciembre de 1842.
Llegan los restos del Libertador al puerto de La Guaira,
mientras el pueblo se esmera en embellecer la plaza con ramos de palma,
pintan las casas y montan el luto. Los barcos llevaban dos días
iluminados y fondeados en la costa.
-   16 de Diciembre de 1842.
Comienza
el traslado de los restos del Libertador hacia la ciudad de Caracas. En
el camino por el Ávila, posadas y casas son ornamentadas con una
multiplicidad de especies de flores nativas de la zona. A las cuatro de
la tarde, el féretro se encuentra en las puertas de Caracas, luego es
llevado a la Iglesia de la Santísima Trinidad, hoy Panteón Nacional.
Entrada a Caracas, de los restos de El Libertador en 1842. Museo Bolivariano, Caracas.
-   17 de Diciembre de 1842.
A
las diez d la mañana comienza el desfile de los restos del Libertador,
los cueles son colocados en el carruaje traído por Agustín Codazzi; a
las doce del mediodía llega a la Iglesia de San Francisco.
-   23 de Diciembre de 1842.
Los restos del Libertador Simón Bolívar son trasladados a la Catedral de Caracas y puestos en el panteón de la familia Bolívar.
-   Febrero de 1843.
El
gobierno ordena que los restos sean clasificados y tratados para su
mejor conservación. Se designa como responsable para tal fin al doctor
José María Vargas.
-   15 de Marzo de 1843.
Los restos vuelven al panteón familiar.
-   28 de Octubre de 1852.
El monumento realizado por el escultor italiano Pietro Tenerani, es erigido en la capilla de la familia Bolívar en la Catedral de Caracas, y los restos del Libertador Simón Bolívar son reubicados bajo la obra.
-   28 de Octubre de 1876.
Los
restos del Libertador en su urna de plomo son colocados dentro de un
sarcófago de madera revestido de plata y oro, elaborado por el escultor
francés Emile Jaquin. Posteriormente son trasladados a la Iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas, conocida desde el 27 de Marzo de 1874 como Panteón Nacional.
Traslado de los restos del Libertador desde la Catedral al Panteon Nacional en 1876, (foto Museo Bolivariano, Caracas)
-   12 de Diciembre de 1930.
El
ataúd de plomo donde reposan los restos del Libertador Simón Bolívar es
colocado ahora en una urna de bronce, encargada por el gobierno de Juan
Vicente Gómez al escultor español Chicharro Gamo; fue ubicada en el
mismo lugar donde reposan hoy en el Panteón Nacional.


Historia de los distintos intentos por clarificar la autenticidad de los restos del Padre de la Patria.


   
Luego del reconocimiento ocular realizado a los restos del Libertador
Simón Bolívar, efectuado por los señores Manuel Ujueta y doctor
Alejandro Prospero Reverend, el día de su exhumación en la Catedral
de Santa Marta en 1842, el debate sobre la autenticidad de los mismos
no se volvió a abrir hasta tiempos modernos. Ello seguramente, por la
calidad de los testigos antes mencionados, quienes habían asistido y
presenciado los últimos días y exequias fúnebres del héroe en 1830;
particularmente, el doctor Reverend había sido su último médico de
cabecera y fue el único patólogo que preparó y realizó su autopsia.
   
No será sino hasta el 8 de Enero de de 1947, que luego de una
inspección realizada en la cripta del panteón familiar de la familia
Bolívar en la Catedral
de Caracas, que el doctor José Izquierdo, luego de encontrar un cráneo
que, dadas las evidencias forenses, podría pertenecer al Libertador,
generó una polémica sobre el paradero y autenticidad de los restos del
héroe. Tal debate llegó hasta los integrantes del Congreso Nacional de
la época, ordenándose para aclarar los hechos la apertura del sarcófago
de bronce que contenía la urna de plomo en el Panteón Nacional. La
comisión nombrada al efecto, abrió el sarcófago y realizo una inspección
ocular a la urna de plomo para verificar si había sido violentada en el
pasado, no encontrando evidencias del hecho; además, dicha comisión
declaró que por medio del método de percusión - efectuado sin abrir
dicha urna de plomo - , se comprobó que contenía los restos del que se
supone era el Libertador Simón Bolívar, terminando por desestimar las
hipótesis del doctor José Izquierdo.
    Posteriormente, el día 28 de Diciembre de 1972, el presidente de la República
para el momento, Dr. Rafael Caldera, encabeza una segunda inspección
ocular a la urna que resguarda los restos, no detectándose señal alguna
de deterioro o profanación, se limitó tan solo, a sustituir el pabellón
Nacional que cubría dicha urna desde 1930, por una nueva.
   
A finales del año 2009, la polémica sobre el asunto Izquierdo, las
dudas sobre la autenticidad de los restos y sobre las verdaderas causas
de la muerte del padre de la Patria llegan a instancias del poder Ejecutivo Nacional, propiciando el pronunciamiento del propio presidente de la República Comandante
Hugo Chávez, quien concluye que la única manera de zanjar el asunto es
realizando una nueva exhumación de los restos del héroe, con el fin de
realizarle los estudios históricos, forenses, antropológicos,
odontológicos y genéticos con las tecnologías más modernas, que
permitieran arrojar luces definitivas sobre tal debate. El día 28 de
Enero de 2010, se oficializa en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, el decreto nº 5.833, mediante el cual se crea, con carácter temporal, la Comisión Presidencial
que tendrá por objeto la planificación y activación del proceso de
investigación científica e histórica, sobre los acontecimientos
relacionados con el fallecimiento del Libertador Simón Bolívar y el
traslado a la Nación de sus restos mortales.
    A mediados de julio de 2011, el Vicepresidente de la República Elías
Jáua dio a conocer que entre las conclusiones preliminares de tales
estudios se determinó, cito: “Se corroboró sin ningún dato discordante,
que la cadena de custodia histórica y científica de los restos óseos que
se encontraron en el sarcófago custodiado no fue interrumpida en ningún
momento”.
    Y se concluyó por diversas vías científicas, que tales restos son, ya sin lugar a dudas, los del Libertador Simón Bolívar.


Las tres Exhumaciones realizadas a los restos del Libertador Simón Bolívar.
    Desde la luctuosa fecha de 20 de diciembre de 1830, en la cual se deposita en la Catedral de Santa Marta el cuerpo del Libertador Simón Bolívar, éste ha sido exhumado en tres oportunidades diferentes.
   
La primera, con motivo de la repatriación de sus restos a Venezuela en
1842, y de la cual se rinde cuenta en la siguiente acta: “ En la ciudad
de Santa Marta, a veinte de noviembre de mil ochocientos cuarenta y dos,
hallándose presentes los señores Gobernadores de la provincia, Joaquín
Posada Gutiérrez, Presidente de la Comisión nombrada por la Nueva Granada para la entrega de las cenizas del Libertador, Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis,
Doctor Luis José Serrano, Joaquín Mier, y Benítez que son los otros dos
comisionados granadinos, y los señores comisionados de Venezuela,
Doctor José Vargas, General José María Carreño y Mariano Uztáriz; y el
prebendado señor Manuel Cipriano Sánchez que funciona de gran capellán
en esta comisión; los señores jefe político, juez letrado de hacienda, y
miembros del Concejo Municipal; los señores Cónsules extranjeros,
inglés, francés y norteamericano; el señor Comandante y oficialidad de
la goleta venezolana de guerra “Constitución”; los señores Comandantes y
oficiales de los tres buques de guerra extranjeros, francés, inglés y
holandés; los señores Comandante general de este Departamento, mayor de
plaza, estado mayor y demás oficiales de la guarnición; todas las
autoridades, empleados públicos y demás vecinos y señoras de la ciudad,
el señor Gobernador declaró en alta voz que cumpliendo con el decreto
del Gobierno Supremo de la Nueva Granada,
fecha 4 de agosto último, se procedía a la exhumación de los restos
venerables del Libertador Simón Bolívar; y de acuerdo con los señores
Comisionados de Venezuela se levantó una losa de mármol que cubría una
bóveda situada en la parte superior de la nave mayor, cerca de las
gradas del presbiterio, y en cuyo fondo se halló una caja forrada en
hoja de plomo; y extraída que fue abierta, se hallaron los restos de un
cadáver que por todas las señales siguientes, era el mismo idéntico del
General Bolívar.
   
El cráneo estaba aserrado horizontalmente y las costillas por ambos
lados cortados con oblicuidad como para examinar el pecho; los huesos de
las piernas y pies estaban cubiertos con botas de campaña, la derecha
todavía entera, la izquierda despedazada y sólo conservada en su parte
inferior; pedazos de galón decaídos se hallaban a los lados de los
muslos, y listas de color verde de cobre oxidado, formaban líneas
paralelas a estos huesos: los señores doctor Alejandro Próspero Reverend
y Manuel Ujeta que asistieron ambos tanto a la preparación del cadáver
después de la muerte como a su traslación a la bóveda de los señores
Granados, situado en la parte superior de la nave derecha delante del
altar de San José a la que actualmente ocupa, el primero como médico que
preparó el cadáver, el segundo como una de las personas que asistieron a
esta preparación y a su sepultura, preguntados por el señor Gobernador
acerca de la identidad de los restos del cadáver que tenían presente,
con el del General Bolívar, contestaron que era el mismo idéntico. Por
último, a todas estas pruebas de identidad se agrega la de que en estos
años anteriores ningún cadáver ha sido ni podido ser enterrado en una u
otra bóveda.
   
Verificada esta identidad, el señor Gobernador y demás señores
Comisionados mandaron que, separando la tapa y lados de madera de la
caja y recortando una pequeña parte de los extremos del fondo, se
cubriesen tanto éste como los restos del cadáver sin sufrir alteración
alguna con los lados de la caja externa de plomo; y en esta forma se
depositaron en la urna enviada por el Gobierno de la Nueva Granada,
que cubierta con su tapa, fue colocada en el catafalco en donde debe
permanecer toda esta noche y día de mañana en que se celebran las
funciones fúnebres, previas a la entrega que tendrá lugar a las seis de
la tarde del mismo día de mañana.
    Con lo cual se concluyó el acto de la exhumación que firman por duplicado los señores Gobernador y Comisionados de la Nueva Granada
y Venezuela, junto con los señores Doctor Reverend y Manuel Ujeta, que
asistieron a él, por ante mi el Secretario que certifico.
   
Joaquín Posada Gutiérrez. – Luis José, Obispo de Santa Marta. – Joaquín
de Mier. – José Vargas. – José María Carreño. – Mariano Uztáriz. –
Manuel Ujeta. – A.P. Reverend. – El Secretario de la Gobernación Francisco Robles.”(1)
Reliquias Mortuorias del Libertador obtenidas luego de su exhumación en Santa Marta en 1842, Museo Bolivariano, Caracas.
(1)Copiado de José Vargas, Obras Completas, volumen VI, Caracas 1965, pp. 363-364.
    La segunda exhumación, fue realizada en la Catedral
de Caracas donde habían sido sepultados el 23 de diciembre de 1842 en
la bóveda de la familia Bolívar, luego de su triunfal traslado desde la
ciudad de Santa Marta ese mismo año. En esta ocasión, el objetivo era
tratar sus restos mortales con miras a su conservación para la
posteridad; lo que seria encargado al eminente doctor José Vargas:
                                                                                         “Caracas, 30 de Enero de 1843.
Señor Secretario de Estado en el Despacho de lo Interior.
    Señor.
    He recibido el oficio de VS. Con fecha de 18 del corriente encargándome de ponerme de acuerdo con mis colegas de la Comisión
de traslación y con los miembros de la encargada de los preparativos
del funeral de los restos del Libertador, y proceda a hacer las
operaciones necesarias para la mejor preservación de estos restos
venerables.
   
Debo informar a VS. Que aunque el esqueleto está cabal, los más de los
huesos por efecto de la humedad y la muy impropia operación de
conservación inmediatamente después de la muerte, están ya negros y
decaídos hasta el grado de deleznarse entre los dedos al asirlos. La
operación de barnizarlos de modo que se conserven mejor sólo pueden
hacerse respecto del cráneo y los huesos largos de los miembros. Los
demás serán separados de la tierra y demás horruras que serán relegadas a
otra caja larga que pueda contenerse dentro de la misma urna; y
quedarán como se hallan en sus respectivas posiciones del esqueleto.
    Si esta medida merece la aprobación del Gobierno procederé desde luego a desempeñar el cargo con que el Gobierno me honra.
    Soy de VS. Atento servidor.
                                                                                          
                              José Vargas.”(2)
(2) José Vargas, Ob. cit., p. 373.
    El
siguiente informe, redactado por el mismo doctor Vargas, explica con
detalle el tratamiento efectuado a la osamenta del Libertador:
“REPÚBLICA DE VENEZUELA.
                                                                             Año 14º de la Ley y 33º de la independencia.
                                                                             Caracas, 15 de marzo de 1843.
Señor Secretario de Estado en el Despacho de lo Interior.
    La Comisión
encargada por el Gobierno de preservar de la completa destrucción la
parte de los restos venerados del Libertador, General Simón Bolívar, que
todavía puede ser preservada, ha cumplido su encargo, y de él da cuenta
de la manera siguiente:
   
En medio del montón de polvo y horruras que la urna de plomo contenía,
resultado de la descomposición de todos los tejidos blandos del cuerpo y
de los vestidos, se ha preservado el esqueleto casi completo, aunque
algunos huesos pequeños han ya desaparecido, otros están casi
pulverizados y todos los demás ennegrecidos y en progreso a la
descomposición a causa de la humedad que en dicha urna se conserva.
   
Se procedió, pues, a nombrar dos jóvenes bien instruidos en Anatomía, a
saber: el Doctor Cosme Jiménez y el Bachiller Manuel Alvarado, que con
el mayor cuidado y prolijidad, entresacasen del montón de horruras todos
los huesos, los limpiaran y lavaran con cloruro de cal; los secaran
bien, y después los cubriesen de barniz preservativo. Separados los
huesos del polvo, y preparados como queda dicho, han sido ensamblados,
formando el esqueleto, con alambres de plomo y de plata según las
partes; y así conexionados, han sido cubiertos de varias capas del dicho
barniz preservativo.
    El esqueleto tiene las faltas siguientes:
    1º La de los dedos anulares, y las segundas falanges de todos los otros dedos de las manos, excepto las de los pulgares.
    2º La de algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies.
   
3º La de la última muela o la cordal izquierda de la mandíbula
superior, que en la primera vez que la urna fue abierta en esta ciudad
estaba movida pero no faltaba; pero que después no ha sido hallada.
   
Todas las articulaciones o adaptaciones de los huesos del carpo y
metacarpo, tarso y metatarso, y de los dedos, así de las manos como de
los pies, han sido hechas por medio de cera de modelar; no siendo
posible por su blandura y casi desintegración unirlos por taladros y
alambres. Con la misma cera de modelar han sido llenados los espacios
vacantes de las manos y los pies por la falta ya dicha de algunos
huesecillos, por no introducir allí parte alguna extraña de los restos.
   
Se ha construido una urna de hoja de plomo, mucho más delgada que el
pedazo que quedaba de la que tenía y que fue recortada en una parte
considerable en la ciudad de Santa Marta, para acomodarla en la bella
urna de madera donada por el Gobierno de la Nueva Granada.
En el centro de la nueva urna de plomo está acomodado el esqueleto; y
en dos cajoncillos, también de plomo que como apéndice están soldados al
interior de aquella pieza, van todo el polvo y demás restos que
contenía la caja con entera separación del cuerpo o esqueleto.
   
Este ha sido envuelto en un manto negro de damasco, y de este modo y
con una cuña grande de cedro bien barnizada para colocar la cabeza, ha
sido acomodado en la urna de plomo que ha presencia de todos los
miembros de la Comisión ha sido soldada y puesta dentro de la de madera, la cual cerraron con sus dos llaves.
   
Todo este proceso ha sido ejecutado dentro de la misma Iglesia
Catedral, en un aposento de la capilla de San Nicolás, que el M.R. señor
Arzobispo tuvo la bondad de franquear para el efecto, y desde allí ha
vuelto la urna al panteón en que se hallaba.
    Dios Guarde a VS. Muchos años.
    José Vargas, J.M. Carreño, Mariano Uztáriz, Casimiro de Vega, F. Toro, Francisco R. Hernández, Bartolomé Palacio.”(3)
(3) Ibídem, pp. 375-377.
     La tercera, última y más reciente exhumación de los restos del padre de la Patria,
se efectuó el 17 de julio de 2010, en las instalaciones del Panteón
Nacional donde habían reposado sus restos desde su traslado allí el 27
de marzo de 1874, hasta el presente. La Comisión Presidencial
nombrada para la investigación científica e histórica sobre los
acontecimientos relacionados con el fallecimiento del Libertador Simón
Bolívar, fue la encargada de realizar esta nueva exhumación de los
restos del héroe, extrayendo la vieja caja de plomo que los contenía
desde 1843. A mediados de setiembre de 2010 se informó a los medios de comunicación lo que se encontró en dicha caja luego de su apertura:
         “1- Un manto negro de damasco que envolvía el esqueleto.
2-      Dos
cajas de plomo soldadas a la urna las cuales contenían polvo. Restos
provenientes del cuerpo, de la vestimenta, del calzado de El Libertador y
un sobre de plomo que contenía un acta elaborada por la comisión
encargada del traslado desde Santa Marta de los restos de Bolívar en
1842, firmada por el Dr. José María Vargas y por todos los miembros de
la comisión.
3-      El
esqueleto ensamblado con alambres de plomo y plata, cubierto con barniz
preservativo tal y como fue trabajado por el Dr. José María Vargas en
1843 y con los siguientes detalles: el cráneo aserrado horizontalmente,
las costillas por ambos lados cortadas con oblicuidad como para examinar
el pecho; los dedos anulares y la segunda falange de todos los otros
dedos de las manos, excepto las de los pulgares, reconstruidas con cera
de moldear al no haber sido halladas por el Dr. José María Vargas en
1843. Algunos huesos del metatarso y todos los dedos de ambos pies
reconstruidos con cera de moldear. La dentadura casi completa con la
ausencia de la última muela cordal de la izquierda de la quijada
superior, sobre la cual el Dr. José María Vargas explica que fue vista
junto a los restos pero que en 1843 ya no se hallaba con ellos. Todas
las articulaciones o adaptaciones de los huesos del carpo, metacarpo y
tarso reconstruidos con cera de moldear por el Dr. Vargas.
Imagenes
tomadas durante la apertura del sarcófago de bronce que contenia la
caja de plomo, extraccion y apertura de ésta, durante la exhumación de
los restos de El Libertador, Caracas 2010, Museo Bolivariano.
Para observar video sobre la exhumación clique o copie el siguiente link:
http://www.dailymotion.com/video/xe2b8a_exhumacion-restos-de-simon-bolivar_news





Urna
de plomo que contenia los restos de El Libertador; manto de damasco que
envolvia su cuerpo y bloque de madera en el que se apoyaba su cráneo.
Todos estos elementos correspondieron a la exhumación realizada a los
restos del Padre de la Patria realizada en 1843. Museo Bolivariano,
Caracas.


    Después de haber verificado la existencia de todo lo anterior, los científicos acreditados por la Comisión Presidencial, procedieron a:
1-      Medir y describir los huesos del esqueleto encontrados.
2-      Escanear algunos huesos con la idea de verificar posteriormente datos como la talla y el sexo.
3-      Retirar
4 muestras dentales: dos frontales, 1 canino y 1 premolar de los cuales
2 fueron trasladados al Ministerio Público, 1 al IVIC y 1 al IDEA,
laboratorios en los cuales se extrajo material de ellos para obtener el
ADN. Además dos dientes superiores fueron retirados del cráneo, mientras
que éste fue sometido a una tomografía con el objeto de garantizar su
posible utilización para futuras investigaciones y futuras tomas de ADN.
Los estudios que se hagan en los laboratorios del Ministerio Público,
el IDEA y el IVIC facilitarán identificar el patrón de ADN de los restos
que podrán contrastarse con el ADN de otros familiares como el caso de
María Antonia Bolívar, cuyos restos están actualmente en la Catedral de Caracas y serán sometidos a estudios en el mes de agosto.
4-      Se
tomaron las siguientes muestras de tejido óseo: 2 cuñas de la cabeza
humeral derecha, parte del cráneo a la que no se le hizo tomografía ni
radiología para evaluar el ADN, una muestra del quinto arco bustal del
lado izquierdo, una costilla, para investigar una posible infección por
tuberculosis a través de dos tecnologías distintas, un fragmento de una
falange de la mano izquierda para el ADN, una muestra del coxal
izquierdo de la cara anterior donde se observó una lesión, posiblemente
por secuela de tuberculosis. Esta muestra será evaluada por los
patólogos; una muestra tomada de la cuarta vértebra dorsal que también
parecía tener una lesión posiblemente por tuberculosis para los estudios
correspondientes, un fragmento de cuña del mismo coxal izquierdo de la
cara anterior. Todas las piezas dentales óseas fueron restituidas al
esqueleto en las mismas condiciones encontradas.
5-      Se
hizo una tomografía del cráneo. Este estudio permitirá, con la
aplicación de un software especializado, recrear una imagen
computarizada y tridimensional del rostro de El Libertador. La
recreación de la imagen del rostro de Bolívar puede posteriormente ser
comparada con la iconografía conocida del Padre de la Patria.”
Retrato
de El Libertador Simón Bolívar, elaborado con programas computarizados,
por el artista y escultor inglés Stuart Williamson.



¿Cuáles fueron las causas de la muerte de EL Libertador Simón Bolívar?
    Sin
ánimos de dar una conclusión ante tal interrogante, a continuación
suministramos al lector, tres hipótesis; la primera basada en lo que
concluyó su medico de cabecera a partir de sus diagnósticos iniciales y
luego de la autopsia. La segunda, es una interesante y poco conocida
hipótesis de las causas de su muerte, la cual cuestiona el diagnostico
históricamente aceptado, y finalmente, presentamos algunos de los datos
expresados como conclusiones preliminares, informados a la opinión
pública por la Comisión Presidencial venezolana nombrada en 2010 para determinar la identidad de los restos y posible causa de la muerte del Padre de la Patria.
Habitación donde falleció el Libertador Simón Bolívar, en la Quinta San Pedro Alejandrino, Santa Marta, Colombia.
“Autopsia del Cadáver del Excelentísimo Señor Libertador General
SIMÓN BOLÍVAR
    El 17 de Diciembre de 1830, a
las cuatro de la tarde, en presencia de los señores generales
beneméritos Mariano Montilla y José Laurencio Silva, habiéndose hecho la
inspección del cadáver en una de las salas de la habitación de San
Pedro, en donde falleció S.E. el General Bolívar, ofreció las
características siguientes:
   
1ª HABITUD DEL CUERPO. – Cadáver a dos tercios de marasmo,
descolorimiento universal, tumefacción en la región del sacro, músculos
muy poco descoloridos, consistencia natural.
   
2ª CABEZA. – Los vasos de la arachnoides en su mitad posterior
ligeramente inyectados, las desigualdades y circunvoluciones del cerebro
recubiertas por una materia parduzca de consistencia y transparencia
gelatinosa, un poco de serosidad semiroja bajo la dura-mater; el resto
del cerebro y cerebelo no ofrecieron en su sustancia ningún signo
patológico.
   
3ª PECHO. – De los dos lados posterior y superior estaban adheridos las
pleuras costales por producciones semimembranosas; endurecimiento en
los dos tercios superiores de cada pulmón; el derecho casi desorganizado
presentó un manantial abierto de color de las heces del vino, jaspeado
de algunos tubérculos de diferentes tamaños no muy blandos; el
izquierdo, aunque menos desorganizado, ofreció la misma afección
tuberculosa, y dividiéndolo con el escalpelo, se descubrió una
concreción calcárea irregularmente angulosa de tamaño de una pequeña
avellana. Abierto el resto de los pulmones con el instrumento, derramó
un moco, parduzco que por la presión se hizo espumoso. El corazón no
ofreció nada particular, aunque bañado en un líquido ligeramente verdoso
contenido en el pericardio.
   
4ª ABDOMEN. – El estomago, dilatado por un licor amarillento de que
estaban fuertemente impregnadas sus paredes, no presentó sin embargo
ninguna lesión ni flogosis; los intestinos delgados estaban ligeramente
meteorizados; la vejiga enteramente vacía y pegada bajo el pubis, no
ofreció ningún carácter patológico. El hígado de un volumen
considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa; las
glándulas mesentéricas obstruidas; el bazo y los riñones en buen estado.
Las vísceras del abdomen en general no sufrían lesiones graves.
   
Según este examen es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto
S.E. el Libertador era en su principio un catarro pulmonar, que
habiendo sido descuidado pasó al estado crónico, y consecutivamente
degeneró en tisis tuberculosa. Fue pues esta afección morbífica la que
condujo al sepulcro al General Bolívar, pues no deben considerarse sino
como causas secundarias las diferentes complicaciones que sobrevinieron
en los últimos días de su enfermedad, tales como la arachnoides y la
neurosis de la digestión, cuyo signo principal era un hipo casi
continuo; y ¿Quién no sabe por otra parte que casi siempre se encuentra
alguna irritación local extraña al pecho en la tisis con degeneración
del parenchima pulmonar? Si se atiende a la rapidez de la enfermedad en
su marcha, y a los signos patológicos observados sobre el órgano de la
respiración, naturalmente es de creerse que causas particulares
influyeron en los progresos de ésta afección. No hay duda que agentes
físicos ocasionaron primitivamente el catarro del pulmón, tanto más
cuanto que la constitución individual favorecía el desarrollo de esta
enfermedad, que la falta de cuidado hizo más grave; que el viaje por mar
que emprendió el Libertador con el fin de mejorar su salud, le condujo
al contrario a un estado de consunción deplorable, no se puede
contestar; pero también debe confesarse que afecciones morales vivas y
punzantes como deberían ser las que afligían continuamente el alma del
General, contribuyeron poderosamente a imprimir en la enfermedad un
carácter de rapidez y en su desarrollo, y de gravedad en las
complicaciones, que hicieron infructuosos los socorros del arte.
   
Debe observarse a favor de esta aserción, que el Libertador, cuando el
mal estaba en su principio, se mostró muy indiferente a su estado, y se
denegó a admitir los cuidados de un medico; S.E. mismo lo ha confesado;
era cabalmente en el tiempo en que sus enemigos le hartaban de
disgustos, y en el que estaba más expuesto a los ultrajes de aquellos
que sus beneficios habían hecho ingratos. Cuando S.E. llegó a Santa
Marta, bajo auspicios mucho más favorables, con la esperanza de un
porvenir más dichoso para la patria, de quien veía brillantes defensores
entre los que le rodeaban, la naturaleza conservadora retornó sus
derechos; entonces pidió con ansias los socorros de la medicina. Pero
¡ah! Ya no era tiempo! El sepulcro estaba abierto aguardando la ilustre
victima, y hubiera sido necesario hacer un milagro para impedirle
descender a el. – San Pedro, Diciembre 17 de 1830, a las ocho de la noche. – Alejandro Próspero Reverend.
Es copia: J.A. Cepeda. Secretario.”(4)
(4)
La Última Enfermedad, Los últimos Momentos y Los Funerales de Simón
Bolívar. Libertador de Colombia y del Perú por su médico de cabecera el
doctor A.P. Reverend, copia de la edición original hecha en Paris en
1866. Ministerio de Relaciones Exteriores, Dirección de Relaciones
Culturales, Caracas abril de 1983, pp. 33-35.


   
“Desde cuando el doctor Alejandro P. Reverend en sus boletines clínicos
diarios y en la diligencia de autopsia sentó la tesis de que Bolívar
había muerto a consecuencia de una tuberculosis pulmonar, los
historiadores, de manera unánime, y con ellos la opinión universal,
aceptaron ese diagnostico como verdad inconclusa. Y sin embargo, el
estudio atento de la escasa y vaga documentación histórica que tenemos,
está lejos de reunir las exigencias mínimas esenciales para que se le
acepte siquiera como criterio de aproximación y de probabilidad. Se
comprende sin dificultad que las condiciones incipientes y en gran parte
erróneas en que se encontraba la medicina en aquella época remota, no
permiten abarcar la totalidad científica de la cuestión para llegar a
una certidumbre. Se siente el ánimo conturbado ante la penosa tarea de
revisar las doctrinas patológicas reinantes en aquellos tiempos y la
falta de datos que hubieran sido preciosos para llegar al descubrimiento
de la verdad. Pero la confrontación de aquellos relatos inconexos con
el estado actual de los conocimientos científicos, deja en el espíritu
la impresión nítida de que está muy lejos de poder aceptarse sin reparo
el diagnostico de tuberculosis pulmonar. En tal sentido, llama en primer
termino la atención la brevedad inverosímil de la dolencia. De acuerdo
con los boletines médicos emitidos desde su llegada a Santa Marta hasta
el día de su muerte, la enfermedad tuvo exactamente diez y siete días de
duración, es decir, desde el primero hasta el diez y siete de diciembre
de 1830. Se podría argüir, naturalmente, que la infección pulmonar
venia evolucionando desde mucho tiempo atrás y que el Libertador no se
dirigió a Santa Marta sino cuando la gravedad de sus padecimientos lo
hizo presentir que la muerte estaba cercana.
   
No concuerda, sin embargo, tal interpretación con las informaciones que
sobre el particular nos proporciona la historia. Me ha sido imposible,
desde luego, hallar alguna luz que permitiera inferir desde cuando,
aproximadamente, se sentía enfermo el grande hombre y esta es una de las
deficiencias incomprensibles de la amnesís, pero que se explican en
hechos sucedidos hace ya más de un siglo. Parece, de todos modos, que el
Libertador gozaba de buena salud hasta poco antes de su llegada a Santa
Marta, a juzgar por las siguientes frases que copio literalmente del
relato que hace el doctor Reverend: …..”En esta primera conversación,
que tuvo lugar ya en castellano, ya en francés, me enteré de que él (el
Libertador) había desdeñado la asistencia de los médicos al principio de
su enfermedad, que comenzó por un catarro en Cartagena, curándose él
mismo, como lo acostumbraba, mediante un tratado de higiene que siempre
llevaba consigo, y que él había venido embarcado para desocupar su
estómago de bilis por medio del mareo, así como lo logró”…. “y que, a
pesar de su repugnancia a los auxilios de la medicina, él tenia la
esperanza de que yo lo pondría bueno, por su cuerpo virgen de remedios
(sic)”. De lo transcrito se deduce claramente que el enfermo no se
sentía grave cuando llegó a Santa Marta, puesto que abrigaba la
esperanza de una curación rápida, y tampoco parece razonable suponer que
la enfermedad viniera evolucionando desde mucho tiempo atrás, porque
los síntomas de una tuberculosis pulmonar que mata al enfermo en diez y
siete días tenían que ser lo bastante graves para obligarlo a buscar los
auxilios de la medicina, aun como una manifestación instintiva.
   
Y si cuando una tisis común acaba con el enfermo en seis meses hablamos
de evolución rápida de la enfermedad, que decir de este caso insólito
en el que el diagnostico  y la muerte se hallan separados por un lapso
de diez y siete días?
   
Pero el análisis del cuadro sintomático proporciona elementos de juicio
mucho más convincente que este argumento indirecto fundado en la
rapidez del proceso. De los boletines clínicos del doctor Reverend se
deduce claramente que los síntomas cardinales de la enfermedad del
Libertador eran los siguientes: tos, expectoración, fiebre, dolor
retroesternal, adelgazamiento progresivo y anorexia. Ya dije en el
capítulo respectivo que todos estos síntomas son comunes a una caverna
tuberculosa en evolución y a un abceso amibiano del hígado abierto en
los bronquios. Y si en el estado actual del progreso científico resulta
todavía difícil el diagnostico diferencial entre estas dos afecciones,
cuando para hacerlo se dispone solamente de elementos clínicos, y la
certidumbre tan sólo se logra hoy mediante la radioscopia y el examen
bacteriológico de los esputos, que pensar de las dificultades que la
solución del problema tenia en aquella época lejana, cuando los recursos
de laboratorio ni siquiera se sospechaban todavía?
   
Pero hay más aun. El medico de cabecera de Bolívar insiste en casi
todos sus boletines diarios en que el hipo torturaba al enfermo de
manera casi constante, a todo lo largo de su penosa dolencia. Y aunque
posible, naturalmente como fenómeno esporádico en cualquier momento de
su evolución, la patogenia de este hipo persistente no encaja
cómodamente dentro del diagnostico de una tuberculosis pulmonar. Nueve
veces de cada diez – afirma un sabio clínico francés – el hipo tiene un
origen gástrico. Y ya dije también en el capitulo correspondiente de que
manera franca y tenaz repercute sobre el estómago la amibiasis del
hígado y de las vías biliares.
   
Como sino fuese bastante lo anotado hasta ahora, el doctor Reverend
agrega que el enfermo, en los últimos días de su vida, presentó síntomas
inequívocos de una cistitis, con emisión involuntaria de orina. También
este síntoma concuerda admirablemente con el que se observa en la
evolución de la amibiasis intestinal y hepática, según lo expliqué en su
lugar correspondiente.
   
Tampoco puede pasar inadvertido el hecho, repetidamente subrayado por
el medico del Libertador, de que los esputos tenían siempre cierta
coloración verdosa. Bien sabido es que la tisis común, en cualquier
momento de su evolución, pudiera dar esputos con ese carácter, pero
resulta muy singular la persistencia de tal coloración, que hace pensar
involuntariamente en el color de la bilis.
   
Con ser muy elocuentes las constataciones que dejo anotadas para llegar
a una rectificación del diagnostico, más poderosos me parecen aun en
tal sentido, los resultados de la autopsia, que como se puede inferir
sin dificultad, fue labor incompleta, deficiente e inspirada,
desgraciadamente, en los errores médicos que dominaban en aquella época.
A despecho de tales lagunas, la diligencia necroscópica proporciona
datos de sumo interés, como vamos a verlo.
   
“El estómago – dice literalmente el doctor Reverend – dilatado por un
licor amarillento del que estaban fuertemente impregnadas las paredes”.
En un movimiento retrógrado, diríamos ahora de manera exacta y precisa,
que la bilis había refluído al estómago impregnando fuertemente las
paredes. Y continua el doctor Reverend: “El hígado, de un volumen
considerable, estaba un poco escoriado en su superficie convexa. La
vejiga de la hiel muy extendida”. Traducido al lenguaje actual, esta
aseveración se enunciaría así: El hígado bastante aumentado de volumen y
lesionado en su superficie convexa, y la vesícula biliar distendida muy
por encima de su tamaño normal, delataban la existencia evidente de un
proceso inflamatorio de tales órganos, es decir, que la autopsia vino a
demostrar, de manera cierta, que existía una hepatitis y una
colecistitis. Y viene ahora lo más interesante de las constancias de la
autopsia. “De los dos lados superior y posterior estaban adheridas las
pleuras costales por producciones semimembranosas; endurecimiento de los
dos tercios superiores de cada pulmón; el derecho casi desorganizado,
presentó un manantial abierto del color de las heces del vino…” Al abrir
el pulmón derecho – diríamos ahora con propiedad – se encontró un
abceso, cuyo pus, de color oscuro, había destruido casi por completo el
órgano. “El  izquierdo – prosigue la diligencia de la autopsia – aunque
menos desorganizado, ofreció la misma afección tuberculosa y
dividiéndolo con el escalpelo se descubrió una concresión calcárea
irregularmente angulosa, del tamaño de una pequeña avellana”. Este
nódulo de calcificación lo conservó el doctor Reverend, según su propio
testimonio.
   
Tenemos en resumen, que en el pulmón izquierdo se halló un foco
tuberculoso curado por calcificación, hallazgo vulgar que nada
significa, puesto que vestigios semejantes de una infección antigua
vencida por las defensas orgánicas naturales se encuentran con mucha
frecuencia en la autopsia de personas sanas, que han muerto a
consecuencia de un accidente traumático o de otro orden. El pulmón
derecho, por el contrario, estaba casi completamente destruido por un
abceso cuyo pus oscuro fluyó en abundancia al abrir el órgano. Resulta
sumamente significativo el hecho de que fuera precisamente el pulmón
derecho, es decir, el que está colocado encima del hígado y en íntimo
contacto patológico con él, el que presentara las lesiones capaces de
explicar suficientemente la muerte del enfermo, y aunque se pudiera
pensar que esta circunstancia obedeció a una simple casualidad, los
síntomas concomitantes a que me acabo de referir en este análisis
nesográfico no permiten llegar a tal conclusión eventual. El color del
pus, por otra parte, inclina decididamente al ánimo a pensar que se
trata de un pus, hepático, puesto que no habiendo existido en toda la
enfermedad un hemoptisis, pero ni siquiera alguna tendencia hemoptoica,
la coloración del pus no tendría explicación satisfactoria si se hubiera
de admitir que era de origen exclusivamente pulmonar. Es lamentable,
desde luego, que nada se diga en la diligencia de la autopsia sobre la
existencia de alguna comunicación de naturaleza fistulosa entre el
hígado y el pulmón derecho, pero tal omisión en nada perjudica mi
hipótesis, porque los crasos errores de la medicina de aquellos tiempos
no permitían esperar un dato de tan exquisita minuciosidad anatómica.
Para formarse una idea de lo que fueron las doctrinas medicas de tan
remotas edades, bastaría citar la siguiente frase del medico, consignada
en el boletín clínico del día 8 de diciembre, y que nosotros leemos con
estupor:”… se le observaba de un modo sensible entorpecimiento en el
ejercicio de sus facultades intelectuales. Me pareció ser un efecto de
la supresión de la expectoración, y que la materia morbífica, por un
movimiento metastásico, del pecho subía a la cabeza”.
   
Con lo dicho queda demostrado que, vistas las cosas a través de una
información clínica y necroscópica tan deficiente como la que, por
razones explicables, nos proporciona la historia, y confrontando, tanto
el cuadro en conjunto como los elementos que lo integran, con los
conocimientos científicos actuales, el criterio de probabilidad se
inclina a concluir, con poderosas razones que el Libertador Simón
Bolívar no murió a consecuencia de una tuberculosis pulmonar, como se
venia creyendo hasta ahora, sino de un abceso amibiano del hígado
abierto en los bronquios porque no hay ninguno de los síntomas
comprobados que no concuerde con este diagnóstico, mientras que, por el
contrario, seria preciso forzar un tanto la interpretación para encajar
el conjunto dentro de la concepción de una tuberculosis pulmonar. Todo
ello sin detenerme a analizar más extensamente, por razones de brevedad,
la circunstancia anotada arriba de la rápida evolución del proceso, tan
aceleradamente mortal, como tampoco el problema, demasiado complejo
para exponerlo en detalle en un estudio de esta clase, de que la
amibiasis hepática tuvo que ser, en aquellos remotos tiempos, mucho más
frecuente en nuestro medio que la tuberculosis, cuyos verdaderos
estragos vienen siempre con la civilización.
   
Y que quede este modesto estudio retrospectivo, por su intención al
menos, ya que no por sus meritos, como un homenaje cordial ala memoria
del hombre más grande de América.”(5)
(5) La
amibiasis intestinal y hepática en Colombia. del Dr. Luis Ardila Gómez,
imprenta de Departamento, Bucaramanga 1944, y que fuera reproducido en
parte en la obra “Simón Bolívar más allá del mito” de Guillermo Ruiz
Rivas, pp.593-597
.
   
El 26 de julio de 2011, el Vicepresidente de Venezuela Elías Jáua,
presentó ante los medios de comunicación, los primeros resultados de los
estudios médicos forenses, antropológicos, odontológicos y genéticos
realizados a los restos del Libertador. Se concluyó, que los restos si
corresponden al Libertador Simón Bolívar luego de encontrar la
coincidencia en el ADN-Mitocondrial con los restos de su hermana mayor
María Antonia Bolívar, que reposan en la Catedral de Caracas.
   
Jáua informó, que los diversos estudios arrojaron que en la estructura
ósea no se encontraron restos de tuberculosis y se encontraron
asombrosas coincidencias con los cálculos antropológicos. En ellos,
fueron encontrados rastros de componentes tóxicos que pudieran haber
acelerado la muerte, entre los que se mencionó el arsénico u elementos
arsenicales como la cantaridina que formaban parte de los ingredientes
de los medicamentos consumidos por el Libertador. El Vicepresidente
señaló: “Queda abierta la posibilidad de envenenamiento o intoxicación
no intencional producto de la aplicación de tratamientos contaminados
con arsénico o medicamentos arsenicales así como la cantaridina”
(compuesto químico venenoso que aplicado sobre la piel produce
enrojecimiento, erupciones e irritación y consumido vía oral produce
irritación en el aparato urinario). Según ésta hipótesis de los
científicos de la comisión, los tratamientos aplicados al Libertador
quizás precipitaron su muerte “sin que esto excluya la posibilidad que
también padeciera de tuberculosis”, precisó Jáua.
   
El Vicepresidente dijo que aún no se pueden emitir conclusiones
definitivas en lo referente a las causas de su muerte: “Más que certezas
quedaron más dudas sobre la causa de la muerte de Bolívar”, afirmó; sin
embargo, el funcionario señaló que la comisión logró dos de los
objetivos que se había propuesto: identificar los restos y preservarlos
dignamente. Los estudios continuarán realizando un engranaje de los
mismos, de manera macro y microscópica de la patología forense y los
resultados del ADN para tuberculosis, paludismo y derivados de
intoxicación por cantaridina, así como estudios toxicológicos de
arsénico, en función de definir con mayor precisión las causas del
fallecimiento.
     
Otros de los resultados de la pesquisa realizada, identifican a Bolívar
como un hombre mestizo, delgado y fuerte, de tronco corto, así como de
pelvis y espalda estrecha, su cabello era ondulado y fino. Los restos
encontrados pertenecen a un varón aproximadamente de 47 años de edad al
momento de su muerte, de tipología racial mestiza con prioridad
caucasoide, y con la estatura calculada en vida de 1,65 metros.
También se concluyó que el Libertador era diestro y fue bien alimentado
durante su infancia y adolescencia. Se encontró desgaste en los
ligamentos de la cadera, lo que hace presumir largas caminatas por
diferentes terrenos de manera continua. Su cráneo era alto y de contorno
ovalado y alargado, y de los estudios odontológicos realizados a su
dentadura, se determinó que al momento de su muerte sufría de
periodontitis.
Nuevo Sarcófago y Preservación Moderna de los Restos del Padre de La Patria.
    Una vez finalizados los estudios científicos realizados por la Comisión Presidencial
nombrada en 2010 para la exhumación de los restos de Simón Bolívar en
el Panteón Nacional, se establecieron medidas de preservación,
preconsolidacion, consolidación del sistema óseo, huesos y dientes
pertenecientes a aquel, por medio de las técnicas más avanzadas.
   
Una de las principales medidas, fue colocar el esqueleto perfectamente
ensamblado, en una urna de metacrilato, la cual fue sellada al vacío y
atornillada con tornillos de oro de Guayana. Esta urna a su vez, fue
colocada en otra de caoba, madera proveniente de Uverito (ver infografía
abajo) con el escudo nacional elaborado en oro e incrustado en la tapa
de la misma. Esta nueva urna, fue colocada nuevamente en el Panteón
Nacional, en espera de la conclusión de de la nueva edificación a la
cual será trasladado en el futuro.
Representación
a escala, de la nueva urna de metacrilato que preserva los restos del
Padre de la Patria. Museo Bolivariano, Caracas.




Recopilación, y ensayo, José Peña, Caracas 2012.
BIBLIOGRAFÍA:
- Dr. Luis Ardila Gómez, La amibiasis intestinal y hepática en Colombia” , imprenta de Departamento, Bucaramanga 1944.
- Guillermo Ruiz Rivas,“Simón Bolívar más allá del mito”.
- José Vargas, Obras Completas, Caracas 1965
-
La Última Enfermedad, Los últimos Momentos y Los Funerales de Simón
Bolívar. Libertador de Colombia y del Perú por su médico de cabecera el
doctor A.P. Reverend, Ministerio de Relaciones Exteriores, Dirección de
Relaciones Culturales, Caracas abril de 1983
- Agencia Venezolana de Noticias.
- Prensa IVIC.
- Venezolana de Televisión.
- Diario Correo del Orinoco.








No hay comentarios:

Publicar un comentario