lunes, 11 de julio de 2016
La Sinagoga Mayor de Zamora: una anécdota
En los siglos XIV y XV la ciudad de Zamora era conocida
por su numerosa población judía y especialmente por su antigua academia
rabínica. Según nos cuenta Cesáreo Fernández Duro en su Crónica histórica de la ciudad y el obispado de Zamora (Madrid,1882), desde el año 1094 ya existía
sinagoga en la Puebla del Valle, más tarde llamada la judería vieja, hoy barrio
de La Horta.
En el año 1259, el obispo Suero acuñó a Zamora como aljama
para lo cual, seguramente, además del número de familias e impuestos, consideró
la existencia de un o más templos. El primer registro oficial de una sinagoga
en la ciudad lo tenemos en el año 1283 bajo el reinado de Sancho IV.
Poco más de un siglo después, en 1411, durante uno de sus
sermones en la cercana Salamanca, el predicador Vicente Ferrer refierió una
Sinagoga Mayor en Zamora de lo cual podemos inferir que la población hebrea de
la ciudad había crecido y que muy posiblemente existiesen otros templos “menores”.
Años más tarde, en 1417, tenemos el dato de Juan II donando el altar de una sinagoga al
claustro de Santa María de Dueñas. Y en 1419, luego de su conversión, la viuda
de un miembro de la familia Benavento entregó una sinagoga, a todas luces privada,
a la iglesia. Dicha sinagoga se encontraba en las inmediaciones de la iglesia
de Santa María la Nueva.
Sabemos que por esa época Zamora ya era el centro de los
estudios judíos en la península ibérica, liderado por el R. Isaac Campantón (1360-1463) y al
que acudían estudiantes de todos los reinos, incluido el de Portugal. Tenemos
documentación histórica sobre la participación de Campantón, junto a otros
sabios judíos castellanos y leoneses, en la organización de las juderías y
aljamas de la región después de los ataques violentos de 1391.
De entre varias referencias sobre la importancia de
Campantón para la tradición judía, tomamos la de R. Eliyahu Capsali (en El
Judaísmo Hispano, traducción de Yolanda Moreno Koch, 2005, pp. 127-28), cuya crónica de
la vida en Sefarad, es una de las más autorizadas por los historiadores:
por su numerosa población judía y especialmente por su antigua academia
rabínica. Según nos cuenta Cesáreo Fernández Duro en su Crónica histórica de la ciudad y el obispado de Zamora (Madrid,1882), desde el año 1094 ya existía
sinagoga en la Puebla del Valle, más tarde llamada la judería vieja, hoy barrio
de La Horta.
En el año 1259, el obispo Suero acuñó a Zamora como aljama
para lo cual, seguramente, además del número de familias e impuestos, consideró
la existencia de un o más templos. El primer registro oficial de una sinagoga
en la ciudad lo tenemos en el año 1283 bajo el reinado de Sancho IV.
Poco más de un siglo después, en 1411, durante uno de sus
sermones en la cercana Salamanca, el predicador Vicente Ferrer refierió una
Sinagoga Mayor en Zamora de lo cual podemos inferir que la población hebrea de
la ciudad había crecido y que muy posiblemente existiesen otros templos “menores”.
Años más tarde, en 1417, tenemos el dato de Juan II donando el altar de una sinagoga al
claustro de Santa María de Dueñas. Y en 1419, luego de su conversión, la viuda
de un miembro de la familia Benavento entregó una sinagoga, a todas luces privada,
a la iglesia. Dicha sinagoga se encontraba en las inmediaciones de la iglesia
de Santa María la Nueva.
Sabemos que por esa época Zamora ya era el centro de los
estudios judíos en la península ibérica, liderado por el R. Isaac Campantón (1360-1463) y al
que acudían estudiantes de todos los reinos, incluido el de Portugal. Tenemos
documentación histórica sobre la participación de Campantón, junto a otros
sabios judíos castellanos y leoneses, en la organización de las juderías y
aljamas de la región después de los ataques violentos de 1391.
De entre varias referencias sobre la importancia de
Campantón para la tradición judía, tomamos la de R. Eliyahu Capsali (en El
Judaísmo Hispano, traducción de Yolanda Moreno Koch, 2005, pp. 127-28), cuya crónica de
la vida en Sefarad, es una de las más autorizadas por los historiadores:
Estableció Adonay un salvador para Israel, un gran hombre, fuerte y
vigoroso, sabio y capaz de mover montañas, intrépido entre los valientes, el
sabio, el gran Rab R. Yishaq Campantón, sea su recuerdo para bendición, que
restableció a los sacerdotes en sus funciones y a los levitas en su servicio
religioso y a Israel en su rango: restituyó la corona (de Adonay) a su
condición primordial. Formó a muchos alumnos e hizo una cerca de la
Torah.
De sus mejores alumnos y amigos hubo cuatro que bebieron siempre agua vivaY
y buena y figuraban en los escritos (Núm. 11,26): en el nombre del
primero, capaz de mover montañas y molerlas, la luz sagrada, el
ingenioso, el alegre Rab. R. Yishaq Aboab, sea su recuerdo para bendición,
quien sólo tenía un ojo, fue único en su generación. El nombre del segundo sinay,
- Adonay vino desde el Sinaí (Deut 33,2) -, el más importante de su
pueblo y de los rabinos de su nación el sabio R. Yishaq de León. El nombre del
tercero el que está sentado en cátedra, el más sabio gusanillo (2 Sam
23,8), el sabio R. Yosef Hayyún, sea su recuerdo para bendición, está tullido
de ambos pies. Y el cuarto río es el Eúfrates (Gen 2, 14) cuyas aguas
son fructíferas y abundantes, el sabio Simón Meme, sus aguas estarán
seguras (Is 33,16), con las fieles misericordias prometidas a David (ibid
55,3).
a continuación entonces, aparece
una anécdota mítica, cuyo significado ubica a estas cuatro figuras en el
lugar la sinagoga, situada por estos años en la actual Plaza de San
Sebastián y la ciudad – Zamora- con las cuales se identifica
la transmisión del legado judío en Sefarad antes de la expulsión y en la
diáspora:
Una vez, estando sentadas estas cuatro personalidades en el umbral de laDe esta forma, simbólica, poética,
sinagoga, pasó un hombre sabio por entre ellos, les miró y dijo: “sobre una
piedra hay siete ojos, que son los ojos de Israel, su luz, sus cedros y lo más
selectos de sus valientes”. Por medio de los cuatro sabios se extendió la Torah
en Sefarad, en Portugal y en el Magreb. Por todo lugar al que iban iba también
ante ellos gloriosamente la bendición. Y si no fuera por esto no hubiera
quedado nada. Estos sabios fueron anteriores a la expulsión, una pequeña
minoría, sin importancia (Is 16, 14)(…)
la más alta representación estética en la época renacentista y barroca, entra
la Sinagoga Mayor de Zamora en el flujo histórico de la diáspora sefardí,
perpetuando el conocimiento, la enseñanza y la amistad de estos sabios en la
memoria de la comunidad judía de la época. Su existencia es una marca de
identidad que ilustra y sintetiza el imaginario peninsular sobre la
ciudad de Zamora desde al menos el siglo XIII.