domingo, 19 de marzo de 2017

Imperio aqueménida - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Imperio aqueménida



𐏃𐎧𐎠𐎶𐎴𐎡𐏁 / Haxāmaniš /
Aqueménidas
Imperio persa


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550 a. C.-331 a. C.
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Emblemas de Persia


Bandera



Ubicación de
Máxima extensión del Imperio aqueménida durante el reinado de Darío I, hacia el 500 a. C.
Capital Persépolis, Susa, Pasargada y Ecbatana
Idioma principal En las inscripciones reales se prefería el persa antiguo, el acadio aqueménida y el elamita. Para la administración, el arameo y el elamita.
Religión Zoroastrismo
Gobierno monarquía
Historia
 • Establecido 550 a. C.
El Imperio aqueménida, es el nombre dado al primer y más extenso de los imperios de los persas,1 el cual se extendió por los territorios de los actuales estados de Irán, Irak, Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán, Turquía, Rusia, Chipre, Siria, Líbano, Israel, Palestina, Grecia y Egipto. Su expansión territorial comenzó, durante el reinado de Ciro II (559-530 a. C.), con la anexión del reino medo,1 y alcanzó su máximo apogeo en el año 500 a. C., cuando llegó a abarcar parte de los territorios de los actuales estados de Libia, Grecia, Bulgaria y Pakistán, así como ciertas áreas del Cáucaso, Sudán y Asia Central. Las grandes conquistas hicieron de él el imperio más grande en extensión hasta entonces.1 Su existencia concluyó en 330 a. C. cuando el último de los reyes aqueménidas, Darío III, fue vencido por el conquistador macedonio Alejandro Magno.1


El Imperio debe su nombre a la dinastía que lo gobernó durante unos dos siglos, los aqueménidas, fundada por un personaje semilegendario, Aquemenes.1 En la historia de Occidente, el Imperio aqueménida es conocido sobre todo por su condición de rival de los antiguos griegos, especialmente en dos períodos, las Guerras Médicas y las campañas del macedonio Alejandro Magno.



Índice

Fuentes

Las fuentes para el estudio del Imperio aqueménida son especialmente
problemáticas, no tanto por su escasez como por ser a menudo
contradictorias entre sí. Asimismo, no todas las regiones ni las épocas
están documentadas por igual: en el aspecto cronológico, la mayor parte
de la documentación se refiere al siglo V a. C., en tanto que de la época anterior a la conquista de Alejandro
hay mucha menos información; en el aspecto geográfico, es mucho más
abundante la información referente a las regiones occidentales del
Imperio, más cercanas a las ciudades griegas, que a su parte oriental.2


Fuentes literarias

Antes de que se iniciasen las excavaciones arqueológicas, la historia
aqueménida se conocía únicamente a través de los escritos de autores
clásicos (griegos y, en menor medida, romanos), y de la Biblia. Entre los autores clásicos destaca particularmente el historiador griego Heródoto, que escribió en el siglo V a. C., y cuyo propósito principal es exaltar los éxitos de los griegos durante las Guerras Médicas.
Su obra es útil para conocer el primer período de la historia
aqueménida, especialmente en lo que se refiere a su frontera
noroccidental. Durante el siglo IV a. C. aportan también información sobre el Imperio aqueménida las obras de Ctesias y de Jenofonte.
Todos los autores griegos, sin embargo, coinciden en lo esencial de su
visión del Imperio aqueménida: por un lado, admiran su riqueza y su
poder, pero por otro consideran su sistema político corrupto y
decadente, y presentan al monarca como una figura débil, víctima de las
maquinaciones de las mujeres y los eunucos de la corte.2


En la Biblia, en los libros de Esdras y de Nehemías, los persas aparecen como restauradores del Templo de Jerusalén y defensores del culto a Yahvé: la imagen que de ellos se muestra es muy positiva, ya que acabaron con la cautividad de Babilonia. No obstante, en el Libro de Ester, muy probablemente escrito en época helenística, la imagen que se da de los persas es muy similar a la que puede encontrarse en las obras de autores griegos.


Fuentes epigráficas


La Inscripción del Harén, de Jerjes I. Se trata de una inscripción bilingüe en persa (izquierda) y babilonio (derecha).
En época aqueménida, el persa antiguo, antecesor del actual idioma persa hablado en Irán, se escribía en una variedad de escritura cuneiforme que solo comenzó a ser descifrada a comienzos del siglo XIX, gracias sobre todo a los esfuerzos de Henry Rawlinson y a su trabajo con la Inscripción de Behistún, que hace un relato pormenorizado de las circunstancias en que Darío I accedió al poder. Actualmente, se conocen numerosas inscripciones en antiguo persa, pero, con una sola excepción recientemente identificada,3 estas se restringen al ámbito de las declaraciones de la realeza, expresiones de su poder e ideología.
Son fuentes de información útiles para conocer la actividad
constructora de los reyes, y la imagen que estos tenían de sí mismos,
pero no suelen proporcionar información sobre otros ámbitos (la única de
carácter narrativo es la de Behistún).


Junto con las inscripciones reales, son también una importante fuente de información los textos en arameo y en egipcio demótico hallados en Egipto,4 así como un número importante de documentos en idioma acadio hallados en Babilonia. Entre estos últimos se destacan numerosos archivos administrativos de los templos y de algunas familias poderosas como Egibi y Murashu.2 Adicionalmente, los archivos elamitas de Persépolis (el de la Fortaleza y el del Tesoro) iluminan la "economía real" del área de las capitales.5


Fuentes arqueológicas

Las excavaciones son todavía muy incompletas. Las principales son los grandes centros reales, Pasargada, Persépolis y Susa, así como tumbas rupestres como las de Naqsh-e Rostam. Las excavaciones se han visto dificultadas porque algunos sitios, como por ejemplo, Arbela y Ecbatana, están actualmente cubiertos por grandes ciudades modernas (Erbil y Hamadán,
respectivamente). Otro factor negativo es el tradicionalmente escaso
interés de los arqueólogos por el período en cuestión, lo que llevó a
que los niveles de ocupación de época aqueménida hayan sido pobremente
documentados.6


Historia

El imperio comenzó como un estado tributario de los medos pero acabó conquistando el Imperio medo y ampliándolo hasta abarcar Egipto y Asia Menor. Con Jerjes llegó casi a conquistar la Antigua Grecia. Los aqueménidas fueron derrotados por la conquista de Alejandro Magno en 330 a. C.


Antecedentes

Los persas pertenecían a los grupos iranios que se habían establecido siglos atrás en la meseta de Irán, y habitaban la actual provincia de Fars (Irán), una región de tradicional influencia elamita. Se dedicaban de modo destacado a la cría de ganado, aunque con el tiempo fueron adoptando la agricultura. La historia de los primeros reyes persas, quienes habrían vivido durante el siglo VII a. C. y la primera mitad del siglo VI a. C., es poco conocida. De acuerdo con la genealogía tradicional, basada en la Inscripción de Behistún de Darío I (ca. 518 a. C.) y en el historiador griego Heródoto de Halicarnaso, los persas habrían sido gobernados por la dinastía aqueménida, fundada por su epónimo Aquemenes (en antiguo persa, Haxamaniš, ‘el que tiene el espíritu de un seguidor’7 ). Le sucedió su hijo Teispes (Cišpi), de quien se sabe por inscripciones de sus sucesores que utilizó el título de "rey de Anshan".8


La dinastía se habría dividido entonces en dos linajes: uno comenzado por Ciro I, rey de Anshan, y continuado por su hijo Cambises I y su nieto Ciro el Grande, y otro por Ariaramnes, bisabuelo de Darío I. Ciertas inscripciones se refieren a Ariaramnes y a su hijo Arsames
como reyes de Persia. Esto llevó a que se especulara sobre una supuesta
división del reino de Teispes entre Ciro I y Ariaramnes, quienes
habrían reinado, respectivamente, en Anshan y en Persia. No obstante, la
autenticidad de dichas inscripciones se ha puesto en duda.9


Resulta llamativo que, mientras Darío insiste constantemente en su
ascendencia aqueménida, esta es completamente ignorada por Ciro el
Grande, el cual solo se remonta hasta Teispes en sus inscripciones. Esto
ha llevado recientemente a algunos estudiosos a pensar que las líneas
de Ciro ("téispida") y Darío ("aqueménida") no estaban relacionadas.10


Según Heródoto, los persas de las épocas tempranas eran vasallos de sus poderosos vecinos, los medos, aunque actualmente se duda de la fiabilidad de esta información.


Las grandes conquistas


Gracias a Ciro (555-529 a. C.), rey de Anshan, el dominio medo sobre la meseta iraní fue breve. Ciro creó un poderoso ejército siguiendo el modelo de los antiguos asirios. Cuando sucedió a su padre Cambises I en el 559 a. C., las entidades políticas hegemónicas en la región eran el Imperio neobabilónico, el reino medo, Lidia y Egipto.11 12 Entre los años 553 y 550 a. C., Ciro derrotó al rey medo Astiages, tomó su capital, Ecbatana, y llevó sus tesoros a Anshan. La Crónica de Nabonido
informa que el rey persa resultó favorecido por el amotinamiento de las
tropas medas contra su propio rey, hecho confirmado por la historia que
narra Heródoto (i, 123-128) sobre la traición del general medo Harpago.11


Tras unificar a los persas y someter a los medos, Ciro, llamado después "el Grande", emprendió la conquista de Babilonia (con lo que puso fin al Imperio neobabilónico), Siria, Palestina y Asia Menor. El reino de Lidia, en Asia Menor, cayó en poder de Ciro hacia el 545 a. C.13
Se cree que la guerra contra el Imperio neobabilónico, que se
encontraba rodeado por los persas en sus fronteras oriental y
septentrional, habría comenzado hacia finales de la década de 540 a. C.
En cualquier caso, en el año 539 Babilonia fue tomada por el general persa Gobrias,
haciéndose presente Ciro días más tarde. El nuevo gobernante asumió la
titulatura regia babilonia, que incluía los títulos de rey de Babilonia,
rey de Sumer y Akkad y rey de los países. Ciro se presentó a sí mismo
como el "salvador" de las naciones conquistadas. Para reforzar esta
imagen y "crear condiciones de cooperación con las elites locales",14 protegió los cultos (como el de Marduk
en Babilonia) y restauró templos y otras infraestructuras en las
ciudades recientemente adquiridas. Con ello Ciro se ganó el apoyo de
buena parte de la casta sacerdotal de Babilonia, la que en los textos
(el Cilindro de Ciro, el Poema sobre Nabonido) por lo general se muestra favorable hacia él. En el Tanaj, Ciro es bienvenido por el Segundo Isaías, un judío de Babilonia. Asimismo, de acuerdo a los libros bíblicos de Esdras y Nehemías, Ciro permitió regresar a Judea y reconstruir el Templo a los judíos cautivos
en Babilonia. A diferencia de los conquistadores asirios y babilonios
precedentes, Ciro trató con benevolencia a los pueblos sometidos y
perdonó a los reyes enemigos. En general, Ciro siguió la estrategia de
dejar las estructuras administrativas de los lugares conquistados, pero
sometiéndolos al poder imperial.15



La inscripción de Behistún narra la historia de las luchas de Darío I contra los rebeldes.
Ciro murió en el 530 a. C. durante una campaña contra los masagetas de Asia Central, y fue sucedido por su hijo Cambises II (530-522), quien continuó su labor de conquista. Dirigió la conquista de Egipto, presumiblemente planeada con anterioridad. Falleció en julio de 522 a. C.
como resultado de un accidente o suicidio, durante una revuelta
liderada por un clan sacerdotal que había perdido su poder después de
que Ciro conquistase Media. En el momento de la muerte de Cambises, el
Imperio se extendía desde el Mediterráneo (incluyendo Egipto y Anatolia) hasta la cordillera del Hindu Kush en el actual Afganistán, lo que marcó la máxima extensión del Imperio aqueménida y configurando el mayor imperio hasta entonces conocido en el Próximo Oriente.


Crisis y reestructuración

Según la Inscripción de Behistún, cuando Cambises se encontraba en Egipto, cierto Gaumata se rebeló en Media haciéndose pasar por Esmerdis (pers. Bardiya),
el hermano menor de Cambises II, quien había sido asesinado unos tres
años antes. Debido al despótico gobierno de Cambises y su larga ausencia
en Egipto, "todos los pueblos, persas, medos, y las demás naciones",
reconocieron al usurpador, especialmente porque él garantizaba el perdón
de los tributos durante tres años (Heródoto iii, 68). Este Gaumata es
uno de los sacerdotes revueltos contra el rey Cambises, a los que Heródoto llama Magos. El pseudo-Esmerdis gobernó durante siete meses antes de ser derrocado en el 521 a. C. por un grupo de nobles encabezado por Darío,
quién se proclamó rey en su lugar. Las posteriores rebeliones,
desatadas a lo largo y a lo ancho del Imperio, fueron derrotadas
sucesivamente por Darío y sus generales; en el 518 a. C. la paz se había
restablecido. Para garantizar su legitimidad, el nuevo rey contrajo
matrimonio con las esposas de su predecesor (una práctica usual), entre
las que se incluían dos hijas y una nieta de Ciro. Una de ellas, Atosa, dio a luz al futuro soberano Jerjes I.


Es importante destacar que la pretensión de que Gaumata era un falso
Esmerdis deriva de Darío. Los historiadores se encuentran divididos
sobre la posibilidad de que la historia del impostor fuera un invento de
Darío como justificación para su golpe de estado.16 Darío hizo afirmaciones semejantes cuando más tarde capturó Babilonia, anunciando que el rey babilonio no era, de hecho, Nabucodonosor III, sino un impostor llamado Nidintu-bel,17
y cuando un año después de la muerte del primer pseudo-Esmerdis
(Gaumata), un segundo pseudo-Esmerdis (llamado Vahyazdata) inició una
rebelión en Persia.



El mundo hacia el año 500 a. C., mostrando el Imperio aqueménida (en marrón) en relación con el resto del mundo de la época.
Darío se dedicó fundamentalmente a organizar el extenso imperio heredado. Territorialmente, reestructuró las satrapías,
existentes ya desde el reinado de Ciro, estableciendo veinte satrapías
encabezadas normalmente por miembros de la familia real y de las
familias aristocráticas. En cuanto a su actividad constructora, destaca
sobre todo la fundación de Persépolis (518-516 a. C.), así como la realización de trabajos en Ecbatana (moderna Hamadán) y Susa. Durante el reinado de Darío continuó la expansión territorial: Tracia y la India fueron anexionadas, mientras que las tropas persas fueron derrotadas por los escitas europeos (ca. 513 a. C.) y por los griegos en la primera guerra médica. Fue también Darío quien convirtió en religión oficial el mazdeísmo. Construyó el Camino Real de Susa a Sardes: carretera desde la capital de Lidia (oeste de la actual Turquía) hasta Susa para llevar el correo
imperial. Esto aseguraba de alguna manera el control absoluto sobre sus
sátrapas, quienes tenían su propia corte y ejército pero no podían
fallar en dar tributo a su emperador. Este tributo era proporcional a la
riqueza de cada región.


Las guerras médicas

Durante el primer tercio del siglo V a. C., persas y griegos compitieron por el dominio sobre las ciudades griegas de Asia Menor, las costas del Mediterráneo y el control de los puertos comerciales, así como el acceso al trigo de las costas del Mar Negro. Estos conflictos fronterizos comenzaron con las sublevaciones jonias e incluyeron el incendio de Atenas por parte de los persas, en represalia por la destrucción de Sardes.


La primera fase (490 a. C.) se produjo cuando los persas enviados por
su rey Darío I a través de un ejército y viajando por mar,
desembarcaron en la Grecia continental, que apoyaba a las rebeldes
colonias griegas bajo su égida. En la batalla de Maratón (490 a. C.), un ejército griego guiado por Milcíades
fue enviado a retener a los persas, y sorprendentemente obtuvieron la
victoria; debido a esta derrota, el rey persa se vio obligado a fijar
los límites de su imperio de nuevo en Asia Menor.


A pesar de ello para el siglo V a. C. los reyes aqueménidas gobernaban territorios que aproximadamente abarcaban lo que hoy es Irán, Irak, Armenia, Afganistán, Turquía, Bulgaria, muchas partes de Grecia, Egipto, Siria, Pakistán, Jordania, Israel, Cisjordania, Líbano, Caucasia, partes de Asia Central, Libia, y partes septentrionales de Arabia. El Imperio con el tiempo se convirtió en imperio más grande del Mundo antiguo.


La segunda fase tuvo lugar el año 480 a. C., cuando los persas enviados por su rey Jerjes I (485–465 a. C., persa antiguo Xšayarša, ‘héroe entre reyes’), hijo de Darío I, se dirigió por tierra hacia Grecia. Su ejército entró en Grecia por el Norte, encontrando poca o ninguna resistencia en Macedonia y Tesalia, pero fue detenido por una pequeña fuerza griega durante tres días en las Termópilas. Se trataba de un ejército espartano de 300 guerreros dirigidos por su rey Leónidas I.
Los 300 soldados y su rey murieron en la batalla traicionados por un
griego que enseñó a los persas un camino para atacar por la espalda. Una
batalla naval simultánea en Artemisio
fue poco decisiva en el aspecto táctico pues grandes tormentas
destruyeron naves de ambos lados. La batalla fue detenida prematuramente
cuando los griegos recibieron noticias de la derrota en las Termópilas y
se retiraron. La batalla fue una victoria estratégica de los persas, lo
que les dio el control indisputado de Artemisio y del mar Egeo.


Después de su victoria en la batalla de las Termópilas, Jerjes saqueó la ciudad evacuada de Atenas y se preparó para enfrentarse a los griegos en el estratégico istmo de Corinto y el golfo Sarónico. Los habitantes de Atenas se habían refugiados en la pequeña isla de Salamina; cuando llegaron los persas a Atenas incendiaron la ciudad y viajaron hacia Salamina. En 480 a. C. los griegos obtuvieron una decisiva victoria en la batalla naval de Salamina
en la cual los pequeños y ágiles barcos atenienses derrotaron a los
pesados y grandes barcos persas. Forzaron a Jerjes a retirarse a Sardes. El ejército que dejó en Grecia, bajo el mando de Mardonio, fue destruido en el año 479 a. C. en la batalla de Platea. La derrota final de los persas en Micala animó a las ciudades griegas de Asia a sublevarse, y marcó el final de las Guerras Médicas, junto con la expansión persa a Europa.


De Jerjes I a Artajerjes II


Bol de oro aqueménida con imaginería de leones.

Vasijas de oro del tesoro de Oxus.
Después de los fracasos militares de la Segunda Guerra Médica,
los aqueménidas detuvieron su expansión y perdieron algunos
territorios. Cuando Jerjes murió asesinado en el 465 a. C., se desató
una crisis sucesoria en la que terminaría por imponerse Artajerjes I (465-424 a. C.), quien trasladó la capital de Persépolis a Babilonia. Fue durante este reinado que el elamita
dejó de ser el idioma del gobierno, y ganó en prominencia el arameo.
Fue probablemente durante este reinado que se introdujo como calendario
nacional el calendario solar (basado en el babilónico).[cita requerida]


Artajerjes I murió fuera de Persis, pero su cuerpo fue llevado allí para ser enterrado junto a sus antepasados, probablemente en Naqsh-e Rustam.
Se produjo una situación similar a la de la muerte de Jerjes I. Los
tres hijos de Artajerjes disputaron el trono, sucediéndose en el mismo
año Jerjes II (su hijo mayor, que le sucedió y fue asesinado por uno de sus hermanastros unas pocas semanas más tarde), Sogdiano, y Darío II.
Darío II, que estaba en Babilonia cuando murió su hermano Jerjes,
reunió apoyo para sí mismo, marchó hacia el Este y depuso y ejecutó al
asesino y fue coronado en su lugar.


Darío II reinó en el período 424 a. C.-404 a. C. y colaboró con Esparta en la Guerra del Peloponeso. Desde el año 412 a. C., Darío II, por insistencia de Tisafernes, apoyó primero a Atenas y luego a Esparta, pero en el año 407 a. C. el hijo de Darío, Ciro el Joven
fue nombrado para reemplazar a Tisafernes y cedió totalmente el apoyo a
Esparta que finalmente derrotó a Atenas en 404. Ese mismo año, Darío
cayó fatalmente enfermo y murió en Babilonia. En su lecho de muerte, su
esposa babilonia, Parisatis pidió a Darío que fuese coronado su segundo hijo, Ciro el Joven, pero Darío se negó.


A Darío le sucedió su hijo Artajerjes II, que reinó en el período 404 a. C.-359 a. C. Plutarco cuenta (probablemente por autoridad de Ctesias)
que el desplazado Tisafernes se acercó al nuevo rey el día de su
coronación para advertirle de que su hermano menor, Ciro el Joven estaba
preparándose para asesinarlo durante la ceremonia. Artajerjes arrestó a
Ciro y lo habría ejecutado si no hubiese intercedido su madre
Parisatis. Ciro fue entonces enviado como sátrapa de Lidia, donde
preparó una rebelión armada que estalló en el año 401 a. C. Con mercenarios griegos, Ciro obtuvo la victoria en la batalla de Cunaxa, pero resultó muerto en la misma. Así, Artajerjes II conservó el trono, construyó una gran flota, y recuperó el dominio de Asia Menor y Chipre.


Artajerjes II fue el rey aqueménida que tuvo más largo reinado (45 años). Seis siglos más tarde, Ardacher I,
fundador del segundo Imperio persa, se consideraría a sí mismo como el
sucesor de Artajerjes, un gran testimonio de la importancia de
Artajerjes para la mentalidad persa. Durante su reinado se realizaron
actividades de construcción en Susa y Ecbatana. Aunque no se conocen
construcciones suyas en Persépolis, fue él fue el primer rey aqueménida
en ser enterrado en sus cercanías.18 En el ámbito religioso, Artajerjes protegió el culto de los dioses iranios Mitra y Anahita, a los cuales introdujo en sus inscripciones a la par de Ahura Mazda. De acuerdo a la información proporcionada por Beroso, Artajerjes protegió el culto de Anahita en numerosas regiones del Imperio, incluyendo áreas occidentales no-iránicas como Damasco o Sardes.19
Igualmente, pueden datarse de este reinado la extraordinaria innovación
de los cultos de santuarios zoroastrianos, y fue probablemente durante
este período que el zoroastrianismo se difundió a través de Asia Menor y el Levante mediterráneo y desde allí a Armenia.[cita requerida]
Los templos, aunque servían a un propósito religioso, no eran sin
embargo un acto puramente desinteresado: también servían como importante
fuente de ingresos. De los reyes babilónicos, los aqueménidas habían
tomado el concepto de impuesto del templo obligatorio, un diezmo que
todos los habitantes pagaban al templo más cercano a su tierra u otra
fuente de ingresos (Dandamaev & Lukonin, 1989: 361–362). Una parte
de este ingreso llamado el quppu ša šarri (‘arcón del rey’) ―una ingeniosa institución originariamente introducida por Nabónido― fue entonces pasada al gobernante.


Fin del Imperio persa

Según las fuentes griegas, el sucesor de Artajerjes II, su hijo Artajerjes III 359 a. C.-338 a. C.,
llegó al trono por medios sangrientos, asegurando su posición mediante
el asesinato de ocho de sus hermanastros. En 343 a. C., Artajerjes III
derrotó a Nectanebo II, expulsándolo de Egipto e hizo de Egipto de nuevo una satrapía persa. En 338 a. C., el mismo año en que Filipo de Macedonia unió a los estados griegos por la fuerza, y de tal manera allanó el camino a su hijo Alejandro,
Artajerjes III murió de causas naturales (según las fuentes
cuneiformes) pero según el historiador Diodoro, Artajerjes fue asesinado
por su ministro, Bagoas.20


A Artajerjes III le sucedió su hijo Artajerjes IV Arses 338 a. C.-336 a. C.
Antes de que pudiera actuar fue también envenenado por Bagoas. Se dice
que este mató no solo a todos los hijos de Arses, sino a muchos otros
príncipes de la tierra. Bagoas hizo entonces que Darío III (336-330 a. C.), un sobrino de Artajerjes IV, ocupara el trono. Darío III, aunque previamente sátrapa de Armenia,
no tenía experiencia en el gobierno del Imperio, pero en su primer año
como emperador personalmente forzó a Bagoas a beber veneno.


En dos épocas diferentes, los aqueménidas gobernaron Egipto aunque por dos veces los egipcios lograron una independencia temporal de Persia. Siguiendo la práctica de Manetho, los historiadores egipcios se refieren a los períodos en Egipto cuando la dinastía aqueménida gobernaba como la dinastía XXVII de Egipto, 525–404 a. C., hasta la muerte de Darío II, y la dinastía XXXI de Egipto, 343–332 a. C., que comenzó después de que Nectanebo II fuese derrotado por el rey persa Artajerjes III.
Esta segunda ocupación persa de Egipto acabó en 332 cuando Alejandro
Magno entró en Egipto y fue bienvenido como un liberador en el Egipto ocupado por los persas.



La batalla de Isos, entre Alejandro Magno a caballo a la izquierda, y Darío III en el carro de la derecha, representados en un mosaico de Pompeya que data del siglo I a. C. - Museo Nacional de Arqueología de Nápoles.
Alejandro derrotó a los sátrapas occidentales en las batallas de Isos (332 a. C.), y de Gaugamela (331 a. C.).


Después, Alejandro marchó sobre Susa, que del mismo modo capituló y entregó un vasto tesoro. Alejandro entonces marchó hacia el Este, a Persépolis
que se rindió a principios de 330 a. C. Los soldados macedonios
incendiaron la capital. Desde Persépolis, Alejandro se dirigió al norte a
Pasargadas donde trató la tumba de Ciro II con respeto. Desde allí se dirigió a Ecbatana, donde Darío III se había refugiado.


El rey persa fue apresado por Besos, su sátrapa bactriano
y compatriota. Conforme se acercaba Alejandro, Besos y sus hombres
asesinaron a Darío y luego se declaró a sí mismo sucesor de Darío, como
Artajerjes V, antes de retirarse a Asia Central
para lanzar una campaña de guerrilla contra Alejandro. Abandonaron el
cuerpo de Darío en el camino para retrasar a Alejandro, quien lo llevó a
Persépolis para un entierro honroso.


Al Imperio aqueménida le sucedió el Imperio seléucida,
esto es, de los generales de Alejandro y sus descendientes, quienes
gobernaron Persia. A su vez, los sucedió la dinastía arsácida de Partia en el noreste de Irán, quien, de manera bastante falaz, señalaron a Artajerjes II como su antecesor.


Istakhr, uno de los reinos vasallos de los arsácidas, sería derrotado por Papak, un sacerdote del templo. El hijo de Papak, Ardacher I,
quien se nombró a sí mismo en recuerdo de Artajerjes II, se rebeló
contra los partos, los derrotó y siguió adelante para establecer el
segundo Imperio persa, 556 años más tarde del final del primero.


Política y administración


Súbditos con sus tributos en un bajorrelieve de Persépolis.
El Imperio aqueménida fue un estado multinacional dominado por los
persas, en el que los cargos de importancia correspondían a miembros de
esta etnia.21 Continuamente se subraya, en las inscripciones reales, la condición de persa (o, más concretamente, de ario) del rey, de su familia y de su dios, Ahura Mazda.21
Parece, sin embargo, que los diferentes pueblos del Imperio, y muy
especialmente aquellos de mayor antigüedad, como asirios, babilonios,
judíos o egipcios, disfrutaron de una gran autonomía, y pudieron
conservar sus costumbres, sus instituciones, su lengua y su religión, en
tanto que la administración quedaba bajo control persa.21
Este respeto a la individualidad de los diferentes pueblos sometidos se
pone de manifiesto, por ejemplo, en los relieves de las escalinatas que
llevan a la apadana de Persépolis
que tenía una función ceremonial relacionada con la recepción de los
tributos, en los que se muestran las diferentes ofrendas: por ejemplo,
de Arabia se llevan tejidos, camellos e incienso; de Nubia vasijas, colmillos de elefante, okapis, jirafas, tributos de oro refinado, troncos de ébano; de Bactria, vasijas y camellos. Cada grupo se diferencia claramente de los demás por su atuendo.


El centro administrativo del Imperio se encontraba en el palacio
real, con un complicado aparato burocrático. Desde la época de Darío, la
sede real se situó en la ciudad de Susa, aunque el monarca pasaba temporadas en Babilonia y Ecbatana. Las ciudades más importantes de Fars, Pasargada y Persépolis, no fueron nunca sedes de gobierno.[cita requerida]


Entre los logros del reinado de Darío se incluyen una codificación de
los datos, un sistema legal universal sobre el que se basaría gran
parte de la ley irania posterior,[cita requerida] y la construcción de una nueva capital en Persépolis, donde los estados vasallos ofrecerían su tributo anual en la fiesta del equinoccio de primavera.


Organización social

La organización social del Imperio es poco conocida.22 La mayoría de los investigadores opina que persistía la división en tres estratos o castas característica, según Georges Dumézil, de los pueblos indoiranios e indoeuropeos en general, que aparece reflejada en el Avesta: guerreros, sacerdotes y campesinos.


Estrechamente imbricada con esta división en tres castas, existía una
estructura tribal basada en la ascendencia patrilineal. Según Heródoto
(i, 125), en época de Ciro el Grande la sociedad persa estaba formada
por numerosas tribus, "eran los arteatas, los persas propiamente dichos,
los pasagardas, los merafios y los maios".23 Cada tribu se dividía a su vez en clanes: los aqueménidas eran, de hecho, un clan perteneciente a la tribu de los pasagardas.


Los cargos de la administración imperial estaban reservados a los
miembros de las principales familias de la aristocracia, aunque no era
suficiente con la pertenencia a la nobleza: había que contar también con
el favor del rey, que era quien disponía los nombramientos y distribuía
los cargos en los territorios conquistados.


La práctica de la esclavitud en la Persia aqueménida estaba en
general prohibida, aunque hay evidencia de que los ejércitos
conquistados o rebeldes eran vendidos en cautiverio.24 Según atestiguan los documentos de Persépolis, los trabajadores que dependían del Estado en la región de Parsa no eran esclavos sino asalariados.


Dones y honores reales


El llamado Brazalete de Oxus,
perteneciente al Tesoro del Oxus, de época aqueménida. Los artículos de
joyería eran bienes de prestigio muy apreciados por la aristocracia
aqueménida, y su intercambio cumplía un rol fundamental en el sistema
político.
De acuerdo con Pierre Briant, un aspecto fundamental del sistema político aqueménida era la circulación de prestaciones de servicio personal hacia el rey, y de dones y honores desde
el rey. Tanto en las inscripciones reales como en los autores clásicos
se puede observar la importancia que se le otorgaba a la noción de
recompensar al servidor leal. Los dones reales incluían vestimenta y
joyería de lujo, que marcaban el prestigio y la posición social de sus
portadores, así como títulos y cargos de poder. Las fuentes clásicas
aluden frecuentemente a títulos de gran prestigio, como el de "amigo del
rey" y el de "compañero de mesa del rey". En cuanto a este último, es
remarcable la importancia ideológica que poseía la mesa: se trataba de
un símbolo de la redistribución real. Refiriéndose a Ciro el Joven, Jenofonte
sostiene que "de todos los hombres él era el que distribuía más regalos
entre sus amigos" y que cuando "recibía un vino particularmente bueno,
enviaba usualmente el cántaro medio lleno a uno de sus amigos" (Anábasis, I. 9. 22-26). La entrega en matrimonio de hijas del rey era asimismo considerada como un don real.25


Esta circulación de dones y honores constituía un sistema de
intercambio desigual entre el rey y la nobleza. Mientras que el don del
rey obligaba al súbdito a contraprestarlo con servicios, el rey se
reservaba el modo y el tiempo de recompensar a sus benefactores, en caso
de que lo juzgara necesario. No era concebible que un súbdito le
reclamase al rey una recompensa por los servicios prestados.
Adicionalmente, este sistema tiene como consecuencia la ligazón del
éxito de la nobleza a su lealtad al rey, en detrimento de las lealtades
clánicas. Esta circunstancia se expresa en las inscripciones reales con
el concepto de bandaka, interpretable como "servidor fiel".26


Las satrapías

Los aqueménidas permitían cierta autonomía regional en la forma del sistema de satrapías.
Una satrapía era una unidad administrativa, usualmente organizada sobre
una base geográfica. El término "satrapía" proviene de las fuentes
griegas ("satrapeia"). La voz griega procede del antiguo persa xsaça-pā-van, que designa a la persona que gobierna este territorio (el sátrapa), y que significa algo así como "protector del Imperio".27 No hay acuerdo en cuanto a si el término dahyu (plural dahyāva), que aparece en las inscripciones reales, puede ser interpretado en el sentido de "satrapía", como sostienen algunos autores,27 o si carece de cualquier implicación administrativa.28
La organización de las satrapías, cuya extensión era muy variable,
reutilizaba en parte las estructuras previas a la conquista, permitiendo
subsistir hasta cierto punto a las antiguas instituciones de poder
locales.


Los sátrapas eran usualmente elegidos tanto por sus servicios
prestados al rey como por la pertenencia a un linaje aristocrático; de
hecho, muchos de ellos formaban parte de la dinastía real. No eran funcionarios
civiles en el sentido moderno, sino que mantenían relaciones de
subordinación personal con el rey. En las capitales satrapales se
formaban pequeñas cortes a semejanza de la imperial, y el sátrapa vivía
usualmente junto a su familia. Existía cierta tendencia a que el mando
de la satrapía pasara de padres a hijos (un caso paradigmático es el de
la dinastía farnácida).
No obstante, solo el rey poseía la prerrogativa de nombrar sátrapas, al
menos idealmente. A pesar de la autonomía local relativa que permitía
el sistema de satrapías, inspectores reales, los llamados "ojos y oídos
del rey" recorrían el Imperio e informaban sobre las condiciones locales
y controlaban el comportamiento de los sátrapas. En cuanto a los
ejércitos provinciales, no queda claro si sus comandantes dependían
directamente de la autoridad central, o si respondían al sátrapa local.29


Economía

El Imperio aqueménida recaudaba cuantiosos impuestos, parte de los cuales se amonedaban en oro y plata acuñándose monedas como el dárico o el siclo. Gran parte de los ingresos se iban en construcción de obra pública,[cita requerida] como la red de caminos con los que se pretendía unir las diversas partes del Imperio, el más famoso de los cuales es el Camino Real de Susa a Sardes. Darío I construyó palacios y monumentos en las capitales: Susa y Persépolis. El tercer gran gasto del Imperio lo constituía el enorme ejército.


El comercio era amplio, y bajo los aqueménidas hubo una
infraestructura eficiente que facilitaba el intercambio de artículos
desde los más lejanos extremos del Imperio. Las tarifas sobre el
comercio eran una de las principales fuentes de ingresos del Imperio,
junto con la agricultura y los tributos.


Moneda

Darío I fue probablemente el primer monarca aqueménida en acuñar moneda,21 por entonces una innovación relativamente reciente, ya que Creso, el rey de Lidia
derrotado por Ciro el Grande, había sido el primero en introducir un
verdadero sistema monetario. Darío revolucionó la economía introduciendo
un patrón monetario bimetálico (a semejanza del lidio, según Heródoto,
i, 94) en oro y plata. La moneda de oro era el dárico,30 de unos 8,34 gramos de peso.21 3000 dáricos equivalían a un talento, la unidad monetaria más elevada. La moneda de plata era el siclo, de aproximadamente 5,56 g de peso y de gran pureza. 20 siclos de plata equivalían a un dárico de oro.



Dárico aqueménida, circa 490 a. C.
El sistema monetario aqueménida se mantuvo en vigor hasta ser desplazado por las acuñaciones de Filipo II y, sobre todo, de Alejandro Magno,
en la segunda mitad del siglo IV a. C. Durante todo el tiempo que se
mantuvieron en circulación, las monedas aqueménidas apenas variaron su
aspecto. De forma aproximadamente ovalada, tanto el dárico como el siclo
tienen en el anverso una figura idealizada, posiblemente el propio
monarca,31
que aparece con un arco en su mano izquierda y una lanza en la derecha
(las monedas eran popularmente conocidas entre los griegos como taxotai, "arqueros"). En el reverso hay únicamente un cuadrado incuso.21


Acuñar moneda de oro era una prerrogativa real. Los sátrapas y
generales, así como las ciudades autónomas y príncipes locales, solo
podían acuñar monedas de plata y de cobre.21


Comunicaciones

Para facilitar las comunicaciones en su extenso imperio, Darío ordenó
la construcción de varias carreteras que unían Susa y Babilonia con las
capitales más importantes de las satrapías. Es conocida por la
descripción que de ella hace Heródoto (v, 52-54; viii, 98) la "calzada real", que unía Susa con Sardes, atravesando Asiria, Armenia, Cilicia, Capadocia y Frigia, con una longitud total de 2600 km (13 500 estadios, o 450 pasarangas), que por regla general se tardaba tres meses en recorrer.32
A lo largo de la calzada, había postas situadas a una jornada de
distancia las unas de las otras, y los lugares más vulnerables, como los
vados de los ríos o los puertos de montaña, estaban custodiados por
soldados.33
Relevos de correos a caballo podían alcanzar las regiones más remotas
en quince días. Sin duda otras carreteras tuvieron igual o mayor
importancia, aunque fueran menos conocidas por los autores griegos:34 su existencia y eficaz funcionamiento ha sido constatado por las tablillas de Persépolis.33 El sistema postal creado por Darío despertó la admiración de Heródoto por su gran eficacia.


Un gran desarrollo alcanzaron también en época aqueménida las
comunicaciones marítimas. Darío I ordenó la apertura del canal en el
istmo entre el brazo oriental del Nilo y el Mar Rojo, construido por el faraón Necao II, ensanchándolo significativamente, de forma que, según Heródoto, dos trirremes
podían navegar en paralelo por sus aguas. Como consecuencia, el
comercio entre el Mar Rojo y el Mar Mediterráneo se incrementó
considerablemente. Por encargo de Darío, el navegante Escílax de Carianda exploró la ruta marítima entre Mesopotamia y el valle del Indo. La ruta comercial entre Mesopotamia y Egipto circunnavegaba la península arábiga.


Cultura

Lenguas

En el Imperio se hablaba una amplia variedad de lenguas. Los persas, al menos en la primera etapa del Imperio, utilizaban el persa antiguo, un dialecto iranio de la rama suroccidental, emparentado con el medo,
perteneciente a la noroccidental. En un principio, los persas no
utilizaban la escritura, y el persa antiguo solo comenzó a escribirse
cuando, por orden de Darío I, se inventó una escritura cuneiforme ad hoc para la inscripción de Behistún.21
Probablemente eran pocos los que podían leer esta escritura, y tal vez
por eso las inscripciones reales eran generalmente trilingües en persa
antiguo, babilonio y elamita (añadiéndose a veces el egipcio en escritura jeroglífica).21 Se han hallado incluso papiros con traducciones al arameo de algunas inscripciones reales.35


El uso escrito del persa antiguo parece haberse prácticamente
restringido a las inscripciones reales; hasta el momento se ha
identificado tan solo un documento administrativo en este idioma,3
aunque aparece también en algunos sellos y objetos artísticos. El hecho
de que aparezca principalmente en inscripciones aqueménidas del oeste
de Irán sugiere entonces que el persa antiguo era el idioma común de esa
región. Sin embargo, en el reinado de Artajerjes II, la gramática y la
ortografía de las inscripciones estaban tan "lejos de la perfección"36
que se ha sugerido que los escribas que compusieron aquellos textos ya
habían olvidado en gran medida el idioma, y tenían que basarse en
inscripciones más antiguas, que ellos en gran medida reproducían
textualmente.37


Durante los reinados de Ciro y Darío, y mientras la sede del gobierno
estuvo incluso en Susa, en Elam, el idioma de la cancillería aqueménida
fue el elamita, tanto en la región de Fars como, cabe suponer, en Elam; así lo atestiguan los documentos hallados en Persépolis que revelan detalles del funcionamiento cotidiano del Imperio.38 En las grandes inscripciones rupestres de los reyes, los textos en elamita siempre están acompañados de inscripciones en acadio
y antiguo persa, y parece que en estos casos, los textos elamitas son
traducciones de los antiguos persas. Es por lo tanto posible que aunque
el elamita se usaba por el gobierno de la capital en Susa, no era un
idioma estandarizado del gobierno por todos los lugares del Imperio. El
uso del elamita no está comprobado después del año 458 a. C.


Después de la conquista de Mesopotamia, la lengua más utilizada en la administración para el conjunto del Imperio fue el arameo,
que servía también como lengua de comunicación interregional: el hecho
de que para escribirlo se utilizase un alfabeto facilitaba además las
comunicaciones. De hecho, se han encontrado documentos en arameo en
lugares tan distantes entre sí como Elefantina, en el Alto Egipto, Sardes, en Asia Menor, y la región de Bactriana en el extremo nororiental.21 39 Según la Encylopedia Iranica, "el uso de un único idioma oficial, que los modernos estudiosos han denominado arameo oficial o arameo imperial,
puede suponerse que contribuyó en gran medida al sorprendente éxito de
los aqueménidas a la hora de mantener unido su extenso imperio durante
tanto tiempo".40
En 1955, Richard Frye cuestionó la clasificación del arameo imperial
como un "idioma oficial" señalando que no ha sobrevivido ningún edicto
que expresamente y sin ambigüedad proporcionara tal estatus a ningún
idioma en particular.41 Frye reclasifica el arameo imperial como la "lingua franca"
de los territorios aqueménidas, sugiriendo que en la época aqueménida
el uso del arameo estaba más extendido de lo que generalmente se cree.
Muchos siglos después de la caída del Imperio, seguiría utilizándose en
Persia una escritura derivada de la aramea, la escritura pahlavi, que se caracteriza además por el uso de numerosas palabras arameas como logogramas o ideogramas.42


Otras lenguas, como el egipcio, el griego, el lidio y el licio, entre otras, eran de uso estrictamente local.


Costumbres

Heródoto menciona que los persas celebraban grandes fiestas de
cumpleaños, "En sus comidas usan de pocos manjares de sustancia, pero sí
de muchos postres, y no muy buenos. Por eso suelen decir los persas que
los griegos se levantan de la mesa con hambre" (l, 133).23
Del mismo modo, observó que los persas bebían vino en gran cantidad y
que "después de bien bebidos, suelen deliberar acerca de los negocios de
mayor importancia. Lo que entonces resuelven, lo propone otra vez el
amo de la casa en que deliberaron, un día después; y si lo acordado les
parece bien en ayunas, lo ponen en ejecución, y si no, lo revocan.
También suelen volver a examinar cuando han bebido bien aquello mismo
sobre lo cual han deliberado en estado de sobriedad".23


De sus métodos de saludo, afirma que los iguales se besaban en los
labios, si alguno de ellos "fuese de condición algo inferior, se besan
en la mejilla; pero si la diferencia de posición resultase excesiva,
postrándose, reverencia al otro" (Libro I, CXXXIV).23 Se sabe que hombres de alto rango practicaban la poligamia,
y se decía que tenían un número de esposas y un número incluso mayor de
concubinas. En cuanto a las relaciones con el mismo sexo, los hombres
de alto rango mantenían favoritos, como Bagoas que fue uno de los favoritos de Darío III y que más tarde se convirtió en eromenos de Alejandro. La pederastia persa y sus orígenes se debatieron incluso en tiempos antiguos, considerando Heródoto que lo habían aprendido de los griegos,43 sin embargo, Plutarco afirma que los persas usaban chicos eunucos con tal fin mucho antes de que existiera contacto entre las culturas.44



Inscripción de Behistún, columna 1 (DB I 1–15).
El Imperio aqueménida fue construido sobre los principios más básicos - los de la verdad y la justicia, que formaban la base de la cultura aqueménida.[cita requerida]
Heródoto señaló (i, 138) que «tienen por la primera de todas las
infamias el mentir, y por la segunda, contraer deudas; diciendo, entre
otras muchas razones, que necesariamente ha de ser mentiroso el que sea
deudor».23
Heródoto también dice que a los jóvenes persas, "desde los cinco hasta
los veinte años, solamente les enseñan tres cosas: montar a caballo,
disparar el arco y decir la verdad".23
Hasta los cinco años los niños pasan todo el tiempo junto a las mujeres
y nunca conocen a su padre, "y esto se hace con la mira de que si el
niño muriese en los primeros años de su crianza, ningún disgusto reciba
por esto su padre".


En el Irán aqueménida, la mentira, drauga, se consideraba pecado capital y era punible con la muerte en algunos casos extremos. Tablillas descubiertas por los arqueólogos de los años 193045 en el yacimiento de Persépolis
proporcionan evidencia adecuada sobre el amor y la veneración por la
cultura de la verdad durante el período aqueménida. Estas tablillas
contienen los nombres de iranios corrientes, principalmente comerciantes
y almacenistas.38 Según el profesor Stanley Insler de la Universidad de Yale, hasta 72 nombres de oficiales y pequeños burócratas encontrados en estas tablillas contienen la palabra verdad.46 Por ejemplo, dice Insler, tenemos Artapana, protector de la verdad, Artakama, amante de la verdad, Artamanah, de pensamiento sincero, Artafarnah, poseedor del esplendor de la verdad, Artazusta, que se complace en la verdad, Artastuna, pilar de verdad, Artafrida, que prospera con la verdad y Artahunara, que tiene la nobleza de la verdad. Fue Darío el Grande, que estableció la ordenanza de las buenas regulaciones durante su reinado. El testimonio del rey Darío sobre su constante batalla contra la mentira se encuentra en inscripciones cuneiformes. Grabada en la montaña de Behistún en la carretera a Kermanshah, Darío testimonia:

Yo no era un mentiroso, no hacía el mal... Me conduje con rectitud. No hice el mal ni al débil ni al poderoso. El hombre que cooperó con mi casa, a ese le recompensé bien; el que me hizo daño, a ese castigué bien.
Darío estuvo muy ocupado manejando rebeliones a gran escala que
estallaron por todo el Imperio. Después de luchar con éxito con nueve
traidores en un año, Darío documentó sus batallas contra ellos y nos
dice cómo era la mentira que les hizo rebelarse contra el Imperio. En Behistún, Darío dice:

Yo batí y apresé a nueve reyes. Uno se llemaba Gaumata, un mago; él mintió; así dijo él: Yo soy Esmerdis, el hijo de Ciro... Uno, de nombre Acina, un elamite; él mintió; así dijo él: Yo soy rey en... Uno, de nombre Nidintu-Bel, un babilonio; él mintió; así dijo él: Yo soy Nabucodonosor, el hijo de Nabonido. El rey Darío entonces nos dice, la Mentira los hizo rebeldes, de manera que esta gente engañó al pueblo.47

Religión


Ahura Mazda tal como es representado en los bajorrelieves de la realeza aqueménida.
Los persas antiguos ejercieron su influencia más duradera por medio
de la religión. Sus doctrinas religiosas tenían origen remoto y se
habían desarrollado mucho cuando iniciaron sus conquistas. Y era tan
poderosa su atracción y tan maduras las condiciones para que fuesen
aceptadas, que se extendieron por casi toda el Asia Occidental.
Substituyeron a otras religiones y a creencias que se venían manteniendo
desde hacía siglos. Trastornaron y modificaron la visión del mundo que
tenían hasta entonces las naciones.


A lo largo del Imperio se practicaban diversas religiones, correspondientes a las tradiciones de los pueblos conquistados. Así, Ciro rindió culto a Marduk al conquistar Babilonia y Cambises II se proclamó faraón en Egipto
practicando la religión propia del lugar. El promover cultos reales de
los pueblos conquistados tenía la función de legitimar el poder
imperial.


No obstante, la élite persa que dirigía el Imperio practicaba el zoroastrismo o mazdeísmo, con su culto al fuego, y desde el reinado de Darío I se registra en las inscripciones la adopción del culto a Ahura Mazda como deidad protectora de la monarquía. La Inscripción de Behistún dice: "Darío el Rey dice: por el favor de Ahuramazda yo soy Rey, Ahuramazda me concedió el reino".48 Bajo el mecenazgo de los reyes aqueménidas, y para el siglo V a. C. convertida en religión de Estado de facto, el zoroastrismo alcanzaría todos los rincones del Imperio.


El príncipe-profeta Zoroastro (o Zaratustra) había comenzado a predicar el mazdeísmo hacia el año 700 a. C.
Fue durante el período aqueménida cuando el zoroastrismo alcanzó el
suroeste de Irán, donde pasó a ser aceptado por los gobernantes y a
través de ellos se convirtió en un elemento definidor de la cultura
persa. La religión no solo estuvo acompañada de la formalización de los
conceptos y divinidades del panteón (Indo-)Iranio tradicional sino que también introdujo varias ideas nuevas, como el libre albedrío.
Se trataba de una religión dualista, en la que el mundo estaba regido
por dos principios: el bien (Ormuz o Ahura-Mazda, simbolizado por la
luz, el Sol) y el mal que no era un dios aparte, si no el espíritu del
mal representado en Arimán,
Zoroastro distinguió los dos polos de una dinámica particular: la
creación y la destrucción, contempladas como un todo en Ahura Mazda.49
Los seres humanos debían llevar una vida pura y emprender buenas
acciones para conseguir que el bien triunfara sobre el mal. Esta
religión carecía de templos, alzándose simplemente altares al aire libre
donde ardía una llama permanentemente. Esta doctrina consta en el Zend Avesta.


Zoroastro creía que su misión consistía en purificar las creencias
tradicionales de su pueblo, desarraigar el politeísmo, el sacrificio de
animales y la magia, y elevar el culto a un nivel más espiritual y
ético. El movimiento que dirigió, era el acompañamiento natural de la
veneración de la vaca y su prescripción de que se cultivara la tierra
como un deber sagrado. A pesar de sus reformas, muchas de las viejas
supersticiones sobrevivieron, como suele suceder generalmente, y se
fueron mezclando poco a poco con los ideales nuevos.



Esfinge alada del Palacio de Darío en Susa (ca. 510 a. C.).
Entre los otros dioses indoiranios reverenciados en el Imperio se incluyen Mitra (deidad solar asociada a la nobleza y los guerreros) y la diosa Anahita. A mediados del siglo V a. C.,
esto es, durante el reinado de Artajerjes I y Darío II, Heródoto
escribió "[los persas] no tienen imágenes de los dioses, ni templos ni
altares, y consideran una signo de locura usarlos. Esto viene, creo yo,
de que ellos no creen que los dioses tengan la misma naturaleza que los
hombres, como imaginan los griegos." Afirma que los persas ofrecen
sacrificios a: "el sol y la luna, a la tierra, al fuego, al agua, y a
los vientos. Estos son los únicos dioses cuya veneración les ha llegado
desde los tiempos antiguos. En una época posterior comenzaron a venerar a
Urania, que ellos tomaron prestada de los árabes y los asirios. Militta es el nombre por el que los asirios conocen a esta diosa, a quien los árabes llaman Alitta y los persas Anahita." El nombre original aquí es Mithra,
lo que desde entonces se ha explicado como una confusión de Anahita con
Mitra, comprensible puesto que ambos eran venerados conjuntamente en un
solo templo.[cita requerida]


Por el sacerdote-estudioso babilonio Beroso, quien ―aunque escribía más de setenta años después del reinado de Artajerjes II Mnemon― documenta que el emperador había sido el primero en hacer estatuas de culto
de divinidades e hizo que las colocaran en templos en muchas de las
principales ciudades del Imperio (Beroso, III.65). Beroso también
confirma a Heródoto cuando él dice que los persas no sabían nada de
imágenes de los dioses hasta que Artajerjes II erigió aquellas imágenes.
Como medio de sacrificio, Heródoto añade que "ellos no alzan ningún
altar, no encienden ningún fuego, ni vierten libación alguna". Esta
frase se ha interpretado para identificar una acreción crítica (pero
tardía) al zoroastrianismo. Un altar con fuego de madera ardiendo y el
servicio Yasna
en el que se vierten libaciones son todos claramente identificables con
el moderno zoroastrianismo, pero aparentemente, eran prácticas que no
se habían desarrollado todavía a mediados del siglo V a. C. Boyce
también asigna ese desarrollo al reinado de Artajerjes II
(siglo IV a. C.), como una respuesta ortodoxa a la innovación de los
cultos de santuarios.


Heródoto también observa que "ningún rezo ni ofrenda puede hacerse sin que esté un mago presente" pero esto no debe confundirse con lo que hoy se entiende por mago, que es un magupat (persa moderno, mobed),
un sacerdote zoroastriano. Ni la descripción del término por Heródoto
como una de las tribus o castas de los medos implica necesariamente que
estos magos fueran medos. Ellos simplemente eran un sacerdocio
hereditario que se encontraba por todo Irán oeste y aunque, en origen,
no se asociaban con ninguna religión en particular, tradicionalmente
eran responsables de todos los rituales y servicios religiosos. Aunque
la identificación inequívoca de los magos con el zoroastrismo vino después (época sasánida, siglo III), es del magus
de Heródoto de mediados del siglo V a. C. que el zoroastrismo se vio
sujeto a modificaciones doctrinales que son hoy consideradas como
revocaciones de las enseñanzas originales del profeta. También, muchas
de las prácticas rituales descritas en el Vendidad del Avesta (como la exposición de los muertos) ya se practicaban por los magos de la época de Heródoto.


Los sacrificios de caballos en honor al rey se realizaban en época aqueménida, al menos desde el reinado de Cambises I hasta la llegada de Alejandro Magno, estando prescrito que los caballos para los sacrificios mensuales en la tumba de Ciro I debían ser blancos, criados en los haras de Media.50 Según Heródoto los caballos blancos de Ciro I eran sagrados (I:181).51


Arte y arquitectura


Rhyton de oro excavado en Ecbatana; conservado en el Museo Nacional de Irán.
El arte persa aqueménida era predominantemente monárquico, sus
mayores monumentos son los palacios, que comenzaron a construirse a
principios del siglo VII a. C., algunos con inscripciones trilingües en
sus paredes como las que han sido encontradas en el palacio de Pasargada en viejo persa, elamita y babilónico.52


El arte aqueménida, como la religión aqueménida, fue una mezcla de
muchos elementos. Lo mismo que los aqueménidas eran tolerantes en
materia de gobierno y costumbres locales, mientras los persas
controlaran la política general y la administración del Imperio, también
eran tolerantes en el arte mientras el efecto final fuese persa. En Pasargada, la capital de Ciro II y Cambises II, y en Persépolis,
la ciudad vecina fundada por Darío el Grande y usada por todos sus
sucesores, uno puede seguir el rastro hasta un origen extranjero de casi
todos los diversos detalles en la construcción y embellecimiento de la
arquitectura y de los relieves esculpidos; pero la concepción, el
planeamiento y el acabado del producto son distintivamente persas.


Ciro construyó su capital, Pasargada,
en el territorio original de los persas. En ella es posible apreciar la
fusión de estilos de diferentes partes del Imperio, característica de
los soberanos aqueménidas. Cuando decidió construir Pasargada, tenía
detrás una larga tradición artística que probablemente era
distintivamente irania ya que era en muchos sentidos igual a cualquier
otra. La sala hipóstila en arquitectura puede hoy verse como
perteneciente a una tradición arquitectónica de la meseta iraní que se remonta a través del período medo hasta al menos el principio del I milenio a. C. Las ricas obras de oro
aqueménidas, que según las inscripciones parece que fueron especialidad
de los medos, fue en la tradición de la delicada metalistería que se
encuentra en la época de la Edad de Hierro II en Hasanlu e incluso antes en Marlik.



Imagen del Amuleto-pendiente aqueménida con cabeza de leona, finales del siglo VI-IV a. C., de Susa - Departamento de Antigüedades orientales, Sully.
Este estilo artístico aqueménida es particularmente evidente en
Persépolis: con su cuidadosamente proporcionada y bien organizada
planta, rica ornamentación arquitectónica y magníficos relieves
decorativos, el palacio es uno de los grandes legados artísticos del
mundo antiguo. En su arte y arquitectura, Persépolis celebra al rey y el
oficio del monarca y refleja la percepción que Darío tenía de sí mismo
como el líder de un conglomerado de pueblos a los que había dado una
nueva y única identidad. Los aqueménidas tomaron las formas artísticas y
las tradiciones religiosas y culturales de muchos de los antiguos
pueblos de Oriente Medio y los combinaron en una forma única.


Al describir la construcción de su palacio en Susa, Darío dice que
"Se trajo madera de cedro de allí (una montaña llamada Líbano), la
madera de yaka se trajo de Gandhara y de Carmania. El oro se trajo de Sardes y de Bactria... la piedra preciosa lapislázuli y cornelina... se trajo de Sogdiana. La turquesa de Corasmia, la plata y el marfil de Egipto, la ornamentación de Jonia, el marfil de Etiopía y de Sind (Pakistán) y de Aracosia. Los canteros que trabajaron la piedra eran de Jonia y de Sardes. Los orfebres eran medos y egipcios.
Los hombres que tallaron la madera, eran de Sardes y Egipto. Los que
trabajaron el ladrillo cocido, esos eran babilonios. Los hombres que
adornaron el muro, esos eran medos y egipcios."


Era un arte imperial a una escala que el mundo no había visto antes.
Los materiales y los artistas eran tomados de todas las tierras
gobernadas por los grandes reyes, y de ese modo gustos, estilos y
motivos se mezclaron juntos en un arte ecléctico y una arquitectura que
en sí misma reflejaba el Imperio y el entendimiento aqueménida de cómo
ese imperio debía funcionar.


La afición de los persas aqueménidas por el revestimiento
arquitectónico hizo que disminuyera el rol de la escultura de bulto
entero en favor de la técnica del relieve y el bajorrelieve. Los
palacios estaban decorados con impresionantes bajorrelieves, imágenes
decorativas algunas de tamaño colosal. En el palacio de Darío las
escalinatas están decoradas con bajorrelieves de criados que suben los
escalones llevando fuentes y comida. También se conservan relieves donde
se muestran las ceremonias religiosas y de Año Nuevo, audiencias de
Darío, banquetes y gente con ofrendas.52


Reyes y líderes aqueménidas

No confirmados

La evidencia epigráfica de estos gobernantes no puede ser confirmada y a menudo se consideran inventados por Darío I

Confirmados

  • Teispes de Anshan, hijo de Aquemenes
  • Ciro I de Anshan, hijo de Teispes
  • Cambises I de Anshan, hijo de Ciro I
  • Ciro II, el Grande, hijo de Cambises I gobernó desde 550 hasta 530 a. C. (gobernante de Anshan h. 559 a. C.– conquistó Media 550 a. C.).
  • Cambises II, hijo de Ciro el Grande, gobernó 529-522 a. C.
  • Esmerdis (Bardiya), supuesto hijo de Ciro el Grande, gobernó en 522 a. C. (posiblemente un usurpador).
  • Darío I, el Grande, cuñado de Esmerdis y nieto de Arsames, gobernó 521-486 a. C.
  • Jerjes I, hijo de Darío I, gobernó 485-465 a. C.
  • Artajerjes I "Longímano", hijo de Jerjes I, gobernó 465-424 a. C.
  • Jerjes II, hijo de Artajerjes I, gobernó 424 a. C.
  • Sogdiano, medio hermano y rival de Jerjes II, gobernó 424-423 a. C.
  • Darío II "Noto", medio hermano y rival de Jerjes II, gobernó 423-405 a. C.
  • Artajerjes II "Mnemon", hijo de Darío II, gobernó 404-359 a. C. (véase también Jenofonte).
  • Artajerjes III "Oco", hijo de Artajerjes II, gobernó 358-338 a. C.
  • Artajerjes IV Arses, hijo de Artajerjes III, gobernó 338-336 a. C.
  • Darío III "Codomano", bisnieto de Darío II, gobernó 336-330 a. C.

Véase también

Referencias


  • Amélie Kuhrt (2002): El Oriente Próximo en la Antigüedad (volumen dos, pág. 298). Barcelona: Crítica, 2002. ISBN 84-8432-163-0.

    1. Ghirshman, Roman (1964). Persia: protoiranios, medos y aqueménidas. Madrid, Aguilar.

    Bibliografía

    • Briant, Pierre (2002): From Cyrus to Alexander: A History of the Persian Empire, Eisenbrauns, 2002.
    • Stronach, David: "Darius at Pasargadae: A Neglected Source for the History of Early Persia," Topoi.
    • Stronach, David "Anshan and Parsa: Early Achaemenid History, Art and
      Architecture on the Iranian Plateau". In: John Curtis, ed., Mesopotamia
      and Iran in the Persian Period: Conquest and Imperialism 539–331,
      35–53. Londres: British Museum Press, 1997.

    Para saber más

    En inglés

    • Cook, J.M (1983): The Persian Empire.
    • Frye, R (1984): The History of Ancient Iran.
    • Olmstead, A.T.E (1948): History of the Persian Empire.

    En alemán

    • Wiesehöfer, J (1993): Das antike Persien von 550 v. Chr. bis 650 n. Chr.. Traducido al inglés como Ancient Persia, 550 BC to 650 AD, 2001.

    En español

    • Bengtson, H. (1973): Griegos y persas: El mundo mediterráneo en la Edad Antigua I. Madrid: Siglo XXI, 1973.
    • Dandamaev, M. A., y V. G. Lukonin (1990): Cultura y economía del Irán antiguo. Editorial Ausa, 1990.

    Enlaces externos

    Menú de navegación


  • Kuhrt, Amélie: The Ancient Near East: C.3000-330 B.C.. Routledge, 1995. ISBN 0-415-16762-0; págs. 647-652. Disponible en línea (en inglés).


  • Una tablilla administrativa hallada en Persépolis
    (Stolper, M. W.; & Tavernier, J. (2007), "An Old Persian
    Administrative Tablet from the Persepolis Fortification", ARTA
    2007.001). Se desconoce si el documento refleja una práctica más
    extendida o se trata de un caso excepcional.


  • Véase Papiros de Elefantina.


  • G. Cameron: Persepolis treasury tablets;

    R. Hallock: Persepolis fortification tablets.


  • Ch.
    Gates: "The place of the achaemenid persian period in archaeological
    research in Cilicia and Hatay (Turkey)", en P. Briant y R. Boucharlat:
    «L'archéologie de l'empire achéménide: nouvelles recherches», en Persika, 6. París: Éditions de Boccard, 2005.


  • Schmitt, R: "Achaemenid dynasty", en Encyclopaedia iranica.


  • R. Schmitt: "Cispis", en Encyclopaedia iranica. Su bisnieto Ciro II le otorga tal título en el Cilindro de Ciro.


  • Shahbazi, A. Sh.: "Arsames" y "Ariaramna", en Encyclopaedia iranica.


  • M. Waters: «Cyrus and the achaemenids», en Iran, 42, 2004; con bibliografía anterior.


  • Muhammad A. Dandamaev: A political history of the achaemenid empire. Brill Academics Publisher, 1990. ISBN 978-90-04-09172-6. Páginas 14-. Disponible en línea (en inglés).


  • En
    caso de considerarse la inscripción de Arsames como auténtica, Ciro
    también habría sucedido al todavía viviente Arsames como rey de Persia,
    uniendo así los reinos de Anshan y Persia.


  • Anteriormente se solía considerar el año 547 a. C. como la fecha de la conquista (cf. Dandamaev, op. cit.), pero estudios más recientes han demostrado que esto se basaba en una interpretación errónea de la Crónica de Nabonido (R. Rollinger, "The Median "Empire", the End of Urartu and Cyrus' the Great Campaign in 547 B.C."; L. Lendering, "The End of Lydia: 547?"; con bibliografía anterior).


  • Briant 2002, pág. 79


  • En general, véase Briant 2002, págs. 46, 79.


  • [1]


  • [2]


  • Briant 2002, p. 675. El historiador griego Polibio señala que Ecbatana fue ampliada lujosamente con columnas doradas y tejas en el tejado de plata y cobre (Polibio, 10.27.12).


  • Briant 2002, pp. 676-677


  • Chr. Walker, "Achaemenid chronology and the babylonian sources", en: John Curtis (ed.), Mesopotamia and Iran in the Persian period: conquest and imperialism, 539-331 BCE. Londres, 1997.


  • Artículo "Achaemenid Dynasty", en Encyclopaedia Iranica.


  • Para esta sección, véase P. Briant, "Class system" ii. "In Median and Achaemenid Periods", en Encyclopaedia Iranica.


  • Heródoto: Los nueve libros de la Historia. Año 1989. Biblioteca Edaf. Traducción de P. Bartolomé Pou. ISBN 84-7640-351-8.


  • M.
    Dandamayev, "Foreign Slaves on the Estates of the Achaemenid Kings and
    their Nobles," en Trudy dvadtsat' pyatogo mezhdunarodnogo kongressa
    vostokovedov II, Moscú, 1963, pp. 151­-52


  • Briant 2002, pp. 302-324.


  • Briant 2002, pp. 324-338.


  • Artículo "Achaemenid Satrapies", en Encyclopaedia Iranica (en inglés).


  • Cameron,
    George (1973): "The Persian satrapies and related matters", Journal of
    Near Eastern Studies 32, pp. 47-56; Cook, J.M.: "The rise of the Achaemenids and establishment of their empire", pp. 261-262, en Ilya Gershevitch, The Cambridge History of Iran; Briant (2002), pp. 63-67, 177, 338-347, 390-391, 909.


  • Briant 2002, pp. 338-349


  • Sobre
    la etimología del nombre no existe unanimidad: para los antiguos
    griegos, hacía referencia a Darío el Grande, pero entre los
    historiadores modernos está extendida la opinión de que se relaciona con
    una forma hipotética del antiguo persa *dari ("dorado").


  • No existe consenso acerca de si la figura representada es el propio rey aqueménida, un héroe o una divinidad.


  • Heródoto, v, 53.


  • Kuhrt, Amélie: El Oriente Próximo en la Antigüedad, vol. 2. ISBN 84-8432-163-0. Página 348.


  • Liverani, M. El Antiguo Oriente: Historia, sociedad y economía, p. 714.


  • Cowley, A. (1923): Aramaic Papyri of the Fifth Century B.C., Clarendon Press, pp. 248-271; Tavernier, J. (2001): "An Achaemenid Royal Inscription", JNES 60 n. 3.


  • Ware, James R. and Kent, Roland G. (1924). «The Old Persian Cuniform Inscriptions of Artaxerxes II and Artaxerxes III». Transactions and Proceedings of the American Philological Association 55: 52-61. doi:10.2307/283007. p. 53


  • Gershevitch, Ilya (1964). «Zoroaster's own contribution». Journal of Near Eastern Studies 23 (1): 12-38. doi:10.1086/371754. p. 20.


  • Dandamayev, Muhammad (2003). «Persepolis Elamite Tablets». Encyclopedia Iranica. Consultado el 9 de enero de 2007.


  • Para los documentos arameos recientemente hallados en Afganistán, véase Naveh, Joseph & Shaked, Shaul (2006), Ancient Aramaic Documents from Bactria, Studies in the Khalili Collection, Oxford: Khalili Collections, ISBN 1-874780-74-9. Para Asia Menor, Achemenet.com > Documents > textes epigraphics d’Anatolie.


  • Shaked, Saul (1987). «Aramaic». Encyclopedia Iranica 2. New York: Routledge & Kegan Paul. pp. 250-261. p. 251


  • Frye, Richard N. (1955). «Review of G. R. Driver's "Aramaic Documents of the Fifth Century B. C."». Harvard Journal of Asiatic Studies 18 (3/4): 456-461. doi:10.2307/2718444. p. 457.


  • Geiger, Wilhelm & Ernst Kuhn (2002). Grundriss der iranischen Philologie: Band I. Abteilung 1. Boston: Adamant. pp. 249ff.


  • Heródoto. Historias.
    "[...] más todavía ellos adoptan todo tipo de lujos cuando oyen hablar
    de ellos, y en particular han aprendido de los helenos a tener
    relaciones con chicos[...]"


  • Plutarco. Sobre la malicia de Heródoto.
    "El propio Heródoto dice que los persas aprendieron la profanación del
    propio sexo masculino de los griegos. Sin embargo, ¿cómo podían los
    griegos haber enseñado esta impureza a los persas, entre quienes, como
    han confesado muchos, los chicos se castraban mucho antes de que
    llegaran a los mares griegos?"


  • Garrison, Mark B. and Root, Margaret C. (2001). Seals on the Persepolis Fortification Tablets, Volume 1. Images of Heroic Encounter (OIP 117). Chicago: Online Oriental Institute Publications. Consultado el 9 de enero de 2007.


  • Insler, Stanley (1975). «The Love of Truth in Ancient Iran». Consultado el 9 de enero de 2007. En Insler, Stanley; Duchesne-Guillemin, J. (ed.) (1975). The Gathas of Zarathustra (Acta Iranica 8)'. Liege: Brill..


  • «Darius, Behishtan (DB), Column 1». De Kent, Roland G. (1953). Old Persian: Grammar, texts, lexicon. New Haven: American Oriental Society.


  • (Dârayavauš
    \ xšâyathiya \ vašnâ \ Auramazdâha \ adam \ xšâyathiya \ amiy \
    Auzamazdâ \ xšaçam \ manâ \ frâbara \ thâtiy, I:XI-XII) "The Behistun Inscription (translation I)", en Livius. Articles on ancient history, en inglés).


  • . [3]..


  • [4]


  • Texto 1.181 de Heródoto.


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