martes, 7 de marzo de 2017

Biografia de Fernando I de Aragón

Biografia de Fernando I de Aragón




Fernando I de Aragón

(Fernando I de Antequera o de Aragón, llamado el
Honesto o el Justo; Medina del Campo, 1380 - Igualada, 1416) Rey de
Aragón (1412-1416). Regente de Castilla durante la minoridad de Juan II,
fue proclamado rey de Aragón por el Compromiso de Caspe (1412). Llevó a
cabo una activa política mediterránea, retiró su obediencia a Benedicto
XIII y se enfrentó en varias ocasiones a las cortes catalanas, que se
negaron a aumentar los subsidios que les reclamaba.


Fernando I de Aragón
Hijo de Juan I de Castilla
(1379-1390) y de Leonor de Aragón, Fernando I de Aragón contrajo
matrimonio en 1393 con Leonor de Alburquerque. En 1390, en las Cortes de
Guadalajara, su padre le otorgó los títulos de duque de Peñafiel y
conde de Mayorga. Ese mismo año falleció Juan I y le sucedió en el trono
Enrique III el Doliente, hermano de Fernando; tras la muerte en 1406 de
Enrique el Doliente, Fernando I rehusó la Corona castellana, aunque
asumió la regencia (compartida con la reina madre Catalina de Lancaster)
durante la minoridad de su sobrino, Juan II de Castilla.
A partir de 1407, y en cumplimiento del
testamento real, la gobernación del reino quedó dividida,
correspondiendo a Fernando la mitad meridional, es decir, las tierras
situadas al sur de la sierra de Guadarrama que limitaban con el reino
nazarí de Granada. Por esos años Fernando reemprendió la guerra contra
los musulmanes granadinos, iniciada en los años finales del reinado de
Enrique III. Tras una importante victoria marítima obtenida sobre la
escuadra de los sultanes de Túnez y Tremecén frente a las costas de
Gibraltar, hubo de desbaratar una segunda contraofensiva granadina y en
1406 logró conquistar la ciudad de Zahara (Cádiz). Finalizada la tregua
de ocho meses pactada en 1408, en 1410 Fernando se apoderó de Antequera
(Málaga) tras un largo sitio, acción que le valió el sobrenombre de
Fernando de Antequera.
Al morir sin sucesión directa el rey de Aragón Martín I el Humano
(1396-1410), Fernando presentó su candidatura junto con otros cinco
pretendientes y, tras las deliberaciones de los compromisarios de Caspe
(Zaragoza), fue elegido para ocupar el trono aragonés y proclamado en
1412. La coronación no se produjo, sin embargo, hasta 1414, y tuvo lugar
en Zaragoza.
En la designación de Fernando, que supuso el
comienzo de la dinastía castellana de los Trastámara en la Corona de
Aragón, incidieron diversas circunstancias, entre ellas el asesinato del
arzobispo zaragozano García Fernández de Heredia a manos de Antón de
Luna, lo que restó popularidad a los candidatos defendidos por ambos:
Luis de Anjou, duque de Calabria, y Jaime de Urgell, respectivamente.
Resultaron igualmente decisivos la animadversión de la burguesía
barcelonesa hacia los condes de Urgell y el apoyo recibido por Fernando
de la familia Aragonesa de los Urrea y de la catalana de los Centelles,
así como el del papa Luna (Benedicto XIII), a través de San Vicente
Ferrer.
La oposición al rey estuvo encabezada por Jaime
de Urgell. Aconsejado por su madre, Margarita de Montferrato, y por
Antón de Luna, y contando con el respaldo de la nobleza feudal catalana,
Jaime de Urgell intentó hacer valer sus derechos por la fuerza y en
1413 se levantó en armas contra Fernando, consiguiendo, con la ayuda de
mercenarios anglofranceses, tornar los castillos de Trasmoz (Zaragoza) y
Montearagón (Huesca) y atacar Lleida. Como reacción a esta ofensiva,
Fernando I de Aragón ordenó a sus tropas el asedio de Balaguer (Lleida),
capital de los dominios del pretendiente, que fue tomada en octubre de
1413. Jaime fue apresado, procesado y recluido a perpetuidad en el
castillo de Xàtiva (Valencia) y posteriormente en la fortaleza de Uruea
(Valladolid), y sus bienes fueron confiscados.
Al ocupar el trono, Fernando de Aragón hubo de
afrontar los graves problemas (inflación, mala administración,
bandolerismo, desórdenes y anarquía) que se habían gestado ya en la
etapa del interregno (1410-1412); para ello, emprendió una
reorganización de la Hacienda Real en Aragón, aumentó la presión fiscal,
intentó mejorar el control de las finanzas y llevó a cabo una reforma
municipal de Zaragoza, la capital del reino (1414).
Pese a su corto reinado, Fernando consiguió
logros momentáneos como la salvaguarda de la integridad de su territorio
(amenazado por incursiones de tropas extranjeras), el buen
funcionamiento de las Cortes y el desarrollo de la economía lanera. No
obstante, fue incapaz de detener la ola de violencia desatada contra los
judíos (agudizada por la predicación de Vicente Ferrer) y de salvar el
fuerte endeudamiento del reino, agravado por las campañas bélicas, por
los cuantiosos gastos hechos en las coronaciones reales, por los
desplazamientos y por las compensaciones económicas a los partidarios de
su causa.
Fernando permitió los abusos de los señores
sobre sus vasallos, que quedaron todavía más sujetos a la tierra, y
propició el ascenso de una oligarquía formada por la pequeña nobleza y
el patriciado urbano que pretendía conservar y aumentar sus privilegios.
Con el fin de consolidar su posición y de afianzar lo que en el futuro
se denominará “monarquía autoritaria”, Fernando hubo de realizar
importantes concesiones, lo que implicaba la formación de un régimen
basado en las doctrinas pactistas.
En Cataluña, la oligarquía urbana aprovechó la
confusión provocada por las guerras civiles, y en las Cortes de
Barcelona (1412-1413) llevó a cabo una ofensiva destinada a reforzar las
Cortes y la delegación permanente de éstas, la Diputación del General
de Cataluña (Generalitat), que pasó de ser un organismo financiero a
convertirse en una institución con poder de intervención en el gobierno
del principado. Por esos mismos años se creó la Real Audiencia, lo que
significó la emancipación de la justicia respecto del poder real. Esta
política conciliadora, sin embargo, quedó interrumpida cuando el monarca
tuvo capacidad para hacer frente a las exigencias de las Cortes,
actitud que dejó bien patente en las de Tortosa-Montblanc (1413-1414),
que hubo de abandonar debido a las reticencias de los representantes
catalanes a otorgarle los subsidios por él solicitados.
Después de consolidar su posición dentro del
reino, Fernando I de Aragón inició una activa política mediterránea que
se centró en la pacificación de Sicilia, sumida en la guerra civil que
desde el fallecimiento de Martín el Joven (1390-1409) enfrentaba a la
reina viuda Blanca de Navarra y a Fadrique de Luna, hijo natural de
aquél. De esta manera no sólo consiguió poner a salvo los territorios
sicilianos y sardos, sino que puso las bases para la política expansiva
de su hijo Alfonso. Con el fin de normalizar la situación y asegurar la
soberanía en Sicilia, el rey nombró en 1412 una comisión formada por
cuatro delegados. En 1415, una vez que la comisión logró la pacificación
definitiva, Fernando envió a su segundo hijo, el futuro Juan II, como
virrey de Sicilia.
Más problemática fue la resolución del conflicto
iniciado en Cerdeña debido a la rebelión sarda promovida por Guillermo
II, vizconde de Narbona, con quien Fernando hubo de negociar en 1414 la
adquisición de los derechos que como heredero de la casa de Arborea
poseía sobre la isla. En mayo del año siguiente, como consecuencia de la
actitud de Leonardo de Cubell, marqués de Oristany, se produjo un
levantamiento general contra el dominio catalán al que el monarca puso
fin mediante la venta de algunos territorios pertenecientes al citado
marquesado. Otros hechos destacables dentro de esta fase de expansión
por el Mediterráneo fueron la tregua firmada con Génova (1413) y los
tratados de amistad ajustados con el rey de Fez y con el sultán de
Egipto, hecho éste que permitió la restauración del consulado barcelonés
en Alejandría.



En el aspecto religioso, Fernando I de Aragón
actuó como mediador en el Cisma de Occidente. En dos ocasiones, en
Morella (1414) y Perpiñán (1415), intentó convencer al papa Luna
(Benedicto XIII) de que renunciase al pontificado; al no conseguir su
propósito por la vía conciliadora, y aconsejado probablemente por San Vicente Ferrer
y por su hijo Alfonso, el rey aragonés optó por acatar la decisión
tomada en el Concilio de Constanza (1414-1415), y en 1416 se separó de
la obediencia del papa Luna.
En los años finales de su reinado los conflictos
políticos y sociales se agudizaron, obligándole a enfrentarse a la
oligarquía barcelonesa y a la poderosa Biga; un ejemplo de este
enfrentamiento fue su negativa a pagar los impuestos generales, lo que
provocó una fuerte protesta de los consellers que quedó recogida en el famoso discurso de Juan Fivaller.
Éste consiguió disuadirle y, tras aceptar el pago del tributo, Fernando
abandonó la ciudad camino de Zaragoza, viaje durante el que falleció.
Fernando I de Aragón había contraído matrimonio
en 1393 con su tía, la ricahembra Leonor de Alburquerque, hija del
infante Sancho, enlace que le permitió ampliar su ya rico patrimonio con
extensos dominios castellanos. De esta unión nacieron siete hijos; el
primogénito, Alfonso V de Aragón
(1416-1458), le sucedió en el trono; a la muerte de Alfonso V la corona
aragonesa pasaría a manos del segundo hijo de Fernando, Juan II de Aragón y de Navarra (1458-1479).
Continuando la tradición familiar, Fernando I de
Aragón llevó a cabo una política tendente a asegurar el futuro de sus
hijos y a defender sus intereses castellanos, actitud que indirectamente
favorecería a finales del siglo XV la unión de las coronas de Castilla y
Aragón. Así, su hijo Enrique fue maestre de la Orden de Santiago, conde
de Alburquerque y señor de Ledesma; Sancho fue maestre de Calatrava y
Alcántara; Pedro obtuvo el ducado de Notho; y las dos infantas, María y
Leonor, contrajeron matrimonio con Juan II de Castilla y con Eduardo I
de Portugal, respectivamente.

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