domingo, 5 de marzo de 2017

Estudio bíblico - Título: La resurrección de Jesús (2ª Parte) - Evidencia positiva

Estudio bíblico - Título: La resurrección de Jesús (2ª Parte) - Evidencia positiva








Estudio bíblico: La resurrección de Jesús (2ª Parte) - Evidencia positiva

Serie:   La resurrección   

Autor:   Luis de Miguel   Email:   estudios@escuelabiblica.com
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La resurrección de Jesús (2ª parte)

Los lienzos funerarios estaban en orden

En cierto sentido, la tumba no estaba completamente
vacía, allí habían quedado los lienzos con los que el cuerpo de Cristo
había sido envuelto unos días antes.
1. La reconstrucción de los hechos
Después de que José de Arimatea solicitara el cuerpo
de Jesús, Nicodemo "vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes,
como cien libras" (Jn 19:38-39). No deja de sorprendernos la cantidad tan grande que prepararon, aproximadamente unos treinta kilos.
Luego, "tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo
envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre
sepultar entre los judíos" (Jn 19:40).
Estas especias aromáticas, compuestas de fragmentos de madera fragante
macerados en polvo, conocidas como áloes, se mezclaban con una sustancia
espesa llamada mirra. Empezando por los pies, envolvían el cuerpo con
la tela de lino. Entre los pliegues colocaban las especias mezcladas con
la mirra. Envolvían hasta las axilas, luego los brazos y el cuello. En
la cabeza se ponía una pieza separada que se conocía como el sudario.
Como podemos imaginar, el cuerpo quedaba
completamente atado, siendo muy difícil que uno mismo pudiera
desembarazarse de todos aquellos vendajes. Por ejemplo, recordamos lo
que ocurrió cuando Jesús resucitó a Lázaro: "el que había muerto salió,
atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un
sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir" (Jn 11:44).
2. ¿Qué vieron los discípulos cuando llegaron al sepulcro?
Cuando Pedro y Juan recibieron la noticia de que
Jesús había resucitado, fueron rápidamente hasta el sepulcro para
examinar por ellos mismos lo que había ocurrido.
(Jn 20:3-8)
"Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían
los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y
llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos
allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el
sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado
sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en
un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había
venido primero al sepulcro; y vio, y creyó."
(Lc 24:12)
"Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio
los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había
sucedido."
Aunque hasta ese momento no habían visto todavía a
Jesús resucitado, sin embargo, lo que vieron en el sepulcro fue una
evidencia tan importante para ellos que llegaron a creer. ¿Qué fue lo
que tanto les impresionó?
El texto nos dice que les llamó la atención la forma
en la que los lienzos y el sudario estaban colocados. No estaban
amontonados de cualquier manera, lo que habría sucedido si hubiesen sido
quitados a marchas forzadas por una banda de ladrones. Estaban encima
de la repisa exactamente igual que cuando el cuerpo aún estaba dentro,
excepto que algo allanados debido a la ausencia del cuerpo. Quedaba
claro que ningún ser humano había manipulado aquellos lienzos, y la
impresión que les debió producir es que al resucitar, el cuerpo de Jesús
había atravesado aquellos vendajes de la misma manera que en otra
ocasión se presentó en la sala donde estaban reunidos con todas las
puertas cerradas.
3. ¿Por qué el Señor dejó así los lienzos?
Como hemos dicho, fue una evidencia de que algo
sobrenatural había ocurrido, lo que ayudó a vencer la incredulidad de
los discípulos.
Pero también sirve para demostrar que el cuerpo de
Jesús no había sido robado ni manipulado por ningún hombre. No tiene
sentido pensar que unos ladrones, que estarían actuando bajo la tensión
de ser descubiertos por la guardia romana, se tomaran el trabajo de
quitar los lienzos con tanto esmero y después los dejaran allí
completamente colocados. En principio, lo razonable habría sido que se
llevaran el cuerpo tal como estaba, pero por otro lado, aunque hubieran
querido, tampoco habrían podido dejar todos aquellos lienzos en la
posición y el estado en el que fueron encontrados por los apóstoles.
El Señor pudo atravesar los lienzos, y también
podría haber atravesado la puerta sin que la gran piedra que la cerraba
hubiera sido quitada, pero al proceder tal como lo hizo, estaba dejando a
su paso claras evidencias de que algo sobrenatural había ocurrido, sin
que el hombre hubiera tomado parte en ello.

El Señor fue visto

La cantidad y la variedad de personas que en
diferentes circunstancias vieron al Señor después de su resurrección nos
ofrecen una evidencia abrumadora a favor del hecho que Jesús sí que
resucitó de entre los muertos.
1. El orden de las apariciones
  • A María Magdalena y a las otras mujeres (Mt 28:8-10) (Mr 16:9-10) (Jn 20:11-18).
  • A Pedro (Lc 24:34) (1 Co 15:5).
  • A los discípulos en el camino de Emaús, al anochecer (Mr 16:12) (Lc 24:13-32).
  • A los discípulos, excepto Tomás, en el aposento alto (Lc 24:36-43) (Jn 20:19-25).
  • A los discípulos incluido Tomás, el próximo domingo por la noche (Mr 16:14) (Jn 20:26-29).
  • A siete discípulos junto al mar de Galilea (Jn 21:1-24).
  • A los apóstoles y a más de 500 hermanos y a Jacobo el medio hermano del Señor (1 Co 15:6-7).
  • Lucas nos relata que cuando se tuvo que elegir un
    apóstol en lugar de Judas, siendo que el requisito era que debía haber
    sido testigo de la resurrección, aun así había ciento veinte que lo
    cumplían (Hch 1:15,21-22). Y Lucas también nos dice que Jesús "después
    de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,
    apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de
    Dios" (Hch 1:3).
  • A los que presenciaron la ascensión (Mr 16:19) (Lc 24:44-53) (Hch 1:3-11).
  • En (1 Co 15:8)
    Pablo se añade a la lista de quienes vieron al Señor resucitado,
    refiriéndose a su experiencia en el camino de Damasco: "y al último de
    todos, como a un abortivo, se me apareció a mí".
  • También pudo haber habido otras apariciones que no han quedado consignadas: (Hch 10:40-41)
    "A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a
    todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano,
    a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los
    muertos".
2. Los testigos estaban vivos
Contrariamente a lo que algunos críticos han dicho,
uno de los argumentos más importantes a favor de la autenticidad
histórica de la resurrección de Jesús es que los relatos que se
escribieron acerca de esto circularon cuando todavía estaban vivos
aquellos que vieron al Señor resucitado. Cuando Pablo escribió a los
corintios el conocido capítulo acerca de la resurrección, es como si les
estuviera invitando a ir a preguntar:
(1 Co 15:6) "Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen."
Y también Lucas, cuando comienza su Evangelio,
comenta que él mismo tuvo acceso a muchas de las personas que fueron
testigos oculares de los hechos que él relató:
(Lc 1:1-4)
"Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las
cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron
los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros
de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado
con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por
orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las
cosas en las cuales has sido instruido."

Los discípulos fueron transformados

Después de la muerte de su Maestro, los discípulos
habían quedado abatidos, desilusionados y asustados. Sin embargo, cuando
aparecen nuevamente en el libro de los Hechos de los Apóstoles, los
encontramos totalmente transformados. Son hombres dispuestos a enfrentar
cualquier oposición, no temen arriesgar sus propias vidas, predican con
valentía y gozo. ¿Cómo explicar este asombroso cambio?
1. El apóstol Pedro
Al final de los evangelios vemos que abandona a Jesús cuando es arrestado (Mr 14:50), un poco más tarde, en el patio del sumo sacerdote, niega tres veces que conoce a Jesús, llegando incluso a jurar y maldecir (Mr 14:66-72). Lo volvemos a encontrar reunido con los otros discípulos escondido "por miedo de los judíos" (Jn 20:19).
Sin embargo, cuando comienza el libro de los Hechos,
lo encontramos predicando valientemente en las calles de Jerusalén y en
el templo (Hch 2:14-40) (Hch 3:11-26).
Más tarde, cuando fue detenido e interrogado por aquellos que pocas
semanas antes habían juzgado y condenado a Jesús, le vemos dando
testimonio con total confianza y valentía (Hch 4:1-20) (Hch 5:17-42). Incluso, cuando estaba en la cárcel esperando ser ejecutado al día siguiente, el dormía tranquilamente en su celda (Hch 12:1-6).
En el transcurso de unos pocos días, este hombre fue
transformado hasta el punto de que resultaba difícil reconocerlo. ¿Qué
le ocurrió?
Pedro había quedado abatido después de negar tres veces a Jesús (Mr 14:72), así que, primeramente el Señor tuvo que restaurarlo, algo que ocurrió después de su resurrección (Jn 21:15-19).
Pero no sólo hubo una restauración espiritual, también llegó a tener la
plena seguridad de que Jesús había resucitado, que había vencido la
muerte. Todo esto le dio a Pedro una perspectiva de la vida y del Reino
de Dios que harían que su vida nunca más volviera a ser la misma. De
otro modo, es imposible explicar un cambio tan sorprendente en un hombre
que días antes estaba completamente derrotado.

La evidencia de los milagros

Antes de morir, Jesús les dijo a sus discípulos que
después de su resurrección y ascensión, él les enviaría el Espíritu
Santo, el cual daría testimonio de él juntamente con ellos:
(Jn 15:26-27)
"Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el
Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca
de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado
conmigo desde el principio"
Una forma evidente en la que el Espíritu Santo dio
testimonio de Jesús fue por medio de los milagros. Aquellas mismas obras
sobrenaturales que Jesús había llevado a cabo mientras estuvo vivo en
la tierra, ahora las hacía el Espíritu Santo por medio de los apóstoles (Hch 5:12-16).
Por supuesto, los dirigentes judíos vieron una clara continuidad en
todo ello y buscando cómo acabar de una vez con este movimiento,
volvieron a detener a los apóstoles. Fue entonces cuando Pedro les
explicó una vez más que Jesús había resucitado y que después de haber
ascendido al cielo, les había dejado su Espíritu Santo quien continuaba
su obra en esta tierra:
(Hch 5:30-32)
"El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis
colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por
Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de
pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el
Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen."
Todos estos milagros eran una evidencia más de que Jesús había resucitado.
(Hch 3:13-16)
"El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres,
ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y
negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en
libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se
os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha
resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la
fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado
su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en
presencia de todos vosotros."
Humanamente hablando, es inexplicable que este
pequeño grupo de hombres sin demasiada formación ni poder, llegaran a
dar un testimonio acerca de la resurrección de Jesús, y que éste fuera
creído. Pensemos en los hechos: se trataba de un judío que había sido
ajusticiado en una cruz por los romanos, a petición de los propios
líderes nacionales judíos, después de haber sido acusado de creerse que
era Dios. ¿Quién en su sano juicio iba a creer que alguien así había
resucitado y subido al cielo? Pero lo sorprendente fue que no sólo en
Jerusalén, lugar en donde habían ocurrido los hechos, sino en el mundo
entero, este hecho fue creído. Podemos estar seguros de que si alguien
llegara a nuestra ciudad diciendo cosas parecidas, es muy probable que
no lograra que nadie le creyera, pero sin embargo, el testimonio de los
apóstoles fue creído mucho más allá de los límites de Palestina. ¿Cómo
pudo ser esto?
La razón la encontramos en el hecho de que cuando el
Señor envió a sus apóstoles a dar testimonio de él, les capacitó con el
poder del Espíritu Santo para hacer todo tipo de señales que
confirmaban la verdad del mensaje que predicaban. El apóstol Pablo
defiende su ministerio de esta manera:
(2 Co 12:11-12)
"... En nada he sido menos que aquellos grandes apóstoles, aunque nada
soy. Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en
toda paciencia, por señales, prodigios y milagros."

El punto de vista de los testigos hostiles

Los evangelios nos informan que los primeros
testigos de la resurrección de Cristo fueron los soldados de la guardia
romana que vigilaban su tumba, éstos a su vez, informaron inmediatamente
a las autoridades judías (Mt 28:1-15).
Ninguno de ellos simpatizaba con la causa de Cristo, sino que por el
contrario habían sido los responsables de su muerte. Así que, una vez
más, los opositores al evangelio tuvieron el enorme privilegio de
conocer la verdad de primera mano.
1. La postura de las autoridades judías
Pero si tan clara era la evidencia, ¿por qué los
gobernantes judíos no quisieron unirse al grupo de discípulos de Jesús?
¿No pone en tela de juicio la resurrección de Jesús el hecho de que
estos hombres no quisieron aceptarla?
La razón por la que ellos no creyeron no tenía nada
que ver con la falta de evidencias, sino con el hecho de que en ese
supuesto, habrían tenido que admitir que habían cometido el mayor crimen
de la historia de la humanidad al condenar al mismo Hijo de Dios a
morir en una cruz. Desde un principio dejaron bien claro que no estaban
dispuestos a tal cosa, ya que de ninguna forma querían perder todos sus
privilegios religiosos, sociales y políticos. Así que mantuvieron la
misma actitud de rechazo que habían tenido durante todo el ministerio de
Jesús.
No obstante, muchos de los sacerdotes que formaban
parte de la clase dirigente del país, sí que "obedecieron a la fe", tal
como nos dice (Hch 6:7).
Y de los propios judíos que habían apoyado la crucifixión de Jesús,
miles de ellos creyeron el testimonio de su resurrección y se
convirtieron en cristianos (Hch 2:41) (Hch 4:4).
Aun así, es interesante observar la forma de
proceder de aquellos que se declararon opositores de la resurrección de
Jesús. En su intento de suprimir toda predicación en la que se hablaba
de Jesús, sólo fueron capaces de usar la intimidación, las amenazas, el
castigo y la violencia. ¿No habría sido mucho más fácil y efectivo
atacar la resurrección con argumentos y pruebas? ¿Quién disponía de más
medios que ellos para demostrar la falsedad de la resurrección? Si
creían que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús, ¿por qué no
les interrogaron en cuanto a esto ni una sola vez? ¿Por qué no los
pusieron en evidencia públicamente como impostores y mentirosos,
terminando así con todo el asunto? ¿Por qué no los acusaron ante Pilato
de haber robado el cuerpo de Jesús? ¿Por qué no ha quedado constancia de
una sola denuncia de falsedad? La razón para este comportamiento estaba
muy clara: no les interesaba remover este asunto porque ellos sabían
que toda la evidencia se les vendría en contra y no podrían hacer nada
para impedirlo. Por todo eso, este silencio resulta en un poderoso
testimonio acerca de la verdad de la resurrección de Jesús.
Pero por si acaso esto no era suficiente, tenemos
también las reflexiones que un importante miembro del Sanedrín hizo
durante uno de los interrogatorios a los apóstoles:
(Hch 5:34-42)
"Entonces, levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel,
doctor de la ley, venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera
por un momento a los apóstoles, y luego dijo: Varones israelitas, mirad
por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres... Y ahora os
digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o
esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la
podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios..."
El hecho de que presentara la sugerencia de que el
movimiento cristiano podía ser de Dios, indica con claridad que todos en
el Sanedrín sabían perfectamente que los discípulos no habían robado el
cuerpo de Jesús, y que algo extraordinario había ocurrido con Jesús.
¿De qué otra manera aquel hombre podía haber advertido a sus
correligionarios judíos para que se apartaran de aquellos hombres por si
acaso al ir contra ellos estuvieran luchando contra Dios? ¿Cómo podía
plantear que la mano de Dios pudiera estar en todo ese asunto si estaba
seguro de que la resurrección de Jesús era una farsa inventada por los
discípulos? Y lo que aun es más curioso, ¿cómo es que el Sanedrín
aceptara su consejo, y después de algunos malos tratos, volvieron a
poner a los apóstoles en libertad "sin cargos"?
2. El apóstol Pablo
Pero si el cristianismo de aquellos primeros días
tuvo algún enemigo declarado, éste fue Saulo de Tarso. En sus primeras
apariciones en el libro de los Hechos lo encontramos persiguiendo a
muerte a los sufridos seguidores de Cristo, e intentando por todos los
medios suprimir ese movimiento por la fuerza. Él mismo relata cuál era
su comportamiento en aquella época:
(Hch 26:9-12)
"Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el
nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo
encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de
los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y
muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a
blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en
las ciudades extranjeras. Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y
en comisión de los principales sacerdotes..."
Pero como todos sabemos, algún tiempo después se
convirtió en uno de los mayores testigos de la verdad de la
resurrección. ¿Qué fue lo que ocurrió? Pues él mismo lo explicó también:
el Señor resucitado se le apareció personalmente.
(Hch 26:13-15)
"... Yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el
resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y
habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y
decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Dura cosa
te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije; ¿Quién eres, Señor?
Y el Señor dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues."
Ahora bien, si el Señor resucitado no se le apareció
realmente, como él mismo relata, ¿qué otra razón adecuada podemos
ofrecer para explicar la transformación que Pablo experimentó? ¿Qué otra
cosa pudo hacer que se pasara al bando de sus odiados enemigos?
Volvamos a ver lo que él mismo dice:
(1 Co 15:8-9)
"Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo
soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado
apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios."
3. Jacobo, el hermano de Jesús
Otra persona que también fue hostil hacia Jesús, fue
su propio hermano Jacobo. Las veces que los hermanos del Señor aparecen
en los evangelios, dejan constancia de que no creían en él.
(Mr 3:20-21)
"Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer
pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían:
Está fuera de sí."
(Jn 7:5) "Porque ni aun sus hermanos creían en él"
Pero igual que el apóstol Pablo, también Jacobo
llegó a ser un fiel seguidor del Señor, convirtiéndose en uno de los
líderes de la iglesia en Jerusalén junto con los apóstoles (Ga 2:9). ¿Qué fue lo que causó este cambio de actitud? La explicación es que Jesús también se apareció a él después de resucitar.
(1 Co 15:7) "Después apareció a Jacobo"
Por supuesto, el testimonio que los apóstoles y
discípulos de Jesús dieron acerca de su resurrección tiene un valor
incalculable, pero aun se resalta más cuando le añadimos la
transformación de estas personas que durante un tiempo fueron hostiles
pero que después se convirtieron en cristianos al haber tenido la
oportunidad de ver a Cristo resucitado. Y hasta el mismo silencio y la
forma en la que las autoridades judías trataron todo lo relacionado con
la resurrección de Jesús, no hace sino testificar claramente a su favor.

El sepulcro no fue venerado por los primeros cristianos

El silencio posterior sobre la tumba donde fue
sepultado Jesús es también un testimonio que debe ser tenido en cuenta. A
lo largo de todo el Nuevo Testamento no hay ningún indicio de que los
primeros cristianos venerasen el sepulcro de Cristo. Es cierto que los
judíos veneraban los sepulcros de sus profetas muertos (Lc 11:47-48), y no cabe duda de que ésta ha sido siempre una tendencia del hombre caído.
¿Por qué los cristianos no volvieron a prestar
atención a ese sepulcro por mucho tiempo? La razón es evidente: Cristo
no estaba allí, había resucitado, por lo tanto, no tenía sentido volver
al sepulcro.
Esto fue así durante toda aquella generación, pero
desgraciadamente, en siglos posteriores, coincidiendo con la decadencia
del cristianismo, empezaron a florecer los "lugares sagrados", como "el
santo sepulcro".

La extensión del cristianismo

Es un hecho contra toda lógica que un pequeño grupo
de personas sencillas como los apóstoles, que tenían en su contra a las
autoridades del Imperio Romano que había ejecutado a su Maestro, y que
también estaban amenazados por sus propios gobernantes judíos, pudieran
llegar a extender su causa dentro de Jerusalén, y mucho menos fuera.
Pero el hecho histórico es que esto fue precisamente lo que ocurrió. ¿A
qué se debió el éxito de esta misión?
La primera dificultad importante la encontraron en
Jerusalén. Allí no era posible inventar un mentira en la que muchas
personas estaban involucradas y que no llegara a descubrirse su
falsedad. Esto habría sido imposible.
Pero notemos cómo los apóstoles expusieron los
hechos. Contrariamente a lo que tal vez se podía esperar, ellos no
apelaron a las emociones de la gente, sino a su intelecto. Podemos leer
en el libro de los Hechos los discursos de Pedro, o el de Esteban, o los
de Pablo, para comprobar que todos los dirigentes cristianos apelaban a
la mente y al juicio de los que los escuchaban. Y éste fue precisamente
el punto en el que fallaron las autoridades judías en sus esfuerzos por
frenar la extensión del cristianismo. Ellos no fueron capaces
(seguramente ni se lo propusieron) de dar ni una explicación lógica a la
tumba vacía, y tampoco pudieron responder a las acusaciones de los
discípulos acerca de la injusticia que habían cometido al condenar a
Jesús a la muerte. Al no poder dar explicaciones, lo único que les quedó
fue aplicar la violencia, pero aquí es donde perdieron completamente la
batalla contra el cristianismo, y ésta fue la razón por la que no dejó
de extenderse por toda Jerusalén.
Podemos decir que Jerusalén fue el lugar donde el
cristianismo pasó su prueba de fuego. Si allí no hubiera sido posible
demostrar las afirmaciones en cuanto a la resurrección de Jesús, tampoco
habrían logrado gozar de credibilidad permanente en ninguna otra parte.
Pero dado que un numeroso grupo de discípulos tenían pruebas sobradas
de la resurrección de Jesús, y que sus opositores no fueron capaces de
hacerles frente desde una perspectiva racional, a partir de ese momento,
desde allí mismo, desde el lugar donde habían ocurrido todas estas
cosas, el anuncio de la resurrección de Cristo se extendió hasta los
confines del Imperio Romano, sin que ninguna fuerza humana o espiritual
pudiera impedirlo.

Conclusiones

Al terminar estas consideraciones, es necesario
subrayar que toda la evidencia expuesta aquí ha de ser considerada como
un conjunto. Quizá sea posible encontrar una explicación alternativa
para uno u otro punto de los que hemos señalado, pero esas explicaciones
serán inútiles y sin valor a menos que encajen con todo el conjunto de
la evidencia.
La tumba vacía sigue siendo un testimonio silencioso
de la resurrección de Jesucristo que nunca ha sido refutado hasta el
día de hoy. No hay indicio alguno de evidencia que haya sido descubierto
en fuentes literarias, en la epigrafía o arqueología que desmienta este
hecho.
Seguramente, muchas personas pensarán qué sentido
puede tener hacer un esfuerzo por averiguar qué es lo que pasó realmente
hace dos mil años. Al fin y al cabo, dirán, ¿cómo me puede afectar esto
a mí? Pero lo cierto es que los asuntos que hemos tratado trascienden
nuestra propia historia y de ellos depende el futuro de la humanidad. No
estamos hablando de la injusticia que se cometió a un hombre normal,
sino del crimen cometido contra el mismo Hijo de Dios.
Dios ya ha dado su veredicto acerca de su muerte, y
lo hizo resucitándole de los muertos. ¿Qué haremos nosotros con él?
¿Permaneceremos indiferentes? ¿Estaremos de acuerdo con aquellos que lo
crucificaron? ¿O creeremos en él y nos reconciliaremos con Dios?

Comentarios

Ecuador
  Vicente Ramon Gallardo Teran (Ecuador)  (08/11/2016)
Debo
dar gracias a Dios, cuando de su palabra hablamos. en este caso leí
este estudio y su comentario está muy ligado a la Santa Palabra, como
debe ser. Soy Cristiano de muy poco tiempo. No soy estudioso, mas bien
sólo leo y me detengo en ciertos versículos que me causan impacto. Por
ejemplo: Salmos 37:4 que lo ligo con el Salmo 119:92 estos pasajes para
mi son claves para el buen vivir de un cristiano auténtico, antes en la
Ley y ahora en la Gracia. Dios bendiga, en Cristo Jesús a sus siervos.
Amén.
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