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La milagrosa caída de Iván el malvado
Cuando Stepanovich se dio
cuenta de que Eliezer y sus hijos construían una ampliación a su casa,
diseñó un plan para ponerlos en peligro
A comienzos del siglo XX, el zeide Eliezer y la bobe Rojel Lea
Paltiel vivían con sus cinco hijos en un pueblo de Bielorrusia llamado
Zhudilovo, que era gobernado por el zar de Rusia. Como el zeide Eliezer
era leñador, el bosque cercano era su fuente de subsistencia. Le
arrendaba la tierra a un terrateniente ruso, y él y sus hijos talaban
árboles y llevaban los troncos en grandes barcos por el río Dniéper
hacia las ciudades importantes, en las que eran usados por
constructores. Mi padre, Berel, recuerda que su hermano mayor, Iaacov, a
veces lo sentaba en la montura de su caballo y lo llevaba de paseo a
recorrer la distancia entre su casa y el bosque. Es por eso que el
sonido de la sierra, el aroma de la madera recién cortada y los altos
árboles del bosque eran para el pequeño Berel tan naturales como los
paisajes, sonidos y aromas de su propio hogar.
Como Eliezer y sus hijos mayores se dedicaban a talar árboles y
siempre tenían madera disponible, decidieron construir una ampliación a
su pequeño hogar. En ese momento, Iaacov estudiaba en la ieshivá
del rebe Rashab, el rabí Sholom DovBer de Lubavitch, por lo que el zeide
Eliezer le mandó un mensaje a Iaacov para pedirle al rebe una bendición
para la construcción. Iaacov le transmitió a su padre la respuesta del
rebe: el esfuerzo de construir dos habitaciones adicionales para su
hogar sería bendecido y debía proceder con el plan.
El presidente de la duma (la asamblea gobernante) del pueblo de mis
abuelos era un hombre malvado llamado Iván Stepanovich. Como el malvado
Hamán, siempre buscaba una excusa para hacerles daño a los judíos y en
particular para echarle la culpa por algún crimen al zeide Eliezer, al
que consideraba “un judío rico”.
La verdad es que, además de la pequeña casa en la que vivía con su
familia, el zeide casi no tenía posesiones materiales, entonces ¿por qué
le molestaba a Stepanovich? Quizás porque cuando Stepanovich pasó por
su pequeño hogar un viernes por la noche, escuchó que la familia
cantaba; siempre que entraba a la casa del zeide veía a la familia
sentada a la mesa, festiva como si fueran príncipes y princesas. En
otras palabras, la pequeña casa de madera estaba llena de enseñanzas,
amor y alegría: la clase de amor y alegría que no se puede comprar con
dinero.
Cuando Stepanovich se dio cuenta de que Eliezer y sus hijos
construían una ampliación a su casa, diseñó un plan para ponerlos en
peligro, ¡y quizás incluso incitar a un pogrom! Como presidente de la
asamblea de gobierno del pueblo, Stepanovich decidió crear una nueva
ley. De ahí en adelante, quien construyera una nueva casa o remodelara
la suya de cualquier manera tenía que solicitar un permiso. Como era de
esperar, el permiso debía ser otorgado sí o sí por “Su Excelencia”, el
presidente de la duma en persona. Se votó la nueva ley y los ancianos
del pueblo la aprobaron, por lo que, desde entonces, hacerle cualquier
tipo de alteraciones a la casa propia era considerado un delito.
A Eliezer Paltiel le llegó una carta oficial del pueblo de Zhudilovo,
en la que se le ordenaba detener la construcción de inmediato y
presentarse en la corte de la ciudad de Pochep un día determinado,
porque estaba acusado de transgredir la nueva ley.
El zeide Eliezer le envió al rebe un mensaje urgente para preguntarle
cómo proceder, ya que le resultaba evidente que la cuestión del permiso
podía derivar en una situación muy peligrosa tanto para su familia como
para otros judíos de la zona. ¿Debía dejar de construir por completo?
¿Cómo tenía que manejar la citación a la corte? El zeide Eliezer le rogó
al rebe Rashab que le diera consejo y bendición.
La respuesta que recibió dejó atónita a toda la familia. El rebe sólo
le dijo al zeide Eliezer y a sus hijos que continuaran sin miedo con la
construcción, porque contaban con la bendición de Di-s.
Mientras tanto, Iván Stepanovich preparaba su caso contra el zeide Eliezer.
El tiempo tiende a volar cuando uno quiere que pase lento, y por
supuesto la fecha de la citación del zeide Eliezer se acercaba cada vez
más rápido.
El día previo al juicio, Stepanovich fue a la casa del zeide Eliezer con un enorme manojo de papeles en la mano.
“Tengo en mis manos una lista de todos tus delitos, judío Paltiel”,
dijo mientras sacudía la pila de papeles en la cara del zeide. Luego se
colocó los papeles bajo el brazo, soltó el aire, puso las manos en las
caderas y se quedó a la espera de la reacción del zeide.
El zeide Eliezer permaneció quieto por un momento mientras miraba a
Stepanovich y pensaba qué podía responder a la acusación. Para el zeide
era evidente que este enemigo de los judíos tenía una matanza en mente y
no quedaría satisfecho con sólo prohibir que él agregara dos
habitaciones a su pequeña casa de madera. Entonces respondió con mucha
calma: “Espero que Su Excelencia sepa que el trabajo que mis hijos y yo
hacemos en nuestra casa fue comenzado antes de la promulgación de la
ley. ¿Está bien considerar culpables a los hombres por cometer delitos
que no eran tales cuando fueron hechos, sino que recién después se
volvieron ilegales?”.
Cuando el zeide habló, la cara de Iván Stepanovich se puso rosada,
luego roja, luego violeta. El color se trasladó al resto de su cuerpo, y
con los brazos doblados y las manos en la cintura, parecía como si
estuviera a punto de bailar una kazatzka. “¡Tu final se acerca,
judío Paltiel!”, chilló Su Excelencia. “Sé que tu Talmud te enseña a
argumentar, pero esta vez no te va a ayudar ningún argumento. ¡Vas a
pagar! Y no sólo con una multa”, decía mientras, ominoso, agitaba el
dedo ante el zeide. “Vas a perder tu casa y también tu negocio”, le
dijo, mientras sacudía el manojo de papeles por debajo de las narices
del zeide Eliezer con un gesto burlón.
La bobe Rojel Lea pelaba papas para la sopa en la cocina mientras
escuchaba la conversación entre su marido y el presidente del pueblo, y
las lágrimas corrían por su rostro, parcialmente cubierto por el pañuelo
que caía desde su frente. Su pequeño hijo Berel, que entonces tenía dos
años, se agarraba de la falda de su madre y alzaba los ojos a su rostro
lleno de lágrimas. No entendía por qué lloraba, y tampoco entendía la
conversación de su padre con el hombre que tenía un abrigo largo y
elegante con botones de metal y un bigote que apuntaba a ambos lados del
pueblo.
La hermana de Berel, Mania, de once años, había ido con sus amigos a
la estación de tren, a mirar cómo los trenes iban y venían. En ese
entonces los trenes eran un fenómeno reciente, por lo que eran un
espectáculo interesante para todos los niños de la zona. Con el rugir de
su motor y el chillido de las ruedas contra los rieles de acero, el
tren de Pochep llegó a la estación.
Iván Stepanovich estaba en la plataforma, ansioso por el juicio de
Eliezer Paltiel, que sería al día siguiente. Esta vez estaba seguro de
que se desharía del judío rico de una vez por todas. Después de todo, la
culpa del judío podía fácilmente ser usada para incitar una matanza que
comenzaría primero en su pueblo y luego se extendería a todos los
pueblos aledaños.
Como quería parecer más importante que los demás, Su Excelencia no
subió al tren con el resto de los pasajeros, menos importantes. Cuando
el conductor exclamó: “Todos a bordo, todos a bordo”, Stepanovich no
dejó de charlar con el jefe de la estación. Sólo cuando el tren hubo
comenzado a moverse con lentitud, él saltó el primer escalón con la idea
de pisar los siguientes y aterrizar con elegancia en el tren en
movimiento. Pero su largo abrigo con botones de metal se enganchó con
una rueda de hierro que giraba cada vez más rápido sobre su raíl.
Mania corrió a su casa sin aliento, sin saber si debía estar triste
por el terrible accidente o contenta porque este hombre —este Hamán que,
ella sabía, quería herir a su padre y a todos los judíos de la zona—
hubiera sido arrastrado a la muerte por la rueda de un tren en
movimiento. Corrió al interior de la casa mientras gritaba, tan fuerte
como podía: ““Er iz mer nit doh, er iz mer nit doh!” (“¡Ya no está, ya no está!”).
En el funeral de Iván Stepanovich, su esposa caminaba detrás del
féretro de su marido apretándose las manos y llorando: “Te dije que no
te enfrentaras a los judíos. Te dije que los dejaras en paz. Sabes que
su Di-s es muy poderoso. ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto!”.
El nuevo presidente del pueblo no siguió el ejemplo de Stepanovich.
Era un hombre honesto que se manejaba con sentido común y con el decoro
correspondiente, y nunca molestó al zeide Eliezer. Para él, era evidente
que su predecesor había creado una nueva ley para presentar cargos
contra el zeide Eliezer sólo porque quería hacerle daño a un judío.
Entonces, con la bendición del rebe, el zeide Eliezer y sus hijos
agregaron dos habitaciones a su hogar y el plan malvado de Stepanovich
quedó frustrado.
Esta historia real me la contó mi padre, el reb Berel Paltiel, el hijo menor del reb Eliezer y de Rajel Lea Paltiel.
Paltiel vivían con sus cinco hijos en un pueblo de Bielorrusia llamado
Zhudilovo, que era gobernado por el zar de Rusia. Como el zeide Eliezer
era leñador, el bosque cercano era su fuente de subsistencia. Le
arrendaba la tierra a un terrateniente ruso, y él y sus hijos talaban
árboles y llevaban los troncos en grandes barcos por el río Dniéper
hacia las ciudades importantes, en las que eran usados por
constructores. Mi padre, Berel, recuerda que su hermano mayor, Iaacov, a
veces lo sentaba en la montura de su caballo y lo llevaba de paseo a
recorrer la distancia entre su casa y el bosque. Es por eso que el
sonido de la sierra, el aroma de la madera recién cortada y los altos
árboles del bosque eran para el pequeño Berel tan naturales como los
paisajes, sonidos y aromas de su propio hogar.
Como Eliezer y sus hijos mayores se dedicaban a talar árboles y
siempre tenían madera disponible, decidieron construir una ampliación a
su pequeño hogar. En ese momento, Iaacov estudiaba en la ieshivá
del rebe Rashab, el rabí Sholom DovBer de Lubavitch, por lo que el zeide
Eliezer le mandó un mensaje a Iaacov para pedirle al rebe una bendición
para la construcción. Iaacov le transmitió a su padre la respuesta del
rebe: el esfuerzo de construir dos habitaciones adicionales para su
hogar sería bendecido y debía proceder con el plan.
El presidente de la duma (la asamblea gobernante) del pueblo de mis
abuelos era un hombre malvado llamado Iván Stepanovich. Como el malvado
Hamán, siempre buscaba una excusa para hacerles daño a los judíos y en
particular para echarle la culpa por algún crimen al zeide Eliezer, al
que consideraba “un judío rico”.
La verdad es que, además de la pequeña casa en la que vivía con su
familia, el zeide casi no tenía posesiones materiales, entonces ¿por qué
le molestaba a Stepanovich? Quizás porque cuando Stepanovich pasó por
su pequeño hogar un viernes por la noche, escuchó que la familia
cantaba; siempre que entraba a la casa del zeide veía a la familia
sentada a la mesa, festiva como si fueran príncipes y princesas. En
otras palabras, la pequeña casa de madera estaba llena de enseñanzas,
amor y alegría: la clase de amor y alegría que no se puede comprar con
dinero.
construían una ampliación a su casa, diseñó un plan para ponerlos en
peligro, ¡y quizás incluso incitar a un pogrom! Como presidente de la
asamblea de gobierno del pueblo, Stepanovich decidió crear una nueva
ley. De ahí en adelante, quien construyera una nueva casa o remodelara
la suya de cualquier manera tenía que solicitar un permiso. Como era de
esperar, el permiso debía ser otorgado sí o sí por “Su Excelencia”, el
presidente de la duma en persona. Se votó la nueva ley y los ancianos
del pueblo la aprobaron, por lo que, desde entonces, hacerle cualquier
tipo de alteraciones a la casa propia era considerado un delito.
A Eliezer Paltiel le llegó una carta oficial del pueblo de Zhudilovo,
en la que se le ordenaba detener la construcción de inmediato y
presentarse en la corte de la ciudad de Pochep un día determinado,
porque estaba acusado de transgredir la nueva ley.
El zeide Eliezer le envió al rebe un mensaje urgente para preguntarle
cómo proceder, ya que le resultaba evidente que la cuestión del permiso
podía derivar en una situación muy peligrosa tanto para su familia como
para otros judíos de la zona. ¿Debía dejar de construir por completo?
¿Cómo tenía que manejar la citación a la corte? El zeide Eliezer le rogó
al rebe Rashab que le diera consejo y bendición.
La respuesta que recibió dejó atónita a toda la familia. El rebe sólo
le dijo al zeide Eliezer y a sus hijos que continuaran sin miedo con la
construcción, porque contaban con la bendición de Di-s.
Mientras tanto, Iván Stepanovich preparaba su caso contra el zeide Eliezer.
supuesto la fecha de la citación del zeide Eliezer se acercaba cada vez
más rápido.
El día previo al juicio, Stepanovich fue a la casa del zeide Eliezer con un enorme manojo de papeles en la mano.
“Tengo en mis manos una lista de todos tus delitos, judío Paltiel”,
dijo mientras sacudía la pila de papeles en la cara del zeide. Luego se
colocó los papeles bajo el brazo, soltó el aire, puso las manos en las
caderas y se quedó a la espera de la reacción del zeide.
El zeide Eliezer permaneció quieto por un momento mientras miraba a
Stepanovich y pensaba qué podía responder a la acusación. Para el zeide
era evidente que este enemigo de los judíos tenía una matanza en mente y
no quedaría satisfecho con sólo prohibir que él agregara dos
habitaciones a su pequeña casa de madera. Entonces respondió con mucha
calma: “Espero que Su Excelencia sepa que el trabajo que mis hijos y yo
hacemos en nuestra casa fue comenzado antes de la promulgación de la
ley. ¿Está bien considerar culpables a los hombres por cometer delitos
que no eran tales cuando fueron hechos, sino que recién después se
volvieron ilegales?”.
luego roja, luego violeta. El color se trasladó al resto de su cuerpo, y
con los brazos doblados y las manos en la cintura, parecía como si
estuviera a punto de bailar una kazatzka. “¡Tu final se acerca,
judío Paltiel!”, chilló Su Excelencia. “Sé que tu Talmud te enseña a
argumentar, pero esta vez no te va a ayudar ningún argumento. ¡Vas a
pagar! Y no sólo con una multa”, decía mientras, ominoso, agitaba el
dedo ante el zeide. “Vas a perder tu casa y también tu negocio”, le
dijo, mientras sacudía el manojo de papeles por debajo de las narices
del zeide Eliezer con un gesto burlón.
La bobe Rojel Lea pelaba papas para la sopa en la cocina mientras
escuchaba la conversación entre su marido y el presidente del pueblo, y
las lágrimas corrían por su rostro, parcialmente cubierto por el pañuelo
que caía desde su frente. Su pequeño hijo Berel, que entonces tenía dos
años, se agarraba de la falda de su madre y alzaba los ojos a su rostro
lleno de lágrimas. No entendía por qué lloraba, y tampoco entendía la
conversación de su padre con el hombre que tenía un abrigo largo y
elegante con botones de metal y un bigote que apuntaba a ambos lados del
pueblo.
La hermana de Berel, Mania, de once años, había ido con sus amigos a
la estación de tren, a mirar cómo los trenes iban y venían. En ese
entonces los trenes eran un fenómeno reciente, por lo que eran un
espectáculo interesante para todos los niños de la zona. Con el rugir de
su motor y el chillido de las ruedas contra los rieles de acero, el
tren de Pochep llegó a la estación.
Iván Stepanovich estaba en la plataforma, ansioso por el juicio de
Eliezer Paltiel, que sería al día siguiente. Esta vez estaba seguro de
que se desharía del judío rico de una vez por todas. Después de todo, la
culpa del judío podía fácilmente ser usada para incitar una matanza que
comenzaría primero en su pueblo y luego se extendería a todos los
pueblos aledaños.
subió al tren con el resto de los pasajeros, menos importantes. Cuando
el conductor exclamó: “Todos a bordo, todos a bordo”, Stepanovich no
dejó de charlar con el jefe de la estación. Sólo cuando el tren hubo
comenzado a moverse con lentitud, él saltó el primer escalón con la idea
de pisar los siguientes y aterrizar con elegancia en el tren en
movimiento. Pero su largo abrigo con botones de metal se enganchó con
una rueda de hierro que giraba cada vez más rápido sobre su raíl.
Mania corrió a su casa sin aliento, sin saber si debía estar triste
por el terrible accidente o contenta porque este hombre —este Hamán que,
ella sabía, quería herir a su padre y a todos los judíos de la zona—
hubiera sido arrastrado a la muerte por la rueda de un tren en
movimiento. Corrió al interior de la casa mientras gritaba, tan fuerte
como podía: ““Er iz mer nit doh, er iz mer nit doh!” (“¡Ya no está, ya no está!”).
En el funeral de Iván Stepanovich, su esposa caminaba detrás del
féretro de su marido apretándose las manos y llorando: “Te dije que no
te enfrentaras a los judíos. Te dije que los dejaras en paz. Sabes que
su Di-s es muy poderoso. ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto!”.
El nuevo presidente del pueblo no siguió el ejemplo de Stepanovich.
Era un hombre honesto que se manejaba con sentido común y con el decoro
correspondiente, y nunca molestó al zeide Eliezer. Para él, era evidente
que su predecesor había creado una nueva ley para presentar cargos
contra el zeide Eliezer sólo porque quería hacerle daño a un judío.
Entonces, con la bendición del rebe, el zeide Eliezer y sus hijos
agregaron dos habitaciones a su hogar y el plan malvado de Stepanovich
quedó frustrado.
Esta historia real me la contó mi padre, el reb Berel Paltiel, el hijo menor del reb Eliezer y de Rajel Lea Paltiel.
por Miriam Paltiel Nevel
Miriam Paltiel Nevel es una mezcla, navega entre el ahora y el ayer.
Artwork by Sefira Ross,
a freelance designer and illustrator whose original creations grace
many Chabad.org pages. Residing in Seattle, Washington, her days are
spent between multitasking illustrations and being a mom.
a freelance designer and illustrator whose original creations grace
many Chabad.org pages. Residing in Seattle, Washington, her days are
spent between multitasking illustrations and being a mom.
Discusión (3)
2 Enero, 2017
to Anonimo in Argentina,
I don't know
Spanish, but I am very familiar with French, so I can detect some Latin
roots in words and thus understand somewhat.I think you are saying that
you like to read my family's history, and you are thanking me. I thank
you for reading the story, and making a warm connection between you,
your family, and me and my family.
saludos en carta,
Miriam Paltiel Nevel
A anonimo en Argentina,
No
se español, pero se algo de francés y puedo detectar algunas raíces del
latín y entender algo de lo que escribiste. Entiendo que disfrutaste mi
historia familiar y me agradeces. Yo te agradezco a ti por leer mi
historia y hacer esta cálida conexión entre tu y tu familia y yo y mi
familia.
La autora.
I don't know
Spanish, but I am very familiar with French, so I can detect some Latin
roots in words and thus understand somewhat.I think you are saying that
you like to read my family's history, and you are thanking me. I thank
you for reading the story, and making a warm connection between you,
your family, and me and my family.
saludos en carta,
Miriam Paltiel Nevel
A anonimo en Argentina,
No
se español, pero se algo de francés y puedo detectar algunas raíces del
latín y entender algo de lo que escribiste. Entiendo que disfrutaste mi
historia familiar y me agradeces. Yo te agradezco a ti por leer mi
historia y hacer esta cálida conexión entre tu y tu familia y yo y mi
familia.
La autora.
miriam paltiel
2 Enero, 2017
Thank you for translating my story into
Spanish. Sorry, I don't understand Spanish, but I am so glad that there
are Spanish speaking people who are interested in reading my story.
Miriam Paltiel Nevel
Muchas
gracias por traducir mi historia al español. Lamento no hablar entender
español, pero me enorgullece que gente de habla hispana le interese mi
historia.
La autora
Spanish. Sorry, I don't understand Spanish, but I am so glad that there
are Spanish speaking people who are interested in reading my story.
Miriam Paltiel Nevel
Muchas
gracias por traducir mi historia al español. Lamento no hablar entender
español, pero me enorgullece que gente de habla hispana le interese mi
historia.
La autora
miriam paltiel nevel
29 Diciembre, 2016
Me encantó tu historia y ver como la mano
de D-s cuidó a tu familia.que por siempre los siga cuidando. Saludos y
gracias por tu historia
de D-s cuidó a tu familia.que por siempre los siga cuidando. Saludos y
gracias por tu historia
Anónimo
Argentina
Argentina
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