LA HISTORIA
CRÓNICA DE LA CASA DE ALBA
La historia de los
antepasados de los duques de Alba, el linaje Toledo, va indisolublemente
unida a la de la ciudad de la que tomó el apellido, cuyo tronco
principal hicieron derivar los genealogistas de don Pedro, hijo del
emperador de Constantinopla Isaac Conmeno, que junto a otros muchos
extranjeros participó en la conquista de Toledo por el rey Alfonso VI.
No obstante, estudios mucho más recientes han establecido de forma
indiscutible que el origen familiar se encuentra en la numerosa e
influyente comunidad mozárabe, asentada desde siglos atrás en esta
ciudad.
Esteban Illán ha sido reconocido como
cabeza visible y primigenia de una amplia parentela, y algunos de sus
descendientes fueron importantes oficiales de la administración
castellana, como García Álvarez de Toledo, que adoptó el apellido con el
que la familia será conocida en Castilla desde 1326.
Árbol Genealógico de la Casa de Alba
La historia de los
antepasados de los duques de Alba, el linaje Toledo, va indisolublemente
unida a la de la ciudad de la que tomó el apellido, cuyo tronco
principal hicieron derivar los genealogistas de don Pedro, hijo del
emperador de Constantinopla Isaac Conmeno, que junto a otros muchos
extranjeros participó en la conquista de Toledo por el rey Alfonso VI.
No obstante, estudios mucho más recientes han establecido de forma
indiscutible que el origen familiar se encuentra en la numerosa e
influyente comunidad mozárabe, asentada desde siglos atrás en esta
ciudad.
Esteban Illán ha sido reconocido como
cabeza visible y primigenia de una amplia parentela, y algunos de sus
descendientes fueron importantes oficiales de la administración
castellana, como García Álvarez de Toledo, que adoptó el apellido con el
que la familia será conocida en Castilla desde 1326.
Árbol Genealógico de la Casa de Alba
Los Alba Mayores.
Entre los más importantes de sus descendientes puede
mencionarse a Gutierre Gómez de Toledo, hermano del 3º señor de
Valdecorneja, que junto a su sobrino Fernán Álvarez de Toledo, futuro
conde de Alba, fueron dos grandes personajes de la política castellana
del siglo XV. El tío representaba la inteligencia y la habilidad, en
tanto que el sobrino pudo dedicarse por entero a la actividad militar
con la tranquilidad de saber que don Gutierre cuidaba en la corte de los
intereses de ambos, al tiempo que sus hazañas militares afianzarían el
prestigio nobiliario del linaje.
Esta relación sería años después cariñosamente
recordada por el marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, en el
Proemio de su famoso Diálogo Bías contra Fortuna dedicado a Fernán Álvarez de Toledo, que con él pasó la segunda infancia…a lo más del tiempo de nuestra criança quasi en uno fue…, refiriendo la vida de ambos, muy probablemente bajo las enseñanzas de don Gutierre.
El segundo conde, García de Toledo, fue
duque de Alba desde 1472, sucediéndole en 1488 su hijo Fadrique, que
tuvo una activa participación en algunos de los principales episodios
del reinado de los Reyes Católicos. Posteriormente, Fadrique de Toledo
fue el único de los grandes que permaneció fiel a Fernando el Católico
en su pugna con Felipe el Hermoso.
El año 1510 fue probablemente el más
oscuro de su existencia, ya que hubo de soportar la muerte de su hijo
primogénito, García de Toledo, en la desastrosa jornada de los Gelves,
aunque en adelante volcó todas sus esperanzas nobiliarias en su joven
nieto Fernando, el futuro 3º duque de Alba.
Un personaje de importancia crucial en la
educación del joven Fernando fue Juan Boscán en su calidad de ayo, al
servicio de la Casa desde 1520 hasta su muerte en el Rosellón en 1542.
Fue un ejemplo depurado de perfecto cortesano español y convirtió al
futuro Gran Duque en un discípulo digno del maestro. Le aleccionaría sin
duda en todas las artes propias de un caballero, y de ellas la de
trovar era de gran importancia. Dentro de esta educación cortesana,
no debe ser despreciado el papel representado por Garcilaso. Íntimo
amigo de Boscán y apenas mayor que Fernando, fue su acompañante. A
cambio le costeaba los gastos, le ayudó cuando cayó en desgracia con el
emperador y mantuvo a su viuda después de su muerte. Como pago dejaría
en honor de la Casa algunos versos como estos:
En la ribera verde y deleitosa /Del
sacro Tormes, dulce y claro río, /Hay una vega grande y espaciosa:
/Verde en el medio del invierno frío, /En el otoño verde y primavera,
/Verde en la fuerza del ardiente estío...
El 18 de octubre de 1531 murió de fiebres
tercianas Fadrique de Toledo. Su nieto Fernando pasaba a convertirse en
3º duque de Alba. Después de las honras fúnebres de su abuelo tomó
posesión de sus nuevos estados, confirmó oficios y mercedes, e
inmediatamente después, acompañado de Garcilaso y abundante séquito,
abandonaría Alba de Tormes para unirse al emperador en Bruselas,
comenzando una carrera política y militar al servicio de los monarcas
españoles que finalizó con su muerte en 1582.
Su vida y su actividad política y militar
cubre buena parte de los reinados de Carlos V y Felipe II, ya que a
ambos reyes de España sirvió durante cincuenta años, desempeñando todo
tipo de cometidos, general de los ejércitos imperiales y españoles,
virrey de Nápoles, gobernador de los Países Bajos y conquistador de
Portugal.
No cabe duda de que ha sido uno de los
personajes más controvertidos de la Historia de España, mereciendo la
atención de los historiadores, que le han dedicado juicios de todo tipo.
Su propia valoración del papel que le correspondió representar puede
resumirse en el contenido de la carta que envió fray Luis de Granada a
la duquesa, recogiendo las últimas palabras del duque moribundo
“Tres cosas diré a Vuestra Majestad; la una es que
no se ofreció negocio vuestro, aunque fuese muy pequeño, que no le
antepusiese al mío, aunque fuese importantísimo; la segunda, es que
mayor cuidado tuve siempre de mirar por vuestra hacienda que por la mía y
así no os soy en cargo de un solo pan a Vos ni a ninguno de vuestros
vasallos; la tercera, es que nunca os propuse un nombre para algún cargo
que no fuese el más suficiente de todos cuantos yo conocía para ello,
pospuesta toda afición”.
Entre los más importantes de sus descendientes puede
mencionarse a Gutierre Gómez de Toledo, hermano del 3º señor de
Valdecorneja, que junto a su sobrino Fernán Álvarez de Toledo, futuro
conde de Alba, fueron dos grandes personajes de la política castellana
del siglo XV. El tío representaba la inteligencia y la habilidad, en
tanto que el sobrino pudo dedicarse por entero a la actividad militar
con la tranquilidad de saber que don Gutierre cuidaba en la corte de los
intereses de ambos, al tiempo que sus hazañas militares afianzarían el
prestigio nobiliario del linaje.
Esta relación sería años después cariñosamente
recordada por el marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, en el
Proemio de su famoso Diálogo Bías contra Fortuna dedicado a Fernán Álvarez de Toledo, que con él pasó la segunda infancia…a lo más del tiempo de nuestra criança quasi en uno fue…, refiriendo la vida de ambos, muy probablemente bajo las enseñanzas de don Gutierre.
El segundo conde, García de Toledo, fue
duque de Alba desde 1472, sucediéndole en 1488 su hijo Fadrique, que
tuvo una activa participación en algunos de los principales episodios
del reinado de los Reyes Católicos. Posteriormente, Fadrique de Toledo
fue el único de los grandes que permaneció fiel a Fernando el Católico
en su pugna con Felipe el Hermoso.
El año 1510 fue probablemente el más
oscuro de su existencia, ya que hubo de soportar la muerte de su hijo
primogénito, García de Toledo, en la desastrosa jornada de los Gelves,
aunque en adelante volcó todas sus esperanzas nobiliarias en su joven
nieto Fernando, el futuro 3º duque de Alba.
Un personaje de importancia crucial en la
educación del joven Fernando fue Juan Boscán en su calidad de ayo, al
servicio de la Casa desde 1520 hasta su muerte en el Rosellón en 1542.
Fue un ejemplo depurado de perfecto cortesano español y convirtió al
futuro Gran Duque en un discípulo digno del maestro. Le aleccionaría sin
duda en todas las artes propias de un caballero, y de ellas la de
trovar era de gran importancia. Dentro de esta educación cortesana,
no debe ser despreciado el papel representado por Garcilaso. Íntimo
amigo de Boscán y apenas mayor que Fernando, fue su acompañante. A
cambio le costeaba los gastos, le ayudó cuando cayó en desgracia con el
emperador y mantuvo a su viuda después de su muerte. Como pago dejaría
en honor de la Casa algunos versos como estos:
En la ribera verde y deleitosa /Del
sacro Tormes, dulce y claro río, /Hay una vega grande y espaciosa:
/Verde en el medio del invierno frío, /En el otoño verde y primavera,
/Verde en la fuerza del ardiente estío...
El 18 de octubre de 1531 murió de fiebres
tercianas Fadrique de Toledo. Su nieto Fernando pasaba a convertirse en
3º duque de Alba. Después de las honras fúnebres de su abuelo tomó
posesión de sus nuevos estados, confirmó oficios y mercedes, e
inmediatamente después, acompañado de Garcilaso y abundante séquito,
abandonaría Alba de Tormes para unirse al emperador en Bruselas,
comenzando una carrera política y militar al servicio de los monarcas
españoles que finalizó con su muerte en 1582.
Su vida y su actividad política y militar
cubre buena parte de los reinados de Carlos V y Felipe II, ya que a
ambos reyes de España sirvió durante cincuenta años, desempeñando todo
tipo de cometidos, general de los ejércitos imperiales y españoles,
virrey de Nápoles, gobernador de los Países Bajos y conquistador de
Portugal.
No cabe duda de que ha sido uno de los
personajes más controvertidos de la Historia de España, mereciendo la
atención de los historiadores, que le han dedicado juicios de todo tipo.
Su propia valoración del papel que le correspondió representar puede
resumirse en el contenido de la carta que envió fray Luis de Granada a
la duquesa, recogiendo las últimas palabras del duque moribundo
“Tres cosas diré a Vuestra Majestad; la una es que
no se ofreció negocio vuestro, aunque fuese muy pequeño, que no le
antepusiese al mío, aunque fuese importantísimo; la segunda, es que
mayor cuidado tuve siempre de mirar por vuestra hacienda que por la mía y
así no os soy en cargo de un solo pan a Vos ni a ninguno de vuestros
vasallos; la tercera, es que nunca os propuse un nombre para algún cargo
que no fuese el más suficiente de todos cuantos yo conocía para ello,
pospuesta toda afición”.
Ya vuelvo querido Tormes
Ya tornan las ansías mías
A ver la pizarra helada
Que cubre mi muerte viva.
Castígame de esta ausencia
Que de adorarte me priva
Alba de mi sol difunto
Y noche de mi alegría.
Tú sola fuiste mi patria,
Y la que dejo enemiga
Porque no hay más tierra propia
Que toda esta tierra mía.
Su hijo primogénito Fernando fue
su sucesor y por tanto 6º duque de Alba, nacido en 1595 y muerto en
1667. Casó en 1612 con Antonia Enríquez de Ribera, hija del marqués de
Villanueva del Río, que poco después heredaría el título. Este
matrimonio presenta una curiosidad, ya que los Alba heredaron la casa
sevillana de los citados marqueses, el palacio de las Dueñas, destinado a
adquirir una gran importancia en el futuro familiar. Este duque tampoco
representó un papel activo en el escenario político de la España de su
tiempo, pero al menos pudo vanagloriarse de haber sido mecenas de
escritores como sus antepasados, ya que Calderón de la Barca estuvo a su
servicio durante varios años.
La línea principal de los
duques de Alba terminó con el duque Antonio Martín y la herencia recayó
en el hermano de su padre, Francisco de Toledo. Francisco, también
segundón, había hecho un matrimonio muy ventajoso con Catalina de Haro y
Guzmán, posiblemente el mejor partido de la época, ya que esta señora
era la titular del marquesado del Carpio, del ducado de Olivares y del
condado de Monterrey, además de otros títulos de menor importancia
nobiliaria. Nuevamente los avatares del destino iban a propiciar que
este matrimonio reuniera una ingente cantidad de títulos y la curiosa
paradoja de que, si bien los titulares de la Casa de Alba no habían
representado una papel importante en la Historia de España del siglo
XVII, los laureles familiares nuevamente reverdecían con la aportación
de la Casa del Carpio, que podía vanagloriarse de contar entre sus filas
nada menos que con el conde duque de Olivares y don Luis de Haro, cuyas
figuras cubren prácticamente el reinado de Felipe IV o el hijo del
último, Gaspar de Haro y Guzmán, sin duda el mayor coleccionista de su
tiempo.
De esta unión nació María
Teresa Álvarez de Toledo y Haro, con la cual por primera vez el título
ducal de Alba recayó en una mujer, que casó con Manuel de Silva, conde
de Galve.
su sucesor y por tanto 6º duque de Alba, nacido en 1595 y muerto en
1667. Casó en 1612 con Antonia Enríquez de Ribera, hija del marqués de
Villanueva del Río, que poco después heredaría el título. Este
matrimonio presenta una curiosidad, ya que los Alba heredaron la casa
sevillana de los citados marqueses, el palacio de las Dueñas, destinado a
adquirir una gran importancia en el futuro familiar. Este duque tampoco
representó un papel activo en el escenario político de la España de su
tiempo, pero al menos pudo vanagloriarse de haber sido mecenas de
escritores como sus antepasados, ya que Calderón de la Barca estuvo a su
servicio durante varios años.
La línea principal de los
duques de Alba terminó con el duque Antonio Martín y la herencia recayó
en el hermano de su padre, Francisco de Toledo. Francisco, también
segundón, había hecho un matrimonio muy ventajoso con Catalina de Haro y
Guzmán, posiblemente el mejor partido de la época, ya que esta señora
era la titular del marquesado del Carpio, del ducado de Olivares y del
condado de Monterrey, además de otros títulos de menor importancia
nobiliaria. Nuevamente los avatares del destino iban a propiciar que
este matrimonio reuniera una ingente cantidad de títulos y la curiosa
paradoja de que, si bien los titulares de la Casa de Alba no habían
representado una papel importante en la Historia de España del siglo
XVII, los laureles familiares nuevamente reverdecían con la aportación
de la Casa del Carpio, que podía vanagloriarse de contar entre sus filas
nada menos que con el conde duque de Olivares y don Luis de Haro, cuyas
figuras cubren prácticamente el reinado de Felipe IV o el hijo del
último, Gaspar de Haro y Guzmán, sin duda el mayor coleccionista de su
tiempo.
De esta unión nació María
Teresa Álvarez de Toledo y Haro, con la cual por primera vez el título
ducal de Alba recayó en una mujer, que casó con Manuel de Silva, conde
de Galve.
El Duque de Huéscar.
El hijo mayor de ambos fue
Fernando Silva Álvarez de Toledo, el famoso duque de Huéscar, ya que
este fue el título que utilizó durante la vida de su madre. Convertido
años más tarde en 12º duque de Alba, también con él se produjo un
fenómeno de evidente significación sentimental ya que el apellido
Toledo, el primero del linaje y usado desde muchos siglos atrás, pasaba a
un segundo término al ser sustituido por el de Silva, propio de su
padre. Había nacido en Viena en 1714, durante el exilio de sus
progenitores. De retorno a España, inició largas y fecundas carreras
militar y diplomática que le harían alcanzar los empleos más altos del
ejército español y con treinta años, ya era embajador extraordinario en
la corte de Versalles. En adelante desempeñó importantes destinos
diplomáticos, como embajador en París y posteriormente, ya de regreso en
España, el importante oficio cortesano de mayordomo mayor de palacio
durante los últimos años del reinado de Fernando VI.
El duque Fernando solo casó
en una ocasión, quedando viudo muy pronto y de su matrimonio nació su
hijo Francisco de Paula, duque de Huéscar, destinado a suceder a su
padre. No obstante, éste murió en 1770, aunque a su muerte dejaba una
hija nacida en 1762, María del Pilar Teresa Cayetana.
Por intereses de linaje, su
abuelo concertó su boda con un cercano pariente, José Álvarez de
Toledo, duque de Fernandina y marqués de Villafranca, con lo cual,
además de organizar un matrimonio en el que se juntaba dos personas que
reunían en sus manos un gran número de títulos nobiliarios, conseguía
devolver al tronco de los Alba el apellido Toledo, a la sazón perdido
desde dos generaciones atrás. Ambos eran personas cultas y refinadas,
pero la duquesa se convirtió en personaje de leyenda y objeto de
habladurías que alcanzaron una enorme difusión, como sus diferencias con
la reina María Luisa, los amoríos con Goya o la posibilidad de haber
sido el modelo de las famosas Majas. Éstas y otras circunstancias de su
vida han servido de argumento a multitud de novelas y películas que a lo
largo del tiempo han especulado sobre su vida y, fundamentalmente, las
causas de su muerte.
El hijo mayor de ambos fue
Fernando Silva Álvarez de Toledo, el famoso duque de Huéscar, ya que
este fue el título que utilizó durante la vida de su madre. Convertido
años más tarde en 12º duque de Alba, también con él se produjo un
fenómeno de evidente significación sentimental ya que el apellido
Toledo, el primero del linaje y usado desde muchos siglos atrás, pasaba a
un segundo término al ser sustituido por el de Silva, propio de su
padre. Había nacido en Viena en 1714, durante el exilio de sus
progenitores. De retorno a España, inició largas y fecundas carreras
militar y diplomática que le harían alcanzar los empleos más altos del
ejército español y con treinta años, ya era embajador extraordinario en
la corte de Versalles. En adelante desempeñó importantes destinos
diplomáticos, como embajador en París y posteriormente, ya de regreso en
España, el importante oficio cortesano de mayordomo mayor de palacio
durante los últimos años del reinado de Fernando VI.
El duque Fernando solo casó
en una ocasión, quedando viudo muy pronto y de su matrimonio nació su
hijo Francisco de Paula, duque de Huéscar, destinado a suceder a su
padre. No obstante, éste murió en 1770, aunque a su muerte dejaba una
hija nacida en 1762, María del Pilar Teresa Cayetana.
Por intereses de linaje, su
abuelo concertó su boda con un cercano pariente, José Álvarez de
Toledo, duque de Fernandina y marqués de Villafranca, con lo cual,
además de organizar un matrimonio en el que se juntaba dos personas que
reunían en sus manos un gran número de títulos nobiliarios, conseguía
devolver al tronco de los Alba el apellido Toledo, a la sazón perdido
desde dos generaciones atrás. Ambos eran personas cultas y refinadas,
pero la duquesa se convirtió en personaje de leyenda y objeto de
habladurías que alcanzaron una enorme difusión, como sus diferencias con
la reina María Luisa, los amoríos con Goya o la posibilidad de haber
sido el modelo de las famosas Majas. Éstas y otras circunstancias de su
vida han servido de argumento a multitud de novelas y películas que a lo
largo del tiempo han especulado sobre su vida y, fundamentalmente, las
causas de su muerte.
Los Berwick-Alba.
La duquesa falleció sin
descendencia en 1802 y la sucesión del ducado de Alba y los otros
títulos agregados recayó en su sobrino Carlos Miguel Fitz-James Stuart,
7º duque de Berwick, miembro de la familia descendiente de la reina
María Estuardo de Escocia y cuyos antepasados se habían establecido en
España a principios del siglo XVIII, consiguiendo el título español de
duques de Liria.
Sin embargo, para hacerse
cargo de los intereses familiares permaneció en España su hijo Jacobo,
2º duque, también militar y diplomático, que casó con Catalina Ventura
Colón de Portugal, a la que el azar del destino convertiría en duquesa
de Veragua después de la muerte de su hermano, con lo cual, durante la
mayor parte del siglo XVIII, unos recién llegados a la escena nobiliaria
española como los Stuart, ostentaron además de sus títulos propios, el
ducado de Veragua que los enlazaba con el descubridor de las Indias.
El sucesor en títulos y
dignidades fue Jacobo Fitz James Stuart, 3º duque de Berwick, que mandó
erigir el palacio de Liria de Madrid. Sus inmediatos sucesores fueron
personajes que murieron muy jóvenes sin haber tenido ocasión de destacar
en ningún ámbito político ni militar.
Finalmente, el 7º duque
Carlos Miguel ha pasado a la posteridad genealógica, ya que con él tuvo
lugar la unión de las casas de Berwick y Alba en 1802 como consecuencia
de la muerte sin descendencia de su lejana pariente, la duquesa de Alba.
Con este personaje comienza una época en la historia familiar que llega
hasta nuestros días, ya que los viejos apellidos españoles que siempre
acompañaron a los duques de Alba, desaparecen para ser sustituidos por
el de Fitz-James Stuart.
Los duques de Berwick y
Alba del siglo XIX son personajes de poca relevancia histórica, ya que
en general no mostraron un gran interés por la actividad política,
aunque dado su prestigio nobiliario, continuaron manteniéndose en un
plano destacado de la sociedad de su tiempo. El primer titular de ambos
ducados, el duque Carlos Miguel, fue un personaje culto que residió
varios años en Italia, demostrando siempre un vivo interés por el Arte
en sus distintas manifestaciones, también mecenas de artistas y creador
de una gran colección de arte que, afortunadamente, todavía se conserva
en buena medida. Su hijo y sucesor en el ducado, Jacobo Fitz-James, 8º
duque de Berwick y 15º de Alba, que fue alcalde de Madrid, casó con
Francisca Portocarrero, condesa de Montijo y hermana mayor de la famosa
emperatriz de los franceses. Esta unión significó un nuevo hito en la
historia nobiliaria española, ya que en virtud del matrimonio nuevos
títulos nobiliarios vinieron a aumentar el acervo nobiliario de la casa.
Dentro de esta etapa merece un recuerdo especial Rosario Falcó, condesa
de Siruela y mujer del 16º duque Carlos Fitz-James Stuart, por su
relieve cultural, ya que fue la promotora de empresas históricas, como
la organización del Archivo familiar y, sobre todo, la edición de
documentos, entre los que merece una mención la documentación colombina.
Finalmente, ya en el siglo
XX, la actividad política de la Casa de Alba, tan apagada durante el
siglo XIX, adquiere una nueva significación gracias a la figura de don
Jacobo Fitz-James Stuart, 10º duque de Berwick y 17º duque de Alba,
nacido en 1878. Su gran amistad con Alfonso XIII le obligó a desempeñar
numerosos cometidos durante su reinado, además colaboró de forma
entusiasta en muchas de las empresas culturales que tuvieron lugar en
España durante la primera mitad del siglo XX. Académico de las Tres
grandes Academias españolas y director durante más de venticinco años de
la Real de la Historia, colaboró activamente con el Comité
Hispano-Inglés y con la Residencia de Estudiantes. También intervino
activamente en la política española de su tiempo, llegando a desempeñar
el cargo de ministro de Estado durante el gobierno del general
Berenguer. Posteriormente fue embajador de España en Inglaterra desde
1938 hasta 1945, aunque las desavenencias con el general Franco a causa
de la restauración monárquica en la persona de don Juan le hicieran
alejarse del Régimen.
A don Jacobo se debe el
inicio de las obras de reconstrucción del Palacio de Liria, destruido en
los primeros meses de la Guerra Civil, aunque lamentablemente no pudo
ver culminados sus esfuerzos al morir en 1953.
En 1920 casó con María del
Rosario Silva y Gurtubay, marquesa de San Vicente e hija única del duque
de Híjar, don Alfonso Silva y Campbell. De este matrimonio nacería la
actual duquesa de Alba, Cayetana Fitz James Stuart y Silva. De nuevo un
matrimonio va a significar la incorporación de nuevos títulos
nobiliarios, alguno de la relevancia del ducado de Híjar, sin duda el
más importante del reino de Aragón, después de la muerte de su abuelo
paterno en 1955.
La actual duquesa es por
tanto 18ª duquesa de Alba, 11ª de Berwick, 18ª de Híjar y de una larga
lista de títulos nobiliarios. A lo largo de su vida, doña Cayetana ha
venido desarrollando una activa labor de colaboración con entidades
preocupadas por el porvenir de los más desfavorecidos. Desde una
perspectiva cultural, no cabe duda de que la duquesa de Alba ha sido la
promotora de distintas inciativas de gran importancia, al culminar la
reconstrucción del Palacio de Liria, convirtiéndolo en un magnífico
museo en el que se expone el legado artístico de sus antepasados y las
obras de arte que ha ido adquiriendo; también la restauración del
Palacio de Monterrey de Salamanca y sin duda alguna una iniciativa que
reviste gran interés cultural, la constitución de la Fundación Casa de
Alba, encargada de velar por la conservación y difusión de su patrimonio
artístico y monumental.
La duquesa falleció sin
descendencia en 1802 y la sucesión del ducado de Alba y los otros
títulos agregados recayó en su sobrino Carlos Miguel Fitz-James Stuart,
7º duque de Berwick, miembro de la familia descendiente de la reina
María Estuardo de Escocia y cuyos antepasados se habían establecido en
España a principios del siglo XVIII, consiguiendo el título español de
duques de Liria.
Sin embargo, para hacerse
cargo de los intereses familiares permaneció en España su hijo Jacobo,
2º duque, también militar y diplomático, que casó con Catalina Ventura
Colón de Portugal, a la que el azar del destino convertiría en duquesa
de Veragua después de la muerte de su hermano, con lo cual, durante la
mayor parte del siglo XVIII, unos recién llegados a la escena nobiliaria
española como los Stuart, ostentaron además de sus títulos propios, el
ducado de Veragua que los enlazaba con el descubridor de las Indias.
El sucesor en títulos y
dignidades fue Jacobo Fitz James Stuart, 3º duque de Berwick, que mandó
erigir el palacio de Liria de Madrid. Sus inmediatos sucesores fueron
personajes que murieron muy jóvenes sin haber tenido ocasión de destacar
en ningún ámbito político ni militar.
Finalmente, el 7º duque
Carlos Miguel ha pasado a la posteridad genealógica, ya que con él tuvo
lugar la unión de las casas de Berwick y Alba en 1802 como consecuencia
de la muerte sin descendencia de su lejana pariente, la duquesa de Alba.
Con este personaje comienza una época en la historia familiar que llega
hasta nuestros días, ya que los viejos apellidos españoles que siempre
acompañaron a los duques de Alba, desaparecen para ser sustituidos por
el de Fitz-James Stuart.
Los duques de Berwick y
Alba del siglo XIX son personajes de poca relevancia histórica, ya que
en general no mostraron un gran interés por la actividad política,
aunque dado su prestigio nobiliario, continuaron manteniéndose en un
plano destacado de la sociedad de su tiempo. El primer titular de ambos
ducados, el duque Carlos Miguel, fue un personaje culto que residió
varios años en Italia, demostrando siempre un vivo interés por el Arte
en sus distintas manifestaciones, también mecenas de artistas y creador
de una gran colección de arte que, afortunadamente, todavía se conserva
en buena medida. Su hijo y sucesor en el ducado, Jacobo Fitz-James, 8º
duque de Berwick y 15º de Alba, que fue alcalde de Madrid, casó con
Francisca Portocarrero, condesa de Montijo y hermana mayor de la famosa
emperatriz de los franceses. Esta unión significó un nuevo hito en la
historia nobiliaria española, ya que en virtud del matrimonio nuevos
títulos nobiliarios vinieron a aumentar el acervo nobiliario de la casa.
Dentro de esta etapa merece un recuerdo especial Rosario Falcó, condesa
de Siruela y mujer del 16º duque Carlos Fitz-James Stuart, por su
relieve cultural, ya que fue la promotora de empresas históricas, como
la organización del Archivo familiar y, sobre todo, la edición de
documentos, entre los que merece una mención la documentación colombina.
Finalmente, ya en el siglo
XX, la actividad política de la Casa de Alba, tan apagada durante el
siglo XIX, adquiere una nueva significación gracias a la figura de don
Jacobo Fitz-James Stuart, 10º duque de Berwick y 17º duque de Alba,
nacido en 1878. Su gran amistad con Alfonso XIII le obligó a desempeñar
numerosos cometidos durante su reinado, además colaboró de forma
entusiasta en muchas de las empresas culturales que tuvieron lugar en
España durante la primera mitad del siglo XX. Académico de las Tres
grandes Academias españolas y director durante más de venticinco años de
la Real de la Historia, colaboró activamente con el Comité
Hispano-Inglés y con la Residencia de Estudiantes. También intervino
activamente en la política española de su tiempo, llegando a desempeñar
el cargo de ministro de Estado durante el gobierno del general
Berenguer. Posteriormente fue embajador de España en Inglaterra desde
1938 hasta 1945, aunque las desavenencias con el general Franco a causa
de la restauración monárquica en la persona de don Juan le hicieran
alejarse del Régimen.
A don Jacobo se debe el
inicio de las obras de reconstrucción del Palacio de Liria, destruido en
los primeros meses de la Guerra Civil, aunque lamentablemente no pudo
ver culminados sus esfuerzos al morir en 1953.
En 1920 casó con María del
Rosario Silva y Gurtubay, marquesa de San Vicente e hija única del duque
de Híjar, don Alfonso Silva y Campbell. De este matrimonio nacería la
actual duquesa de Alba, Cayetana Fitz James Stuart y Silva. De nuevo un
matrimonio va a significar la incorporación de nuevos títulos
nobiliarios, alguno de la relevancia del ducado de Híjar, sin duda el
más importante del reino de Aragón, después de la muerte de su abuelo
paterno en 1955.
La actual duquesa es por
tanto 18ª duquesa de Alba, 11ª de Berwick, 18ª de Híjar y de una larga
lista de títulos nobiliarios. A lo largo de su vida, doña Cayetana ha
venido desarrollando una activa labor de colaboración con entidades
preocupadas por el porvenir de los más desfavorecidos. Desde una
perspectiva cultural, no cabe duda de que la duquesa de Alba ha sido la
promotora de distintas inciativas de gran importancia, al culminar la
reconstrucción del Palacio de Liria, convirtiéndolo en un magnífico
museo en el que se expone el legado artístico de sus antepasados y las
obras de arte que ha ido adquiriendo; también la restauración del
Palacio de Monterrey de Salamanca y sin duda alguna una iniciativa que
reviste gran interés cultural, la constitución de la Fundación Casa de
Alba, encargada de velar por la conservación y difusión de su patrimonio
artístico y monumental.
Bibliografía
La aportación más reciente acerca de la Casa de Alba la constituye la obra de José Luis Sampedro Escolar, Historia de la Casa de Alba, Madrid 2006, en la que el autor conjuga la descripción histórica con numerosas anécdotas de la vida social.
Desde una perspectiva académica y de
interés para los primeros siglos de historia familiar, resulta de
utilidad la obra de José Manuel Calderón Ortega, El ducado de Alba: la evolución histórica, el gobierno y la hacienda de un estado señorial (siglos XIV-XVI). Madrid 2005.
Sobre las vinculaciones de linaje y también
la historia de otras ramas de los Toledo, puede consultarse la obra de
conjunto, dirigida por Mª Pilar García Pinacho. Los Álvarez de Toledo, Nobleza Viva. Valladolid 1998.
Existe también Bibliografía de interés
acerca de distintos duques o de personajes importantes de la familia.
Entre ellos debemos citar en primer lugar las biografías del 3º duque
de Alba, en especial las de William Maltby, El Gran Duque de Alba, reeditada por Atalanta en 2007, a la que habría que añadir las obras de Henry Kamen, El Duque de Hierro yManuel Fernández Álvarez, el Gran Duque de Alba,
ambas de reciente aparición. También sobre la figura del 3º duque
resulta de gran interés la obra de conjunto, coordinada por Gregorio del
Ser, que lleva el título de Fernando Álvarez de Toledo, Ávila
2009, que recoge las aportaciones de distintos especialistas durante la
Celebración del Congreso que tuvo lugar en distintas localidades de
Ávila y Salamanca, para conmemorar el V Centenario de su nacimiento en
2007. También otros personajes históricos de la Casa de Alba han
merecido la atención de los investigadores y, entre ellos, podemos citar
la biografía del Mariscal de Berwick, obra del duque don Jacobo Fitz James Stuart, Madrid 1925 o de Gutierre de Toledo, de José Manuel Nieto Soria, Madrid 2006.
La aportación más reciente acerca de la Casa de Alba la constituye la obra de José Luis Sampedro Escolar, Historia de la Casa de Alba, Madrid 2006, en la que el autor conjuga la descripción histórica con numerosas anécdotas de la vida social.
Desde una perspectiva académica y de
interés para los primeros siglos de historia familiar, resulta de
utilidad la obra de José Manuel Calderón Ortega, El ducado de Alba: la evolución histórica, el gobierno y la hacienda de un estado señorial (siglos XIV-XVI). Madrid 2005.
Sobre las vinculaciones de linaje y también
la historia de otras ramas de los Toledo, puede consultarse la obra de
conjunto, dirigida por Mª Pilar García Pinacho. Los Álvarez de Toledo, Nobleza Viva. Valladolid 1998.
Existe también Bibliografía de interés
acerca de distintos duques o de personajes importantes de la familia.
Entre ellos debemos citar en primer lugar las biografías del 3º duque
de Alba, en especial las de William Maltby, El Gran Duque de Alba, reeditada por Atalanta en 2007, a la que habría que añadir las obras de Henry Kamen, El Duque de Hierro yManuel Fernández Álvarez, el Gran Duque de Alba,
ambas de reciente aparición. También sobre la figura del 3º duque
resulta de gran interés la obra de conjunto, coordinada por Gregorio del
Ser, que lleva el título de Fernando Álvarez de Toledo, Ávila
2009, que recoge las aportaciones de distintos especialistas durante la
Celebración del Congreso que tuvo lugar en distintas localidades de
Ávila y Salamanca, para conmemorar el V Centenario de su nacimiento en
2007. También otros personajes históricos de la Casa de Alba han
merecido la atención de los investigadores y, entre ellos, podemos citar
la biografía del Mariscal de Berwick, obra del duque don Jacobo Fitz James Stuart, Madrid 1925 o de Gutierre de Toledo, de José Manuel Nieto Soria, Madrid 2006.
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