jueves, 9 de marzo de 2017

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Fernando VII de España



Fernando VII de España
Rey de España
Fernando VII - Vicente López.jpg

Retrato de Fernando VII con uniforme de capitán general, por Vicente López Portaña (c. 1814-1815). Óleo sobre lienzo, 107,5 x 82,5 cm. Museo del Prado (Madrid).
Rey de España
19 de marzo-6 de mayo de 1808
Predecesor Carlos IV
Sucesor José I (No reconocido por las Cortes)

11 de agosto de 1808nota 1 o 4 de mayo de 1814nota 2 -29 de septiembre de 1833
Predecesor José I (No reconocido por las Cortes)
Sucesor Isabel II

Información personal
Tratamiento Su Católica Majestad
Nacimiento 14 de octubre de 1784

San Lorenzo de El Escorial, España
Fallecimiento 29 de septiembre de 1833

(48 años)

Madrid, España
Entierro Cripta Real del Monasterio de El Escorial
Familia
Casa real Casa de Borbón
Padre Carlos IV de España
Madre María Luisa de Parma
Consorte
Descendencia Véase Matrimonios y descendencia
Carrera militar
Conflictos


Firma Firma de Fernando VII de España

Escudo de Carlos III de España Toisón y su Orden variante leones de gules.svg

Escudo de Fernando VII de España


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Fernando VII de España, llamado «el Deseado» o «el rey Felón»2 (San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784-Madrid, 29 de septiembre de 1833), fue rey de España entre marzo y mayo de 1808, tras la expulsión del «rey intruso» José I Bonaparte
su vuelta al país, nuevamente desde mayo de 1814 hasta su muerte,
exceptuando el breve intervalo en 1823 en que fue destituido por el Consejo de Regencia.


Hijo y sucesor de Carlos IV y de María Luisa de Parma, depuestos por obra de sus partidarios en el Motín de Aranjuez, pocos monarcas disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales por parte del pueblo español. Obligado a abdicar en Bayona, pasó toda la Guerra de Independencia preso en Valençay, siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas, el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz.


Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España con el Tratado de Valençay. Sin embargo, el Deseado pronto se reveló como un soberano absolutista
y, en particular, como uno de los que menos satisficieron los deseos de
sus súbditos, que lo consideraban una persona sin escrúpulos, vengativa
y traicionera. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se
orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia.[cita requerida]


Entre 1814 y 1820 restauró el absolutismo, derogando la Constitución de Cádiz
y persiguiendo a los liberales. Tras seis años de guerra, el país y la
Hacienda estaban devastados, y los sucesivos gobiernos fernandinos no
lograron restablecer la situación.


En 1820 un pronunciamiento militar dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización.
A medida que los liberales moderados eran desplazados por los
exaltados, el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional,
conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la
intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823.


La última fase de su reinado, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión de los exaltados, acompañada de una política absolutista moderada o incluso liberaldoctrinaria que provocó un profundo descontento en los círculos absolutistas, que formaron partido en torno al infante Carlos María Isidro. A ello se unió el problema sucesorio, sentando las bases de la Primera Guerra Carlista, que estallaría con la muerte de Fernando y el ascenso al trono de su hija Isabel II, no reconocida como heredera por el infante Carlos.


En palabras de un reciente biógrafo, Rafael Sánchez Mantero:


Si en algo se caracteriza la imagen que Fernando VII ha dejado a la
posteridad es en el unánime juicio negativo que ha merecido a los
historiadores de ayer y de hoy que han estudiado su reinado (...)
Resulta lógico entender que la historiografía liberal fuese
inmisericorde con aquel que intentó acabar con los principios y leyes
triunfantes en las Cortes gaditanas (...) La historiografía sobre
Fernando VII ha ido evolucionando de tal manera que los estudios
recientes han abandonado las diatribas decimonónicas para presentar un
panorama más equilibrado (...) Sin duda, ha sido el monarca que peor
trato ha recibido por parte de la historiografía en toda la historia de
España.3


Índice

Vida

Primeros años


Fernando VII como Príncipe de Asturias, obra de Goya.
Fernando de Borbón vino al mundo en vida de su abuelo Carlos III el 14 de octubre de 1784. Fue bautizado con los nombres de Fernando,
María, Francisco de Paula, Domingo, Vicente Ferrer, Antonio, Joseph,
Joachîn, Pascual, Diego, Juan Nepomuceno, Genaro, Francisco, Francisco
Xavier, Rafael, Miguel, Gabriel, Calixto, Cayetano, Fausto, Luis, Ramón,
Gregorio, Lorenzo y Gerónimo
.4 Fue el noveno de los catorce hijos que tuvieron el príncipe Carlos, futuro Carlos IV, y María Luisa de Parma. De sus trece hermanos, ocho murieron antes de 1800. Tras la subida al trono de su padre en 1788, Fernando fue reconocido como príncipe de Asturias por las Cortes en un acto celebrado en el Monasterio de San Jerónimo de Madrid el 23 de septiembre de 1789.5


Desde muy pronto, su formación fue encomendada al padre Felipe Scio, religioso de la Orden de San José de Calasanz, hombre modesto, culto e inteligente. Sin embargo, en 1795 es nombrado obispo de Segovia, y su puesto pasa a ser ocupado por el obispo de Orihuela, Francisco Javier Cabrera, que a su vez sería sustituido por el canónigo Juan Escóiquiz.6 Influido por este, creció aborreciendo a su madre y al favorito Manuel Godoy.


Ya desde muy joven, Fernando había conspirado en contra de sus padres y de Godoy,
alentado por su preceptor. En torno al joven príncipe de Asturias se
había formado un núcleo opositor formado por miembros de la alta
nobleza, heredero del antiguo partido aragonés, que perseguía la caída de Godoy.7
Las negociaciones impulsadas por el embajador francés para que Fernando
contrajera su segundo matrimonio con una dama Bonaparte coincidieron en
1807 con
el empeoramiento de la salud de Carlos IV. El príncipe de Asturias
quería asegurarse la sucesión y anular al valido. Godoy y el partido fernandino tuvieron su primer enfrentamiento.8 Debido a una delación, el motín fue descubierto y Fernando juzgado en lo que se conoce como el proceso de El Escorial.
El príncipe denunció a todos sus colaboradores y pidió perdón a sus
padres. El tribunal absolvió a los otros acusados, pero el rey, injusta y
torpemente a juicio de Alcalá Galiano, ordenó el destierro de todos ellos.9



Ocho escudos
de Fernando VII acuñados en Bogotá en 1809. Ante la falta de un modelo
para el busto del rey, las cecas recurrieron al de su padre (como en la
imagen) o diseñaron otros imaginarios.

La primera llegada al trono y las Abdicaciones de Bayona

Poco después, en marzo de 1808, ante la presencia de tropas francesas en España (dudosamente respaldadas por el Tratado de Fontainebleau), la corte se trasladó a Aranjuez
como parte de un plan de Godoy para trasladar a la familia real a
América desde Andalucía si la intervención francesa así lo requiriese.10 El día 17, el pueblo, instigado por los partidarios de Fernando, asaltó el palacio del Príncipe de la Paz. Aunque Carlos IV se las arregló para salvar la vida de su favorito, fue obligado a abdicar en favor de su hijo el día 19.11 Estos hechos son los que se conocen como Motín de Aranjuez.
Por primera vez en la historia de España, un rey era desplazado del
trono por las maquinaciones de su propio hijo con la colaboración de una
revuelta popular.12


Fernando volvió a la corte, donde fue aclamado por el pueblo de Madrid. Sin embargo, las tropas francesas al mando de Murat ya habían ocupado la capital el día anterior, 23 de marzo.


Los monarcas con Napoleón

El depuesto rey y su esposa se pusieron bajo la protección de Napoleón
y fueron custodiados por las tropas de Murat quien, por su parte,
albergaba esperanzas de ser encumbrado rey de España por el emperador.
Sin embargo, sus planes eran otros. Envió a un colaborador de su máxima
confianza, el general Savary,
para que comunicase a Murat su decisión de otorgar el trono de España a
uno de sus hermanos y para que llevase a Francia, poco a poco, a la
familia real al completo y a Godoy. Fue Savary quien convenció a
Fernando de la conveniencia de acudir al encuentro del emperador que
viajaba de París a Madrid, a lo que el rey accedió con la esperanza de
que Napoleón le reconociese y respaldase como rey de España.13
En un principio, la entrevista debía celebrarse en Madrid, pero
Napoleón, aduciendo asuntos imprevistos de gran urgencia, fue fijando
lugares más al Norte, para acortar el tiempo de viaje desde Francia: la
Granja de San Ildefonso, Burgos, San Sebastián... Finalmente, Fernando
VII acudió a Bayona. El 20 de abril
pasó la frontera. Aunque aún no lo sabía, acababa de caer prisionero:
fue el inicio de un exilio que duraría seis años. Una prisión
disimulada, en un palacio de cuyas inmediaciones no podía salir y con la
promesa, siempre postergada, de recibir grandes cantidades de dinero. Carlos IV había abdicado en Fernando VII a cambio de la liberación de Godoy,
y Napoleón le había invitado también a Bayona, con la excusa de
conseguir que Fernando VII le permitiese volver a España y recuperar su
fortuna, que le había incautado. Ante la perspectiva de reunirse con su
favorito e interceder a su favor, los reyes padres solicitaron acudir
también a dicha reunión. Escoltados por tropas francesas, llegaron a
Bayona el 30 de abril. Dos días más tarde, en Madrid, el pueblo se levantaría en armas contra los franceses, dando lugar a los hechos del 2 de mayo de 1808, que marcan el comienzo de la Guerra de la Independencia Española.



Vista del puerto de Bayona desde el paseo de Boufflers. Claude Joseph Vernet, 1755.

Museo nacional de la Marina, París.
Entretanto, la situación en Bayona estaba adquiriendo tintes grotescos. Napoleón impidió la llegada de Godoy
hasta que todo estuvo consumado, de forma que no pudiese aconsejar a la
familia real española, que demostró ser sumamente torpe. A Fernando VII
le dijo que la renuncia al trono de su padre, producida tras el motín
de Aranjuez, era nula ya que se había hecho bajo coacción, por lo que le
exigió que le devolviese su trono. Su propia madre, en su presencia, le
había pedido a Napoleón que lo fusilase, por lo que le había hecho a
Godoy a ella y a su esposo. Napoleón obligó a Carlos IV a cederle sus derechos al trono a cambio de asilo en Francia para él, su mujer y su favorito Godoy, así como una pensión de 30 millones de reales
anuales. Como ya había abdicado anteriormente a favor de su hijo,
consideró que no cedía nada. Cuando llegaron a Bayona las noticias del
levantamiento de Madrid y de su represión, Napoleón y Carlos IV
presionaron a Fernando para que reconociese a su padre como rey
legítimo. A cambio recibiría un castillo y una pensión anual de cuatro
millones de reales que nunca cobró en su totalidad. Aceptó el 6 de mayo de 180814 15
ignorando que su padre ya había renunciado en favor del emperador.
Finalmente, Napoleón otorgó los derechos a la corona de España a su
hermano mayor, quien reinaría con el nombre de José I Bonaparte. Esta sucesión de traspasos de la corona española se conoce con el nombre de abdicaciones de Bayona.


No se trataba solo de un cambio dinástico. En una proclama a los españoles el 25 de mayo, Napoleón declaró que España
se encontraba frente a un cambio de régimen con los beneficios de una
Constitución sin necesidad de una revolución previa. A continuación,
Napoleón convocó en Bayona una asamblea de notables españoles, la Junta española de Bayona.
Aunque la asamblea fue un fracaso para Napoleón (sólo acudieron 75 de
los 150 notables previstos), en nueve sesiones debatieron su proyecto y,
con escasas rectificaciones, aprobaron en julio de 1808 el Estatuto de Bayona.


Mientras tanto, Fernando VII vio cómo el emperador ni siquiera se
molestaba en cumplir su acuerdo e internó al antiguo soberano, junto con
su hermano Carlos María Isidro y su tío Antonio Pascual, en el castillo de Valençay, propiedad de Charles Maurice de Talleyrand, Príncipe de Benevento,
antiguo obispo, entonces Ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón,
con el que tramó el golpe de Estado que lo llevó al poder. Allí los
recibió el 10 de mayo.
Valençay era una propiedad rústica junto a un pueblo de unos 2000
habitantes, aislada en el centro de Francia, a unos 300 kilómetros de
París. Fernando permanecería en Valençay hasta el final de la Guerra de la Independencia.
Sin embargo, sus condiciones de cautiverio no fueron muy severas; el
Rey y su hermano recibían clases de baile y música, salían a montar o a
pescar y organizaban bailes y cenas. Disponían de una buena biblioteca,
pero el infante don Antonio Pascual puso todos los impedimentos posibles
para que no leyeran libros franceses que pudieran ejercer una mala
influencia sobre sus jóvenes sobrinos.16 A partir del 1 de septiembre de ese año, sin embargo, la marcha de Talleyrand
y la negativa de Bonaparte a cumplir lo estipulado con respecto a
sufragar sus gastos —400 000 francos anuales más las rentas del castillo de Navarra en la Alta Normandía—, hicieron que su tren de vida fuera cada vez más austero, reduciéndose la servidumbre al mínimo.17


Creyendo que nada se podía hacer frente al poderío de Francia,
Fernando pretendió unir sus intereses a los de Bonaparte, y mantuvo una
correspondencia servil con el corso, hasta el punto de que éste, en su
destierro de Santa Elena, recordaba así la actuación del monarca español:


No cesaba Fernando de pedirme una esposa de mi elección: me escribía
espontáneamente para cumplimentarme siempre que yo conseguía alguna
victoria; expidió proclamas a los españoles para que se sometiesen, y
reconoció a José, lo que quizás se habrá considerado hijo de la fuerza,
sin serlo; pero además me pidió su gran banda, me ofreció a su hermano
don Carlos para mandar los regimientos españoles que iban a Rusia, cosas
todas que de ningún modo tenía precisión de hacer. En fin, me instó
vivamente para que le dejase ir a mi Corte de París, y si yo no me
presté a un espectáculo que hubiera llamado la atención de Europa,
probando de esta manera toda la estabilidad de mi poder, fue porque la
gravedad de las circunstancias me llamaba fuera del Imperio y mis
frecuentes ausencias de la capital no me proporcionaban ocasión.


Su humillación servil le llegó al punto de organizar una fastuosa
fiesta con brindis, banquete, concierto, iluminación especial y un
solemne Te Deum con ocasión de la boda de Bonaparte con María Luisa de Austria en 1810. Cuando el corso reprodujo la correspondencia que le enviaba Fernando en Le Moniteur,
para que todos, en especial los españoles, vieran su actuación, éste se
apresuró a agradecer con desvergüenza a su Emperador que hubiese hecho
público de tal modo el amor que le profesaba.


Sin embargo, la condición de prisionero de Napoleón creó en Fernando el mito del Deseado, víctima inocente de la tiranía napoleónica. El 11 de agosto, el Consejo de Castilla invalidó las abdicaciones de Bayona,nota 1 y el 24 de agosto se proclamó rey in absentia a Fernando VII en Madrid.18 Las Cortes de Cádiz, que redactaron y aprobaron la Constitución de 1812 no cuestionaron en ningún momento la persona del monarca y lo declararon como único y legítimo rey de la Nación española.


Siguiendo el ejemplo de las Cortes de Cádiz, se organizaron Juntas de
Gobierno provisionales en la mayoría de las ciudades de los territorios
en América,
las cuales comenzaron por desconocer la autoridad napoleónica para,
posteriormente, aprovechar la situación y declarar su independencia
total del Imperio Español, dando inicio así a las Guerras de Independencia Hispanoamericana.


El regreso de El Deseado


En julio de 1812, el duque de Wellington, al frente de un ejército anglohispano y operando desde Portugal, derrotó a los franceses en Arapiles,
expulsándolos de Andalucía y amenazando Madrid. Si bien los franceses
contraatacaron, una nueva retirada de tropas francesas de España tras la
catastrófica campaña de Rusia
a comienzos de 1813 permitió a las tropas aliadas expulsar ya
definitivamente a José Bonaparte de Madrid y derrotar a los franceses en
Vitoria y San Marcial. José Bonaparte dejó el país, y Napoleón se aprestó a defender su frontera sur hasta poder negociar una salida.


Fernando, al ver que por fin la estrella de Bonaparte empezaba a
declinar, se negó arrogantemente a tratar con el gobernante de Francia
sin el consentimiento de la nación española y la Regencia. Pero temiendo
que hubiera un brote revolucionario en España, se avino a negociar. Por
el Tratado de Valençay de 11 de diciembre de 1813,
Napoleón reconoció a Fernando VII como Rey, recuperando así su trono y
todos los territorios y propiedades de la Corona y sus súbditos antes de
1808, tanto en territorio nacional como en el extranjero; a cambio se
avenía a la paz con Francia, el desalojo de los británicos y su
neutralidad en lo que quedaba de guerra.19 También acordó el perdón de los partidarios de José I, los afrancesados.


Aunque el tratado no fue ratificado por la Regencia, Fernando VII fue liberado, se le concedió pasaporte el 7 de marzo de 1814, salió de Valençay el 14, viajó hacia Toulouse y Perpiñán, cruzó la frontera española y fue recibido en Figueras por el general Copons ocho días después, el 22 de marzo.20 Respecto a la Constitución de 1812,
el decreto de las Cortes de 2 de febrero de 1814 había establecido que
«no se reconocerá por libre al Rey, ni por tanto se le prestará
obediencia, hasta que en el seno del Congreso nacional preste el
juramento prescrito en el artículo 173 de la Constitución». Fernando VII
se negó a seguir el camino marcado por la Regencia, pasó por Gerona,
Tarragona y Reus, se desvió a Zaragoza donde pasó la Semana Santa
invitado por Palafox, fue a Teruel y entró en Valencia el 16 de abril.21 Allí le esperaba el cardenal arzobispo de Toledo, Luis de Borbón,
presidente de la Regencia y favorable a las reformas liberales de 1812,
y una representación de las Cortes de Cádiz presidida por Bernardo Mozo de Rosales, encargado de entregar al rey un manifiesto firmado por 69 diputados absolutistas.22 Era el llamado Manifiesto de los Persas, que propugnaba la supresión de la Cámara gaditana y justificaba la restauración del Antiguo Régimen. El 17 de abril, el general Elío, al mando del Segundo Ejército, puso sus tropas a disposición del rey y le invitó a recobrar sus derechos.23 Fue el primer pronunciamiento de la historia de España.24


El 4 de mayo de 1814, Fernando VII promulgó un decreto, redactado por Juan Pérez Villamil y Miguel de Lardizábal,23 que restablecía la monarquía absoluta y declaraba nula y sin efecto toda la obra de las Cortes de Cádiz:


[...] mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha
Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes [...] sino el de
declarar aquella Constitución y aquellos decretos nulos y de ningún
valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado
jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación
en mis pueblos y súbditos de cualquiera clase y condición a cumplirlos
ni guardarlos.


Modesto Lafuente (1869), Historia general de España, tomo XXVI, 2.ª ed.25
Tras reponerse de un ataque de gota, el rey salió el 5 de mayo desde Valencia hacia Madrid. Había nombrado capitán general de Castilla la Nueva a Francisco de Eguía,26
absolutista acérrimo, quien se adelantó a la comitiva real y se encargó
expeditivamente de organizar la represión en la capital, arrestar a los
diputados doceañistas y despejar el panorama para la entrada triunfal
del monarca.27
Detenidos los miembros de la Regencia, los ministros y los partidarios
de la soberanía nacional, el golpe de estado se consumó en la madrugada
del 11 de mayo con la disolución de las Cortes exigida por Eguía y
ejecutada sin oposición por su presidente Antonio Joaquín Pérez, uno de los firmantes del Manifiesto de los Persas.23 28


El 13 de mayo, Fernando VII, que había permanecido en Aranjuez desde
el día 10 a la espera de los acontecimientos, entró por fin en Madrid.29


Reinado

Monedas de oro de los periodos absolutista y constitucional de Fernando VII.
1815. La leyenda, en latín, afirma que Fernando VII es "rey de las Españas y las Indias" "por la Gracia de Dios" (Dei Gratia).
1823 (Trienio Liberal). La leyenda, en castellano, proclama a Fernando VII "rey de las Españas" "por la Gracia de Dios y la Constitución".

Busto oficial de Fernando VII, por F. Elías (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid).
Durante la primera etapa del reinado, entre los años 1814 y 1820, el rey restableció el absolutismo
anterior al periodo constitucional. La tarea que aguardaba a Fernando
era extremadamente compleja. Habría tenido que contar con unos ministros
excepcionalmente capaces para poner orden en un país devastado por seis
años de guerra, pero apenas contó con un par de estadistas de cierta
talla. La inestabilidad del gobierno fue constante, y los fracasos a la
hora de resolver adecuadamente los problemas determinaron los continuos
cambios ministeriales.30


Fue un periodo de persecución de los liberales, los cuales, apoyados por parte del Ejército, la burguesía y organizaciones secretas como la masonería,
intentaron sublevarse varias veces para restablecer la Constitución.
Por otra parte, a pesar de que Fernando VII había prometido respetar a
los afrancesados, nada más llegar procedió a desterrar a todos aquellos
que habían ocupado cargos de cualquier tipo en la administración de José
I.


Durante el período desaparecieron la prensa libre, las diputaciones y
ayuntamientos constitucionales y se cerraron las Universidades. Se
restableció la organización gremial y se devolvieron las propiedades
confiscadas a la Iglesia.


En enero de 1820
se produjo una sublevación entre las fuerzas expedicionarias
acantonadas en la península que debían partir hacia América para
reprimir la insurrección de las colonias españolas.31 Aunque este pronunciamiento, encabezado por Rafael de Riego,
no tuvo el éxito necesario, el gobierno tampoco fue capaz de sofocarlo y
poco después, una sucesión de sublevaciones comenzó en Galicia y se
extendió por toda España. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución en Madrid el 10 de marzo de 1820, con la histórica frase:


Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional.


Comenzó así el Trienio Liberal o Constitucional.


Durante el Trienio, se propusieron medidas en contra del absolutismo y se suprimen la Inquisición
y los señoríos. Sin embargo, aunque el rey aparentaba acatar el régimen
constitucional, conspiraba secretamente para restablecer el absolutismo
(Regencia de Urgel; sublevación de la Guardia Real en julio de 1822, sofocada por la Milicia Urbana de Madrid). Finalmente, la intervención del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis, bajo los auspicios de la Santa Alianza, restableció la monarquía absoluta en España (octubre de 1823). Se eliminaron todos los cambios del Trienio liberal; por ejemplo, se restablecieron los privilegios de los señoríos y mayorazgos, con la única excepción de la supresión de la Inquisición.


Se inició así su última época de reinado, la llamada Década Ominosa
(1823-1833), en la que se produjo una durísima represión de los
elementos liberales, acompañada del cierre de periódicos y
universidades. La Real Cédula de 1 de agosto de 1824 prohibió «absolutamente» en España e Indias las sociedades de francmasones y otras cualesquiera secretas.32 33 Al mismo tiempo se registraron levantamientos absolutistas instigados por el clero y por los partidarios del infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando, que se perfilaba como sucesor.


También se consumó la práctica desaparición del Imperio español.
En un proceso paralelo al de la Península tras la invasión francesa, la
mayor parte de los territorios americanos declararon su independencia y
comenzaron un tortuoso camino hacia repúblicas liberales (Santo Domingo también declaró su independencia pero poco después fue ocupada por Haití). Sólo las islas caribeñas de Cuba y Puerto Rico, junto con las Filipinas, las Marianas (incluyendo Guam) y las Carolinas, en el Pacífico, permanecían bajo el dominio de España.


En 1829 una expedición partió desde Cuba con la intención de reconquistar México al mando del almirante Isidro Barradas. La empresa acabó finalmente derrotada por las tropas mexicanas.


Durante su reinado otorgó entre títulos de España y títulos de Indias: 123 títulos nobiliarios, de los cuales 22 fueron Grandes de España.


Sucesión de Fernando VII


El 31 de marzo de 1830 Fernando promulgó la Pragmática Sanción, aprobada el 30 de septiembre de 1789, bajo Carlos IV
pero que no se había hecho efectiva por razones de política exterior.
La Pragmática establecía que si el rey no tenía heredero varón,
heredaría la hija mayor. Esto excluía, en la práctica, al infante Don
Carlos María Isidro de la sucesión, por cuanto ya fuese niño o niña
quien naciese sería el heredero directo del rey. De esta forma, su hija
Isabel (la futura Isabel II), nacida poco después, se veía reconocida como heredera de la corona, con gran disgusto de los partidarios de don Carlos, el hermano del rey.


En 1832, hallándose el rey enfermo de gravedad en La Granja,
cortesanos partidarios del infante consiguieron que Fernando VII
firmara un Decreto derogando la Pragmática. Con la mejoría de salud del
Rey, el Gobierno de Francisco Cea Bermúdez, la puso de nuevo en vigor. Tras ello, Don Carlos marchó a Portugal. Entre tanto, María Cristina,
nombrada regente durante la grave enfermedad del rey (la heredera
Isabel apenas tenía tres años en ese momento), inició un acercamiento
hacia los liberales y concedió una amplia amnistía para los liberales
exiliados, prefigurando el viraje político hacia el liberalismo que se
produciría a la muerte del rey. Fernando murió en 1833 sin hijos varones, había tenido otra hija la infanta Luisa Fernanda. El infante don Carlos,
junto a otros realistas que consideraban que el legítimo heredero era
el hermano del rey y no su hija primogénita, se sublevaron y empezó la Primera Guerra Carlista. Con ello hizo su aparición el carlismo.


Matrimonios y descendencia

Fernando VII contrajo matrimonio en cuatro ocasiones:


Ancestros

Personalidad de Fernando

No parece que el rey fuese agraciado físicamente. En los retratos de
Fernando VII realizados por Goya y otros artistas —es lógico pensar que
los artistas intentasen favorecer en lo posible a los retratados—36 37
se ve a un hombre obeso, con un labio superior deprimido, maxilar
inferior prognatado, frente prominente, nariz grande, carnosa y curvada,
y ojos pequeños y estrábicos. Sus contemporáneos le asignaban una
estatura "media", lo que para aquellos años significa unos 165 cm.38 Sufría de gota,
(se cree que comía demasiado, especialmente carnes rojas) y se dice que
padecía además una hipertrofia genital, una malformación que
dificultaba mucho el coito.nota 3 La primera esposa del monarca, María Antonia de Nápoles
dejó escrito cómo, sintiéndose engañada, estuvo a punto de desmayarse
la primera vez que vio a Fernando VII, al comprobar con espanto que el
"mozo" más bien feo del retrato, era en realidad poco menos que un
adefesio.41 Era además el rey un fumador empedernido de cigarros, lo que le hacía tener un aliento fétido.42


Más difícil resulta describir la psique del monarca y sus virtudes y defectos. Salvo los panegíricos descaradamente adulatorios,43 la valoración generalizada de historiadores y cronistas de las cualidades del Deseado
es muy desfavorable, si no claramente pésima. Estaba dotado de una
inteligencia normal, no exenta de astucia y viveza, pero su carácter
parece haber estado sometido a la cobardía, a la doblez, y a una suerte
de egoísmo hedonista. Uno de sus críticos más implacables fue el diplomático e historiador marqués de Villaurrutia,
quien afirma que desde pequeño, el rey mostró ser insensible al cariño
de sus padres o cualquier otra persona, cruel y taimado; y como rey, y a
pesar de "no haber habido nunca un monarca más deseado", fue cobarde,
vengativo, despiadado, ingrato, desleal, mentiroso, mujeriego y
cazurro... y en fin, desprovisto de cualquier aptitud para ser rey.41


Autores como Comellas o Marañón,44
que han trabajado para comprender mejor el reinado de Fernando VII y
ofrecer una visión ecuánime de su actuación y personalidad, no difieren
mucho de las opiniones anteriores. Marañón dice del monarca que era «si
no inteligente, pillo al menos». Comellas le define como una persona
vulgar sin imaginación, «arrestos» ni ideas brillantes, y citando a
testigos señala que todos los días despachaba con sus ministros, aunque
ya bien entrada la tarde; para este autor sería una persona sencilla,
apacible, bienhumorada y hogareña (a pesar de sus continuas
infidelidades), capaz de conmoverse ante la necesidad de los más
humildes y sensible a atrocidades como la tortura (una de sus primeras
decisiones como rey fue la abolición del tormento), cualidades estas que
ni eran suficientes para sustituir la necesidad que la nación tenía de
un monarca muy distinto a Fernando. La virtud más reconocida, aun por
sus enemigos, era la sencillez y campechanía, aunque a menudo esta
sencillez caía en lo meramente soez y chabacano.45


A pesar de las ocasionales muestras de generosidad con los más
necesitados señaladas por Comellas —y que alimentaban el amor que el
pueblo llano sentía por el Deseado—, y a pesar de la forma
metódica con que despachaba con su gabinete, se le achaca una falta de
interés por los asuntos de Estado, que prefería abandonar en sus
ministros, y que supeditaba a su codicia o interés personal: Ángel Fernández de los Ríos señala que Fernando VII tenía antes de su muerte 500 millones de reales depositados en el Banco de Londres, al tiempo que la deuda nacional había aumentado durante su reinado en 1 745 850 666 reales.46


Dando por buenas las peores acusaciones, el psiquiatra e historiador
Luis Mínguez Martín, reconoce en Fernando VII un «encanto superficial,
labia y una actitud seductora y acomodaticia» que ocultaba una
personalidad disocial, antisocial o psicopática, manifestada en «el
desprecio hacia los derechos y sentimientos de los demás, el cinismo y
el engaño, la mentira y la manipulación, la falta de responsabilidad
social y de sentimientos de culpa y los mecanismos proyectivos».47


Fernando era un hombre cultivado, amante de la música y el teatro, aficionado a la lectura y hábil guitarrista, y a pesar de todo lo dicho más arriba, el Deseado
fue amado por el pueblo llano. Era muy sociable, le gustaban las
fiestas, sus aficiones eran de lo más mundano y prefería rodearse de
gente ordinaria y vulgar. Detestaba la caza (al contrario que su padre),
y su mayor afición eran los toros: se hacía querer por la plebe.


Fernando VII y las artes y las ciencias

El rey Fernando VII tuvo la suerte de contar con buenos pintores y mantuvo el mecenazgo borbónico hacia artistas como Francisco de Goya, Vicente López Portaña o José Madrazo. Según Mesonero Romanos, aún "acudía en los últimos días de su existencia, trémulo y fatigoso, a la solemne repartición de premios de la Real Academia de San Fernando."


Apoyado por su segunda esposa, Isabel de Braganza, Fernando retomó la
idea de José I de crear un Museo Real de Pinturas, y decidió convertir
en tal el edificio que Juan de Villanueva había creado como Gabinete de Historia Natural. Gracias a su iniciativa y financiación personal nacía así el actual Museo del Prado, inaugurado en presencia del propio monarca y su tercera esposa el 19 de noviembre de 1819.


A pesar del supuesto deterioro de la ciencia española y de la fuga de
científicos importantes durante su reinado, se deben a Fernando VII una
serie de capitales iniciativas. En 1815 ordenó la restauración del Observatorio Astronómico, muy dañado durante la Francesada. También se reestructuró en aquel tiempo el Real Gabinete de Máquinas en el llamado Conservatorio de Artes.


Por otra parte, Fernando VII es el protagonista de algunas célebres novelas históricas, como Memoria secreta del hermano Leviatán (1988) de Juan Van-Halen y El rey felón (2009) de José Luis Corral.


Anecdotario

El monarca protagonizó numerosas anécdotas, algunas de las cuales han calado en el acervo popular español:


  • Según Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, cuando Napoleón se hubo escapado de la isla de Elba y regresado a Francia,
    el ayuda de cámara, nervioso, no acertaba a vestir a Fernando para la
    reunión del gabinete convocada para tratar el problema, y el rey dijo:
    «Vísteme despacio, que tengo prisa».
  • Mesonero Romanos cuenta que, en 1818,
    con motivo de su visita a la Exposición Pública de Industria Española,
    cuando los fabricantes de telas catalanes le mostraron su género
    pidiendo medidas proteccionistas, el rey exclamó "¡Bah! Todas estas son cosas de mujeres". Y se fue a dar un paseo por el Retiro.48
  • El rey era un gran aficionado al billar, y solía jugar con los miembros de su camarilla.
    Estos, deseosos de agradar al soberano, procuraban siempre fallar sus
    golpes y hacer que las bolas quedasen en inmejorable situación para que
    el monarca hiciese sucesivas carambolas. De ahí proviene la frase hecha
    "Así se las ponían a Fernando VII".
  • Fernando VII de España mantuvo una gran complicidad con su confesor, el presbítero canario Cristóbal Bencomo y Rodríguez. Esto se deduce de los numerosos títulos que le otorgó el Rey, entre los que destacan: el de miembro del consejo y cámara de Castilla, Inquisidor general de España (cargo rechazado por el propio Bencomo),49 y la Gran Cruz de la Orden de Carlos III. Además, cuando Fernando VII retornó a Madrid tras las Abdicaciones de Bayona, reclamó la presencia en la corte de su confesor y ordenó desplazar a la isla de Tenerife un navío de guerra con el solo propósito de trasladarlo de regreso a la corte.50



Predecesor:

Carlos de Borbón
Príncipe de Asturias

1789-1808
Sucesora:

Isabel de Borbón
Predecesor:

Carlos IV
Escudo de Carlos III de España Toisón y su Orden variante leones de gules.svg

Rey de España


1808 (19 de marzo-6 de mayo)
Sucesor:

José I

(No reconocido por las Cortes)
Predecesor:

José I

(No reconocido por las Cortes)
Escudo de Carlos III de España Toisón y su Orden variante leones de gules.svg

Rey de España


1808nota 1 o 1814nota 2 -1833
Sucesora:

Isabel II

Véase también

Notas


  • El 11 de agosto de 1808, el Consejo de Castilla declaró nulas las abdicaciones de Bayona, reconociendo a Fernando VII rey de nuevo, y formándose regencias en su nombre.1

    1. Al
      parecer, los médicos del rey diseñaron una especie de anillo acolchado,
      que puesto en el pene, impedía la introducción de toda su longitud.39 Mérimée, en correspondencia privada, refiere a Stendhal cómo una mujer de confianza le relató la noche nupcial de Fernando con Amalia de Sajonia,
      y el terror de la reina ante un "miembro viril largo como un taco de
      billar, fino en su base como una barra de lacre, y ancho como un puño en
      su punta"40

    Referencias


    Bibliografía utilizada

    Enlaces externos

    Menú de navegación



  • Tras
    regresar a España, y una vez asegurado el apoyo de los diputados
    absolutistas y del Segundo Ejército al mando del general Elío, Fernando
    VII retomó las riendas del Gobierno el 4 de mayo de 1814 promulgando un
    decreto por el que clausuraba las Cortes y declaraba nulos todos sus
    decretos, incluyendo la Constitución.



  • Gazeta de Madrid de 19 de agosto, página 1041



  • Fernando VII, el felón



  • Sánchez Mantero, 2001, pp. 11-18.



  • "Ceremonial del bautizo del Serenísimo Señor Infante D. Fernando". En Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid. Tomo III. Septiembre de 1784. Madrid: Imprenta Real, pp. 85.



  • Acto de la jura del príncipe de Asturias, don Fernando, en la Colección de documentos inéditos para la historia de España, vol. XVII, págs. 67-95.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 29.



  • Las principales facciones políticas del reinado de Carlos III fueron el partido golilla, encabezado por el conde de Floridablanca y el partido aragonés del conde de Aranda.
    Centralistas y antiaristócratas los primeros, miembros de la nobleza en
    su mayoría los segundos, ambos grupos coincidieron bajo Carlos IV en su
    oposición a Godoy lo que, a su vez, fue el germen del partido fernandino. Vid. Sánchez Mantero, 2001, p. 43.



  • Hocquellet, Richard (2008). Resistencia y revolución durante la guerra de la Independencia : del levantamiento patriótico a la soberanía nacional. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza. pp. 31 y ss. ISBN 978-84-7733-011-0. OCLC 494070951. Consultado el 24 de abril de 2012.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 54.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 58.



  • Gazeta de Madrid de 25 de marzo páginas 297 y 298



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 64.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 70.



  • «Decreto de Fernando VII dirigido a la Junta Suprema de Gobierno». Gazeta de Madrid (46): 458. 13 de mayo de 1808. Consultado el 30 de abril de 2012.



  • «Decreto de Fernando VII dirigido a la Junta Suprema de Gobierno». Gazeta de Madrid (46): 459. 13 de mayo de 1808. Consultado el 30 de abril de 2012.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 78.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 79.



  • Gazeta de Madrid de 6 de septiembre página 1119



  • Así
    como al pago de una pensión anual de 30 millones de reales a sus padres
    y de dos millones a María Luisa, su madre, cuando quedara viuda. Vid.
    Sánchez Mantero, 2001, p. 82.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 116.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 117.



  • Sánchez
    Mantero, 2001, pp. 117-118. Explica este autor las discrepancias
    existentes en los historiadores respecto a este número. Para Pintos
    Vieites fueron 69 los diputados que asistieron a Valencia, mientras que
    Bayo afirma que 69 fueron los firmantes del manifiesto.



  • Cayuela Fernández, Gregorio; Gallego Palomares, José Ángel (2008). La guerra de la independencia : historia bélica, pueblo y nación en España (1808-1814). Salamanca: Universidad de Salamanca. pp. 510-511. ISBN 978-84-7800-334-1. OCLC 470561075. Consultado el 4 de mayo de 2012.



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  • Lafuente, Modesto (1869). Historia general de España XXVI (2.ª edición). Madrid. p. 494. Consultado el 4 de mayo de 2012.



  • Lafuente, op. cit., p. 105, dice que su apodo era Coletilla,
    por llevar su pelo recogido a la manera que se estilaba en tiempos de
    Carlos III. Payne, op. cit., p. 22, con el mismo fundamento, afirma que
    su mote era «cola de cerdo»



  • Sánchez Mantero, 2001, pp. 121-122.



  • Lafuente, Modesto (1869). Historia general de España XXVI (2.ª edición). Madrid. pp. 105-107. Consultado el 9 de mayo de 2012.



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  • Sánchez Mantero, 2001, p. 122.



  • Sánchez Mantero, 2001, p. 139.



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  • Sánchez Mantero, 2001, p. 31.



  • Biografía de Cristóbal Bencomo y Rodríguez



  • clopedia libre

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